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21. Inesperado

Disfruten el capítulo.

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Renata subió a la habitación donde se hospedaban luego de que le informaran que Silvana ya se encontraba en el hotel.

Por los comentarios de la recepcionista, le dieron a entender que la pelinegra no iba con el mejor humor que deseara.

Era muy probable que haya sucedido lo que más temía. Esa mujer se habría negado a ayudarles, lo que ponía a la situación de Mario en un estado crítico.

—¡Silvana debe estar sintiéndose terrible! —mencionó.

—¿Estas segura que quieres entrar sola? —preguntó Mónica a la rubia, no sabía que esperar de su prima. Era obvio que amaba a su novia pero si se sentía tan afectada por esta situación, quién sabe de lo que podría ser capaz. —Yo, podría hablar primero con ella.

—No, descuida. Todo irá bien —habló con seguridad.

—En ese caso, buena suerte. Estaré en mi habitación si me necesitas. Okay.

—Claro, descansa.

Observó a Mónica entrar a su habitación, quedando por fin sola en el corredor de aquel piso.

Se tomó un último respiró antes de entrar. En su mente tampoco sabía que encontraría al otro lado de la puerta. Silvana podía ser una mujer increíblemente fuerte, pero está situación, precisamente la que envolvía el tema de su madre, no era algo que le gustaba enfrentar y por ende la ponía en un pésimo estado emocional.

Como fuera, no podía seguir dándole vueltas al asunto. Introdujo la tarjeta haciendo abrir la puerta principal. Observó a todas direcciones de la enorme habitación y esta se encontraba vacía, tal como se había quedado en el inicio. Decidida, avanzó hasta el dormitorio siendo ahí donde pensó, se encontraba Silvana.

Tal vez podía dejarla un tiempo a solas, pensaba Renata. Sólo que cuando lo quizó hacer, un ruido estruendoso se escuchó llamando su atención.

Sin dar tiempo a sus pensamientos, entró de inmediato al cuarto.

No era la mejor faceta que veía de Silvana, pero comprendió que era su forma de sacar el coraje guardado.

Las almohadas desfundadas, algunos objetos del propio hotel botados en el piso y eso que sonó segundos atrás se trataba de un pequeño florero de cristal que de igual forma tuvo el mismo destino que el espejo que sabía bien Renata debían pagar después.

Ni siquiera se había dado cuenta la pelinegra que no se encontraba sola, cuando quiso arrojar otro objeto a la pared intentando calmar su furia.

Le dolía saber que en el fondo su madre nunca cambio, que no las ayudaría y que por esa razón su hermano podría irse de su vida.

—¡Maldita mujer! Debía hacer algo cuando pude —se repetía una y mil veces.

—¡Te odio! —gritó exasperada, tomando al fin el objeto e intentar lanzarlo de vuelta al mismo sitio.

Pero no logró hacerlo.

Renata la abrazó por detrás aprisionando ambas manos en su cuerpo. La pelinegra seguía furiosa como si quisiera luchar por seguir manteniendo ese rencor y frustración que tenía por Silvina Deltho.

—No lo hagas —sollozó la rubia, su corazón se quebraba al ver su sufrimiento por culpa de una mujer que no valía la pena —¡Por favor! No lo hagas.

—Es que... Nos hizo tanto daño —dijó entre líneas, dejó caer el objeto que tenía en la mano, sus piernas perdieron fuerza y ella misma se arrodilló dejando salir el llanto que tanto odiaba mostrar—. ¡La odio! ¡La odio como no te imaginas!

—Lo sé, cariño —se arrodilló, junto con ella abrazándola de frente—. Sabiamos que esto podía suceder ¿Verdad?

—Si.

—Como lo dije, no estas sola. Nunca más me oiste —la tomó de las mejillas, haciendo que la viera a los ojos, ambas lloraban y aún así lo mostraban abiertamente—. Estamos juntas y buscaremos la solución para tu hermano. Por favor, mirame a los ojos y prometeme que no harás nada en contra de esa mujer.

—Renata... —intentó evadir el asunto.

—Promételo —dejó un casto beso en sus labios, serenando el agitado corazón de Silvana.

¡Yo no soy como Silvina! —se dijó mentalmente.

—Lo prometo —limpió su mejilla con la mano dándose cuenta que su imprudencia con los vidrios rotos le habían hecho un ligero corte en la palma de la mano.

Renata sostuvo su brazo y con mucho cuidado verificó que no tuviera algún cristal incrustado.

—Será mejor revisar esta herida.

***

Mónica había bajado a tomar un poco de aire fresco, se sentía más tranquila luego de recibir un mensaje de Renata explicando que todo estaba bien. Así que no la necesitarían por un buen rato.

Se sentó cerca de la piscina, hacía un buen tiempo esa tarde. Tal vez podría salir a dar la vuelta por el sitio para distraerse antes de volver a casa.

O quizá...

Podía llamar a una personita en especial.

Esperó en la linea unos angustiantes segundos, hasta ese punto, su corazón latía más de lo habitual.

Cálmate, sólo es una simple llamada —pensaba intrigada—. Sólo la saludaré —completó para si.

El tiempo se hizo eterno, probablemente no respondería. Observó el número desde el celular y el nombre registrado, antes de presionar el botón rojo una voz del otro lado de la linea la tomó por sorpresa.

—¿Quién habla? ¡Bueno! —hablaba con voz adormilada.

—Ah, Hola Alondra.

—¿Quién eres? —preguntó en automático, estaba más dormida que despierta. Ni siquiera vió que tenía registrado el número.

—Soy Mónica eh... Kofmant.

—Mónica ¿Qué necesitas? ¿Sabes qué horas son?

—Como las doce de la tarde —habló con obviedad.

—¡En que planeta vives! Son las tres de la mañana —parecía molesta.

—¡Demonios! Lo olvidé —se golpeó la frente, eso había sido tonto—. Eh, lo siento. No debí molestarte.

Alondra suspiró agotada, ese día había tenido mucho trabajo en el restaurante, casi como para dormir todo el día siguiente en su cama. Fue de puro milagro que contestó la llamada.

—Esta bien, no importa —habló serena—. ¿Qué sucede?

—Si quieres te marco después, olvide la diferencia de horarios desde Italia y debes estar cansada.

—Oye.

—Pero cuando pretenda marcar es probable que yo quiera dormir y tú estés en el trabajo, entonces será lo mismo.

—Mónica…

—En todo caso puede ser que te marque luego, tal vez cuando llegue a casa para que no haya proble…

—¡Mónica! —la interrumpió para que dejara de divagarar—. ¡Por Dios, dilo ya!

—A.. bueno. Sólo hablaba para saludarte.

—…

—¿Hola? —no se oía nada.

—Es broma ¿No?

—No.

Lo único que se escuchó luego de eso, fue un par de risas que encandilaron los oídos de Mónica en la primera entonación. Nunca había escuchado tanta dulzura en una misma pieza y eso la ponía enormemente feliz.

—¡Eres terrible! ¿Sabés? —habló Alondra, se removió de la cama, intentando soportar el sueño.

—Creo que algo hay de eso —mantenía su sonrisa, ahora mismo se sintió con más confianza que al principio de la llamada—. Pero en el fondo soy todo lo contrario.

—No te conozco tanto, pero puedo suponer que eres muy parlanchina.

—Necesitas relacionarte más conmigo para que conozcas como soy en realidad —se animo a decir.

—mmm… ya veremos. Por ahora ¿Te puedo pedir un favor?

—Claro, dime —sus ojitos brillaron de la emoción.

—No quiero sonar grosera pero ha sido un día cansado, te parece si dejamos esta plática para después —bostezó.

Se sonrojó, Por favor Mónica no te iba a proponer matrimonio o algo por el estilo —pensó.

—Si por supuesto. Perdón por despertarte.

—Descuida —se tomó un momento, antes de hablar—. Espero que Renata, Silvana y tú, se encuentren bien —expresó. No quería sonar muy obvia al preguntar por la rubia—. Nos vemos.

—Estamos bien. Gracias por preocuparte.

—Fin de la llamada.

Nadie le podía quitar la cara risueña que tenía trás escucharla.

***

Ambas se sentaron en la cama. Luego de pedir un botiquín en recepción, curó la mano de su novia.

Por fortuna, sólo había sido un pequeño corte, no obstante decidió colocarle gasas para cubrir y evitar exponerlo hasta que se cerrara la herida.

Por último dejó un tierno beso en la mano de Silvana quien la miraba pensativa.

—¿Creés que logremos encontrar algún donante a tiempo? —preguntó con miedo en los ojos.

—¡Mi amor, claro que lo conseguiremos! No dudes de eso —intentó animarla—. Mario se salvará y no tienes porque pensar lo contrario.

—Yo quiero creerlo también, pero nada está resultando como lo…

—¡Basta Silvana! —habló con fuerza, sólo para que dejara de creer eso—. No dejaré que te rindas. Aún no tenemos todo perdido. Debemos seguir en la lucha. Tú eres Silvana Kofmant, una mujer fuerte y decidida. Nunca te rindes y siempre consigues lo que deseas.

—¿Porqué estas tan segura?

—Porque te conozco a la perfección. No ha sido fácil, pero siempre intentas dar lo mejor. Y eso es lo que más admiro de tí.

—… —se ruborizó. Tener a la rubia a su lado era sinónimo de fortaleza.

—¡Vamos, arriba esos ánimos! —agitó con ternura sus manos haciéndola sonreír—. Oh, tendré que encontrar alguna forma de hacerlo por mi cuenta.

Silvana se deleitó al oírla, amaba el esfuerzo de Renata por hacerla sentir mejor y se dijo a si misma que no importaba las circunstancias, siempre encontrarían una solución a sus problemas.

Debía tener esperanza.

—Me encantaría saber como podrías hacerme subir los animos —habló más animada.

—mmm… Existen muchas maneras, pero creo que a mi mente viene una mucho más convincente.

El rostro de Silvana parecía haberse iluminado de repente. Si era lo que se imaginaba entonces, luego de una espera (y no es que fuera mucha) por fin podría tener intimidad con Renata a pesar de no haberse disculpado aún con Alondra.

—Quisiera que me mostraras tú poder de convencimiento, amor —la tomó de la cintura acercándola un poco a su cuerpo.

Pero la rubia la detuvo.

—Lastima que alguien sigue castigada —habló con malicia.

—¡Ay! No —rodó los ojos—. ¿De verdad seguirás con es…

No la dejo terminar cuando traviesa, Renata se lanzó a sus labios devorándolos en un voraz beso.

Silvana tardó en reaccionar ante el atrevimiento de su novia pero se sintió aliviada de que al fin le levantara el castigo.

Se incorporó al juego con más deseo. Su pequeña abstinencia la había dejado con un enorme apetito sexual. Y era muy probable que aprovecharía al máximo ese momento. Sin pensarlo tanto, la tomó de la cintura para acostarla en la cama, subió a sobre su cuerpo observandola con deseo.

—¿Qué sucede, amor? ¿Es qué se te ha olvidado como hacerlo? —habló juguetona Renata, la estaba provocando para que sacara a relucir su lado salvaje.

—Claró que no, se perfectamente como hacerte vibrar —se acercó hasta su cuello susurrándole al oído—. Me dejaste tan caliente la ultima vez que no tendré compasión esta vez, mi vida —la veía envuelta en deseo.

—Hablas mucho y haces poco —expresó con picardía, puede que se arrepienta pero si así lograba distraer una tarde a su novia nada perdía con intentarlo.

Silvana lo tomó con un claro reto. De inmediato capturó de vuelta sus labios. No podía seguir resistiendose ni un instante más. Sus manos descendieron hasta la orilla de su blusa para acariciar su calida piel por debajo del brasier.

Sin dejar de besarla, apretó con encanto sus pechos, jugueteando por momentos, como si quisiera extraer algo de ellos. Por supuesto, esa intromisión le arrancó pequeños gemidos de placer a la rubia que eran callados en los labios de su novia.

Silvana quería seguir disfrutando de aquel cuerpo, comenzó a descender por sus hombros donde mordió y besó todo lo que quizo. Sabía que Renata se volvía loca ante tal contacto y eso hizo la incentivo a seguir con su labor. No obstante, con la otra mano libre descendió aún más hasta colarse dentro de la falda que usaba. Ahí, se introdujo por debajo de la ropa interior apretando con firmeza su trasero, masajeandolo con desesperación

—¡Ah! Silvana! —expresó excitada al sentir como comenzaba a juguetear con su clitoris.

—¿Quieres que me detenga? —susurró con voz sensual.

—¡No! ¡Ah! No lo hagas, amor.

Acató la orden y continuó torturandola en un placentero y lento toqueteo. Ni siquiera le importó que siguieran con la ropa puesta más al contrario, le pareció excitante ver a Renata con la blusa y el brasier levantados, dejando sus pechos expuestos, la falda a la altura de la cintura y su ropa interior a medio muslo.

—Me fascinas tanto —expresó con deseo.

Dejó de acariciarla en su entrepierna, aquello llamó la atención de Renata pero no le dió tiempo de quejarse cuando la giró boca abajo.

Con ambas manos la tomó de las cintura para levantar sus caderas mientras se arrodillaba por atrás. Verla desde ese ángulo solo encendió más su libidinosidad. Su corazón latía con violencia ante el espectáculo en primera fila que tenía. Besó con ternura desde su espalda hasta descender por su trasero arrancando suspiros en Renata que disfrutaba del contacto.

—Quitame la ropa —ordenó la rubia. Obedeció dejando unicamente su encantadora falda puesta. Volvió a tomarla de la cintura levantandola de su posición aprisionando con ambas manos sus pechos expuestos, al mismo tiempo que besaba con fervor su cuello—. ¡Ah! Muerde —completó envuelta en deseo.

Aprovechó ese momento para llevarla al máximo placer, volvió a palpar por debajo de su vientre frotando sobre su caliente clítoris, Renata se estremeció, provocando movimientos ritmicos cuando fue intensificando más la fricción en su entrepierna.

—¡Ah! ¡Sil! ¡Dios, no pares!

Continuó con aquel Vaivén hasta que la rubia no soporto más, en un gemido entrecortado que la sacudió trás el intenso orgasmo provocado.

Ni siquiera dejó que se recuperara, la volvió a acostar ahora boca arriba descendiendo hasta sus piernas y abriéndola del golpe.

—¿Amor, qué haces?

No pudo seguir hablando cuando Silvana usando la lengua, restregó toda la superficie de su piel absorbiendo el delicioso elixir emanado de su fuente. Se encontraba tan sensible que sería inminente volver a estallar y está vez sería mucho más placentero que el anterior.

—¡Carajo! No puedo más, ¡Ah! ¡Ah!

Se aferró a la sabanas encurvando la espalda, sentía el vientre arder. Una ola de placer la tomó por sorpresa, sus gemidos se agudizaron tanto que no le importó gritar más de la cuenta. Había sido tan excitante como agotador. Pero Silvana no daba tregua a querer frenar.

—Intentas matarme —habló agitada.

Como pudo se separó de Silvana haciendo que subiera por sobre su cuerpo. Tenía el rostro caliente así como una sonrisa dibujada.

—¿Sigues pensando que he olvidado como hacertelo? —habló engreída.

—No —Intentaba calmar su respiración—. Eres fenomenal —le tomó de las mejillas besandola de vuelta con mucha ternura—. Te amo.

—Yo te amo más.

...

***

Dias después

Hospital del Norte

—Doctor, ¿Porqué me siento tan cansado? No podría hacer que me den una medicina —mencionó Mario apenas audible.

—Intenta descansar, más tarde vendré a revisarte.

No tardo tanto para que Mario cayera en un profundo sueño. El doctor pidió a Silvana y Renata las acompañara afuera para poder hablar con calma.

—¿Cómo lo ve, doctor?

—Silvana —se expresó con seriedadâ—. La situación de tu hermano cada vez es más crítica. Cada día que pasa la enfermedad avanza, empeorando su estado y temo que su cuerpo no pueda soportarlo más.

—…

—Ya hemos colocado el caso de Mario Kofmant como prioritario en la lista para recibir el transplante, incluso tenemos en espera alguna confirmación de los hospitales privados del extranjero.

—Esperemos haya alguna oportunidad —dijó Renata abrazando a su novia.

—Señoritas, seré sincero. Siento hacer el comentario pero son pocos los donantes que recibimos con el mismo tipo de sangre de Mario. La situación nos acorta las posibilidades. En su familia ¿No hay nadie que pueda ayudar y donar? Inclusive usted Silvana, siendo su hermana existe muchas posibilidades que haya compatibilidad.

—Por desgracia los estudios que me hice arrojaron lo contrario, al igual que mi prima y tios.

—Es una pena. Entonces, sólo toca esperar un milagro.

—Doctor, lo solicitan en el area tres —interrumpió una enfermera.

—Si me disculpan —se fue el doctor, dejando a ambas mujeres preocupadas.

—Cariño —susurró Renata, al ver que no decía nada.

—Se va a morir. ¡Mi pequeño va a morir! —lágrimas atravesaron sus mejillas, Renata la envolvió en sus brazos intentando serenar su sufrimiento. Segundos después el sonido del celular la hizo apartarse. La pelinegra contesto de inmediato siendo el número de la mansión.

—Dime Nana —tratando de serenar su llanto—. ¿Qué sucede?

—Silvana, ¡Qué bueno que respondes! Es que no sabía que hacer.

—Tranquilizate —la notaba nerviosa—. ¿Te paso algo?

—No hija, pero... Alguien llegó a la mansión buscandote. Dios, casi muero del susto.

—Nana, relajate y dime ¿Quién es? —le intrigaba su reacción.

—Silvana, será mejor que vengas pronto. Para que lo veas con tus propios ojos, dijo que era urgente y necesario.

—Okay, voy para allá.

—Fin de la llamada.

Silvana se mostró inquieta. ¿Quién podría ser para poner a su Nana en ese estado?

—¿Qué ocurre? —preguntó Renata preocupada.

—No lo sé. Pero hay que ir a la mansión.

Llegaron en menos de una hora hasta el domicilio de los Kofmant. En lo que Renata se encargaba con ayuda del personal de servicio a guardar algunas prendas de Mario en una maleta. Silvana asistió a la sala donde su Nana y la persona misteriosa los esperaba.

—Ya estoy aquí, ¿Qué sucede...? —se sorprendió al mirarla de vuelta.

¡Qué carajos hacía ella ahí!

—Hola, hija.

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OMG

Tantas cosas acontecieron en un solo capítulo.

Silvana es quien se ha llevado la carga más pesada.

Por otro lado, Mónica es algo torpe con Alondra. Necesita ponerse las pilas. Jajaja

Al menos Renata ya le levanto el castigo, dada la situación.

Y ¿Creen que haya recapacitado la Señora o necesita de la otra bofetada que faltó? Jajaja

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Nos leemos luego.

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