¿Contigo Linda?
Aprendí a estar sola estando con alguien, por eso, para mí estar sola no es un trabajo difícil.
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La noche se cernía sobre la ciudad, y el móvil repicó con insistencia. Las llamadas de su madre, inusuales a esa hora, despertaron su preocupación. ¿Qué podría haber ocurrido? Con manos temblorosas, marcó el número y escuchó la voz de su madre al otro lado de la línea.
—¿Mamá, ¿Qué sucede? —preguntó, sintiendo un nudo en el estómago.
La respuesta de su madre la dejó sin aliento. El móvil cayó al suelo, y las palabras se desvanecieron en el aire. Alguien conocido había estado involucrado en un fatal accidente. Los mensajes de texto confirmaban la noticia, y la televisión, encendida en la sala, mostraba imágenes del suceso.
En un rincón de su bolso, encontró una carta amarillenta que llevaba años sin leer. El papel crujía bajo sus dedos mientras buscaba un número de teléfono. La urgencia la impulsó a marcarlo, y la voz al otro lado le indicó un lugar: un hospital en las afueras de la ciudad.
Se cambió de ropa rápidamente, sintiendo el corazón latir en sus sienes. El taxi la esperaba en la calle, y la medianoche la envolvió en su manto oscuro mientras se dirigía hacia el destino incierto.
El hospital parecía un laberinto de pasillos silenciosos. Óscar y su madre la esperaban en una habitación al final del corredor. Al verla, se abrazaron con fuerza, como si el tiempo no hubiera pasado desde su última despedida.
—¿Dónde está? —preguntó ella, la ansiedad en sus ojos.
Óscar asintió y la condujo por pasillos sombríos. El suspense se espesaba en el aire, y el corazón de Lina latía al ritmo de los secretos que aguardaban tras la puerta.
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Carta:
De: Jeremías
Para: Linda.
No sé por qué lo hago, no sé si algún día lo entenderás y me perdonarás, aunque no tengo derecho a pedir perdón. Solo le fallé a la promesa que un día te hice y a la abuela que tanto insistió en vernos juntos. Seguramente es tarde ya, pero nunca es tarde para pedir perdón, aunque las cicatrices sean parte de tu alma. La primera vez que te vi, quería hablarte, por eso tropecé queriendo intencionalmente tu bicicleta aquella tarde, de esa forma le hablaría por primera vez. En ese momento mi vida no tenía sentido, mudarme a ese lugar me dolió mucho, pero llegaste tú a cambiar los ánimos.
Pero lo que jamás imaginé fue que mi hermano Óscar, justo antes de hablarte, me comentara que le gustabas. Oscar, no tenía suerte con las chicas, era tímido y sufría bullying en el colegio, lo que me hizo perder la autoestima muy joven. Me pidió que le escribiera las cartas y yo accedí. Él no tenía ni idea de qué escribir, por lo que yo escribí todo, tal como lo dictaba mi corazón y mi amor hacia ti. Por eso, las cartas y todo lo que allí decía era realmente lo que yo sentía por ti.
Sin embargo, no quise defraudar a mi hermano y desistí de ti. Por esa razón me aleje de ti, no podía verte porque me sentía culpable de que Oscar no fuera feliz. Llegué a pensar que mi hermano me odiaba.
Me fui a estudiar con una meta: graduarme, comprar una bella casa a mamá y olvidarte. Cumplí las dos primeras, pero la última fue imposible.
Trabajando para una gran corporación empresarial, estuve a cargo de la caja chica, en el área de contabilidad y finanzas, pero sobre todo en el departamento de gastos. Por desgracia, me dejé llevar por un compañero de trabajo e hice transacciones falsas y tomé dinero que después repondría. Con eso logré comprar la lujosa casa de mi madre. No obstante, a pesar de que intenté reponer todo lo que había tomado, hubo un percance con un dinero y, al revisar la gerencia, se dieron cuenta del faltante. Yo aparecía como único responsable.
Ivana, la hija del dueño, era mi jefa inmediata. Una mujer fría y calculadora, acostumbrada a tener todo lo que le apetecía. Me llevaba cierto tiempo detrás, pero no me agradaba la forma en la que trataba a los empleados. Desde el primer día, me cayó mal. Además, estaba comprometida con un hombre llamado Diego. En realidad, Diego poco le importaba, ya que era un adinerado mujeriego, y ella lo sabía. Me quería a mí.
Me citó en su oficina y me puso entre la espada y la pared: debía decidir entre ir a la cárcel o quedarme sin nada, o prefería verme como su novio para darle celos a Diego. Sé que es vergonzoso, pero accedí a la segunda opción. Ella terminó con su prometido y Diego comenzó a odiarme; juró que algún día se las tendría que pagar.
El día que te vi con Ivana, quería correr detrás de ti, pero sabía en el problema que me estaba metiendo. Ivana podía hacer daño a mi familia con solo hacer una llamada. No tuve otra alternativa que dejar que me tomara como muñeco sexual.
Por eso, investigó todo sobre mi vida y mi pasado para encontrarte. Hizo todo lo que hizo simplemente por vengarse de mí por estar con Ivana. Diego e Ivana son dos víboras de la misma especie. Él jamás te querría, solo usa a las mujeres para su satisfacción. ¡Por favor, cuídate de él!
Si algún día lees esta carta, búscame, estaré esperando por ti el tiempo que sea necesario. Solo tienes que marcar este número y sabrás dónde estoy. 75348723.
Atte..: Jeremías «El Oso».
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La atmósfera se cargaba de misterio mientras terminaba de leer la carta. La brisa otoñal acariciaba su largo cabello, y las hojas secas caían de los árboles, formando un tapiz en el suelo del cementerio. En ese instante, su móvil sonó, rompiendo el silencio:
—¿Amor, ya estás lista? Debemos irnos ya, antes de que alguien nos vea aquí.
—Sí, mi amor, ya voy. —Abrió su cartera y sacó la cadena con el dije de Linda, y lo colocó sobre la tumba; luego sacó una pequeña caja donde estaban todas las cartas que le envió Jeremías cuando eran adolescentes y que Óscar entregó a Lina años después, y las metió en un pote donde yacía un cirio encendido. De esta forma, todas se quemaron, mientras ella observaba el humo que se llevaba el viento. Y, por último, tomó la carta que aún guardaba Luna sin leer hasta ese día, la dobló y la guardó en un pequeño bolsillo dentro de su cartera.
Y nuevamente miró la lápida en aquel cementerio:
«Jeremías Morales» (1990-2019).
Se dio la vuelta y se alejó hasta llegar a la camioneta que la esperaba. Abrió la puerta y subió.
—Listo, ya estás complacida —le preguntó mientras le entregaba una hermosa rosa color rojo púrpura, de esas cultivadas en el jardín de la abuela Carmen—. Te amo...
Ella tomó la rosa y olió su rica fragancia.
—Sí, en parte... creo que ahora sí me siento libre como el viento. ¡Nos vamos, mi Oso! —exclamó en medio de una sutil sonrisa mientras llevaba la rosa hacia sus labios pintados de ese rojo tentador y le daba un suave beso. —¿Estaremos bien?, —preguntó algo dudosa y pensativa, y él le contestó:
—Claro, mi vida... Sus deseos son órdenes para mí —encendió el coche y dijo con una voz débil y romántica mientras sonaba una melodía en la radio del coche.
"No te prometo una estrella fugas
Menos aquello que no pueda darte
Lo único que yo puedo regalarte
Es una vida para recordar
Tengo una dosis de amor para conquistarte
Mil besos en mi cama
Para darte..."
—Estaremos bien...Esta historia apenas comienza, Montenegro.
Y se marcharon del lugar. La noche se desplegaba como un abanico de posibilidades. La historia apenas comenzaba, y el nombre "Montenegro" resonaba en el aire como un secreto compartido entre ellos. Se alejaron del lugar, dejando atrás las sombras y los recuerdos.
El teléfono de ella vibró, y un mensaje de texto apareció en la pantalla:
L: En línea.
Un número desconocido también estaba en línea. El corazón de ella latió con una mezcla de curiosidad y ansiedad. ¿Quién sería?
D: —Hola, mi linda mujer... ¿Sabes quién soy? —rió por un instante de solo pensar en él.
La opción de guardar el contacto apareció:
¿Sí? ¿No?
Ella eligió "Sí". El coche avanzaba, los vidrios subían lentamente para protegerlos de miradas indiscretas.
Y salieron de aquel lugar subiendo lentamente los vidrios ahumados del coche para no ser reconocidos. Mientras ella toma un mechón de su cabello y juega sutilmente con él, dejando entre ver una pequeña pero sarcástica expresión de su rostro, en silencio, al repasar por su mente el último mensaje de texto que recibió.
D: «¿Podemos vernos otra vez?» Solo quiero estar contigo...
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Llegó al lugar de su encuentro con el corazón latiendo con fuerza. El parque estaba desierto, solo iluminado por la luz de la luna. Se preguntó si estaba haciendo lo correcto al encontrarse con un desconocido en medio de la noche, pero algo en ella le decía que debía seguir adelante.
Allí estaba él, de pie bajo un árbol, con una sonrisa enigmática en los labios. Su cabello oscuro se movía suavemente con la brisa nocturna. Se acercó, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción.
"¿Por qué dejaste el anillo en el coche?" preguntó, mirándola fijamente.
Ella se acercó a él y tomó su mano. "Porque quería verte de nuevo", dijo. "Esa noche fue especial. No puedo dejar que sea solo un recuerdo. "mientras sintió un escalofrío recorrer su espalda. "¿Quién eres?" preguntó, su voz apenas un susurro.
"Me llamo Diego", respondió él. "Y tú eres la chica que me robó el corazón en un instante."
La confesión hizo que ella se sonrojara. "No sé nada de ti", dijo. "¿Por qué creo que es una completa locura estar aquí contigo ?"
El acarició su mejilla. "Porque la vida sin un toque de locura no es vida y porque se, que no haz olvidado mis besos acariciarte todo tú cuerpo", Contestó . "Y ahora que estás aquí, quiero que sepas que no soy un desconocido. Soy alguien que ha estado esperando por ti."
Pero ella no sabía qué decir. La noche estaba llena de secretos y promesas. Diego la atrajo hacia sí y la besó suavemente. Fue un beso lleno de pasión y anhelo, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos.
"¿Qué somos?" preguntó ella cuando se separaron.
Diego la miró a los ojos. "Somos una historia que está comenzando", dijo. "Una historia de dos personas que se encontraron en la oscuridad y decidieron seguir la luz de la Luna juntas."
Y así, bajo la luna brillante, comenzaron su historia. Una historia de amor en secreto y llena de misterio.
¿...No me has dicho tu nombre?. insistió Diego y ella se acercó lentamente, enrollado en su dedo un pequeño mechón de su cabello y le susurró en silencio al oído su nombre:
¡Luna!...
¡FÍN!
Esta acción simboliza la oportunidad de comenzar de nuevo, de corregir errores pasados y de construir algo especial. A veces, la vida nos da segundas oportunidades, y debemos estar dispuestos a aceptarlas. Esta historia nos invita a apreciar los momentos fugaces, a seguir nuestros corazones y a estar abiertos a las sorpresas que la vida nos tiene reservadas.
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