Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Al Aire Libre

Damas y caballeros y niños de todas las edades. Por fin, después de muchas cosas, reflexionar y darme cuenta de que tengo que terminar todo lo que empecé aquí. Por fin hoy, he vuelto. Y no me voy a ir (al menos no por ahora). Así que después de mucha tiempo, les dejo este bonito SMUT que escribí con mucho amor para ustedes.

¿Qué dijieron? ¿Ya se murió está pendeja?... Pues no. :v

Debo aclarar que es probable que haya errores, si hay alguna fan aquí del mundo de Harry Potter, les pido una disculpa de antemano, sólo he visto las películas :'v así que si hay algún error, pues qué esperaban. Pero espero les guste. Sin nada más que decir....

El One Shot \( :v)/ :

“TE VEO EN LA ENTRADA DEL CAMPO DE QUIDDITCH, PEQUEÑO TEJÓN”

Él es un... Es un... Ahhhhhhh, un tonto. Él no entiende de razones ni de demandas claras. Simplemente un obstinado que no me deja en paz.

No puedo creer que realmente, realmente acabe en una situación así. Esto no tendrían que haber pasado sí yo no le hubiese hecho caso a Sam y sus grandiosas ideas sobre salir un rato de Hogwarts. Todo se había salido de control desde nuestra salida secreta a Hogsmeade hace cuatro meses, que claro, tampoco debió haber ocurrido.

Ahí estábamos los tres de pie frente la estatua de la bruja tuerta en el tercer piso. Este era el octavo año para los tres, lo cual era muy nostálgico porque al terminar el año tendríamos que decir adiós; pero Sam había decidido que este año iba a ser distinto pues se propuso a explorar todo Hogwarts. Es decir, meternos en problemas.

A veces realmente creo que Sam no es un Hufflepuff, él es una rara combinación de valentía e idiotez, no es el mejor en clases y aún así lograba pasar todas las materias, intentó meterse al equipo de Quidditch el primer año y fracaso totalmente, aunque eso no le impidió sobre salir más tarde en una segunda oportunidad y gracias a ello se hizo muy popular entre toda nuestra generación, sin mencionar lo ridículamente atractivo que era. Mientras que Louis y yo nos limitamos a querer pasar desapercibidos la mayoría del tiempo. Escondidos en la sala común o simplemente en los dormitorios.

Los ojos de Sam brillaban y eso nos preocupaba constantemente a Louis y a mí porque significa que algo tramaba. Ninguno de los dos sabía sobre este pasadizo, ni de a dónde iba, sólo estábamos seguros de que de ser atrapados estaríamos en problemas.

Sam se acercó a la bruja y golpeó a la estatua con un poco de brusquedad para luego decir “Dissendium” haciendo que está se moviera dejando a la vista un pasillo.

Se veía obscuro y algo tétrico, pero nada que no pudiéramos resolver con un encantamiento Lumos. Al final habíamos terminado en el sótano de Honeydukes, escondidos detrás de los estantes de diversos dulces. Amaba venir aquí, cuando teníamos permiso de salir y no teníamos que preocuparnos por ser atrapados, tal vez yo estaba siendo todo paranoico y ver toda la variedad de dulces no me ayudaban a poner orden a mis pensamientos pero unos en específico mandaron a mi cordura a dormir. Cubitos de coco recubiertos con helado.

Y de nuevo, tenía que tenerlo en mi cabeza.

Debatía conmigo mismo sobre comprar algunos, traía conmigo algunas Sickles, eso debía ser suficiente para unos cuantos cubitos. Pero incluso el pensamiento de comprarlos sólo por él, me hacía dudar enormemente de mi salud mental. Tal vez lo mejor era ignorar mi impulso compulsivo por alguien a quien apenas y conozco.

Mentiroso.

Salimos de Honeydukes y nos dirigimos directamente a Tres Escobas, el mejor lugar en todo Hogsmeade, según la mayoría de los estudiantes de Hogwarts. Una mayoría en donde, para variar, Lou y yo no estábamos incluidos.

El lugar era cálido hasta cierto punto y luminoso, y por lo visto muy visitado. Varias de las mesas del lugar, estaban ocupadas por estudiantes, podías darte cuenta rápidamente que la mayoría, para variar, eran Slytherins, y algunos Gryffindors, no podía encontar algún Ravenclaw mucho menos algún otro Hufflepuff aparte de nosotros. Lo cual creo que fue sumamente notorio para nosotros, y también para el resto de personas que volteó a vernos. ¿Era tan malo escaparse de la escuela? Sé que no somos los más grandes rebeldes en la historia, pero podíamos serlo a veces, ¿verdad?

Sam jalo de mi brazo y del de Louis para llevarnos a una mesa arrinconada, sacándonos de nuestro trance. Sabía que aún siendome desubicado podía sentir sobre mi una mirada, cosa que no quise corroborar. Una vez en la mesa, Sam se encargó de pedir tres cervezas de mantequilla. Aún no hacía tanto frío, sin embargo, ya estaba anocheciendo y eso significaba que no tardaría en sentirse la ligera brisa de noviembre, así que el líquido poco caliente y espumoso que resbalaba por nuestras gargantas ayudaba mucho.

No pasó mucho tiempo, cuando Sam ya había abandonado nuestra mesa para ir a otra que estaba a un par de distancia, disfrutando de la compañía de una chica pelirroja y bien parecida y aun así Lou y yo habíamos decidido quedarnos.

Era extraño como habíamos podido encajar los tres, porque mientras Louis y yo no dábamos una por sobre salir y preferíamos sólo hablar sobre cualquier cosa que hubiéramos estado leyendo en los últimos días, Sam estaba asistiendo a reuniones en otras salas comunes o simplemente recibiendo atención de muchas chicas.

Era genial ser amigo del chico popular, salir de fiesta y ser rebelde tenía sus ventajas. Pero también era bastante bueno tener alguien con quien hablar por horas de cosas simples y aburridas para el resto.

Había una sola cosa que no compartíamos. Nuestro estado civil.

La magia no debería ser algo que me sorprenda, después de todo, soy un mago. Pero la forma en la que en esos dos logran encontrarse incluso en medio de la nada. Es... sorprendente.

El esposo de Louis, parece no tener suficiente cuando está nada más y nada menos que comiéndose a mi amigo frente a mí. Bueno, no son esposos todavía, pero si se están comiendo.

Llamo su atención cuando carraspeó y ellos de inmediato se separan sin borrar esas sonrisas tontas de sus rostros. Terriblemente incómodo.

— ¡Hola, Andy!– saluda cortésmente el rizado que toma asiento en el taburete junto a Louis. Y antes de que pueda devolver el saludo, Louis ya lo está besando nuevamente. Un Hufflepuff y un Gryffindor. Juntos desde primer año. La pareja del siglo aquí en Hogwarts.

Además de sentirme incómodo y patético, no hay mucho más que pueda hacer más que beber el resto de mi tercer tarro de cerveza y regresar aparentemente solo de regreso a la escuela. Mientras pongo el borde del tarro de vidrio sobre mis labios siento sobre mí una mirada, trato de ver a mi alrededor discretamente, sin verme muy neurótico. Hasta que lo encuentro. Literalmente en la mesa siguiente.

Oliver Sykes. El chico más bipolar que pueda existir sobre la faz de la tierra. Él era sin duda un Slytherin hecho y derecho, un chico con complejos de grandeza e inestabilidad. Sangre pura corre por sus venas, es un buscador nato en Quidditch y obviamente el capitán del equipo y sorprendentemente el mejor de muchas clases.

Incluso en Defensa contra las artes obscuras. Información de primera mano.

Y ahora sin ningún tipo de pudor sigue todos mis movimientos con su mirada, sin perderse alguno, desde el sorbo que le doy a la bebida hasta el dejar sobre la mesa el tarro.

¡Lo ve todo! Y si eso no es ni remotamente malo, el hecho de que se a parado de su asiento y comienza a caminar lejos de él, si lo es.

Todo su caminar es elegante, determinado y suave, con la espalda y los hombros rectos, la mirada al frente sin dejar de mirarme directo a los ojos y sus piernas firmes con cada paso, todo digno de una serpiente.

Mentiría si dijera que no estoy nervioso en lo absoluto. Ya se estaba volviendo una costumbre que me temblará todo el cuerpo cada que se acercaba a mí. Otra costumbre, era que él se acercaba mucho últimamente. Desvíe la mirada, sintiéndome patético por no poder soportar seguir mirándolo sin que mi corazón corriera desbocado. Sin embargo Oliver sólo paso junto a mí. Rozando mi brazo con el suyo, causándome escalofríos.

Había sido tonto de mi parte creer que él vendría a mí. Parece que en todos estos años no he aprendido nada de él porque sigo esperando que sea el mismo cuando está conmigo a solas que cuando hay más personas alrededor. Ya no me decepciona, pero entre mi resignación y frustración todavía hay algo de tristeza cada que hace un movimiento así. Pero él no ha cambiado en todos estos años y sólo a veces me pregunto qué pasará cuando salgamos de aquí al mundo real.

Me empieza a doler la cabeza, pero ello no llama tanto mi atención como el constante picoteo en mi corazón. Termino todo el contenido del tarro y veo a Harry y Louis  todavía muy metidos en su mundo, así que sólo me levanto dejando lo necesario para pagar lo que he consumido y camino a la salida del lugar.

Afuera apenas y puedo sentir mis dedos y siento como mi nariz empieza a volverse roja, diciembre está en la vuelta de la esquina, al igual que las vacaciones de Navidad y eso sólo significa que tendré que volver a casa por algunos días. Cosa que realmente no me emociona en lo absoluto. Siempre he querido pasar una navidad aquí en Hogwarts para el festín, pero realmente no me apetece cuando ninguno de mis amigos debe quedarse  y mi madre insiste en que vaya a casa.

Camino un par de pasos hasta la tienda de caramelos de Honeydukes, esperando que el pasadizo sea el mismo que de regreso a la escuela. Entro y camino hasta el sótano, pero incluso antes de llegar vuelvo mi vista a esos estúpidos cubitos de coco y mi impulso de idiotez sale a flote cuando regreso a comprar algunos cuantos. Siempre pensando en el color verde.

Pago por ellos y doy media vuelta para caminar hasta el sótano y es entonces que alguien sostiene mi muñeca, sin siquiera voltear, he reconocido su tacto, porque no importa cuántas veces me diga lo contrario, yo conozco a este chico de cabello castaño. El mismo que en primer año, en el expreso me compro cubitos de coco recubiertos de helado. El mismo que cada vez que estamos solos me dice palabras tiernas. El mismo que me ayudó con mi encantamiento patronus y me enseñó a volar una escoba. El mismo que le importa más lo que todos piensen de él que estar conmigo.

— Conozco otro atajo.– hablo Oliver junto a mi nuca, cortando mi respiración de golpe. No quería voltear en lo absoluto pues estaba seguro que tenía el rostro completamente rojo y mis ojos estaban inmensamente abiertos.

Lo deje jalarme (por no decir que estaba lo suficientemente ido entre su toque como para protestar) y salimos de la tienda de golosinas. De regreso al frío, pero duró poco tiempo después de que sentí sobre mi cuello un calor reconfortante, y viendo los extremos de una bufanda verde con plata colgar sobre mi pecho no pude evitar sonreír. Una bufanda Slytherin. Su bufanda.

Era todo esto, estos pequeños momentos llenos de detalles los que taladraban mi corazón de forma estrepitosa, inimaginable.

Era inhumano lo que él hacía conmigo, a veces incluso lo odiaba. Él podía tener un control sobre mí siempre que quisiera y yo no podía negárselo, o simplemente no quería.

Levanté la mirada hacía él aunque ya sabía lo que vería. Una enorme sonrisa abarcaba todo su rostro. Dientes brillantes, boca curvada y ladeada de labios rosas que contrastaba con sus ojos verdes y dilatados.

Una serpiente engañosa.

Seguimos caminando hasta llegar a la también conocida taberna Cabeza de Puerco. Un lugar con luces bajas y mucho ruido.  Caminando entre las mesas del lugar, logre escuchar conversaciones ajenas sobre ventas, seguramente ilegales. Subimos por las escaleras hasta el segundo piso y paramos frente al enorme retrato de una joven de facciones delicadas portando un libro entre sus manos.

Oliver hizo un asentimiento con la cabeza en forma de saludo al retrato y la chica sonrió para luego hacerse a un costado, dejándonos libre el paso. Esto era sorprendente, incluso dudo por completo que Sam sepa sobre este pasadizo. Claro que tampoco me era novedoso esto, sabía que hace un par de años Tom, el hermano mayor de Oliver, estudio aquí en Hogwarts y este mismo le enseño un par de cosas a su hermanito.

El mismo Oliver me lo había contado, un par de semanas después de conocernos.

Caminamos un rato dentro del cuadro hasta encontrar otro marco, igual al primero por el que entramos. Oliver fue el primero en salir mientras yo lo seguía de cerca imitando sus movimientos, pero fallando terriblemente cuando intenté salir por mi cuenta y, como siempre, él estaba ahí para evitar que me rompiera algo.

La sala a la que habíamos llegado fue para mí un misterio al principio porque parecía una sala cualquiera (un poco más grande de lo normal, quizá, además de vacía), pero rápidamente pude descifrar a dónde habíamos llegado, simplemente por el hecho de que estaba igual que la primera vez. Estábamos en la sala que va y viene, fue difícil de ver porque esta sala aparece a aquellos que realmente tienen que usarla y siempre es diferente para cada situación y yo sólo había estado aquí dos veces, la primera fue con nada más y nada menos que Oliver y en la segunda ocasión (en la cual tuve que hacerme el sorprendido porque “nunca había estado ahí antes”) fue con Sam, Louis y Harry, cortesía de la pareja, la cual explico que la habían encontrado por ciertas cuestiones maritales. Realmente no pedí más explicaciones. Así que ambas ocasiones habían sido diferentes, pero ahora luce igual que la primera vez con Oliver, añadiéndole un sillón para dos personas el cual se veía realmente cómodo.

La situación ahora era llegar a nuestras salas comunes correspondientes sin más incidentes, o en mi caso terminar poniéndome en ridículo. La puerta estaba ahí, frente a mí, casi burlándose de lo cerca y lo lejos que estaba. Realmente quería dar esos pocos pasos y al mismo tiempo algo más fuerte me decía que me quedara un momento más.

De alguna manera quedamos viéndonos de frente y apesar de que en altura no nos llevábamos por más de quince centímetros, con él siempre tenía esa sensación de sentirme minúsculo a su lado. Quizá la complexión era el problema porque yo soy un palillo a su lado. Es envidiable que a sus dieciocho tenga un cuerpo tan bien trabajando. Tal vez él tenga razón después de todo, y que los estudiantes no nos vean juntos sea lo mejor de lo que yo pensaba. Si, tenía razón, tan sólo pensarlo suena ridículo.

— ¿Vas a ir a casa estás vacaciones?– preguntó de la nada, tomándome por sorpresa. Él no acostumbraba ir a casa para navidad, en realidad sólo cuando se terminaba el año y era obligatorio irse tomaba sus cosas y partía de Hogwarts, lo supe en el tercer año, cuando mi amigo Alex Gaskarth me molestaba hablando sobre mi pequeño enamoramiento sobre el Slytherin y lo impulso a llenarme de información inecesaria sobre Oliver. Inecesaria y nada nueva.

— No lo sé, es lo más seguro.– Amy Biersack podía ser una nomago, pero daba más miedo que ninguna otra bruja. Y si ella quería que fuera a casa para las fiestas, yo tenía que ir a casa para las fiestas. Con un traje, regalos y una sonrisa para darle al resto de mi familia muggle.

— Es una pena, realmente me gustaría que te quedarás.– ¿quedarme?, yo no podía quedarme. Especialmente no después de todo lo que había escuchado años anteriores de él. Porque si, Oliver podía ser un chico maravilloso a mis ojos, pero la realidad era otra muy distinta. Era una realidad en dónde él podía (y lo hacía) ir y beber un par de tragos demás y acostarse con cualquiera que apareciera en su campo de visión. No sólo en vacaciones, lo había hecho en muchas ocasiones. Lo había visto con mis propios ojos. Y más tarde había escuchado que en vacaciones era aún peor.

No podía realmente culparlo, no es como si estuviéramos en una relación o algo parecido, pero de alguna manera entraba en mi corazón como sí del mayor dolor se tratará. Pero luego llegaba él, con pequeños y poderoso detalles que me hacían sentir tan querido, como si realmente quisiera ir más allá. No quería ser alguien de una noche, quería creer que lo que sea que tuviéramos fuera especial y diferente del resto, pero estaba pidiendo mucho, y claramente no iba a pasar nunca.

Quedarme ni siquiera era opción a pensar.

—Me encantaría, pero no puedo. Mamá me matara y realmente quiero vivir más años.– él rió, porque apesar de no conocer a mi madre personalmente, yo le había contado sobre ella antes. Yo le he contado sobre muchas cosas antes.

—Tengo que irme, gracias por traerme– y antes de que pudiera decir algo más camine deprisa hacia la puerta de entrada para salir de ahí, creí haber sido rápido y escurridizo, pero yo sería la presa y él un maldito cazador.

—No te vayas tejoncito, por favor– dijo en mi oído, empujando su aliento contra mi cuello, arrinconandome contra la puerta de madera, tomando mis caderas con sus grandes manos, recargando su pecho a mi espalda. Cortando mi respiración.

—Oli... Oliver, por favor– mi voz hacía peticiones inútiles, pero nada tan inservible como mi corazón y sus incesantes latidos.

—Quédate conmigo– susurro, mientras su nariz vagaba por todo el cabello de mi nuca. –Andy, quédate aquí.

Rodeo toda mi cintura con su brazo y jalo hasta que inevitablemente mi trasero choco contra su pelvis provocando que soltará un jadeo indeseado, animándole a deslizar su mano lentamente hasta el botón de mis pantalones y desabrocharlo, haciéndome temblar cuando metió su mano dentro de mis pantalones encontrando el elástico de mi ropa interior, en la cual tampoco tuvo problemas para meterse.

—¿Vas a quedarte conmigo, tejoncito?– pregunto junto a mi oído tomando mi pene y apretándolo, atascando mi respuesta en la garganta, dejándome sin opciones más que asentir frenéticamente.

—Quiero oírte decirlo– sentenció moviendo su mano de arriba a bajo sobre mi eje. A veces apretándolo, a veces aumentando la velocidad.

—Vamos amor, dímelo.

Estaba perdido y jadeante. En mi mente no hacía más que rogar por más y más, el placer de mi cuerpo era tan grande y se extendía por todas partes, dejándome débil y haciéndome gemir sin poder evitarlo. No necesitaba verlo a los ojos para saber que estaban dilatados, su respiración erradica sobre mi cuello era evidente y la erección que se restregaba contra mi trasero era tan tentadora como invasora.

—Oliver...

—¿Si amor?

—¡Si!– grite cuando su dedo índice entro por la parte trasera de mi ropa rozando mi entrada –si, me quedaré contigo.

Y dicho eso, aumento la velocidad de su mano y siguió tanteando la entrada de mi trasero. Todo me estaba volviendo loco, desde el tacto a mi cuerpo, hasta su respiración en mi nuca y sin poder evitarlo voltee la mitad de mi cuerpo lo más posible hasta ver su rostro y con mi mano izquierda alcanzar su cuello, jalandonlo hacía mí para poder besarlo.

No fue una batalla muy peleada, ambos sabíamos que él mandaba en cada beso que compartíamos y yo no tenía problema alguno con ello. Lo disfrutaba en cada roce, en cada toque de lenguas, en nuestro aliento entremezclado. Lo dominante que era en esta situación y todas las anteriores, hacía que mi cuerpo reaccionara sumiso y tímido. Me sentía moldeable entre sus manos, suave y delicado. Especial.

Gemí en su boca cuando mi orgasmo llegó, arrasando con la poca fuerza que tenía en las piernas, haciéndolas temblar para posteriormente ceder ante el espasmo y caer al piso. Caída que fue evitada al tener sus brazos envueltos en mi cintura.

Pegue mi frente contra la puerta de madera mientras trataba de calmar mi respiración. Realmente acababa de decirle que pasaría las vacaciones con él y no me estaba arrepintiendo en lo absoluto, lo que sea que tuviéramos estaba avanzando y quería hacerlo. Pero por ahora sólo quería ir a mi habitación y dormir un poco antes de decirle a mi madre la gran noticia. Y sobre todo quería pensar acerca de lo que acaba de pasar.

Nunca habíamos ido más allá de un par de besos e incluso eso me parecía de lo más íntimo. Pero ahora es algo más y no estoy seguro de que él sepa lo que esto significa para mí.

Me separé de la puerta, con mis piernas aún temblorosas y mi respiración ya más tranquila. Y él no lo impidió en absoluto, al contrario, se alejó un poco, dejándome espacio suficiente para darme la vuelta y apoyarme de espaldas a la puerta.

—Debo regresar a mi sala común.– logre decir sin tartamudear, como esperaba que pasara.

—Si, claro... pero, te quedarás para vacaciones, ¿verdad?– pregunto tímidamente. ¡TÍMIDAMENTE!

—Por supuesto, te dije que lo haría. Y no habría por qué mentirte.

Asintió, satisfecho con la respuesta y sin más se acerco a mí y me ayudó a subir mis pantalones, causándome un fuerte sonrojo en el rostro al darme cuenta que seguían a mitad de mis muslos junto con mi ropa interior. Arreglo mi cabello y me dió un pequeño beso sobre los labios, demaciado tierno como para venir de una serpiente, y me empujó fuera de la sala.

Estábamos en el séptimo piso y mi sala común estaba hasta las cocinas. Por lo que había un largo camino por recorrer. Nuestros dormitorios estaban en lados opuestos, así que supuse que él iría en dirección contraria, pero no, me siguió de cerca todo el tiempo hasta llegar al pasillo de las cocinas de Hogwarts. Pasando delante del bodegón que forma la entrada a las cocinas, se encuentra una gran pila de barriles en un hueco oscuro en la piedra a la derecha del corredor. El segundo barril empezando por abajo, en medio de la segunda fila, se abre sí se golpea al ritmo de Helga Hufflepuff. El método de seguridad para disuadir a los estudiantes que no son de Hufflepuff, es que sí se golpea el barril incorrecto o se golpea un número incorrecto de veces, la tapa de uno de los otros barriles se abre y ducha a la persona con vinagre. Yo sabía de memoria que barril tocar y como tocar, sin embargo, me había quedado parado como idiota frente a todos esos barriles porque no sabía qué hacer con Oliver, quién estaba a mis espaldas. Porque se supone que esto es secreto entre otras casas y todo eso.

—Oh vamos, muéstrame. Y si quieres puedo decirte la contraseña de Slytherin– negocio Oliver quién estaba recargado en la pared con los brazos cruzados. Dude por un momento, realmente no quería traicionar a mi propia casa, pero era él (lo que claramente no estaba seguro de qué siquiera significaba eso) y por ello a mi cabeza le importo tan poco que pronto me encontraba tocando el barril correcto, dejando que la puerta se abriera.

¿Y qué si él sabía cómo entrar? No es como que realmente lo iba a invitar a pas...

—¿Me invitarás a pasar?– bien, no esperaba esto. –esta noche es más fría que la anterior, estaríamos calientes si dormimos en la misma cama– tampoco esto. Pero por esta noche, tenía suficiente de acercamientos con él, así que lo mejor era mandarlo a dormir.

—¿Quieres pasar?– pregunté, mordiendo mi labio. A lo que él asintió frenéticamente. –¿Y dormir juntos?– volví a preguntar, haciéndome el desentendido. Sin dejar de verlo a los ojos y de morderme el labio, cruce el marco de la puerta, mientras el volvía a asentir.

Dió unos pasos hacia la puerta al igual que yo, y ví su mirada puesta sobre mis labios mientras iba decidido hacía mí, lo que por una extraña razón me hizo sonreír. Estando a punto de poner sus manos en mí, cerré la puerta en su cara. No sin antes decirle:

—Tal vez en otra ocasión– escuche su risa ronca al otro lado, lo que me llevo a tener una gran sonrisa plasmada. Y antes de que sus pasos sonarán por el pasillo lo escuché murmurar:

—Maldito tejón coqueto.

No puedo decir que aquella vez en la sala de menesteres fue nuestro último acercamiento antes de que llegara diciembre; Oliver se había colado, de alguna manera, a mi dormitorio, siempre con la suerte de que mis otros cuatro compañeros nunca se encontraban ahí. Y no me refiero a sólo coincidencias, él sabía exactamente cuando me encontraba solo. Definitivamente al principio estaba asustado con su repentina aparición, luego me enoje y al final me dí golpes contra la pared al darme cuenta que era imposible resistirme a él y a su estúpido y cómodo pecho.

Se volvió una costumbre, una que esperaba, durará por mucho tiempo.

Llegaron las tan esperadas vacaciones, el último tren había salido de Hogsmeade y yo volvía solo a Hogwarts para disfrutar de unos días en completa disposición para un chico en particular.

No quería esperar más tiempo, tal vez hoy podíamos ir juntos a mi habitación, en mi estómago se formaba un nudo ante tal pensamiento. Esto era nuevo y en el fondo me avergonzaba sentir todos aquellos deseos lujuriosos. Pero al final de todo sé que estaba él, con su estúpida mirada dilatada, su fuerte aroma, sus besos y el calor de su cuerpo.

Era un niño asustado y a él no le importaba. ¿Por qué habría de importarme a mí?

Fui directo a buscarlo a su sala común, hace un par de días que sabía su contraseña, pero no pensaba usarla, sólo esperaba que alguien por ahí pudiera darle mi recado. Por suerte encontré a Jordan Fish, el mejor amigo de Oliver, caminando por el pasillo con dirección a las mazmorras. Grite su nombre y él volteó de inmediato regalándome una sonrisa. No estaba seguro de si él sabía algo acerca de nosotros dos o sólo era un Slytherin muy amable.

—Hola, Andy– y cortes, algo poco común en alguien que está rodeado de cretinos.

—Hola, disculpa, ¿has visto a Oliver?– no sé si era yo o mi voz se había hecho apenas un susurro, era algo nuevo preguntar por él, así que de un momento a otro la vergüenza me invadió, haciéndome tímido y penoso.

—Oh– su expresión cambia drásticamente y la sonrisa desaparece, y en su lugar, una mueca llena lástima y culpa aparece. –este año fue a casa.

—¿A casa? Él nunca va a casa.

—Parece que este año tenía que volver de emergencia.

—Bueno, está bien, yo... realmente... no era tan importan...– más que nunca quería soltarme a llorar, me sentía tan patético, y la interrupción de esta absurda conversación no fue para mejorar.

—¡Hey Jordan!– grito otro Slytherin– ¡Maldito suertudo de Sykes! Mira que ir a casa de Hannah Snowdon, para vacaciones, no cualquiera.

Era claro que el rostro contraído de Jordan indicaba que todo era verdad. Y me miró con tanta lástima, que incluso me revolvió el estómago.

—Andy...– no deje que siguiera, y caminé hasta mi sala común, siguiendo por el pasillo de las habitaciones, hasta llegar a la mía y metiéndome a mi cama, deje que todo pasará.

Ya no podía ir a casa, no quedaba más que quedarme aquí, y estaba bien, había aprendido la lección. No más creer en él, esto no iba a cambiar nunca.

Eso había sido hace ya cuatro meses. Las vacaciones de Navidad habían terminado y él había regresado. Desde el primer momento en que se había declarado el regreso de clases, no pasó mucho para que lo tuviera las 24 horas del día tras de mí.

Jordan había intentado estar contigo, así que supongo que le dió un detallado informe sobre mi mala alimentación y todo el tiempo que estuve metido en mi habitación y con otras personas.

Se había disculpado de una y mil maneras. Había hecho grandes discursos y un montón de planes para ‘toparse’ conmigo en los pasillos, incluso encontrarme ‘casualmente’ fuera de mi sala común.

Estaba harto, no podía más con él y sus palabras vacías, no le creía, ya no. Y creía habérselo dicho más de una vez, incluso hice en él un encantamiento balbuceador cuando apareció por encima vez frente a mí en la semana.

Hoy era el primer partido de Quidditch que daba inicio a la primavera. Gryffindor contra Slytherin. Un partido en donde ya era costumbre la gran rivalidad.

La lechuza de Oliver había aterrizado en mi cama está mañana, junto el papel que tenía en mis manos. El cual sólo tenía escritas once palabras con su estúpida y perfecta caligrafía. Estaba tan enojado últimamente que maldecia todo el tiempo que podía. Y todo era su maldita culpa.

Y ahora espera que realmente aparezca en el partido de hoy. Él simplemente debe estar bromeando. O tener una confianza mucho más grande de la que yo creía.

Rompo el pedazo de papel y por hoy, me permito mandarlo al carajo, ya no lo quiero en mi vida y no lo quiero en mi cabeza, mucho menos en mi corazón. Puede ir con su novia a pasar las vacaciones que quiera. Al terminar el año, saldré de está escuela, y también de su vida.

Ya eran las 11:00 de la mañana y todo parecía estar desierto, por lo mismo del partido, todos correrían a verlo y apoyar a sus equipos. Incluso los que no fueran de tales casas. El Quidditch es el Quidditch.

Sam llego corriendo a nuestra sala común, directamente a mi mesa, sudado y jadeante. Era un deportista, uno que nunca corría más allá de un par de metros antes de desmayarse.

—¿Por qué no estás en el campo? El partido pronto va a comenzar.

—No estoy de ánimos para salir, prefiero seguir aquí, ¿tú no deberías estar allá?

—No, prefiero quedarme aquí contigo. Louis y Harry estarán comiéndose en las bancas antes de que el rizado vaya al juego, tenlo por seguro. No necesito más de eso.

Después de eso, ninguno dijo más, yo volví a mi lectura y él a mirarme fijamente. No tarde más de diez segundos en darme cuenta que hoy no iba a terminar mi libro, así que lo cerré y voltee a ver a mi amigo.

—Quieres ir, ¿verdad?– pregunté y Sam asintió con la cabeza frenéticamente. Claro que él quería ir. –Vamos ya.

No tuve que decirlo dos veces, pues de un brinco salió de su asiento, tomando mi mano, jalandome fuera de la sala para ir al campo.

Claro que todas las gradas estaban llenas de estudiantes y maestros. Aplaudiendo y vitoriando a ambos equipos.

Sam camina a través de todo y llega sin problema a las bancas de Gryffindor, con todos sus elementos preparándose para salir al juego. Todos ellos parecen listos, preparados mental y físicamente para ganar, y luego está uno de sus cazadores, sentado en la banca con un chico delgado sentado sobre su regazo, comiéndose a besos.

Sam se acerca a ellos por detrás y apenas los separa por milímetros para luego juntar sus cabezas en un golpe en seco entre sus frentes. Yo y algunos otros chicos comenzamos a reír ante la situación y el rostro lleno de orgullo de Sam. Rostro que cambio de inmediato al ver a Louis levantarse para ir dispuesto a perseguirlo, las risas crecían más mientras el rubio gritaba súplicas a un chico diez centímetros más bajo que él.

Sentí a alguien acercarse a mí por el lado derecho y por el aroma fuerte de algo muy masculino y menta entro por mis fosas nasales. Advirtiéndome sin voltear sobre quién se trataba.

Trevor Wentworth, un Gryffindor nato, líder de todo lo mínimamente posible. Estudiante modelo, valiente, un buen amigo, honesto, un gran partido.

—Hola, Andy. Que sorpresa que hayas venido al partido. Es un gusto tenerte aquí. – Y sin duda, alguien que sabe hacerme sonrojar.

—T-trev... Ni siquiera yo sabía que vendría.

—Bueno, no importa, ahora tendré que lucirme para ti, que valga la pena haberte sacado de esa cueva tuya.

La historia con Trevor era larga, ambos somos del mismo pueblo y tenemos la misma edad, hemos compartido muchas cosas juntos y él quiere compartir más. Pero no he podido tener el coraje para decirle que alguien más ya ocupa ese lugar. Aunque en el último mes si he tenido los suficientes para besarlo, esperando que cierto sabor se borre por completo de mi memoria.

Wentworth se pega a mí tanto como puede, mientras esperamos que sea anunciado el comienzo del partido. Siento su brazo rodearme por la cintura y su mano aterrizar sobre mi cadera. Levanto mi cabeza lo suficiente para ver cómo su rostro se inclina hacia el mío, dispuesto a darme un beso más.

Pero antes de que eso pase, alguien carraspea fuertemente.

Me separo de Trevor y volteo a encontrarme con unos ojos profundos de color oliva. Ojos que he evitado durante todo el tiempo que llevo en el campo, y que ahora amenazan con querer asesinar al chico que aún me sostiene por la cintura.

—Andrew, ¿puedo hablar contigo?– mi garganta se seca por su tono amenazador. Sé que está enojado, y negarle hablar, sólo lo hará peor.

—Él no va a ir a ninguna parte. – Pero Trevor puede que ignore eso.

—No te pregunté a ti, Wentworth. Así que quítale tus manos de encima.

—¿Quién crees que eres para...– y antes de que Trevor siga, Oliver jala de mi suéter en la parte del hombro, como si fuera un niño pequeño apunto de ser severamente regañado.

Mientras Oliver sigue caminando y jalando de mí, en mi cabeza puedo sentir el millón de emociones estallar. La primera es que enserio, enserio estoy molesto, él no puede venir y decirme con quién puedo hablar, mucho menos jalarme de esta forma; la segunda es una rara combinación entre la sorpresa y orgullo petulante, por haber causado en él algo tan simple como los celos; y por último estaba ese burbujeo en mi estómago con un nudo en la garganta que evitaba que gimiera audiblemente por lo caliente de la situación.

Llegamos a la parte trasera de las gradas, estado por debajo de muchos otros estudiantes. A este punto ya estaba forsejeando con él para liberarme de su agarre. Lo cual parecía imposible que fuera a suceder. Él era, infortunadamente, mucho más fuerte que yo.

Me soltó e inmediatamente por inercia saque mi varita, apuntando directamente hacia él, listo para lanzar un hechizo Desmauis o Expeledor, lo que fuera necesario para alejarlo de mí, sin embargo, me detuve a pensarlo mucho y él con su propia varita me desarmo.

—Expelliarmus– mi varita había salido disparada de mi mano y él había hecho su caminata hasta mí para acorralarme, tomando mis muñecas para ponerlas a los costados de mi cabeza. – terrible movimiento, tejoncito.

Y paso, la última cosa que creí que pasaría. Pero la primera que estuvo en mi cabeza desde que lo ví empujar su cuerpo contra el mío.

Me beso, de la manera más tosca y desespera que encontró. Fuerte, duro contra mis labios, sin dejar de agarrar mis muñecas, como sí tuviera miedo a que yo me fuera.

Y lo entendí, llego a mí como una cubetada de agua fría, revelador y preciso; él tenía miedo de perderme, y no se había dado cuenta que ya lo había hecho.

Pero mientras más cosas pasarán entre nosotros, más confusión tenía, porque era cierto que él me iba perdiendo cada día que pasaba desde que nos conocimos, y seguía y seguía alejándome, y yo seguía y seguía queriendo ir tras de él. Y no estaba bien, era cansado y patético. Ya no podía aguantar, ni esperar a que decidiera darle golpe final a mi corazón.

Así que lo hice yo. Sí al terminar el día iba a tener el corazón roto, me aseguraría de hacerlo bien. De terminar de una vez por todas, con todo esto.

Y lo bese de regreso, con hambre, desesperación. Él estaba claramente sorprendido, su agarre en mis muñecas se aflojó y yo terminé por deshacerlo, para por fin abrazar mis manos a su cuello, rodeándolo y tomando pedazos de su cabello castaño, atrayéndolo más a mi boca.

Nos estamos acabando nuestro aire y poco nos importaba realmente. Sus manos no podían quedarse quietas en ningún momento y su última parada había sido mi trasero, apretando, amasando a su antojo.

Metió sus manos dentro de mi ropa interior después de haber quitado el seguro de mi cinturón, desabrochado el botón del pantalón y bajado mi bragueta. Sus dedos se sentían fríos en contacto con mi piel caliente. Y me causo muchos escalofríos por todo el cuerpo, me gusta su tacto, es firme y a la vez nervioso, desesperado sin ser torpe o tembloroso, sólo... Presuroso de alguna manera.

Encontro mi entrada e inconscientemente la aprieto debido a su toque, me susurra tiernamente al oído y dejó que me toque y bese mi rostro, mi cuello y parte de mis clavículas.

Lleva su mano derecha a su boca y saliva tres de sus dedos frente a mí, provocándome un espasmo, haciéndome jadear por un poco de aire. Redirige su mano a mi entrada, sobre el aro muscular y lentamente se introduce en mi con uno de sus dedos.

La incomodidad no tarda en aparecer y Oliver intenta calmarme besándome, ahora es suave y lento, nada como hace apenas unos minutos atrás. Me acostumbré a su intrusión, incluso cuando terminó por agregar tres dedos dentro de mí. Comenzaba a tener mis piernas debilitadas y temblorosas, y me abrace a él por temor a caerme cada vez que rozaba algo en mi interior con sus dígitos, produciendo un nudo en mi estómago y suspiros profundos.

Saco con ambas manos mis pantalones, deslizándolos por muslos hasta ser lo suficientemente holgados como para caer por si solos hasta mis pies. Oliver tiene una sonrisa traviesa e intento imitarla, pero no puedo y termino mirándolo con tanta ternura como puedo dejarle ver. Quiero que sepa que quiero esto tanto como sea humanamente posible, que no importa cuán roto este, volveré a él si así me lo pudiera.

Me ayuda a sacar solamente uno  de mis pies del pantalón y me levanta por los muslos a la altura de sus caderas y me empotra contra la madera de las gradas, la excitación crece en mí al darme cuenta de que realmente vamos a tener sexo cuando decenas de estudiantes están sobre nuestras cabeza. Si, chicos y chicas de distintas casas estarán sobre mí sin saber que bajo sus pies Oliver Sykes está follandome.

Se alineó a mi entrada, y mirándome a los ojos empezó a enterrar lentamente su miembro en mí.

“Se solicita que todos los jugadores se presenten en el campo” suena una voz por los altoparlantes y mi nerviosismo crece, pero Oliver se ve igual de seguro como siempre.

Desgarrado. Así se sentía mi cuerpo entero y todo empeoró cuando susurro en mi oído “te amo”. Las lágrimas se acumularon en mis ojos y mi garganta se secó, metí mi rostro en el espacio de su cuello y mordí mi labio para no sollozar. Mi corazón, aquel si estaba desgarrado. Porque yo hacía esto, no porque él me amara, sino porque yo lo amaba a él.

Demoró mucho para que pudiera acostumbrarme a la intrusión, me agarraba fuertemente a él, para evitar caerme y por el hecho de que no quería que me soltará. Tal vez era muy masoquista, pero el tenerlo dentro de mí no me llenaba de satisfacción tanto como lo hacía el tenerlo sosteniendome entre sus brazos, como si enserio quisiera tenerme y no soltarme.

Me retorcía entre sus manos, ya ansioso por su toque y sus besos. El dolor físico se había ido y fue reemplazado por placer, era suficiente para someter a mi subconsciente a ya no buscar razones para dañar mi corazón. Y francamente funciono.

Salió y volvió a entrar lentamente, clavándome una vez más contra la pared, doblo sus rodillas al volver a salir y una vez más entro cuando se paró completamente erguido, provocando un gemido tan audible que temí por un instante que alguien arriba escuchará.

Siguió con el ritmo que él mismo había marcado, no me había atrevido a hablar desde que empezó todo, salvó a soltar de repente alguna maldición o un gemido, podía sentir su nombre resbalar por mi garganta, incluso lo sentía sobre mi lengua, estaba saboreando aquellas simples palabras, tenía que decirlo pronto.

Estaba empujando una y otra vez dentro de mí, sentía lo esponjoso de su cabeza pegar contra lo que sea que me hacía estremecer en placer. No quería que esto se detuviera nunca, quería quedarme así para siempre pero incluso con mi cabeza nublada en sexo yo sabía que Oliver Sykes no era un hombre de ‘siempre's’.

“Todos los jugadores deben estar de inmediato en el campo para poder comenzar el juego”

Escuchaba algo hacer eco, sabía que eran voces provenientes de las bocinas al rededor del campo que ocupaban para narrar el partido. Pero no tenía muy en claro qué decían. Pero supongo que nada era tan importante como los empujes dentro de mí. Sus jadeos susurrados en mi oído y sus manos sosteniendome firmemente a un metro del suelo, seguro de que sus dedos dejarán marcas sobre mi piel.

Volvió a besarme fogosamente, con su lengua acariciando la mía, sin saber siquiera que un par de estocadas más serían suficientes para hacerme correr y morder su labio fuertemente hasta hacerlo sangrar. A él no pareció importarle porque siguió penetrandome hasta que llegó a su propio orgasmo dentro de mí, lo que causó una sensación tan extraña y placentera dentro de mí con olas y olas de placer que corrían a lo largo de todo mi cuerpo, mientras él daba los últimos empujones para vaciarse por completo en mí. Dejándonos los suficientemente mareados como para caer al pasto.

Me sentía maravilloso al tenerlo dentro de mí todavía, escuchando su respiración entrecortada en mi cuello y sientiendo contra mi pecho los rápidos latidos de su corazón. Podía sentir una sonrisa escaparse sin mi permiso, pero lo que acababa de pasar era algo totalmente descabellado. Me apoye sobre su pecho con las palmas de mis manos, deteniéndome unos segundos para poder admirarlo.

Él se veía como ningún otro tipo. Su cabello castaño alborotado con algunos mechones pegados a su piel por el sudor, una sonrisa radiante y su uniforme de Quidditch desalineado. Oliver Sykes era sin duda lo mejor que iba a conseguir en la vida, pero él sólo iba de pasada conmigo y tenía que aceptarlo.

Lo bese, quizá por última vez sin que él lo supiera.

—Creo que te buscan, capitán– le dije, cuando volvió a sonar por todo el lugar que requerían a todos los miembros del equipo –Corre, ve a ganar.

—Voy a ganar, y todo será en tu nombre, pequeño tejoncito.

Me ayudó a vestirme, arreglo un poco de sí mismo y me dejo un casto beso en la frente. Di muchas respiraciones antes de atreverme a salir debajo de las gradas y subir con los demás estudiantes y mis amigos.

Slytherin ganó, y yo empaque mis cosas.



Mega depresión, ¿no? :v
¿Alguien quiere una segunda parte?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro