5. Vértigo
Disfruten el capítulo.
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—Mi madre tiene la absurda idea de que solo me alimento de chatarra.
—Y ¿No es así? —sonrió Renata del otro extremo de la mesa.
—No claro que no —Ana observó con repulsión las verduras que su madre le había preparado antes de que se fuera al departamento—, a veces también como esto en sopa —señalando el recipiente.
—Amiga, la sopa instantánea con salsa de botella no es precisamente la mejor comida para desayunar.
—¡Pero sabe deliciosa!
—Deberías alimentarte más sano, me gusta salir a comer hamburguesas contigo, pero no todos los días.
—Okay, okay trataré de comer esto —hizo un mohín de asco cuando intento meter el cubierto en la boca. No era su comida favorita pero tenía que comérselo porque si no lo hacía, una vez dentro del refrigerador quién sabe cuándo lo volvería a sacar pero para vertirlo a la basura.
Observó a Renata concentrada en su laptop, le dió interés en saber que hacía, era la primera vez en lo que iba de su estadía que la observaba haciendo algo que no fuera dormir o salir a la calle, entonces ya era un avance.
—¿Qué haces? —se levantó para ir a su lado.
—Cosas de Andino. Tengo que entregar esto y no me queda mucho tiempo.
—¿Pense que te habían dado vacaciones?
—Y las tuve, luego pedí un permiso para trabajar un tiempo en casa pero mi jefe ya me quiere de vuelta.
—Pues… deberías volver a tus obligaciones.
—Si.
—Tampoco has ido a la universidad. No puedes seguir fingiendo estar enferma luego de que tú profesora te viera en ese bar.
—Lo sé —se ruborizó al recordarlo.
—Ni tampoco faltar a tus entrenamientos…
—¡Ya lo sé! —suspiró agotada. Dejó a un lado la laptop para ir a sentarse al sofá—. Es sólo que en este punto de mi vida, ya no se lo que busco.
—Oh, amiga —se sentó a su lado—. Se lo difícil que se te ha hecho todo —la abrazó—. Pero deberías intentar volver a ser la misma Renata, la chica cariñosa, extrovertida y más persistente que conozco.
Ante lo mencionado, Renata dejó salir una sonrisa apenas visible. Había mucha razón en lo que dijo su amiga, se dejó llevar en algunos lapsos de su vida a la persona que fue, la que sabía lo que quería y se esforzaba hasta conseguirlo, el amor y compromiso que le ponía a las cosas y personas. Pero este último, estaba tan vulnerable que no sabía como sobrellevarlo.
—Lo siento pero no.
—¿Cómo?
—Es fácil decirlo, pero lo cierto es que ni siquiera se si quiero volver a ser así —habló con enojo—. Por mucho tiempo intenté ser la chica correcta, responsable, luché por obtener lo que deseaba. Y que obtuve; la chica que soñé en preparatoria se casó con otro y ahora tienen un bebé, mi madre se volvió loca eh intentó secuestrarme para internarme en vaya a saber donde y por si fuera poco, la que me enamoró, sólo me necesitaba para obtener beneficios por una venganza.
—No tienes que ser tan dura, no sabes cómo se dieron las cosas.
—Oh, ¡Por supuesto que sí! Mentiras, mentiras por todos lados es lo que oigo. Ya me cansé que siempre se andén burlando de mí —manoteaba al aire mientras dejaba salir su exasperación, hasta calmarse y se volvió a sentar—. Sin importar lo que haga siempre consigo eso, mentiras… —suspiró resignada.
—Tienes razón, pero nadie merece ser infeliz y cerrarse a sus deseos y sueños por culpa de terceros. Aún tienes mucho porque luchar, por vivir. Sí es verdad, cometieron errores, pero ¡Venga que todos somos humanos! nadie es perfecto eh intentamos ser la mejor versión de nosotros —sonrió animándola—. Incluso esa pelinegra enojona que tuviste como novia cambio tanto. Tú misma te diste cuenta de ello —se acercó a su amiga—, te seré franca, Silvana no me parece mala mujer, sí es cierto que te mintió, pero el cambio que ambas dieron, la conexión que fluyó entre ustedes ¡Dios, era hermoso! Qué ahora me parece impensable que te la pases en fiestas conquistando y acostándote con…
—¡Wowow…! Espera un momento, aclaremos algo ¿Sí? No me he acostado con nadie.
—¿No? —preguntó incrédula.
—No
—Perdona, creí bueno tú sabes, te he visto con algunas chicas, uno que otro beso...
—Pues es lo único que les permito. No me interesa tener ese tipo de acercamiento con nadie.
—Bueno me dejas tranquila. Oh, quién sabe cómo reaccionaría Silvana si se enterará que le pusiste los cuernos...
—¡Oye, oye, oye! Yo no le debo nada a ella —fue a la cocina por algo de beber—. No me interesa si se molesta, le dejé muy en claro que se acabó.
—Lo decía de broma —sonrío cuando Renata viró los ojos—. ¿Y de verdad se acabó? —la observó desde el sofá arqueando la ceja. La rubia intentó atacar pero no supo que decir.
—Mira como sea, de todas formas tengo cosas más importantes por hacer que pensar en… en ella —habló con un gesto casi infantil pareciendole divertido a su amiga—. Además, no sé porque la defiendes, si tanto arrepentimiento "dicen todos que tiene", porque no viene a intentar que la perdone, sólo es pura palabrería.
La discusión acabó cuando escucharon el timbre sonar, Ana se levantó a abrir la puerta mientras Renata seguía en la cocina buscando cosas del refrigerador para hacerse un emparedado.
—Aún no termina nuestra conversación Renatitaaa…—extendió la última vocal al ver por el mirador que se trataba de una pelinegra en particular— ¡aaaahhh!
—¿Qué sucede? —asomó el rostro por el arco que dividía la cocina de la sala.
—Afuera… Alta... Traje… Sexi... Cabello negro…
—¿Qué? ¿Podrías ser más específica?
Aspiró profundo. —¡Tú mujer! Silvana Kofmant.
El corazón se le aceleró como loco tan sólo escuchar el nombre, hacía más de un mes que no se veían y justo ese día en que Ana y ella decidían hablar de la bendita mujer, se aparecía.
¿Es que acaso, que querían verla arder?
El timbre volvió a sonar, sólo para hacer reaccionar a ambas.
—¿Qué hago? —volvió a preguntar Ana.
—¡Cierra! Digo, ¡No abras! —caminó hasta estar cerca de ella.
—¿¡Qué dices!? ¿Porqué? —le pareció divertida la situación—. Mejor abrimos y vemos que quiere.
—No, Ana, ¡Ni se te ocurra!
Antes de que dijera algo más, Ana giró el picaporte apenas dandole tiempo a Renata de esconderse detrás de la puerta.
—Silvana, hola ¿Qué sorpresa? —saludo con un gesto exageradamente amistoso.
—Buen día, Ana. ¿Está Renata en casa? —habló con firmeza.
—¡Ah! ¿Quién?
—Renata.
—Oh cierto, lo siento —golpeo su frente con la mano—, es que a veces olvidó los nombres.
—¿Esta? —volvió a preguntar con extrañeza.
Ana le dió una vista rápida a su amiga quién le hacía señas exageradas suplicándole que dijera que no.
—Si… —habló de golpe y observó a la rubia fruncir el ceño, lo que le pareció divertido—, es verdad que vive aquí, pero ahora no… no se encuentra, salió.
—Cierto, debe estar en clase.
—Eh… sí, ¡Así es! Ella se encuentra en clase y yo… uff ya debería de alistarme para la mía. ¡Rayos ya es muy tarde!
—De acuerdo —comprendió que debía irse, dió un paso atrás para salir—. Cuando regrese, ¿Podrías comentarle que vine a buscarla? Por favor.
—¡Por supuesto! yo le digo a mi amiga que tú veniste a buscarla —se le ocurrió una idea—, tal vez más tarde quieras venir a darte una vuelta para ver si ya volvió.
—Te agradezco —asintió por la invitación y se despidió, Ana no dejaba de mostrar una alegré sonrisa que duró hasta terminar de cerrar la puerta una vez haberse ido la pelinegra de ahí.
Sonrió hacia su amiga mientras ella la veía con ojos de querer asesinarla.
—¿Qué? —preguntó con inocencia.
—¿Te han dicho que eres increíble?
—mmm… sí, muy seguido.
—¿Si? ¡Pero increíblemente metiche!
—jajaja… hay Renatita, vamos que fue divertido.
—Mira mejor ya no digas nada. Será mejor que me vaya —abrió su mochila y metió la laptop.
—¿A donde?
—A Andino, al menos ahí estaré lejos de tus locuras.
—jajaja, no exageres, lo siento. Pero tal vez sea bueno que hablen de una buena vez.
—No quiero —tomó sus cosas—, y si llega a venir dile que no espere, que no voy a llegar temprano.
—Ah… Okay —habló con resignación—. En donde estarás para ir por…
—No necesito que tú o Alondra se encarguen de mí. Yo vendré por mi cuenta, ¿De acuerdo?
No la dejo terminar de responder, salió de inmediato del departamento.
***
—Entonces ¿No la encontraste? —preguntó Mónica del otro lado del escritorio.
—No, pero no importa más tarde iré a buscarla.
—Tal vez debas darle tiempo, al menos ya sabe que la buscarás.
—Si, pero no quiero seguir esperando, en serio que me hace falta su presencia. Quiero recuperarla.
—Me gusta esa actitud prima —sonrió entusiasmada —, pero... Tú y yo quedamos en algo ¿Lo recuerdas?
Silvana arqueó la ceja, sin saber a qué se refería.
—A salir esta noche para celebrar.
—Ah, no Mónica no…
—¡Alto ahí! Me prometiste salir a donde yo quisiera. Además, no vamos solas, Mario nos acompañará.
—Pero Mónica...
—Sin pero's prima, tú quedaste en algo.
—¡Ash! Esta bien, pero antes de ir quiero pasar a ver a Renata.
—Buen intento para escapar, pero no. La buscarás mañana. ¿De acuerdo?
No le quedó más remedio que aceptar.
…
***
Al día siguiente…
Los rayos comenzaban a filtrarse de entre las persianas apuntando directo a la cama matrimonial.
La rubia intentó cubrir su rostro con el cobertor pero apenas intentarlo desistió por el tremendo dolor de cabeza que tenía.
Volvió a cerrar los ojos y seguir durmiendo cómodamente en su cama.
¿Su cama? —se preguntó.
Diez segundos fueron suficientes para despertar de golpe volteando a todos lados sin importar la terrible jaqueca que se cargaba en ese momento. Y lo hizo sólo para darse cuenta de que en efecto, esa no era su cama, ni mucho menos, la habitación de Ana.
Era un cuarto de hotel.
Su cuerpo desnudo apenas cubierto por una bata de seda le causó vértigo y un nudo en el estómago se le formó tan solo imaginarse el escenario en el que estaba.
¡No, no, no! Por favor, dime qué no la eh regado —hablaba preocupada, se levantó de la cama para buscar sus prendas y salir lo más rápido posible de ahí.
¡Mierda Renata! ¡Te pasaste está vez! —se decía una y mil veces.
Apenas había encontrado su ropa cuando alguien llamó a la puerta. Tragó saliva, pensó que lo mejor sería no responder, ignorarla y esperar a que la mujer entendiera que no quería nada de ella. Después de todo, ¡Ya lo había obtenido! ¿No? —Pensó.
—¡Carajo! —renegó cuando volvieron a insistir. Furiosa con ella misma, se levantó y fue directo a la puerta sólo para correr a la chica aún si no sabía ni su nombre.
Porque era verdad...
Ni siquiera recordaba como había llegado ahí.
…
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Nos leemos luego.
😶😶😶
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