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2. Heridas

Disfruten el capítulo.

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—No te había visto por esta zona. —habló la chica entregándole su café a la rubia.

—Soy nueva en estos lados. —se acercó un poco más a ella —. Sabes, quizá…necesite algún guía. —mencionó con voz seductora. Aquello hizo sonrojar a la inocente mesera.

—Entonces, si no te importa, tal vez yo pueda ayudarte.

—Eso me encantaría. —sonrió coqueta mientras sacaba su cartera del bolsillo para pagar.

—Oh, descuida. —habló de inmediato la mesera al ver el dinero —. Esto corre a mí cuenta. —mencionó sonrojada.

La rubia le lanzó una última mirada, la chica anotó en su pequeña libreta su número y se lo entregó al ver que Renata se disponía a salir. 

Una vez afuera de la cafetería, tomó un sorbo de su bebida mientras leía el pequeño papel. Dejó ir un suspiro y lo arrojó en el primer bote que encontró.

—¿Qué estoy haciendo? —habló para sí misma.

Antes de cruzar la calle, una camioneta se detuvo frente a ella, aquella acción casi le produce un infarto, hasta que vio de quién se trataba.

—¡Es qué me quieres matar! —sonrió con diversión.

—Lo podría intentar, pero me gustas más viva. Sube.

Así lo hizo Renata.

—¿Que no deberías estar en el restaurante? —interrogó la rubia observando conducir a Alondra.

—Y tú en la universidad. —habló con autoridad—. Pero aquí estamos. ¿No?

Sonrojada guardo silencio. No dijo nada más.

—¿Quieres que te lleve a algún lado? —preguntó la Chef con una sonrisa.

—Solo de regreso al departamento de Ana. —No tenía nada productivo que quisiera hacer, estaba la escuela pero no tenía ganas de ir. Y después, Andino donde tampoco se sentía con ánimos de llegar.

—Adivinare, te quedarás acostada todooo el día —. Dijo divertida sin darle tiempo reprochar —. En ese caso, ¿Por qué no me acompañas al restaurante? tiene mucho que no vas a visitarnos.

—mmm… no lo sé.

—Te propongo algo, vamos al restaurante, dejo algo que me encargo mi padre y nos vamos a donde tú quieras ¿Te parece?

—... —pensó un momento.

—Solo para que lo sepas, no acepto un NO por respuesta.

Sonrió con diversión. —Esta bien, Alo. —Observó a la Chef arrancar la camioneta.

Después de un rato, se relajó, dejó ir un suspiro mientras observaba las calles. Preguntándose ¿Qué estaría haciendo Silvana en estos momentos?

No quería seguir martirizandose con lo mismo, pero era imposible no hacerlo. La pelinegra había significado mucho en su vida, en el poco tiempo que se conocieron, que convivieron, que estuvieron juntas, conectaron tan bien. Y sonaba ilógico que todo se fuera a la basura.

Aún así, su orgullo le impedía perdonarla. Silvana había sido egoísta con sus acciones, por la manera en que la trató y enamoró en un principio, ahora se daba cuenta que todas aquellas descortesias eran porque no sentía nada hacia ella.

¿En qué punto de su relación, Silvana había dejado de mentir? O es que acaso… ¿nunca dejó de hacerlo?

Entre más pensaba Renata más dudas surgían. Quería creer que Silvana la había amado tanto como lo había hecho ella, pero descubrir todo lo que podía ser capaz de hacer únicamente para cumplir sus deseos. Era infame.

¿Hasta dónde podía llegar la ambición de una persona? —se preguntó con dolor.

Minutos después arribaron al restaurante, Renata se sentía fuera de lugar, a pesar de que había trabajado ahí tiempo atrás, gracias a la oportunidad qué le ofreció el señor De Gante, cuándo más ayuda necesito.

¿Qué estaban haciendo todos y que estaba haciendo ella, por sí misma? —Pensó —. Basta de tonterías. —sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos.

Se concentró en lo que había ido a hacer, ayudó a Alondra a cargar con las cajas y aprovechó en saludar a su amigo Tadeo quién tenía rato de no ver. Esté le comento en breve todo lo que acontecía en el restaurante, además de la relación que había iniciado hace un par de meses y lo feliz que se encontraba por ello. 

Para su suerte el señor De Gante no se encontraba, no es que le cayera mal, pero se sentía indispuesta para hablarle, quizá Alondra le había comentado algo de su rompimiento, no lo sabía, confiaba en que no fuera así, porque no sabría cómo actuar frente a los cuestionamientos de los demás.

—¡Listo Renata! ya podemos irnos. —se acercó a paso rápido—. ¿A dónde quieres ir? te escucho. —mientras entraban al estacionamiento.

—Bueno, en realidad… no sé a dónde ir. —habló con sinceridad. Se sentía deprimida y aunque trataba de ocultarlo, le era difícil hacerlo. La chef supo entender, sin darle tiempo de decaer, la tomó de la mano para subir a la camioneta.

—Se de un lugar que te gustará. Vamos. —dibujó en su rostro una sonrisa gentil.

Renata asintió. Alondra encendió la camioneta y salieron a la avenida principal.

***

[Industrias Kofmant]

—Eso es todo por ahora. Pueden retirarse. —habló con firmeza la pelinegra.

Todos los jefes de área levantaron y comenzaron a salir luego de haber concluido la reunión. En la sala únicamente permanecieron Mónica, Javier y Silvana.

—Javier, ordena algo para comer seguiré trabajando en la oficina.

—¿No saldrá?

—No.

Javier le lanzó una mirada de preocupación a Mónica. —Enseguida. —se apresuró a recoger los documentos para cumplir con lo que pidió.

—Javier, no pidas nada. —ordenó Mónica. Tomando por sorpresa a su prima—. Y tú. —dirigiendose a la pelinegra—. Vamos a salir a comer, y no quiero discusiones. ¿Estamos?

—…

Silvana dejó ir un suspiro una vez encontrarse en el restaurante al que Mónica la llevo. Estaba claro que quería evitar el contacto con el exterior. Así lo estaba haciendo en lo que iba del mes y había funcionado metiéndose todo el día en el trabajo, hasta ahora.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó mientras leía con impaciencia parte de la carta —. Pudimos haber ido a un lado más exclusivo. No me gusta estar rodeada de tanta gente.

—Me gusta venir a este lugar. Además, aquí nadie nos conoce. Así que no te quejes.

—Esta bien. Apuremonos para volver de nuevo a la oficina. —Buscaba al mesero con desesperación.

—En realidad, le pedí a tu asistente que dejara libre tú agenda lo que resta del día.

—¡¿Que tú, qué?! ¡Es que ya nadie respeta mi puesto!

—Vamos Silvana, mereces un día de descanso. Has estado trabajando mucho estos días. No creas que no me eh enterado que te vas a casa de madrugada.

—Te lo dijo el entrometido de Javier, verdad. —cruzó los brazos.

—Él también está preocupado por tí, no queremos que recaigas o te enfermes. Deja a un lado la empresa por un rato, despeja esa cabecita y relájate.

—No, tengo trabajo por hacer.

—Sil. —le tocó la mano—. Se perfectamente porque lo haces, no debes de seguir fingiendo.

La pelinegra no respondió. Una vez el mesero tomó sus órdenes, ambas se limitaron a lo que habían ido a hacer.

Después de media hora, salieron del restaurante. Silvana se mostró todo el tiempo más callada de lo habitual, subió al auto de Mónica sin decir nada, se recargó a un costado del cristal mientras observaba el panorama de la ajetreada ciudad. Mónica prefirió mantener esa paz hacia su prima, sabía que en ese momento se encontraba en un dilema emocional. Era difícil para ella expresar sus sentimientos y obligarla a que hablara no sería correcto.

Silvana había cambiado mucho, si hace años se encontrará en la misma situación recurriría a su carácter prepotente alejando a todos de su círculo social. Ahora era distinto, intentaba hacer lo mismo pero evitando su imposición, como si tratará de no afectar a la gente de su alrededor, más que a ella misma.

—La extraño… —rompió el silencio. Aún si su prima no la hubiera escuchado, Silvana necesitaba decirlo.

—Yo sé que si. —tomó su mano en señal de ánimo—. Se cuanto la amas y me duele verte en esta situación. —se tomó unos segundos —. Deberías buscarla e intentar arreglar su relación.

—No, no podría. No sería justo para ella. —mencionó de inmediato.

—Tampoco es justo que sufras en silencio. —. La confrontó—. Pero no te voy a obligar a hacer algo que no deseas ahora.

Si lo deseó. —Pensó Silvana.

—Por ahora, —continuó hablando —. Esfuérzate en ayudarte a tí, sigue cumpliendo tus sueños, lo que te propusiste a cambiar cuando Renata se encontraba aquí. Verás que con el tiempo todo mejorará. Y cuando estés lista, si así lo deseas, búscala.

—Gracias por estar aquí, Mónica.

Sonrió —No hay nada que agradecer. Somos familia y esa es mi función. Y... ahora, ya que aclaramos esto, vamos a ver a alguien más.

—¿A quién? —habló extrañada.

—¿Es que te olvidas que tienes un hermano?

—Oh, Mario.

—Así es Silvanis, el pobre está muy triste porque no le has devuelto las llamadas. Sino fuera porque también trabajo en la empresa ni siquiera me buscarías también.

—Tienes razón, vamos a verlo.

—Andando.

***

—¿Que hacemos aquí? —preguntó Renata al bajar de la camioneta en plena carretera.

—¡Bienvenida a mi pequeño rincón! —extendió las manos emocionada mientras que la rubia hacia un gesto de confusión —. Ven, vamos.

Comenzaron a caminar.

Aquel lugar, no era otro que una pequeña vereda en las montañas cerca de la carretera a unos minutos fuera de la ciudad. Se dejó guíar por su amiga que iba al frente empujándo los arbustos, aún sin importar lo estrecho que era el lugar.

—¿Estas segura que es buena idea? no puedo ver la camioneta desde aquí.

—Descuida, ya estamos cerca. Ten cuidado. —caminó un poco rápido cuidando de donde pisar —. Y… ¡llegamos! —habló con alegría.

Renata avanzó unos pasos más hasta descubrir la sorpresa, se detuvo a admirar el pequeño sitio, luego caminó hacía las cortas escaleras de madera donde su amiga ya se encontraba.

Un pequeño mirador pero con una vista espectacular, desde donde se hallaban podía apreciar gran parte de la vegetación, la lejanía de las montañas mientras la puesta del sol anunciaba el fin del día producto de un largo recorrido de viaje.

Por su parte Alondra se encontraba feliz, haber traído a Renata resultó ser una bonita idea. Lo consideraba un sitio especial. Y le dió gusto saber que el lugar seguía intacto tal cual lo recordaba.

—Y bien, ¿Te gusta?

—Es... increíble. ¿Cómo es que nunca me di cuenta de este sitio?

—Eso es porque es un viejo mirador, la vegetación la ha cubierto y al parecer la han olvidado.

—¿Y cómo es que la encontraste?

—Fue por mi madre. Ella me trajo cuando era niña aquí, desconozco como la encontró, este sitio ha estado escondido por muchos años. Después de que murió ella, venía cada vez que quería sentir su esencia. Cuando me mudé a Francia lo olvidé por completo, hasta hace unas semanas que conducía de regreso, la camioneta comenzó a fallar y se detuvo justo aquí. —se acercó hasta donde estaba Renata—. Tal vez había sido una señal para que lo recordara, no lo sé explicar, sólo sé, que estar aquí me hace sentir en paz y sobre todo recordar a la increíble mujer que fue mi mamá.

—Es muy lindo escucharte hablar así...—Observó el panorama. —el tener a tu madre presente, recordarla y honrarla, estoy segura qué se debe sentir orgullosa de la mujer en que te convertiste.

—Gracias Renata, significa mucho para mí.

—Gracias a tí, por compartir conmigo este recuerdo.

Se tomaron un tiempo observando la vista.

—Quiero decirte, que no estás sola Renata. —habló con serenidad —. Ana y yo estamos contigo. Sé que ha sido muy difícil este retorno, pero confío en qué lo podrás superar.

—Gracias Alo. —dijó tímidamente—. Eres muy buena amiga, te quiero. —se acercó para abrazarla.

—Y yo a tí, hermosa. —correspondiendo a su abrazo.

Quizá no era el momento para intentar que las dos estuvieron juntas, soñaba con qué eso sucediera, pero por ahora, pondría todo de su parte para conseguir que la rubia fuera feliz.

Y entonces, tal vez, algún día…

***

—Silvana, qué grato verte, pasen por favor. —una mujer de mayor edad se acercó.

—Nana, ¿Recuerdas a mi prima Mónica?

—Por supuesto, eras una diablilla cuando pequeña, mírate has crecido mucho.

—No era tan traviesa, sólo un poquito. —se defendió haciéndose la ofendida.

—¿Poquito? ¡Solías aventarme a la alberca cuando me sentaba en la orilla a leer! —. Cruzó los brazos.

—¡Ahh! Eso es porque no querías jugar conmigo, no era del todo malo.

—Mi padre se enojaba por tomar sus libros y regresarlos todos mojados por tu culpa.

—Pues, fue tú culpa agarrar algo que no era tuyo, en primer lugar.

—Bueno niñas tranquilas, ya pasó, lo importante es que están ahora aquí y que se llevan muy bien.

—No me queda de otra. —habló Silvana en tono serio ocultando su sonrisa. —la tengo pegada a mí en la empresa.

—¡Oye! ¡Eres una grosera!

—Como sea. Nana, puedes hablarle a Mario. —cambió el tema.

—Lo siento hija, por ahora tu hermano está durmiendo.

—¿A esta hora? Es muy extraño, pensé que lo encontraría en la fundación pero me dijeron que no fue a trabajar.

—Tu hermano se ha sentido un poco indispuesto, no me ha querido decir, pero por la cara que tiene pienso que es algo delicado, deberías de hablar con él.

—Lo haré, gracias por cuidarlo. —avanzó hasta las escaleras. —iré a verlo.

Una vez arriba avanzó hasta el dormitorio de su hermano, como sabía que estaba dormido prefirió abrir con cuidado, evitando hacer ruido, pero no lo encontró en la cama.

Dío una vista rápida a la habitación pero no lo vio por ningún lado. Iba a salir de esta, cuando escuchó que alguien tosía en el baño.

—¿Mario, estás ahí? habló del otro lado de la puerta.

—¡Ah! sí, voy enseguida. —Se escuchó el grifo del lavabo abrirse, no demoró en salir y observar a su hermana que la veía con un grado de preocupación.

—¿Qué haces aquí hermanita? Deberías estar trabajando.

—Ahórrate la conversación ¿Qué sucede contigo, Mario? —lo observaba, tenía el cuerpo completamente bañado en sudor, su piel era pálida más de lo habitual, sin mencionar lo delgado que se veía.

—No es nada Sil, deja de preocuparte, estoy bien.

—¡No! intentarás engañarme con eso pero tu aspecto me dice lo contrario. —se acercó a su hermano —. Pequeño, dime ¿Qué sucede?

Él, titubeó por un instante, sabía lo que sucedía y tenía miedo de decirlo, bastantes problemas habían en la vida de su hermana que sería molestó cargar con uno más.

—Estoy bien, ahora sí me disculpas, quiero dormir un rato. —Mario se acercó de vuelta a la cama, Silvana observó lo que hacía y se resignó a darle su espacio hasta que el decidiera hablarlo.

¿Qué ocurría en la mente de su hermano? Siempre había sido muy abierto a contarle lo que tenía, que ahora le dolía que no fuera así.

Y necesitaba averiguar al respecto, por el bienestar de su pequeño.

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¿Qué les ha aparecido hasta el momento?

Alondra tal vez no lo hace con esa intención pero ah comenzado a acercarse más a Renata.

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Nos leemos luego.

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