20. Negación
Disfruten el capítulo.
_________________________
—¿Porqué no esperaste a que saliera de ducharme para que te acompañará? —aunque molesta, su tono era sereno.
—Se que dijeron que estarían conmigo en estos momentos pero Amor, hablar con… ella —refiriéndose a su madre—, es algo que necesito hacer yo sola.
—Cariño, tú no debes enfrentar este problema sin ayuda, por eso estamos Mónica y yo, contigo. Acaso ¿No confías en nosotras?
—Lo hago. Pero la cosa no va por ahí. Mi madre es algo… especial, y sé que nada bueno saldría si los llevaba también. Prefiero evitar algún problema o cuestionamiento que pueda afectar la decisión que se tome.
Hasta ese punto era comprensible, Renata sabía un poco del carácter de aquella mujer, algo que la hacía sentir incómoda y molesta.
¿Cómo una madre podía abandonar a sus hijos sin siquiera tocarse el corazón?
Era deplorable, y en ese sentido con el temperamento de la rubia cuando sabe que algo no es correcto o se comete una injusticia quizá se hubiera desatado el infierno, y decirle un par de cosas a esa mujer sería la vía más rápida al dejar fluir su malestar.
—Mi amor —la interrumpió—, entiendo tu preocupación pero descuida, estaré bien.
—De acuerdo —comprendió que era lo mejor para todos, en especial para su hermano. No dejaba de sentirse preocupada por su novia, pero como bien dijo, esperaban encontrar la solución al problema con esa visita—. Llámame si sucede algo, estaré al pendiente del celular.
—Si, mi vida —habló serena, transmitiendole la confianza suficiente, en aquella locura que ella misma decidió hacer—. Te amo.
—Yo más.
—Fin de la llamada.
Renata observó por última vez el celular con esa creciente necesidad de plantarle un beso a Silvana expresando todo el amor que sentía por ella.
Lástima que debiera esperar un poco más.
—¿Y bien? —preguntó Mónica mirándola de reojo mientras hojeaba una revista del hotel donde se encontraban hospedadas—. ¿Qué te dijo esa cabeza de chorlito? ¿Porqué no nos espero?
—Dice que necesitaba ir sola, puede que sea lo mejor si su ayuda queremos tener —se sentó a un costado del lujoso sofá.
—Mi prima puede ser tan impulsiva a veces —dejó la revista a un lado para servir dos tazas de té, extendiendo una a la rubia—. Pero sí, quizá sea mejor así.
—Debemos confiar en que todo irá bien —tomó la taza y esperó a que Mónica regresara a su lugar. Un silencio se suscitó —Y… así que ¿Silvana y tú intimaron en la cama tiempo atrás? —dijó de repente.
No hubo descripción para el espectáculo de colores en el rostro de Mónica y el intenso atragantamiento ante la sorpresa de lo que sus oídos escuchaban.
—Qui… —intentó articular palabras, cuando Renata le daba palmaditas en la espalda—, ¿Qué… quién te dijo eso? —habló seriamente nerviosa, por si las dudas, se alejó a una distancia considerada para mantener su seguridad integra de aquella rubia. Ya la veía a punto de lanzarse a su yugular.
Al menos eso recreaba su imaginación, porque Renata estaba tan serena como al inicio de la pregunta.
—Silvana me lo contó —dijó con naturalidad.
—Esa maldita —susurró para si—. Buenó, yo… —¡Dios mío! No tenía dónde meter la cabeza.
No sabía que esperar de Renata ¿La golpearía? ¿Enterraría su cuerpo sin evidencia alguna? ¿Acaso la torturaria por meterse con su novia? ¿Qué le diría para implorar misericordia? Podría pedirle perdón, era el camino más viable, se decía.
—¡Por favor no me mates! —terminó diciendo, cerrando los ojos para implorar su perdón.
Le pareció a la rubia una escena bastante graciosa propia de una Mónica en apuros. Por lo que al instante soltó a reír, bajando la tensión de la otra aún intrigada.
—Deberías ver tu rostro —mencióno entre risas.
—¿Es… es una broma? —se aventuró a preguntar.
Poco a poco fue calmando su risa hasta regresar a su serenidad.
—No lo es. Si me lo dijo hace un tiempo. Pensé que sería buena idea hablarlo contigo y no se había presentado la oportunidad como hasta ahora.
—¿A sí? Eh… y ¿Sobre qué quieres hablar? —Aún no podía bajar la guardia. Renata volvió a acortar la distancia con Mónica acorralandola en un abrazo sorpresivo.
—No estoy molesta, si es lo que piensas. Sólo quería darte las gracias porque lejos de… intimar en la cama, fuiste una amiga para Silvana —se separó de Mónica para verla mejor—. Ella me contó que luego de su ruptura la apoyaste mucho, estuviste ahí cuando nadie más lo hizo. Por eso te quería decir, gracias.
La había tomado por sorpresa. No se esperaba eso, pero entre más conocía a la rubia más comprendía el efecto que provocaba en las personas al convivír con ella.
Silvana era una jodida suertuda —Pensó.
—Eh… no sé qué decirte.
—Soló que seguirás apoyándola como hasta ahora.
—Claro, no tienes ni que mencionarlo —bebió un poco de té, una vez relajada y aclarado el punto.
—Y… lo de intimar con ella en la cama, déjalo en mis manos, Okay.
Una vez más, sufrió otro ahogamiento que hizo volver a sonreír a Renata.
Al menos, tendrían algo de que hablar por esa tarde.
***
Trás acabar la llamada, una de las empleadas de servicio condujo a la pelinegra al enorme salón principal.
El domicilio se encontraba a las afueras de la ciudad en una de las zonas más exclusivas de Bolonia, Italia.
No es que le importará, pero era impresionante la excéntrica decoración a lo largo de los corredores. La arquitectura del lugar, poseía un diseño clásico en cada uno de los acabados, tanto de las fachadas como del interior.
Era un lujo en toda la extensión de la palabra.
—En un momento, le atenderá la señora Deltho —habló una vez llegar al salón principal.
—Gracias.
Dió un vistazo rápido a la habitación hasta encontrar un punto que le calmara el estrés que estaba sintiendo, caminó al muro de cristal con vista a la impresionante piscina rodeada de esculturas de mármol en perfecta sincronía.
No cabía duda que esa mujer había logrado lo que prometió años atrás.
—¡Miren a quien tenemos aquí! —una voz hizo eco en medio del salón, se trataba de Silvina Deltho esbozando una sonrisa maliciosa—. Mi adorada hija, dueña de Industrias Kofmant, ¡Está de regreso! —aplaudió en burla.
—Señora Deltho.
—Por favor querida no te límites, puedes decirme mamá o mami.
¡Maldita sea! Paciencia Silvana —se decía.
—Madre —expresó intentando controlar su coraje. Aquella visita no era de fraternidad pero debía hacer el intento para no caer en provocación.
—Bueno, algo es algo —tomó asiento en uno de los sofás importados. Chasqueo los dedos y enseguida, una de las empleadas que la acompañaba, le sirvió una copa de vino, saboreandolo con delicadeza.
Silvana de igual forma tomó asiento para hacer la misma acción, sólo que ella bebía té.
—No, no, no… —volvió molesta hacía la chica que les atendía—, ¿Qué hace ella bebiendo eso? No seas tonta y sirve a nuestra invitada el mejor vino que tenemos.
—Si, mi señora. Lo lamento —la empleada agachó la mirada y corrió a servir una copa más.
—Estas criadas que se consiguen hoy en día —vocifero—. Me imagino que tú servidumbre es más competente —expresó, lanzando una cara de disgusto a la joven que extendía la copa con vino a la pelinegra.
—Son buenas personas —se limitó a decir, sentía pena por la pobre chica que parecía siempre tratar de complacer lo mejor posible a la señora Deltho—, igual de trabajadoras que la señorita —habló con amabilidad a la empleada quién se ruborizó al oír el trato de aquella encantadora pelinegra.
—Ajá, Si, claro —siguió disfrutando de su bebida, hasta que Silvana interrumpió.
—Madre —dejó la copa sobre la mesita—, vine a verte porque necesito tu ayuda.
Silvina sonrío. Le encantaba cuando las personas le pedían cosas porque eso sólo significaba lo importante que era ella sobre los demás.
—Por supuesto querida, a que otra cosa podías venir sino es sólo para pedirme dinero. Acaso, ¿La fortuna que dejó tu padre fue poca que ahora tienes que mendigar?
¡Dios, tengo que soportar! —imploraba en su mente.
—No se trata de dinero, así que puedes despreocuparte.
—Es una lastima, yo que soy un alma tan caritativa. Entonces ¿A qué veniste? Acaso ¿Extrañas a mami? —abrió los brazos, simulando pedir un abrazo.
Tenía que soportar sus burlas un poco más.
—Estoy aquí, porque la vida de Mario está en riesgo. Él, tiene Leucemia y necesita de un transplante de médula ósea para salvarse.
—Oh, el pequeño bebé Mario. Hace tiempo que no escucho de él. Dime ¿Al fin dejó el pañal y se volvió un hombre?
—…
—Vamos, es una pequeña broma —sonrió al ver que no decía nada la pelinegra—. Sigo sin comprender ¿Qué necesitas de mí? ¿Dinero para la operación? —chasqueo los dedos para que le dieran la chequera—. Es absurdo que su padre no haya conseguido nada en estos años, mira que venir aquí a pedir para una operación, ¡Qué humillante debe ser!
—¡Silvina Deltho! —levantó la voz, asustando a la pobre empleada que hizo soltar la chequera. La pelinegra se levantó del asiento—. Escucheme bien —la vió con rabia, dejando fluir su enojo. No podía seguir soportando que siguiera hablando mal de él—. Mario Kofmant fue un hombre honorable, él nos crío y se esforzó por dejar un legado tan importante sin ninguna ayuda.
Se acercó a su madre.
—Te prohibo vuelvas a burlarte de mi padre —volvió a decir.
Silvina Deltho, la vió sin expresión alguna. Más al contrario siguió bebiendo vino.
—Siempre supe que tendrías un poderoso carácter, por eso fuiste mi favorita.
Silvana se burló.
—¿Favorita? Por favor, no me venga con estupideces. Usted siempre me trato como si no fuera su hija. ¿Eso es favoritismo para usted?
—De que otra forma iba a explotar tu mejor talento, sabia que serías como yo, ambiciosa y egocéntrica.
—¡Yo no soy como tú, Silvina! —su rostro estaba rojo—. Una ser despreciable que abandonó a su familia ¿Para que? Para saciarse de una fortuna que no le pertenece —la vió con rabia.
—jajaja… —se levantó del asiento—. ¿Creés que esto fue fácil de conseguir? Esto niña —señalo el lugar—, la mansión, mis autos, joyas y dinero, es la vida que siempre soñé tener. Algo que Mario jamás supo darme. Al menos, puedo decir que hice algo bien por él tras dejarlo, le dí un motivo para volverse en lo que dijo sería. Es una pena que ya no esté aquí para restregarmelo en la cara —se burló de vuelta.
Todo se quedó en silencio luego de la sonora bofetada de Silvana hacia su madre.
La señora sonrío burlona ante tal acto, era obvio que no se doblegaria ante nadie, mucho menos por aquella mocosa como le decía tiempo atrás.
—¡Qué atrevida! Si eso te complace, adelante dame una más —la vió con seguridad—. Pero si lo haces, la que terminará perdiendo serás tú y tu hermano. A lo que me lleva ¿Qué quieres de mí, sino es dinero? —pensó un momento, hasta dar por entendido—. ¿Quieres… quieres que le done médula a ese niño?
—Se lo debes, más que nadie.
Seguía molesta, pero era la última oportunidad para poder hacer algo por Mario. Y esperaba que fuera así.
—No lo haré.
—¡¿Qué?!
—Lo que escuchaste. No voy a meterme en una sala de operación para que me extraigan algo de mi hermoso cuerpo.
Estaba decepcionada, luego de todos esos años pensó tal vez que su actitud sería otra. Pero se equivocó.
—Claro, como fuí tan ingenua. ¡A tí siempre te interesó sólo eso! ¡Tú estúpida figura!
—…
—No tengo nada más que hacer aquí —tomó su bolso y chaqueta, encarando de vuelta a su madre—. Lo único que has hecho con tu actitud, es alimentar el odio que siempre te he tenido. ¡No sabes cuánto te desprecio, Silvina!
Salió de la mansión con la sangre hirviendo de ira.
______________________
Bien merecida la bofetada a la señora.
Y Mónica nunca se imaginó que Renata le comentaría algo así, jajaja.
Comenten, den LIKE y Compartan.
Nos leemos luego.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro