2do Encuentro
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Regrese a la oficina de Moncada algo apenada o mejor dicho demasiado apenada, camine a paso lento para ver si podía tardaré más de lo normal o si fuera por mí no llegar a encontrarme. Mirada con la de ella. Pero debía mantener mi cabeza en alto: esas fueron sus primeras palabras para mí. "No bajes ante nada la mirada. Me detuve justo en la puerta y ella está aún observando mi gran portafolio de diseños que había dejado olvidado. Sabía que esa no era la respuesta a su pregunta, solo que en cada lugar que ya había estado, como en casa de Elena, mi mejor amiga y Héctor, Jeremías y su novia, un extraño llamado Marcos o Diego y ahora en este nuevo lugar... ¿Quién me aseguraría que me irá bien? Me había ido tan mal, que la respuesta fue un impulso lleno de rabia y a la vez desilusión.
Ella bajó sus gafas oscuras y me miró: —¿Te quedarás ahí parada el resto de la mañana?
L Me levanté el día siguiente con un dolor fuerte de cabeza; había llorado casi toda la noche y, por lo visto, no dejé dormir a Sol; pobre se quedó dormida a mi lado. Debo ir a la entrevista, pero a la vez creo que mejor no lo hago. Sol despierta y me observa mirando por la ventana:
S-Hola... como amaneciste
L-Bien... Hoy amaneció nevando; el color blanco cubre toda la avenida. Hace frío
S-Sí, y mucho; voy a prepararte algo de desayuno y un café bien caliente de esos que a ti te gustan. Debes vestirte porque llegarás tarde y la primera regla en el primer día de trabajo es llegar más temprano que el jefe.
L-No iré
S- ¿Qué? Estas locaaaaaaa, irás así me toque llevarte por los pelos, es tu oportunidad y has esperado este momento tanto tiempo.
L-Lo arruine todo
S-No te escucho, así que te metes a la ducha, te das un baño de agua tibia y te vistes porque, como me llamó Sol, irás porque sí. Se ha dicho.
L-Pero sol que...
Pero ella no me dejó terminar de hablar.
S-Voy a preparar café y desayuno y cuando regrese te quiero lista.
Tomé el paño y entre en la ducha, con la mente en blanco sin saber que hacer. Salí de la ducha; me cambié de ropa tipo formal para ir a la entrevista. Me miré al espejo y mis ojeras me asustaron; me veía horrible. Busqué mi maquillaje y comencé a tapar todo rastro de tristeza en mi cara. Así como observó a esa chica con mi rostro; la misma del espejo en la estación del tren. Estaba ahí, nuevamente detrás de mí. Pero había algo diferente en ella, su cabello negro azabache, suelto y algo ondulado, sus labios rojos y ojos muy bien marcados y maquillados. Me hablo al oído:
- ¿Qué te detiene?
L-Si estás aquí, ya sabes que me detiene. - No podré hacerlo.
—Podrás, solo deja que yo me encargue de todo a partir de ahora. Deja que te ayude
L- ¿Ayudarme? ¿Y eso cómo lo harás?
—No seas impaciente, esa cualidad es la que te ha conducido a dónde estás ahora.
L-Que quieres de... - Y volteé a verla, para terminar de decirle que quiero de mí, pero ya no estaba. En la habitación estaba sólo yo. Imaginé: — Me cayeron mal los analgésicos, que aún estoy divagando y viendo cosas que no existen. Volteó nuevamente al espejo y mi cara parecía otra, ya no había rastros de ojeras ni mucho menos párpados hinchados. — ¿Qué pasó a mi cara?, creo haberme asustado un poco.
Entro Sol con el café, desayuno y al verme:
S-Wuaaaooo, bella, así es mi amiga; con esa actitud es que se llega lejos. Quedaste hermosa.
L-Pero sol no fui...
S-Yaaaa, toma el café, que ya pedí el taxi y en 20 minutos viene por ti. Terminé mi desayuno, me levanté y ya estoy lista. Y Sol tomó mis manos y me dijo:
S—Podrás... Sólo déjate ayudar. Y en eso llegó el taxi. Salí con todo el material necesario y subí al taxi. Ese día, cambio el rumbo de mi vida nuevamente.
Llegué media hora antes de la cita; había una larga cola de mujeres en busca de empleos y listas para la entrevista. Tomé asiento y la secretaria mencionó en voz alta que se entrevistará sólo a las 20 primeras que llegaron y que sólo se esperan 3 para el trabajo. Yo había llegado de número 8.
Me toca esperar mi turno, mientras abrí mi red social Facebook y para mi sorpresa tengo varias solicitudes de amistad de Diego Alcántara.
Linda: —(disponible)
Tienes varias solicitudes de amistad de: ALCÁNTARAALCÁNTARA.CA
Aceptar
Si. No.
Salí rápidamente de esa aplicación; sentía como si Diego se pudiera salir por el teléfono y llegar a donde estoy.
Me llegó el turno; escucho mi nombre: Linda Montenegro, puedes pasar: Adelante:
Camine un largo pasillo. Y al final había una puerta abierta y ahí estaba ella, la señora Eva Moncada en persona.
Estaba con sus lentes de lectura sobre sus ojos leyendo mi síntesis curricular y a la vez observaba mi portafolio que ya antes había enviado por correo.
M-Pasa Linda, toma asiento.
L-Buenos días, señora Moncada.
M-Dime, Moncada, lo de señora envejece mi apellido. Y me mira de reojo. Pero, dejó de ver los papeles y fijó mi mirada en mi cuerpo de pies a cabeza. Eso me intimidó y bajé la mirada.
-Nunca bajes la mirada, ante ninguna circunstancia, mírame. —Me dijo.
Levanté la mirada nuevamente; eres linda y tienes potencial, lo veo en tus diseños. Pero tengo una pregunta para ti: ¿crees que la ropa que usas te define como mujer? Lo digo por cómo vienes vestida a una entrevista de trabajo sobre moda y actualidad.
Sin antes tomar asiento, creo que se estaba burlando de cómo vestía esa mañana. Y le dije:
L-Podría usar el mejor perfume y la mejor vestimenta diseñada por el mejor diseñador, pero eso sólo sería disfrazar nuestras penas con finas telas de seda y lana. Al final, la moda pasa y las penas quedan dejando cicatrices. Y me di la vuelta y me retiré molesta de ese lugar.
Caminé como siempre lo más rápido que pude, y al salir me detiene una chica quien me llama:
SC —¿Oye, espera, a dónde vas?
L-A mi casa, no tengo nada que hacer aquí.
SC-Espera. No me hagas correr con estos tacones.
L-Entonces quitarlos para que puedas trabajar más comida. Me sonreí al verla correr como un robot. — Moncada quiere verte, regresa a la oficina y no la hagas esperar. Mientras, también me miró de pie la cabeza. ¿Qué es lo que traes puesto, años 90?
—Ya, tú también, ¿me ves tan mal así?
—Para estar en un lugar como este, creo que sí.
Y me tomó por la mano y me llevó casi que empujada a verle la cara otra vez a esa horrible señora.
NO. Claro que no. — Y pasó nuevamente. Me acerqué a su elegante y gran escritorio de madera fina cubierto con vidrio transparente que dejaba ver el brillo del piso por encima de él.
—Siéntate, Linda —y mientras me habló, no pude evitar observar sus ojeras bien disfrazadas con un kilo de maquillaje, pero que, sin embargo, estaban ahí bien marcadas en su rostro. Recordé que el día anterior había leído en los titulares de una revista sobre "su 3er divorcio".
—Perdón. —Le dije en un tono bajo de voz.
Ella me mira nuevamente y me dice. ¿Por qué pides perdón? ¿Acaso viste aquí algún santo?
L-No, no, solo es pedirle una disculpa por haber sido tan grosera.
M -Ahaaa. Ya entiendo... Una disculpa si te creo, pero el perdón primero a Dios. He revisado todo y considero que, debes reconsiderar trabajar conmigo. Sé que soy un poco perfeccionista, pero de no ser así, no hubiera logrado llegar hasta aquí. Tú me dirás si te interesa el trabajo.
L-Claro que sí. Había soñado con este momento de trabajar con usted.
M-Entonces puedes comenzar ahora mismo. Y tomó su teléfono y llamó:
¿M-Rodrigo?, ven a mi oficina por favor. - Y colgó de inmediato.
Ella se levantó de su escritorio e hizo otra llamada y sólo comenzó a hablar sobre sus negocios y uno que otro tema relacionado a la empresa e inversiones, algunos contratos por firmar y viajar a finiquitar o comenzar relaciones económicas con otras franquicias. Me quedé ahí máximo 25 minutos hasta que escuché alguien tocar.
Ella mencionó -pasa.
-Y volteé y pude encontrarme con un señor de poco cabello, y lo poco que le quedaba pintado de amarillo, muy bien vestido, algo de modestia y finura al hablar, con ese movimiento en sus manos que más que perfectamente puede hacerlo una mujer.
¿Hola, Madan? —preguntó a Moncada. - ¿Me necesitas?
M-Sí, cariño, hazme un favor: lleva a la chica a su lugar de trabajo...
-Ok, -me levanté y él se quedó perplejo mirándome toda todita, para ser exactos. Luego pasé mi mirada por mi cuerpo y noté la vestimenta que me coloqué. Cerré mis ojos y me pregunté a mí misma: ¿en qué estaba pensando al salir así a buscar trabajo... ¿Es un milagro que me contrató?
El Señor sólo me dijo: —Sígueme.
Y salí tras él rápidamente, ya que caminaba muy rápido.
En eso Moncada le dice: —Ya cuando nos retiramos.
M —¿Harías algo por ella? No quiero que asuste a mis clientes.
Él la miró con una sonrisa de malvado y le dijo: —Yo no hago milagros, pero lo intentaré mientras toma un mechón de mi cabello con la punta de sus dedos, y lo alza para luego dejarlo caer.
Y siguió caminando por un largo pasillo lleno de oficinas de lado a lado. Me llevó a una pequeña oficina para mí. Había un escritorio con todos los equipos y herramientas digitales para comenzar a trabajar. - Me dijo: —Deja tus cosas aquí, esto. ¿Será a partir de ahora tu habitación, porque sabrás la hora de entrada, pero no la de salida... -Queeé? -Le dije exclamando
-Tranquila... Si te acostumbras, ven conmigo.
L-Pero adónde vamos.
R- ¡No hagas tantas preguntas y sólo has lo que te digo, a partir de ahora seré tu Ada madrina!
L-Será padrino, le contesté con una sonrisa. -Y creo que no le gustó y me dijo:
No te burles o te dejaré como las hermanas de la Cenicienta. -Y salimos para adentrarme a un gran salón donde lo que predominaba era la topa, el calzado, maquillaje, colores, lentejuelas y muchísimas cosas más. Me quedé fascinada con todo lo que veía, estaba en el lugar perfecto para hacer magia con mis manos, y hacer realidad todos los diseños que tenía en mente, además de mil ideas para redecorar. Por primera vez sentía que estaba en el lugar perfecto para darme a conocer. Era mi oportunidad y la aprovecharé al máximo.
Cruzamos ese gran salón, para entrar en otro mucho más espectacular. Estaba lleno de mujeres altas y muy delgadas, caminaban de aquí para allá, como estar dentro del mundo de las pasarelas.
R-Chicas, chicas, apresurarse, ya Moncada viene para acá y quiero todo listo, no la hagamos esperar.
Y todas corren con esos tacones tan finos que al mirarlas me dolían los pies.
Rodrigo me sentó en una silla de peluquería frente a un gran espejo. Y me dijo: a partir de hoy saldrá otra mujer de este salón. Sus palabras me asustaron un poco, pero debía hacerlo, lo necesitaba y era el momento indicado para cambiar.
Á partir de ese día mi vida cambió por completo, mi imagen y apariencia personal era otra, aprendí a caminar con ya onda y a vestirme de manera diferente; ya lo casual había pasado a más formal y elegante, ajustado a la moda y las tendencias de cada temporada. Mi cabello negro es un poco anulado y empresas ovaciones con un liso exagerado. Rodrigo había hecho muy bien su trabajo y al mismo tiempo logré graduarse como una profesional en diseño de modas, aparte aprendí mucho de decoración de interiores y exteriores de aquellos ambientes dedicados a las celebraciones con grandes expectativas visuales u creativas; estaba involucrada en mi mundo y todo estaba marchando mejor de lo que esperaba. Moncada, tenía una gran confianza en mi trabajo y en cada viaje de negocios junto a Rodrigo, yo era parte del gran equipo.
3 años después.
Llegué al trabajo más temprano de lo que acostumbro, Moncada ya estaba en su oficina y eso me extraña tanto. Me dirigí a saludarla y sobre la mesa observé muchas servilletas sobre la mesa. Por su vestuario y sus ojos hinchados sé que pasó la noche aquí y no sólo eso, había llorado.
M-Buenos días, Linda, madrugaste.
L-Buenos días, Moncada... Sí quiero adelantar la presentación que tendrás en Londres la próxima semana.
M-Perfecto, debemos trabajar en cada detalle, no quiero errores, la meta es brillar. -Y se sonríe limpiando su nariz, que se escucha tapada y suspira.
L-Claro, así lo haré, sabes que no te quedaré mal. Y salí directo a mi oficina. En eso escuchó su voz.
M-Linda, regresa un momento por favor. - Me regresé y me dijo:
—Prepárate para viajar.
L- ¿Viajar?... a dónde?
M-Irás conmigo a Londres; quiero que seas tú quien presente mi proyecto, " bajo el sol".
L-Pero Moncada, yo no...
—No aceptaré un no como respuesta, solo prepara todo para el viaje y analiza una suelta propuesta. Recuerda que asistirán muchos empresarios y alguno que otro galán, de repente ahí encuentras el amor de tu vida. Y nos sonreímos.
M-Está bien... iremos a brillar. -Y de esta forma ella se colocó sus lentes oscuros y siguió metida en su mundo de diseños. Salí y mi corazón latía a millón. Era un gran compromiso y responsabilidad, pero creo que ya estaba lista para dar un segundo paso en mi vida.
Al llegar a la oficina, lo primero que hice fue marcar una llamada telefónica a mamá. Quería darle la gran noticia del viaje dentro de 1 semana. Mamá estaba feliz y no hacía más que felicitarme. En eso tocan la puerta y es una de las asistentes quien trae algo para mí.
L-Mami te llamó en la noche. Chao
-Chao, hija, cuídate, mi linda.
L-Mamá, y cómo se están portando, no quiero que le des tanto chocolate; sabes que les hace daño. Tranquila, hija, está bien y se porta de maravilla. -Mientras se sonríe al otro lado del teléfono.
Pasa gloria.
G-Linda, esto es todo lo relacionado al proyecto de Moncada para presentar ante los accionistas en Londres. -Se trataba de una gran cantidad de guías y papeles y debía leer y mejorar todo lo que se pudiera. Así que me dediqué a eso el resto del día y por los días siguientes.
Moncada entró a la oficina de negocios, donde ya están tan esperando los accionistas de la empresa y luego voy detrás de ella. Recibí un mensaje, era de Sol Alegría para saber si ya llegué y cómo está todo. Estaba feliz y le dije que todo estaba marchando bien. Me dirigí a una gran ventana panorámica para ver la majestuosidad de la vista en plena capital de Londres. Era una ciudad hermosa, el lugar perfecto para enamorarte. Esas eran las palabras para describir a Sol ese extraordinario lugar. En eso escucho la voz de un hombre:
D—¿Linda?, linda eres tú... Mientras dejó caer la carpeta de sus manos, todos los papeles dentro de ella se regaron por el piso. -Su asistente corrió a recoger todo, lo más rápido que pudo.
Mi corazón quería salir por mi boca. Se fue acercando lentamente a mí. Quería estar seguro de que se trataba de mí. Pero se detuvo a detallar, mejorar, estar frente a mí y sólo me dijo: ¡Eres tú Linda!, está cambiado, tu cabello...
No sabía qué decir, mis manos tiemblan, estoy nerviosa y no sabía qué decir.
Muy bien vestidos, todo de clase alta, ya tomando asiento para comenzar la reunión.
Buscó a Moncada rápidamente con la mirada y ahí estaba en medio de fotógrafos posando para estar destacado en las noticias del día siguiente.
Volví la mirada frente al lugar a donde estaba ese extraño que me había llamado por mi nombre, y justo sentí a alguien detrás de mí lo que erizo mi piel y produjo escalofrío en todo mi cuerpo. -Y me susurro al oído. -Hola Montenegro. -Volteó de inmediato y él preguntó —¿te conozco?
Y al terminar de pronunciar mis palabras, solo se quitó los lentes oscuros, dejando al cubierto todo su rostro tan seco de mí. Casi me desplomé de la impresión y comenzó a faltarme el aire, pero debía controlarme, este era un día muy importante para mí en lo profesional.
El, no pronunció ni una palabra. Estábamos parados en una mesa con tragos y diferentes bebidas; él tomó uno y se lo bebió de un sólo sorbo. Sólo pude decirle. ¿Marcos eres tú?
Le dije con la voz temblorosa: no podía hablar; sentía mi lengua trabada. Tomó otro trago y apartó una copa media llena, de una bebida color naranja con una ciruela de adorno y me la pasó. La tomé, con mi mano temblando mientras escucho nueva mente su voz. —Diego, ese es mi nombre Diego. -Me tomé toda la Copa rápidamente, mientras mil pensamientos llegan a mi memoria, como Ana, película en cámara rápida, la playa, la casa de la isla, mi primera vez haciendo el amor con incompleto extraño que justo en este momento estaba frente a mí y sin mencionar a Jeremías. Luego escuché nueva mente su voz que me trajo nueva mente al presente... —Tiempo sin saber de ti, aunque jamás perdí la esperanza de encontrarte, sabías que tú regresarías por mí. -Sonreí con un poquito de sarcasmo. —No vine aquí a buscarte, estoy aquí por motivos laborales.
D-No contestaste ninguno de los mensajes... Cuando te conocí esa noche en las escaleras, te creí diferente. Si fingiste, te felicito; lo haces muy bien. Debiste estudiar actuación. -Me miraba fijamente a los ojos, frunciendo su frente. Estaba molesto, muy molesto, su forma de hablar dejaba muy claro sus sentimientos de rabia hacia mí. - Y murmuró: — Eres una cobarde.
L—¿Qué dijiste?
D-Lo que oíste, Montenegro, eres una mujer cobarde, igual a todas, preferiste esconderse todo este tiempo, que enfrentar tus problemas y tus acciones. Sólo te pedí que me esperaras y no cumpliste tu promesa. Me dolían sus palabras, pero eso no me impidió decirle lo que sentía sobre él. Creo que pensamos igual. Te creo diferente aquella noche, pero eres un lobo con disfraz de oveja inofensiva. — ¿Qué esperabas?, ¿Qué esperaría a un completo mentiroso? ... Soy una cobarde, sí, porque no acepto ni aceptaré jamás que nadie me vuelva a lástima, y eso eres tú, mentiroso. Se lo deletreo lentamente y muy segura de mí misma.
—Sólo debiste esperar que te explicara; no era nada fácil para mí decirte quién era, cuando tú estabas tan sólida por ese patán a quien esperabas en las escaleras esa noche. Jamás hubieras hablado conmigo, si te hubiera dicho quién era... No era el momento, pero sí te lo iba a decir.
Y le contesté:
—Yaaa, basta, ya no importa.
—Escucha, Linda, sí y sí importa; tal vez a ti no te importe nada más que tu trabajo en este momento, pero a mí sí me importa, si me dolió no volver a verte, si te busqué, si le di importancia a esa primera noche contigo, y aún siguen los recuerdos de tu suave cuerpo sobre el mío haciendo el amor.
-Por favor, eso fueron sólo unas horas de completa locura, una aventura, solo eso; debía continuar con mi vida y tú con la tuya. Somos muy diferentes; jamás podría pasar algo entre los dos.
Se sonríe y me mira: —Quieres decir que no significó nada para ti, que no sentiste nada por mí, porque tus besos me dejaron claro otra cosa. Y no me salgas con eso de que ya lo olvidaste porque tus manos están temblando desde que me viste.
Llevé mis manos hacia atrás y le dije: —Es así, ya lo olvidé y... En eso se acerca Moncada y al verlo no hace más que mostrar una gran alegría y sorpresa por verlo. - Diegoooo cariño. - Y lo abraza fuerte. Tiempo sin verte, corazón, aquí estoy como te lo prometí. Y me observa extrañada: —¿Ustedes ya se conocieron? Ella es Linda, una de mis mejores diseñadoras. Trabajará directamente contigo en el nuevo proyecto estándar, tiene mucho talento e ideas innovadoras, te sorprenderá lo buena que es... no te arrepentirás.
—Cómo así, Moncada. —Le pregunté sorprendida. —Dijiste que sólo estaré aquí para apoyarte a ti.
-Cambio de planes Amada mía... Si te hubiera dicho mis verdaderas intenciones, no habrías aceptado viajar. La idea es que te des a conocer; quiero lo mejor para ti, trabajaste duro con este proyecto y sé que es tu sueño hacerlo realidad. No te dejaré pasar el resto de los años sentada frente a ese escritorio rodeada de 4 paredes en tú pequeña oficina; linda es tu hora de orillas. -Ella hablaba y hablaba mientras Diego sólo la escuchaba sin decir nada. Y eso era lo que más me preocupaba, su silencio.
Ella continúa hablando: Además, trabajará con nada más y nada menos que el soltero más codiciado Diego Alcántara. -En eso dejó caer la copa vacía de vino al suelo, rompiendo el cristal en pedazos. Creo que así estaba mi vida en ese instante.
—Qué pasa, linda... Estás sudando frío mientras tocas mi frente.
—Moncada, puedo ir al baño, creo que la bebida me cayó mal, — y salí directo al baño. Cerré la puerta con pasados y me fui hasta un rincón y me senté: -Esto no puede estar pasando, no ahora, debo salir de aquí lo más pronto posible. Sabía que estaba atrapada en ese lugar donde todo era controlado por él. Y no será nada fácil que me deje salir como si nada. Además, estaba molesto y eso no era una buena señal. Pero, comencé a pensar en ellos, con sus hermosas y traviesas sonrisas.
Me levanté, miré mi cara en el espejo, limpié mis lágrimas y me dije: —No soy la misma de hace 3 años atrás, Diego, no dejaré que te acerques a ellos... No permitiré jamás que me alejes de ellos. Debo ser muy astuta e inteligente para poder salir de aquí. Salió casi que corriendo del baño, y me quedé con Moncada hablando de negocios. Le pregunté por esa chica y de donde la había conocido. Ella le cuenta todo y el tiempo que llevamos trabajando juntas. Le dijo que, para poder contratarme, debería firmar un contrato por 1 año, y ese contrato sería primero una prueba, de aprobarla quedaría contratada por un periodo más largo.
Moncada no tuvo problema con ello y nos dirigimos a la mesa para comenzar la reunión. Nancy, mi secretaria ya anuncia que va a dar inicio la reunión para la ponencia de nuevas alternativas. Marketing para aumentar ventas y bajar costos. Esperé por ella, sabía si esta vez no saldría corriendo como la última vez, amaba su trabajo y este proyecto era algo importante para ella, motivo por el cual no me preocupé en buscarla. Esperé mirando a la puerta de entrada y ahí estaba. Llegó y se sentó cerca de Moncada. Comenzó la reunión para discutir la propuesta que traíamos a Diego. Había preparado mi portafolio con los lineamientos para poner en práctica diseños exclusivos de moda a la vanguardia y que puedan ser adquiridos por compradoras simples, como mujeres que se dedican a labores cotidianas, la docente, la trabajadora de limpieza, la ama de casa, la deportista, entre tantas... donde la belleza física no supere su belleza interior. Al terminar de poner mis argumentos con muchos detalles y dedicación, los invitados aplaudieron como signo de aceptación, pero la última palabra la tenía el alto accionista Diego, quien con una mirada molesta y profunda no dejó de intimidarme en ningún momento y tomó un bolígrafo en su mano y tocando la mesa de forma repetida tomó un sorbo del vaso de agua y respondió.
—Perfecto, Moncada... Siempre terminas con vencerme con lo que propones, pero esta vez no estoy de acuerdo; justo ayer estuve detallando la propuesta de tu competencia DisexLaura.C.A y he decidido quedarme con ellos.
Me sentí impotente y llena de rabia; quería gritarle que es un completo idiota. Había trabajado tantos meses en este proyecto de mi vida. Me levanté activa y salí rápidamente del salón de conferencias. De reojos pude sentir la mirada penetrante de Diego y escuché su voz con un fuerte tono decir: —... ¡LINDAA, espera, aún no he terminado contigo! Lo ignoro y continúo caminando. Me dirijo a bajar las escaleras, tengo un nudo en la garganta, mis ojos llorosos del furor; voy descendiendo las escaleras apresuradamente, aunque se me complica bajarlas con los tacones; me los quito y bajo ligeramente.
Escucho cómo Diego cierra la puerta reciamente, puedo decir que viene detrás de mí; no quiero que me alcance. Llegué a la salida, y me perdí en medio de la multitud de personas que van y viene trascurriendo la gran avenida Bolívar de la ciudad. Me escondo y de lejos puedo observarlo como luce su rostro desesperado por encontrarme; se afloja la corbata y algunos botones de su camisa, camina a paso rápido de aquí para allá, pero no sabe hacia a donde dirigirse.
Es así como, lo observo entrar rápidamente al edificio donde se ubica su corporación. Se dirige a la sala de conferencias, con una inquietud que sobrepasa su carácter dominante, ante todos sus trabajadores. Entro y pregunto. —Moncada... ¿Dónde está? —y Nancy le contesta, mientras deja caer la carpeta que lleva en sus brazos. Estaba muy asustada; algo le estaba pasando a su jefe que ellos no logran entender.
Ella está en su oficina, jefe, —le contesta tartamudeando y cortando las palabras. - Gracias, Nancy Y se dirige hacia su oficina por un largo corredor con grandes ventanales al lado derecho. Todo está en silencio; solo se escucha el taconear de sus zapatos de vestir que se dirigen hacia la oficina donde está Moncada. Abrió la puerta y entró. - Cálmate ya, Diego... Jamás te había visto así de furioso. - Respiró profundo, mientras está apostada en una de las ventanas, la brisa fresca mueve un poco su cabello recogido en una pequeña dona, enciende un cigarrillo y le mencionó:
—Así que eres tú el hombre misterioso del que Linda jamás ha querido hablar. Le dijo en un tono sarcástico. —¿Qué tanto sabes de ella...? Dime dónde vive, está casada, dime todo sobre ella —le contradice Diego, desesperado. - Ella le comenta nuevamente. - Mientras voltea y se dirige hacia el escritorio y toma asiento, insiste en que, si no se calma, no podrá contar nada: —Si te tranquilizas, platicaré contigo, además...
Te contaré todo, pero antes tendrás que cambiar de opinión sobre la propuesta que te planteé hace rato. — Se sonríe un poco y continua. —Creo que debes reconsiderar tu punto de vista y aceptar mi propuesta —le dice en un tono relajado, aun fumando el cigarrillo, el humo de este invade parte del lugar... Él se dirige hacia una pequeña mesa y se sirve un trago de licor, el cual sorbió de un solo trago, sirve nuevamente otro y le lleva una copa a Moncada. Se dirige hacia una ventana y procede a escuchar con atención lo que Moncada le comienza a contar, con detalles...
Mientras eso sucede en la oficina, me dirigí a la estación del tren. Caminé lo más rápido posible, empujando a las personas que no terminan de caminar rápido. —Ellos no tienen los problemas que yo, —pienso mientras camino, y por fin tomé el metro. Transité dentro del metro para alejarme todo lo posible de la puerta por donde entraba. Me senté, y en ese momento sentí un gran alivio en mi corazón; ya el palpitar era menos intenso.
Pedí la parada justo frente al aeropuerto y ya en 3 horas de vuelo estaba en mi país. Llame a Sol, le conté todo lo que pasó y el reencuentro y ella solo me sugiere, vaya a casa de mi madre, eso hice, es más, ya lo había pensado durante el vuelo. Tomé un taxi directo a casa. Sería un largo viaje de 4 horas más. Estaba exhausta... cansada. No podía estar tranquila hasta estar segura en casa y luego planificar con mamá qué hacer.
Llegué a eso de las 5 de la tarde, nos detenemos en un semáforo, y justo al lado también se detiene un coche, bajo el vidrio, y para mi mayor sorpresa era Oscar. Me impresioné tanto al verlo y él ni se diga: —Holaaaaa, estás llegando al pueblo, —pregunto. — De inmediato le respondí antes de que cambiara la luz del semáforo, —Hola, que sorpresa, Oscar, tú aquí... sí, estoy de pasada, pero... ¿Qué haces aquí? Pregunté curiosa, y solo escuché su respuesta: —Hace poco celebramos en el pueblo la boda de Jeremías. Me quedé callada por solo segundos. —Jeremías está aquí —exclamó algo nerviosa. — Si aún no sale de luna de miel, En eso cambió la luz y el taxi continuó su camino a casa. Solo escuché a Oscar gritar... —Pasaré a saludarte linda...
Mis manos comenzaron a sudar y mi corazón comenzó a latir en tan solo pensar que Jeremías estaba en el pueblo. El taxi cruzó la vereda para dejarme justo frente a mi casa, pero, desde lejos, observo a un niño jugando pelota con alguien, y no distingo quién es. El taxi corre poco a poco y para justo donde le indico. Me quedé sentada por unos segundos observando. Era mi pequeño hijo jugando con un completo desconocido; no podía distinguirlo, estaba de espaldas hacia mí. Bajo del coche y de inmediato el niño al verme llegar exclama, —Mami, llegaste.
Mientras corre hacia mí, para abrasarme fuerte, lo abrace y en eso volteó a ver de quién se trata y era él. Estaba aquí, pero ¿Cómo llegó antes que yo? —Mamá, la abuela no avisó que vendrías, nos diste una sorpresa... Indago, mi pequeño hijo. - Le contesté; —Sí, hijo, era una sorpresa, ¿y este señor?... Que te he dicho de no hablar con extraños: —No es un extraño, mamá... La abuela nos dio permiso, además se llama como yo Diego. - Y lo observa con una gran emoción que sale de su corazón, —Voy a buscar a Marcos para decirle que estás aquí; la abuela prepara deliciosos ponqués. Y salió corriendo hacia la casa gritando: —Marcos, llegó mami.
Diego, Soltó el bate y se fue acercando lentamente. Mis manos tiemblan y no sé qué decir; el corazón parece salir por mi boca, solo pude decirle que: —¿Qué haces aquí, ¿Cómo me encontraste? —pregunté... - Perdón, Linda, por todo lo que pasó en la oficina. Estaba molesto, el verte ahí como si nada, después de todo lo que pasó entre los dos... No sabía cómo actuar, solo hasta ahora entiendo porque te alejaste de mí sin decir nada.
Pero, solo pude responder: —Aléjate de nosotros, por favor, —con la voz aún temblorosa y algo de furia. —No permitiré que me alejes de ellos, —murmuré con un tono de voz alto y serio, una forma de intimidar a Diego.
—No lo haré, no vine aquí a llevármelos, aunque son míos también... Solo quería conocerlos. Sabía que vendrías aquí, —me contestó.
—Ya los conoces... Ahora vete, no debes estar aquí, yo estoy casada y mi esposo es quien cuida de mis hijos. Exponiendo esa mentira y logrando que él creyera y se fuera lo más pronto posible, y continúo diciéndole: —En este momento ya puedes irte... — ¿Puedes? — Le repito ya bastante molesto, pero él insiste: —Linda, no me iré a ningún lado sin ti y mis hijos...
—En eso se aparece mamá y el pequeño Marco corre abrazarme. _ Mami estas aquí... que alegría, ahora si podemos pasar —Pregunta muy animado y feliz de verme. —Ya la abuela tiene la mesa servida, señor Diego, —le indicó al señor que apenas conoce: —No, hijo, él ya se va, —respondí algo rabiosa, pero mamá se acerca y dice: —Basta, Linda, ya lo sé todo, él no tiene la culpa, déjalo entrar... Usted tiene mucho de qué hablar, hija, pide a su hija. - Hazlo por los niños...- Me explica de modo que pueda convencerme, mientras uno de los niños me toma por la mano y el otro a Diego. - Si si si mami déjalo entrar es una buena persona porfa porfa...- Diego se sonríe y me mira a los ojos con ese brillo en sus pupilas, recordándome la primera vez que lo vi en la playa. Se acercó a mí y con su mano limpió una lágrima que corre sutilmente por mi mejilla y me sonrío. Nos tomamos todos de la mano y entramos a casa a disfrutar de una bebida fría y ricos ponqués...
Un rato después, nos quedamos en la mesa del comedor solos él y yo.
L: —Puedo preguntarte algo... —Le curiosee. ¿Por qué usaste el nombre de Marcos aquella noche que te conocí? —Respondió con una sonrisa, mientras merienda un poco más del rico de ponqué.
D: —Es el nombre de mi padre... - Y continúa comiendo...
L: —Creo que te debo una explicación, Diego...
D: —No... no digas nada... —Suspiro, —Acabas de darme el mejor regalo de mi vida. Acercó su cara a mi cara y respiré su fresco liento, erizando todos los bellos de mi cuerpo; cerré mis ojos y me dejé llevar por sus delicados brazos que me abrazan, mientras estampó un largo beso en mis labios rojos.
De repente, dejó de besarme y me dijo al oído; —¿Podemos intentarlo de nuevo? ... Solo quiero estar contigo.
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Jeremias:
Ya dispuesto a dejar el pueblo e ir a disfrutar de la de miel, no he podido concentrarme en arreglar todo el equipaje. Con ayuda de Oscar logré salir de casa. Tenía que verla. Salió en el coche, me detuve un momento en la vieja casa de la abuela, tomé una de esas rosas que a ella tanto le gustaban y luego continué hasta llegar a su casa. Caminé paso rápido, debía entrar por la puerta de atrás como en los viejos tiempos; tenía que verla y hablar con ella; debía escucharme. Esos pensamientos pasaban por mi mente en todo el camino. Legue y antes de abrir la puerta por el patio de otras, observe por la ventana... y ahí estaba ella, sentada en su sobre, pero no estaba sola; alguien la besaba muy apasionado y ella no hacía nada para detenerlo. Parecía feliz entre sus brazos. Deje caer la rosa. Gire para no seguir viendo esa escena que me partió al alma, lleve mis manos a la cabeza y ale mis cabellos, mientras me deslizo por la pared de espalda, hasta quedar cabizbajo en el piso. No pude evitar llorar por la rabia e impotencia de haber sido un cobarde y perder el amor de mi vida. Quería gritar, pero no era una opción que ella supiera que estaba ahí. Me levanté sigilosamente, caminé y crucé la calle y me alejé rápidamente, sollozando y limpiando mis lágrimas, de tal forma que ellos no se percataron que estuve ahí.
Llegué nuevamente frente a la casa de la abuela, subí al coche y me dije a mí mismo, después de respirar profundo...
Encendió el coche y mencionó con una voz débil y romántica, mientras suena una melodía en la radio del coche.
No te prometo una estrella fugaz.
Menos aquello que no pueda darte
Lo único que yo puedo regalarte
Es una vida para recordar.
Tengo una dosis de amor para conquistarte
Mil besos en mi cama
Para darte...
Esta historia no termina aquí, Montenegro...
Continuara...
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Me despertó una chica de la oficina del pequeño aeropuerto, e indica que ya está despejado el cielo y ya es hora de salir... Estuve sonando e imaginando toda esa historia absurda de amor y pasión, recogí la maleta y guardé el libro y continué mi camino hacia el avión, pero de pronto me detuve justo antes de salir. Había llegado a mi memoria parte de lo soñado; seguramente era una intuición de mujer y tomé una decisión brusca o, tal vez, la menos acertada y me regresé. Creo que lo mejor para mí era continuar mis estudios; total, tenía tiempo sin saber de Jeremías, él no había manifiesto interés en estar al tanto de mí.
A veces nos quedamos atrapados en nuestras decisiones.
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