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29. Sentimientos a flote

El último de la semana.

Disfruten mucho el capítulo y próximamente avisaré cuando subiré los demás.

Este episodio transcurre luego de que Renata y Alondra salieran de Industrias Kofmant trás descubrir a Silvana con Rodrigo Olivares.
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Una de las cosas mas tristes de la vida es conocer a esa persona que sin saber como, de pronto significa todo. Manifestandolo con el más puro interés del corazón.

Te aferras con locura a ese sentimiento pensando que podrías provocar el mismo efecto, no siempre resultando ser así.

No es cuestión de tiempo, sino de conexión.

Al final del día, te das cuenta que no era para ti, y si de verdad te importa su felicidad, ante todas las cosas lo que resta es dejarla ir.

Porque, por más que creas eso cambiará, la única que saldrá lastimada eres tú.

Alondra lo comprendió, no obstante seguía siendo difícil afrontarlo.

Renata la tomó de las mejillas, se acercó con necesidad a su rostro aproximándose al inicio de sus labios.

—No quiero mentiras, Alo —susurró la rubia, luego de haber cedido a lo que la Chef minutos atrás le mencionó.

Con esa palabras comprendió, que jamás haría algo que la hiciera sufrir. Ni tampoco se lastimaria ella misma, obligando a una persona a quererla como tanto lo deseaba.

Ella no sería así.

—No —dió un paso atrás. Renata la vió extrañada y al mismo tiempo aliviada.

¡Por Dios! ¿Es acaso que pensaba besar a Alondra? Se dijo para si.

No, en realidad no estaba pensando las cosas.

—Perdón, Alo. No, no era mi intención —habló apenada.

—No te disculpes, por favor —le tomó la mano—. Más al contrario, lamento mucho haber actuado así.

—Como sea, podemos olvidarlo —intentó mostrar desinterés al asunto.

—Renata… —¿Qué debería decir? Pensó.

—Descuida.

No podía seguir guardando más aquel secreto que desde el primer momento le causó pesar. Había dado su palabra a la pelinegra para proteger a Renata pero…

No podía hacerlo de esa manera.

—Silvana te necesita —mencionó de golpe. Y esperó a que Renata la mirara para decirle lo demás.

—¿Qué… dices?

Le pidió tomará asiento mientras le contaba lo que necesitaba saber.

No tenía tanta noción de los hechos pero lo que terminó por dejarle en claro que debía hacerlo es la pequeña conversación que tuvo con Mónica en el elevador cuando fue a buscar a la rubia a las oficinas de Industrias Kofmant.

"…

—Alondra, quisiera decirte que yo…

—Dejame en paz, por favor —soltó de golpe, seguía molesta por la situación en que la habían colocado.

A Mónica le dolía escuchar su desprecio. Pero era necesario hacerle saber que era lo que en verdad ocurría.

—¿De verdad harás lo que te pidió Silvana?

—… —no respondió. Más al contrario la ignoró.

Las puertas del elevador se abrieron, Alondra se disponía a salir cuando Mónica la tomó con brusquedad atrayendola de vuelta frente a ella.

—¿Es enserio que me dejarás de hablar por una estupidez?

—No compliques las cosas —apenas respondió. Le tomó por sorpresa su reacción y la cercanía con la que tenía a la morena—. Tú, bien sabes porque lo hago.

—Eres tan cabeza dura como la mujer que tengo como prima.

Alondra frunció el ceño. Intentó apartar a Mónica pero se lo impidió.

—Me escucharás y más te vale sea por las buenas —aprisionó su cuerpo al suyo. Las puertas del elevador cerraron de nuevo—. Silvana hace todo eso porque su madre... la está obligando.

Explicate —se interesó.

—La obliga a casarse con alguien, a cambio de la donación.

—…

…"

Después de escuchar eso. Su mente se limitaba únicamente a pensar en lo estaría sintiendo Silvana trás romper todo lazo con la mujer que amaba.

Y eso la dejaba en una posición poco leal, porque si alguna vez pensó en enfrentarse con Silvana para el amor de la rubia, le hubiera gustado que fuera de la forma más justa posible.

No tomando ventaja dada su situación actual.

—¡¿Qué?! —espetó Renata luego de escuchar lo que Alondra le contó—.  ¡La están obligando a hacerlo!

—Si, y no te alteres. Ella sólo quería lo mejor para ti. Incluso me pidió que te entregara esta carta en su debido momento pero las cosas no salieron como pensaba.

—¡¿Cómo no quieres que me altere?! La mujer más importante en mi vida se encuentra acorralada. Ahora entiendo muchas cosas; sus estados de ánimo de los últimos días, su estrés excesivo y el insomnio que sabía bien ocultaba —se levantó del sofá, no podía creerlo.

Lejos de sentirse molesta por no haber confíado en ella, sabía bien porque hizo lo que hizo.

Para Silvana, lo más importante que atesoraba era su familia. Su hermano.

Más que su amor, más que su propia felicidad. Nada podía compararse con el afecto de la persona que cuidó, protegió y amo desde la primera vez que lo tuvo en brazos.

Silvana adoraba a su hermano y por sobre todas las cosas, haría lo que fuera para salvarlo.

—No puedo creer que esa mujer no tenga corazón —refiriendosé a Silvina Deltho.

—No creo que solo sea obra de ella, está el hombre también, el tal Rodrigo Olivares, a quien me recuerda haberlo visto en Andino.

—Ni me lo recuerdes —dijó molesta—. Ese tipo supo manipular bien la situación, jamás me di cuenta lo que ocurría o sus intereses por Silvana.

—…

—Como sea, necesito ir y buscar a Silvana. Hacerle saber que se todo y que la ayudaré en lo que necesite aunque ahora luego de lo que me dijiste tenga unos enormes deseos de golpearla por el susto que me dió.

Alondra prefirió no decir nada. Era verdad lo que decían de mantenerse al margen ante una mujer severamente molesta y con Renata no sería la excepción.

...

Media hora después, salieron del departamento con rumbo al edificio donde vivía la rubia. Y para sorpresa de ambas en el estacionamiento encontró a Mónica esperando el ascensor.

—Mónica ¿Qué haces aquí?

—Ah… —intentó buscar una respuesta adecuada, pero Renata se lo impidió.

—Ahorrate los pretextos, ya sé la verdad —habló firme.

Mónica le dió una vista rápida a la Chef, quién le hizo señas de ser cierto.

Suspiró resignada.

—Vine a buscarte para… hablar contigo, pero me alegra escuchar que ya lo sabes.

—Si, aún me siento terrible luego de lo que me hicieron pasar pero al menos se que no fue real. Ahora necesito verla, —observó el ascensor—. No creo que se encuentre aquí, lo más probable es que haya ido al hospital —sugirió la rubia—. Vayamos cuanto antes.

Renata iba a subir al auto pero Mónica se lo impidió.

—Alto ahí. Se que deseas verla, pero necesitas saber todo para no cometer un error.

Se detuvo en seco. —Te… escucho.

Sin preámbulos, Mónica les informo a las mujeres lo que había descubierto respecto al tipo llamado Olivares. Luego de mandar a investigarlo por cuenta propia trás el fraude del proyecto al que Industrias Kofmant tuvo que pagar varios millones, descubrió algunas trabas que realizó en la vida personal de ellas.

—¡¿Me estás diciendo que él fue quien envío los anónimos?!

—No sólo eso. Se encargó de provocar el fraude en nuestra empresa, tengo entendido que en aquella ocasión le pidió a Silvana matrimonio algo que por supuesto rechazo. Creímos que todo quedaría ahí. No obstante, mi investigador siguió trabajando y ahora tengo la certeza que es un maldito loco manipulador.

—…

—Él se encargó de contactar a Silvina, la convenció de venir aquí a "ayudarles" algo que porsupuesto venía con un precio que estuvo dispuesto a pagar.

—¿Qué demonios le ocurre a ese hombre? Está obsesionado con Silvana.

—Ah… yo diría que es demasiado arrogante, ninguna mujer le ha dicho no y bueno Silvana...

—No digas más, siento que me va a explotar la cabeza —suspiró agotada—. ¿Qué podemos hacer ahora?

Mónica les explicó que debían guardar distancia, según los datos del investigador a Silvana la estaban vigilando sin siquiera darse cuenta.

Aquello puso en alerta a las mujeres, pues era más grave de lo que se veía.

—Creo que se quiere asegurar que de verdad se encuentren distanciadas. Silvana es algo impulsiva y no le he dicho lo de la vigilancia.

—¿Qué se puede hacer entonces?

Decidieron ir a un sitio más adecuado para pensar lo que harían.

***

—¿Crees que acceda? —preguntó Alondra en medio de la discusión. Tenían poco tiempo de haber llegado al departamento de Ana.

—No perdemos nada intentándolo —respondió Renata—. Parece buena persona.

—Pues necesitamos que sea pronto. No nos queda mucho tiempo —habló Mónica con preocupación—. Tenemos una boda de por medio.

—Entonces mañana a primera hora necesitamos viajar —completó Ana, sirviendo un par de tazas con té.

Un día después

El viaje concluyó sin demora alguna, para la mañana ya se encontraban de vuelta en la ciudad.

Habían llegado al departamento de Ana.

—Hicimos lo mejor que pudimos. Dependerá de la decisión que tome —expresó su amiga animando a Renata.

—Solo espero lo haga pronto —pensando en las futuras consecuencias y los anhelos hacia Silvana de no cometer tal locura.

En la cocina, Mónica concluyó la llamada, no le agrado lo que le informaron y tampoco sabía que pensar.

—Ah… Renata, puedes venir un segundo.

La rubia la vió inquieta, dejó a Alondra y Ana en la sala para dirigirse a donde Mónica estaba.

A lo lejos, la Chef observó de reojo los gestos y movimientos que hacían en su plática.

—Ese maldito, ¿Es real lo que me estás diciendo? —preguntó molesta la rubia, ya estaba arta de los desplantes de Olivares.

—Por desgracia si. La boda se realizará mañana, puedo decir que apenas tenemos tiempo. Mis abogados están trabajando en la orden para enjuiciar a Rodrigo por el fraude, al fin dimos con los involucrados.

—Necesitamos ser discretas, debemos avisar a Silvana pero sin levantar sospechas.

—Esto será difícil.

***

Mismo día por la tarde.
Club Privado "The Bronx"

A lo largo de su joven vida, había realizado tantas locuras tanto por diversión o necesidad. Muchas de ellas influenciadas por terceros quienes la incitaban a realizarlas pese a las negativas de querer hacerlo.

Llámese prostituta, mujer de la vida galante, cazafortunas como alguna vez se lo dijeron. Lo cierto es, que por extraño que pareciera había caído en la misma situación en la que la conoció.

Una seducción.

Tomó un respiro antes de subir a la tarima. Su corazón latía a mil por hora pues no sabía lo que le aguardaba.

La pelinegra desconocía de quién se trataba y por ese lado se sentía inquieta a la reacción que pudiera surgir.

La música comenzó a sonar. Con nerviosismo, se ubicó en el sitio indicado para dar inicio al baile que estaba segura sería algo que jamás en su vida olvidaría.

El tiempo transcurrió y lo único que tenía en mente era terminar al menos hasta que la persona que custodiaba el evento se retirará.

Se dejó llevar por un momento, quizá hasta convencer al guardia de su excelente trabajo. Lo vio salir de la sala privada por la puerta trasera del lugar.

Suspiró aliviada, justo cuando quería ir hacia Silvana, su voz la detuvo.

—No, no lo hagas más por favor —escuchó decir a la pelinegra en medio de un llanto desgarrador, lloraba con soltura, jamás la había visto de tal forma y le dolía todo lo que sentía.

—No me mal entiendas —continuó diciendo—. Eres hermosa, pero no eres ella —la escuchó hablar en medio del llanto—. La mujer que más amo. Por favor, déjame ir, e intentar olvidarme de lo que acaba de suceder.

Se detuvo y observó a la pelinegra que lloraba cubriendo su rostro con la mano que tenía libre.

Su corazón se enternecio por la actitud de Silvana.

Notó que sufría y eso la hizo sentir de igual forma miserable.

Porque ella sentía lo mismo, dolor.

Se colocó la blusa de vuelta. Descendió del escenario hasta quedar frente a ella. Acarició su mejilla y sólo entonces permitió que la mirará a los ojos para decirle que no tenía porque preocuparse.

Nunca volvería a enfrentarse sola.

—Siempre que me necesites, estaré para ti —habló con cariño a Silvana.

Las máscaras habían caído, la mujer levantó el mentón de aquella pelinegra que lloraba culposa de lo acontecido.

Y sólo al hacer contacto con ella, todo fue discipado.

—Tú... —mencionó con sorpresa Silvana al observar a la figura femenina que tenía de frente.

—Mi hermosa, princesa —Renata esbozó una tierna sonrisa al ver por fin a la pelinegra.

"...

Momentos atrás

—Están dementes si piensan que haré algo como eso.

—Tienes que hacerlo, a menos que permitas a otra mujer hacerlo por ti.

Eso puso en alerta a la rubia.

—¿Y como se supone que entraremos?

—Eso déjamelo a mi, por suerte mi padre es amigo del dueño, no será difícil convencerlo de cambiar a la bailarina del evento privado —completó Ana con demasiado humor.

—De verdad, no sé cómo es que me meto en estos líos —habló Renata causando humor entre las demás.

…"

—Re… —Silvana no pudo emitir palabra alguna. Al contrario de eso, la emoción que surgió la hizo abrazar su cuerpo y soltar de vuelta en llanto.

Pero a diferencia de las anteriores, está vez se sentía con un alivio profundo.

Renata estaba ahí, a su lado y ya no se iría de su vida nunca más.

______________________________

Puff… menos mal todo (o al menos lo que deseábamos) salió bien.

Ya solo faltan la cereza del pastel para que esos maleantes paguen sus fechorías.

Evitar (si es posible de tal forma) una boda.

Y… la más importante, salvar la vida de Mario.

Estaré informando en la semana de la siguiente actualización, no desesperen.

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Nos leemos luego.

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