#. 9 Jeremías
A solo días para la boda con Ivana, estoy tratando de dejar todo organizado en la oficina y terminar de arreglar las maletas para viajar al pueblo.
Después de la gran discusión y el mal rato que pasaron el mes pasado, mi madre y mi hermano ya están en la casa del pueblo que nos compró papá. Se han encargado de arreglar y modificar todo el ambiente para la celebración.
Llegué a la casa que compré muy cerca de la playa, a solo una hora de la ciudad donde trabajo. Tomé un poco de zumo de naranja de la nevera y un par de galletas dulces y me fui a la habitación. Después de hablar un rato con Ivana, encendí la televisión y cambié varias veces de canal hasta quedarme con una telenovela:
Pasión de gavilanes.
En la escena, la protagonista se besa apasionadamente con el amor de su vida y su madre los encuentra.— «¡Qué lío se formó!».
En ese momento, escuché que el teléfono sonaba indicando que había llegado un mensaje. Vi la hora y ya era bastante tarde, pero no tenía sueño.
«Mensajes vía Messenger:
Noviembre: (Hora 3:34 a. m.)
L: (Conectado)
¡Hola, Jeremías! Qué alegría saber de ti después de tantos años.
He recibido tus mensajes, pero he estado ocupada y se me ha olvidado contestar. Hoy es mi aniversario de boda y, en cuanto a la salud, «todo está muy bien».
Pero cuéntame, ¿Qué quieres contarme?, ¿Cómo te va en tu vida de casados?, ¡temo que te casaste hace un mes, felicidades, amigo!, ¿Dónde andas de luna de miel? (hizo varias preguntas).
J: —Hola, por fin respondes a mis mensajes, corazón. ¿Cómo te va? Entiendo que me dejes en visto, me lo merezco y no te juzgo, porque después de lo que te hice, no es para menos.
(Hora 3:34 a. m.) L: __(Conectado)__ Hola, Jeremías. Qué alegría saber de ti después de tantos años. (Hora 3:25 a. m.) __He recibido tus mensajes, pero he estado ocupada y
J:— Hola, por fin respondes mis mensajes, corazón. ¿Cómo te va? Entiendo que me dejes en visto, me lo merezco y no te juzgo, porque después de lo que te hice, no es para menos. Y bueno, no sé cómo decir esto, pero... ¡La boda se ha suspendido para esa fecha!
L: __ ¿Suspendida? ¿Y eso por qué?
J: __ ¡Es una larga historia, déjame y te cuento y te explico la razón por la que quería tanto hablar contigo!
L: De acuerdo, te escucho. Y comencé a contarle todo lo sucedido. Hablamos unas largas horas. Al final la convencí de vernos en el pueblo dentro de 10 días.
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Un Mes Antes: Octubre
Después de discutir con Ivana, mi vida no podía ir a peor. Me quité la camisa y salí a la playa con una botella de licor para emborracharme y olvidar mis penas. Me había costado tanto llegar hasta donde estaba, y ella, con su altivez y su falta de humildad, me rompe el corazón.
No era justo, me había esforzado para hacer mi trabajo lo mejor posible y ella se atraviesa en mi vida, haciendo creer a todos que era su dueña. Pero eso no me importaba tanto como la forma en que trató al amor de mi vida, mi madre.
Mi madre se quedó callada después de la discusión. Pero mi hermano Óscar quiso detenerme y hablar conmigo:
—Jeremías espera. ¿A dónde vas? Déjame acompañarte. Habló algo preocupado.
Jeremías: «No, ¿para qué quieres estar conmigo? ¿Para burlarte de mí, del gran fracaso de boda que organicé?».
O: No, hermano, yo no sería capaz de pensar eso de ti, y mucho menos en un momento así. «Lo dices porque estás molesto, pero no tengo la culpa.
J: —¿Ah, ahaaa? No creo que esas palabras sean sinceras, sé que no me has perdonado lo que te hice. Pero ¿Cuándo entenderás que no tuve otra alternativa...? Una mentira me llevó a otra y, cuando estaba entre la espada y la pared, todo se me fue de las manos.
O: Eso ya no importa, eres mi hermano y es parte del pasado, fueron cosas de adolescentes. Ya está olvidado, hermano. —exclamó algo molesto—.
J: —No me pidas que lo olvide, no es fácil como tú crees, porque vives una vida sin importarte el futuro. Nada te importa, jamás te gusta hacer las cosas por ti mismo, por eso pasó lo que pasó. Lo dijo con un tono de voz elevado.
O: —Lo siento tanto. Y bajó poco a poco la voz.
M: —Jeremías, no le hables así a tu hermano, ya está bien. ¿Te puedes calmar? Exclamó su madre.
O: —¡Déjalo, mamá! ¡Yo en su lugar actuaría igual! En un tono más relajado.
Y salí de casa hacia la playa. Quería nadar un rato y ordenar cada una de mis ideas. ¿Qué haré ahora?
Salí de la playa y me senté en la orilla, toqué mi pecho y ahí están la cadena y dije que me regalo la abuela. Abrí el dije y observé la pequeña foto de Linda y yo. En ese momento creo que la abuela me hablaba recordándome cada una de sus palabras:
" Pase lo que pase, siempre serán los mejores amigos"
En ese momento reaccioné y pensé: __Debo buscarla y hablar con ella, debo pedirle perdón por todo lo que le hice, tengo que verla. __ (Ojalá y pueda ir al pueblo para verla. Pensó en silencio)
Mi hermano Oscar, aunque no me lo decía, me odiaba por haberle robado el amor de su vida, eso era más que suficiente para comenzar a escribir una nueva historia, pero, sin mentiras.
Me quedé mirando el cielo un largo rato y llegaron los recuerdos a mí mente.
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Papá y mamá pasaron a recogernos a Óscar y a mí como siempre al colegio. Estaban muy callados durante todo el trayecto de vuelta a casa. Mamá llevaba unos papeles en las manos. Sabía que por la mañana irían al laboratorio clínico a recoger los resultados de unos análisis de papá.
Supe desde que observé sus caras que algo no andaba bien. Llegamos a casa y papá nos reunió en la mesa del comedor. Al terminar de almorzar, nos contó que había tomado una decisión y que debíamos respetarla. Papá era estricto y tenía un mal genio constante. La disciplina era su especialidad, ya que había trabajado muchos años en las Fuerzas Armadas del país. Era coronel.
Al escucharlo, no dije nada, aunque quería gritarle y decirle que no me iría a ningún lugar, pero me mordí la lengua antes de hablar y llevarle la contraria. Él siempre quería lo mejor para nosotros.
Nos dijo que ya había comprado una pequeña casa en el pueblo donde vivía la abuela. Solo quería estar cerca de ella.
Subí a mi habitación y lloré hasta que se me pasó la tristeza. No era fácil para mí mudarme de las comodidades de una ciudad a un pequeño pueblo. Hacer nuevos amigos no era justo, ya tenía amigos aquí.
Pero llegó el día de partir y salir a vivir nuevas experiencias y conocer a nuevas personas.
Llegamos a la casa y la abuela no podía estar más feliz con nuestra llegada. Al cabo de unos días, salíamos a jugar a la calle. Y en eso pasó una niña morena de complexión delgada y cabello largo y liso, en una bicicleta. Mi hermano Óscar la vio y enseguida llamó su atención, tanto que no lo pensó mucho para gritarle:
—Hola, linda, ¿Cómo te llamas?
Ella nos miró, y yo me reí mucho al ver a mi hermano tartamudear para hablar mientras se ponía tan rojo como un tomate. Ella nos miró durante un momento y se rió. Pero tuve la impresión de que su sonrisa era para mí.
Al día siguiente, fue a visitar a la abuela Carmen para entregarle un vestido que le había diseñado su madre y Óscar volvió a verla. Estaba nervioso cuando la abuela nos llamó para presentarnos a la nueva amiga.
Nos dijo su nombre:
—¡Me llamó Linda!
O: —«¡Linda! Qué bonito nombre.
Y todos nos sonreímos.
Ella se fue inmediatamente. Pero antes me miraba y sonreía.
Ese mismo día, Óscar me confiesa que esa chica le gusta mucho. Acababa de conocerla y ya le gustaba. No lo entendía, pero así es el amor a primera vista. Me pidió que lo ayudase a escribirle algo hermoso:
J: —¿Una carta?
O: —Sí, algo así como una carta de amor o un poema.
J: —¿Y quién se la entregará?
O: La niña que está enfrente todo el día... ¡¡Diana, creo que se llama!!
J: —¿Estás seguro de que quieres escribirle?
O: —Sí, muy seguro, ¡esa niña será mi novia!
J: —De acuerdo, escribamos algo.
O: —Pero tú le escribes, Jeremías, por favor... sabes que mi letra es pésima.
J: —De acuerdo, pero solo si me prestas tu bicicleta.
O: —¡Trato hecho, hermano!
Así que comencé a escribirle cartas de amor a Linda, como si fuera mi hermano. Le pedimos el favor a Diana y ella no se negó. Pero olvidé decirle algo muy importante: que se trataba de mi hermano Óscar. Ese pequeño detalle cambió el destino de mi vida.
Linda comenzó a mirarme con otros ojos, mientras ignoraba a Óscar. Un día Oscar llegó molesto y me dijo que lo había traicionado, que siempre que a él le gustaba una chica, ella terminaba enamorada de mí.
Le dije que no tenía la culpa, que la idea de las cartas había sido suya y se me vino encima. Quería golpearme y mamá entró en la habitación. Y logró calmarlo. Desde ese día, dejó de hablarme y yo me sentía tan infeliz. No tenía ni la más mínima intención de noviarme con Linda. No podía negar que era una niña muy hermosa, pero sabía que Oscar la quería y eso era importante para mí. Yo no le haría algo así a mi hermano.
Él estaba pasando por un mal momento debido al acné y ya había sufrido mucho bullying en el colegio donde estudiábamos. Esa chica era importante para él.
Pero ella se había convertido en una hermosa joven y era imposible dejar de mirarla. A pesar de que luché contra mis sentimientos, su mirada terminó atrayendo todos mis sentidos y terminamos siendo novios casi terminando la secundaria, a los 17 años.
Mi hermano no me perdonó jamás eso. Por eso decidí alejarme de ella lo más lejos posible, cambiando la carrera universitaria y el lugar donde iba a continuar mi educación superior.
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Pasaron los días y mi madre y mi hermano ya habían arreglado todo para la boda en el pueblo en solo unos días. Llegó el momento de salir de viaje. Esta vez conduciría por carretera en mi coche. Son varias horas de camino por una larga autopista cubierta de mar y hermosas playas. Ivana llegará en avión, no se acostumbra a los largos viajes en coche.
Tras varias horas conduciendo, estoy algo cansado y, al asomarme por la ventana, observo un espectáculo de la naturaleza. El ocaso en la playa. Salí de la autopista y me dirigí a una gran zona turística. Detuve el coche y me bajé a contemplar aquel mágico atardecer.
Recosté mi cuerpo en la arena, muy cerca de la orilla y del cansancio, y me quedé dormido durante unos 20 minutos. Al despertar, miré hacia la bahía y vi una mujer sentada en la playa, a unos 5 metros de distancia. Estaba sola mirando hacia el horizonte. Observé a mi alrededor y vi un viejo autobús estacionado frente a la gasolinera. En el cafetín de la estación había mucha gente, seguramente turistas.
El fuerte viento hacía bailar la larga cabellera de esa chica y recordé el negro cabello de Linda Montenegro, a la que llamaba así cuando hacía algo que me molestaba. Sabía que me amaba, pero... (suspiro profundo)
Observé nuevamente a la chica desde la distancia. Esta vez, iba caminando por la orilla. Era imposible pasar desapercibido con ese largo vestido rojo y su escote en casi toda la espalda. Es extraño, pero pudiera ser una gran casualidad, pero esa chica camina igual que ella.
¿Y si fuera ella quien está aquí y ahora?
Aquella extraña chica, sola en la playa a esas horas de la noche, se quita el vestido y está empapada como si se hubiera dado un baño sin quitarse la ropa. Se sienta y mira el hermoso ocaso de aquella tarde que se espuma como las olas del mar.
Me levanto y decido caminar poco a poco hacia donde está ella. Mis pies se hundían en la arena tibia a medida que avanzaba. Y, cuando ya estoy muy cerca de alcanzarla,... Observo a un señor muy bien vestido que lleva en las manos una botella y dos copas. Ella se encuentra frente a frente con un hombre. Se sentó a su lado y comenzaron a hablar un rato. En medio de su conversación, ella rompió el largo de su vestido y dejó ver sus piernas. Al final, se fueron juntos a la bahía que conducía a la parada de los botes que llevaban a los turistas a las islas cercanas. Se dieron un tierno beso y se retiraron tomados de la mano.
Me quedé parado por unos segundos y ella se dio la vuelta disimuladamente. Me di la vuelta y regresé al coche para continuar el viaje a mi pueblo. «Son dos locos enamorados en la playa», murmuré.
En el camino de regreso, los fuegos artificiales hicieron un gran espectáculo en aquella noche. Me detuve un momento y pensé en Linda. Estaba parado justo en el lugar llamado «La Encrucijada».
Un lugar que te conduce en dos direcciones diferentes y a dos destinos. Uno me llevaría hasta el lugar donde se encontraba Linda, si tomaba la vía de la izquierda; el otro, continuar con mi vida y girar a la derecha en dirección a Ivana.
Era un momento decisivo para mí, aún estaba a tiempo de detener esa mentira de matrimonio y salir corriendo a casa de Linda y escaparme donde nadie pudiera encontrarnos. Al carajo lo que dijera la prensa, lo que dijera Óscar. Al fin y al cabo, ella me amaba a mí... Siempre me amó y yo lo arruiné todo. (Pensaba en silencio, muy triste)
Pero esa decisión acabaría con mi vida y con todo lo que había logrado. Subí al coche y conduje de nuevo, tomando la vía alterna a la autopista, y hablaba conmigo mismo:
(«J: No te preocupes, todo estará bien. Ya mañana es otro día y llegaré bien temprano a casa de mis padres... No sé si estará bien lo que voy a hacer, no estoy seguro de amar a Ivana, pero ya he tomado una decisión y no hay vuelta atrás. Murmuraba. «Es mi futuro económico o una vida simple dentro de la inconformidad. Y tomé la vía de la derecha.
Mientrasconducía, recordaba cada palabra del padre de Ivana el día que suspendieron laboda:
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Al llegar de la playa, mi madre me esperaba despierta, mientras Óscar se había ido a dormir temprano. Le di un beso en la frente y me fui a mi habitación.
Revisé el móvil que había dejado en casa y tenía muchas llamadas perdidas y mensajes del padre de Ivana. Tenía que hacer frente a ese lobo feroz o acabaría con mi vida profesional. Tenía mucho poder sobre mí y la única salida era su hija.
Jeremías: —(desconectado).
Suegro: —Donde está el imbécil, contesta. (Hora: 20:10)
Hay 10 llamadas perdidas, suegro.
25 llamadas perdidas, Ivana.
Suegro: —¡Contesta las llamadas, Jeremías! (Hora: 21:12 h).
Suegro: —«Sabes que solo con una llamada que haga acabaré contigo» (hora: 9:36 pm).
Suegro: —«Tienes hasta las 12:00 para arreglar todo con mi hija. De lo contrario, te arrepentirás de haber nacido». (Hora 22:36)
J: —(Conectado) escribiendo.
J: —Disculpe, suegro, el teléfono se había quedado sin batería. Lo voy a llamar.
(Sonando el teléfono del suegro)
Suegro: __(En línea).
Suegro: Jeremías, te haré las cosas fáciles. Ya no se casarán mañana, pero tienes un mes... 30 días para pensarlo y recapacitar. No me vas a dejar en ridículo delante de mi familia y de los invitados. ¡Te casas porque te casas! Le frotaba el teléfono.
Jeremías: —Esta bien, se hará lo que usted diga, pero con una condición. —exclamó—
Suegro: No estás en el lugar para poner condiciones, pero conozco a mi hija y sé que en parte ella falló. Solo por eso la aceptaré. S: Dime.
J: —Que la boda se celebre en el pueblo donde crecí.
Después de hablar largo y tendido con suegro, llamé a Ivana para pedirle disculpas por el mal rato que vivimos temprano y nos pusimos de acuerdo para reorganizar la boda. Al terminar de hablar con ella, Corté la llamada.
Tomé una copa de licor...
Me senté frente al ordenador en mi habitación, abrí la aplicación del correo electrónico y, a través de Messenger, le envié un mensaje a Linda. No sabía qué decirle, hacía más de cinco años que no sabía nada de ella. Pero era algo que debía hacer y no podía posponerlo. Tenía que verla.
L: —(Desconectada)
J: —¡Hola, Linda! Soy Jeremías Morales...
Necesito hablarte, verte, explicarte tantas cosas... Por favor, responde en cuanto puedas. (10 de octubre a las 12:10 de la mañana).
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Sabía que para Linda sería un gran reto asistir o no a la boda. Le había destrozado el corazón y tal vez ella jamás me perdonaría... —pensaba—. En eso, tomé la vía rápida en la autopista sin darme cuenta de que detrás venía a toda velocidad una gandola, también llamada transporte pesado, de esas que transportan combustible. Como pude, logré maniobrar el coche y la gandola pasó a gran velocidad. Faltó poco para que ocurriera un terrible accidente. Mi corazón parecía salir de mi pecho. «Gracias a Dios no pasó nada», exclamé muy asustado.
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