Dedos
El miembro del mayor entraba lentamente en él, abriéndose paso por la apretada entrada de su amante, porque a pesar de no ser la primera vez, Oliver jamás pensaría en algo como lastimar al chico sobre él.
Una vez que se acostumbró lo suficiente, el menor empezó a dar saltos pequeños sacando y metiendo el pene de Oliver dentro de él, terminando por acostumbrarse e ir inevitablemente cada vez más rápido y dejándose caer con más fuerza. Estar ahí, en aquella cama de hotel como lo habían estado desde hace ya un año les traía un montón de recuerdos.
No era la primera vez que hacían aquello y a pesar de lo que el resto pudiera pensar al final siempre había algo de culpa en sus mentes.
La primera vez que vio a Oliver Sykes fue en la parada de autobuses de la ruta 2, ruta que lo trasladaba a su universidad. Oliver estaba ahí de pie, esperando paciente por la llegada del transporte que lo llevaría a su oficina en el centro de Sheffield, con su portafolio en la mano y su traje impecable. Se veía claramente mayor y a Andy no le quedaba más que quedarse sentado en la banca de espera mordiéndose el labio inferior pensando en cuán bien le sentaba la corbata roja abrazada a su cuello mientras lo veía por el rabillo de su ojo.
Tomaban el mismo camión a la misma hora, siempre sentándose en lugares separados. Andy en la última fila del autobús y Oliver tres filas más adelante.
El menor no entendía todavía muy bien qué pasaba, a él jamás le hubiera interesado un hombre en su vida, menos creyó que fuera un hombre mayor el que capturará toda su atención, pero ahí estaba, decidido a correr el riesgo de hablarle a un completo desconocido cuando cambio abruptamente de rutina al sentarse a un costado del hombre trajeado. Sintiéndose tembloroso y asustado corrió su vista fingiendo ver la ventana, encontrando de reojo la belleza innegable del castaño. Sintió una mirada encima y su cuerpo peso de repente ante tan repentina acción. Sus manos sudaban frío y todas sus ganas de entablar una conversación sobre el clima o lo poco que sabía de política cayeron rápidamente al ver en su dedo anular de la mano izquierda un anillo de oro.
No sabía exactamente por qué ese simple y ridículo hecho lo había echo retroceder tanto, tampoco era la peor cosa, al fin de cuentas él simplemente quería hablar con el hombre de traje, llegar a más no estaba en sus principales planes. Pero se encontraba adolorido y triste, tanto que bajo mucho antes de su parada final sólo para esperar otro camión lleno de otras personas, pero nadie como él.
Cosa que le sorprendió a sí mismo y también a alguien más.
Después de ello encontraba ridículo volver a chocar con el hombre cada que tomaba su ya rutinaria vía de transporte, comenzó a irse más temprano, e incluso algunas veces dejó ir el tiempo habiéndose dado el lujo de llegar tarde a sus primeras clases, pero la verdad era que estar a las 6:25 de la mañana ahí, era el horario perfecto.
Ignoró olímpicamente la mirada sobre él, con sus audífonos puestos a todo volumen con la voz de su cantante favorito resonando en sus oídos, moviendo los labios junto a la letra de la canción, sin darse cuanta de que alguien seguía sus movimientos más mínimos.
Regreso a sentarse en los últimos asientos del autobús, pegado a la ventana disfrutando de las calles medio desiertas y todos los detalles de estás durante los siguientes días.
Ya era de nuevo una costumbre la presencia de ese hombre, ya había aprendido a manejar el nudo en su estómago, ya no era un gran problema. Pero nunca aprendió como manejar el nerviosismo cada que lo veía bajarse una estación antes que él e inevitablemente caminaba hacía la parte trasera del autobús.
Pero eso no era nada comparado con lo que sintió dentro de sí mismo el día en el que Oliver decidió sentarse hasta atrás. Andy de nuevo intento encerrarse en su pequeño mundo de ritmos y letras, y parecía funcionar, pero no contaba con que al alzar la mirada chocaría con la de alguien más.
Apenas y un hola transcurrió, y una conversación sobre música empezó a ser lo que envolvía a esas dos personas. Intercambiaron ideas y de repente para Andy todo parecía un sueño, la voz del hombre era aún más linda de lo él podía imaginar, cuando sus manos hicieron contacto sintió desvanecerse y al final del día la sonrisa nunca abandono su rostro.
Pero aquello fue incluso apenas el principio de algo. Cada día sin falta se sentaban juntos, ya no importaba el lugar siempre y cuando fueran ellos dos juntos, escuchando música, compartiendo audífonos y anécdotas, mientras pacientemente esperaban llegar a su destino.
Fue un día helado de diciembre cuando Oliver le invito al joven chico un café, ninguno bajo en la parada que debía y tal vez era mejor así. Después de eso todo se volvió más claro para ambos. Ya no eran un par de desconocidos en el autobús, ya eran algo más, algo que aún era muy difícil de comprender por completo pero que con el tiempo tomaría forma y sentido
Ambos se habían envuelto en un viaje sin retorno cuando Oliver subió el mentón de Andy con sus dos dedos dejando ver su rostro sonrojado y se besaron bajo el muérdago al llegar a la ya conocida y vacía parada de autobuses.
Andy había caído enamorado de Oliver de una manera indescriptible. Lo amaba por cómo era y por como era él cuando estaba a su alrededor. Sentía escalofríos cuando entrelazaban sus dedos al ir sentados juntos, sentía tanto cariño cuando Oliver acomodaba un mechón de su cabello detrás de su oreja, pero lo que finalmente termino por convencerlo fue ver que no había anillo alguno en su dedo anular.
Aquello lo había matado de la mejor forma.
Nunca se dieron cuanta de como esa relación había terminado en lo que era hoy en día, pero sin duda Andy jamás olvidaría la primera vez con Oliver Sykes.
Todo en el departamento del menor se había tornado caliente y erótico, desde los besos lujuriosos hasta el movimiento frenético de sus manos por el cuerpo del contrario. Siempre mirándose a los ojos en cada descanso, siempre con besos tiernos al retirar cada prenda.
Ya había conocido al hombre sobre él, pero nunca de la manera carnal como ahora, desnudos y sin secretos o al menos eso era lo que creyó al principio.
Los dedos de Oliver penetraron más allá de lo que cualquier otra cosa en su vida y le fascinó, quiso sentir esa sensación de ser amado por alguien. Nunca en toda su vida se había sentido tan sensual como en ese momento en el que el hombre sobre él lo preparo para que se volvieran uno solo.
Ninguno había estado antes con otro hombre así que aquello era extraño y nuevo, sin quitarle el sentimiento de lo excitante que se sentía.
Los gemidos de Andy siempre habían encantado el oído de Oliver, sin importar nada ese se había vuelto su sonido favorito. Nada se le comparaba. Verlo auto penetrarse lo volvía loco y hacía que su erección se hinchara más en el interior del menor.
El castaño ayudaba con sus manos en las caderas del joven chico y apresuraba sus movimientos con frenesí y torpeza cuando estaba a punto de llegar al nivel máximo. Golpeando el lugar preciso en Andy y masturbándolo al mismo tiempo logro que el chico se corriera libremente sobre su pecho, al tiempo que ejercía presión al pene del mayor sin darse cuanta, llenándose de semen del hombre del que se había enamorado.
"Voy a dejarla" el divorcio de Oliver era siempre una cuestión delicada entre ambos porque ambos lo querían y ninguno lo obtenía. Al pelinegro siempre se le iluminaban los ojos de sólo escuchar esas tres palabras, esa promesa que había escuchado por un año entero. A diario Andy se preguntaba sí esa promesa cambiaría, sí algún día Oliver iba a llegar a su casa con sus cosaa diciéndole que por fin era libre. Sabía de antemano que no podía exigirle al hombre nada, porque todo había sido con su consentimiento.
Pero de algunos días a la fecha se había cansado de las promesas falsas. Se rió, encontrando gracia en sus palabras.
"¿Qué es lo que te da tanta risa, dulzura?" Pregunto el hombre aún dentro del menor porque este siempre había encontrado excitante quedarse así por algunos minutos hasta que tuvieran que volver a la realidad.
"No sé a quién queremos engañar Oliver. Tú jamás vas a dejarla y yo jamás podre pedirte que lo hagas porque de nada serviría"
El mayor estaba confundido, en lo que llevaban de tiempo juntos jamás creyó posible que a Andy le importara tanto el hecho de que estaba casado o simplemente le era fácil ignorarlo.
"Andy yo..."
"No, en verdad Oli. Jamás vas a dejarla porque la amas, amas a Hannah y yo te amo tanto que acepte el título de amante como sí fuera cualquier cosa. Pensé que en un año de estar juntos algo cambiaría, pero creo que me equivoque. Te amo, pero ya no quiero esto."
Oliver estaba aturdido, había dado por sentado el amor de Andy, pero escucharlo decir las palabras 'Te amo' por primera vez lo habían hecho abrir los ojos. Él creía amar al menor, pero éste tenía razón de haberlo hecho, habría dejado a su esposa desde el principio. Para Oliver nunca fue difícil expresar sus sentimientos, porque creía que ellos lo hacían ver débil así que simplemente no los decía, pero esta vez quería gritarlos, quería arrodillarse y pedir perdón al hombre que le demostró que no existía algo como 'del mismo sexo'.
Él estaba dispuesto a aferrarse con uñas y dientes, él iba a pelear por su amor, pero cuando sus dedos sólo pudieron rozar el brazo de Andy para detenerlo sin éxito entendió que no tenía ningún derecho. Oliver había escondido a su amor más grande en un armario por miedo y estupidez, negándose y negando amar al menor en su mayor esplendor y ahora le tocaría pagar.
Vio al menor levantarse de la cama lentamente, tomar su ropa para vestirse, entrar al baño, salir con el cabello humedo, sentarse al borde de la cama y finalmente colocarse el calzado, todo ello en profundo silencio.
Todo sin saber que lo único que Andy quería escuchar era un simple "quédate" uno que estaba atorado en la garganta de Sykes.
Andy reviso por última vez sus cosas y dirigió su vista a la cama de hotel, y se rió de que tan patético tenía que verse ahí con los ojos llorosos porque jamás podría compartir una cama adecuadamente con Oliver.
Se subió sobre las sabanas manchadas y puso sus manos en el rostro del hombre al que amaba sintiendo como las manos del contrario se aferraban a las suyas, le dio un suave beso en los labios que fue correspondido de inmediato y de forma más desesperada, se separo de él y se deshizo del agarre entre el par de manos, sintiendo como último contacto las yemas de sus dedos.
Salió de la habitación, escuchando como último sonido su profunda y dulce voz diciéndole.
"Yo también te amo"
Capítulo especial y dedicado a Nat y a mi bella kellic_andy16gl
Y a todas las personas que me han apoyado, ustedes saben quienes son. Gracias, las amo.
Y les tengo una sorpresa.
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