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24. Ánimos

Disfruten el capítulo.

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Las puertas del elevador se abrieron en el piso del departamento. Las luces del pasillo eran tenues, y dado el escaso ajetreo de la hora, el sonido del taconeo podía ser distinguido con facilidad.

El reloj marcaba tres y media de la madrugada, si bien no era un horario que le enorgulleciera llegar, motivo por el cual fuera probable que se ganase un reprendo por Renata.

Y no había problema alguno si ocurría.

Dejó calmar su mente a medida que el licor iba descendiendo en su garganta. Tenía buen tiempo sin probar una gota de alcohol pero gracias a los acontecimientos en los últimos dias formaba la escusa perfecta para caer ante la tentación.

Dejó la copa a un costado del minibar, para luego dirigirse al dormitorio e intentar descansar.

Entró con cautela a la habitación evitando hacer cualquier clase de ruido que pudiera despertar a la rubia. Sonrió al posar la vista en la cama, Renata se encontraba dormida muy cerca del lado que suele ocupar la pelinegra. Ahí, mantenía abrazando la almohada de su novia con la misma intensidad  como si se tratara de ella.

—De seguro te quedaste esperando muy tarde —susurró con ternura, acariciando su mejilla apenas en un roce sutil.

Cubrió hasta los hombros su cuerpo para alejarla del frío. Y sin más, regresó la vista al enorme muro de cristal apreciando desde lo alto del edificio el pasar de una ciudad dormida.

¿Hasta cuándo podré ser completamente feliz contigo, amor? se dijo para si. O, es que acaso ¿Nunca podremos serlo juntas?

No encontraba solución final a todos los obstáculos en los que su relación a medida que pasaba, se fue enfrentando. Desde cuándo se enamoraron, el momento en que se descubrió todo y creyó que la había perdido, hasta el día de hoy donde ambas se mantenían como apoyo de la otra para evitar derrumbarse en la dura enfermedad por la que atravesaba Mario.

Un desafío constante al ponerse a prueba su amor de todas las maneras posibles.

Y una más estaban a punto de afrontar.

Dejó de divagar en sus pensamientos cuando sintió un par de manos envolver su cintura. Absorta en sus problemas, no se percató que Renata había despertado y cuando lo hizo observó a Silvana pensativa y levemente triste.

—Perdón, no era mi intención despertarte —mencionó la pelinegra acariciando sus manos que rodeaban su cintura, Renata tenía la barbilla puesta sobre su hombro mientras que sus brazos se aferraban a su cuerpo sin dar permiso a escapar.

—Te esperé hasta tarde —susurró Renata, observando el paisaje de la ciudad.

—Lo sé, y lo siento —giró para estar de frente a ella.

—¿Todo bien? —acarició sus mejillas.

—Si, hablamos… por muchas horas, perdí la noción del tiempo y cuando me di cuenta ya era demasiado tarde —Renata se acercó para dejar un casto beso en sus labios, llamándole la atención su aliento a alcohol en el contacto.

—¿Bebiste, amor? —se alertó.

—Soló una copa cuando llegue aquí. Creo que después de todo lo que nos ha pasado en estos últimos días sentía que necesitaba digerirlo de otra manera —sonrió para si—. Aún así, sólo fue por esta ocasión, no te preocupes.

Renata asintió, y en su lugar abrazo de vuelta a su novia con mucho más energía. Si algo había aprendido en el tiempo de convivencia, es que la pelinegra era del tipo de persona que intenta guardar las preocupaciones para ella misma evitando así, afectar a los demás. Y eso estaba demostrando con las disculpas constantes y su docilidad.

Pero más que una persona deseé mostrar una cara fuerte en medio de su sufrimiento, tarde o temprano el peso que guarda le vendría abajo hasta verlo destruido.

No quería que sucediera lo mismo con Silvana.

—Saldremos de esto, cariño —susurró para la pelinegra quién se mantenía de igual forma aferrada al contacto de Renata.

No quería presionarla al hablar, sabía lo difícil que podía volverse ello. Pero, ahora más que nunca le preocupaba lo que rondará en la mente de su novia.

—¿Sucedió algo con… Silvina? —expresó conteniendo el aliento. La pelinegra la veía inexpresiva, se tomó un instante para responder con algo tan sencillo como evasivo.

—Te importa si descansamos por esta noche —no dijo nada más.

Se acomodaron de vuelta a la cama, Renata se mantuvo cerca de su novia mimandola, llenandola de besos hasta dejarla completamente dormida.

Observó su rostro en medio de tiernas caricias. Su mirada se había suavizado al fin luego de mirarla preocupada.

No hacía falta ser un genio para inferir que aquello que su madre le pidió debía ser tan difícil de acatar dado el estado en el que llegó.

Esperaba poder hablarlo esa misma mañana, y con ello recalcarle que sea lo que fuera, la ayudaría.

***

—Mario se encuentra estable, hemos comenzado el tratamiento para antes de la operación. En cinco días a más tardar, terminaremos de prepararlo.

—De acuerdo —estaba nerviosa por preguntarlo pero necesitaba saber—. La operación se realizará en una semana. Doctor, ¿Esta completamente seguro que mi hermano se pondrá bien después de ello?

—Entiendo su preocupación señorita Kofmant, Mario es un joven fuerte. No obstante siempre hay un riesgo en toda operación, le aseguro que se encuentra en las mejores manos.

—…

Salió del consultorio luego de hablar con el doctor que llevaba el caso. Se sentía bien escuchar de las noticias alentadoras para la salud de su hermano. Y esperaba que luego de su recuperación se reincorporara para verlo de nuevo feliz.

Era lo único por lo que valía la pena hacerlo.

—¿Y bien? —se acercó Mónica tras ver a Silvana llegar a la cafetería donde Renata y ella la esperaban.

—El doctor dice que todo está listo, en una semana operarán a mi hermano —tomó asiento al lado de Renata.

—Suena maravilloso, amor —besó su mejilla abrazándola por la cintura.

—Me alegra que todo pinte bien —se acercó más a la mesa—. Ahora que se está solucionando esto, podrías decirnos ¿Qué fue lo que ocurrió con Silvina? ¿Qué es lo que te pidió a cambio?

Silvana observó inexpresiva a su prima, estaba evitando todo el día aquella pregunta que ahora no tenía escapatoria.

—¿Estas bien, cariño?

—Si, descuida —sonrió para su novia y regresó la vista a Mónica, dejó un último suspiro antes de volver a hablar—. Ella quiere que le entregue el cincuenta porciento de las acciones en la compañía.

—¡¿Qué?! —expresaron por igual.

—¿Acaso es una broma? ¡Qué le ocurre a esa mujer! —mencionó su prima alterada.

—Debe de haber algo más con lo que se pueda negociar, quiero decir, se trata del patrimonio de ustedes.

—Renata tiene razón, no es cualquier cosa Silvana. Tu padre y tú se esforzaron mucho para construirlo como para que ahora venga esa mujer y piense aprovecharse.

—Aunque no quiera, tengo que hacerlo. Me importa más la vida de Mario y si así fuera, entregaría la empresa completa por él o cualquiera de mi familia —las observó con decisión.

Estaba de acuerdo con ambas, la empresa no era cualquier cosa, se trataba del sueño de su padre, aquel que con tanto esfuerzo y sacrificio sacó adelante, hasta construir lo que hoy día representaba.

Un legado que pasaría a la historia hasta el día de su muerte pero… nada importaba si no tenía al lado a las personas más importantes de su vida.

—Entiendo tú posición, amor —sujetó la mano de Silvana—. Sé que fue una decisión difícil de tomar, aún así no dejo de pensar que es algo insensato.

—Lo es.

—Será difícil lo que se avecina en la empresa, no quiero ni imaginar los problemas que tendremos cuando se realicen las modificaciones en la dirección ejecutiva.

—Aún tenemos tiempo para pensar en algo. Como lo mencionaron, ahora debemos de concentrarnos en la operación de Mario, el cual saldrá bien. 

—Así será.

Salieron del hospital, Renata fue de vuelta al trabajo en Andino, mientras que Mónica y Silvana regresaron a la empresa.

***

—Te notó distraída, ¿Sucedió algo Renata? —Alondra  tomó asiento a un costado de ella. Esa mañana Ana las había invitado a una presentación de proyectos que su grupo organizó.

—No es nada, Alo.

—No mientas. Se que estás preocupada. Acaso, ¿No confías en mí?

—No es eso —estaba agotada de seguir dándole vueltas a lo mismo en su mente, había pasado un día y notaba a Silvana triste, así que decidió contarle.

Le explicó lo que estaba ocurriendo con lo referente a Mario, gracias a la ayuda de Silvina tendría la esperanza de salvarse, pero para Silvana las cosas no estaban pintando de buena forma. Luego de hablar con su madre, su actitud comenzó a cambiar, pareciera que esa mujer robo la fortaleza que la caracteriza porque ahora no quedaba nada de eso. Aunque lo negara podía ver en sus ojos una inmensa tristeza que la invadía.

—Debe ser difícil que te quiten algo por lo que te esforzaste tanto construir —tomó la mano de su amiga dándole animos.

—Aunque lo niegue, sé que está sufriendo demasiado.

Alondra meditó mejor la situación, puede que se estuviera metiendo donde no le correspondía pero no podía quedarse de brazos cruzados observando a su amor platónico sufriendo de igual forma.

—Puede que no sea de su agrado pero podría intentar hablar con ella.

—¡¿Qué dices?! —se alarmó. Alondra no era especialmente la persona favorita de Silvana y tenía miedo que surgiera alguna situación similar a la del estacionamiento.

—Ella necesita de alguien imparcial para poder tomar una decisión, sé que la salud de su hermano es de salir importancia pero está el otro lado que nadie quiere ver. ¿Qué ocurre si su madre no cumple la parte del trato? Por lo que hablaste su madre firmara los documentos para ser parte de la empresa un día antes de la operación. No tienen la certeza que cumpla a su palabra.

—Es verdad —respondió aún preocupada.

—Tómalo de esta manera. Al menos así, podría desquitar su coraje con alguien —se rió para quitarle seriedad al asunto.

—No es nada gracioso, sabes —golpeo suavemente su brazo—. Pero esta bien, acepto que se reúnan para hablar.

Buscó entre sus contactos el número de la secretaria de presidencia y agendarle una cita a su amiga. Tratándose de Renata no habría problema para llegar a la hora que sea, pero esta vez quería hacerlo más formal.

—¿Puedes ir esta misma tarde? —preguntó a su amiga.

—Si.

—Okay —escribió un par de cosas más para luego dejar el celular en su bolsillo—. Mencioné que una amiga mía iría a hablar con la presidenta de industrias Kofmant —habló dándole dramatismo al asunto.

—Entonces me anunciaré de igual manera —siguiendole el hilo. 

Ambas rieron por el juego de palabras. Cosa que ayudó a cambiar el estado de ánimo de la rubia.

Sería una visita interesante.

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Uy, esto se pondrá bueno.

¿Será prudente la visita a su rival de amor?

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Nos leemos luego.

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