17. Orgullo
Disfruten el capítulo.
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Había olvidado la última vez que abusó del alcohol en una fiesta. Claramente, pasar una velada junto a Renata era algo para celebrar. Y si, se sintió tan feliz y dichosa de ver a su novia el desenvolverse tan bien entre toda esa gente, que no importo dejarse llevar por una noche nada más.
Claro que… luego de una buena "diversión" viene la dura realidad.
La cabeza le punzaba y lo último que deseaba hacer era ver la luz filtrarse desde los enormes ventanales que si antes le agradaban, ahora más que nunca renegaba de ellos.
Se cubrió el rostro con la almohada que tenía a su costado, brindó un enorme suspiro sólo para darse cuenta que tenía la garganta seca, necesitaba con urgencia beber algo de jugo, agua o lo que fuera.
De pronto, dejó de pensar en sus dolores cuando sintió la mirada de alguien al lado suyo.
—¡Ay, amor! Me asustaste —mencionó Silvana al verla sentada en la alfombra con los codos flexionados sobre la cama justo al lado de ella.
—Perdón —respondió con una sonrisa—. ¿Quieres un poco de agua? —señalo con la vista, la pequeña mesita que dejó en el buró, un plato con fruta picada, jugo y agua.
—Si, muero de sed —se sentó agotada, acomodando en sus piernas aquello que la rubia le había preparado. Agradeció observar el bonito detalle de su desayuno en la cama y claro, como bono extra, un par de pastillas para el dolor de cabeza.
…
Antes de terminar de beber el jugo, observó de reojo a Renata con una sonrisa que le daba cierto grado de misterio, pues cuando hacía ese gesto era porque algo andaba mal.
Y entonces lo recordó.
El incidente en el estacionamiento producto de una irá descontrolada, que en ese momento fue mezclada con los absurdos celos que aún existían en su mente por aquella Chef amiga de Renata y que bien sabía guardaba sentimientos por ella. Pero que respetaba su lugar y decidió no interponerse en su relación.
Según en palabras de Alondra.
Si, había cometido un grave error al buscar problemas donde no existían. Y, aunque intentó con todas las fuerzas contenerse, la facilidad con la que sus emociones se dejaban ir bajo unos impulsos descontrolados, ganaron a su razón.
Suspiró agotada.
Se limpió la comisura de los labios, y colocó la mesita a un costado de la cama para poder hablar mejor sin ningún tipo de distracción.
—Lo siento, cariño. Yo… fui una tonta —se frotó los nudillos en un acto de nerviosismo.
Renata podía ser la mujer más paciente y sensata al hablar pero cuando se trataba regañar se convertía en el mismo demonio.
—¿Qué sucedió, ayer? —se acercó un poco más a la cama, aún sentada en la alfombra—. Pensé que ya habíamos dejado atrás el tema de Alondra y que lo entendías —habló con total calma.
—Si, así es.
—¿Entonces?
—De verdad no sé que me pasó. Nunca quise hacerlo, cuando me di cuenta ya tenía a tú amiga tomada de la camisa.
—Silvana —la tomó de las manos—. Sé que es difícil para ti el confiar en los demás, pero… te he demostrado con hechos lo que siento por ti. Jamás, escucha bien, jamás cruzaría por mi mente estar con alguien más que no seas tú. Pensé, que ya no tenía necesidad de recordartelo pero al parecer me equivoqué —bajó las manos, se sentía triste.
—No, no, no amor —se apresuró a decir la pelinegra—. No te equivocaste, yo sé cuanto me quieres y que nunca me engañarias. Perdóname por favor. Lo último que deseo es hacer que te sientas mal.
La rubia no quería hacerlo, pero era necesario preguntar. —¿Aún… sientes celos por Alondra? —la miró a los ojos.
—No te lo negare, un poco, si. Pero ya entendí que entre ustedes sólo una amistad es lo que hay. Aún así, prefiero evitar tener contacto con ella, sé que no te puedo pedir que dejes de hablarle a alguien, es muy injusto.
—Lo es.
Suspiró. —Lo que sucedió fue un malentendido yo… estaba enojada por algo más, pero ahora no importa eso.
Renata presto atención en lo dicho, recordó haberla visto con seriedad, casi al final de la fiesta. Si sus sospechas eran ciertas algo había sucedido cuando fue al baño que le provocó su mal humor.
—¿Amor, paso algo, ayer? Al final de la fiesta te ví molesta antes de salir al estacionamiento.
—No. Descuida. Lo que sucedió es que un tipo con el que solía tener negocios habló conmigo… de verdad no quiero recordarlo.
—Esta bien, tranquila —habló de inmediato cuando vio su frustración crecer, acarició sus mejillas—. Sólo, la próxima vez intenta hablar conmigo antes de querer hacer riña con alguien. No me gusta que saques tu ira con violencia.
—Si, lo haré —agradeció la comprendiera.
Renata se levantó para subir a la cama y sólo entonces, Silvana observó que llevaba esa linda bata azul que tanto le gustaba ver usar, la tenía ajustada de la cintura apenas alcanzando a cubrir sus piernas desnudas.
Le agrado lo que veía. Por si misma, Renata era una mujer bella. Pero cuando usaba ese tipo de prendas tan ceñidas y coquetas, algo en ella la ponía en los cielos.
La rubia se acercó a su novia con total inocencia, acarició con la yema de sus dedos las mejillas cálidas de Silvana. Ambas sonreían, era de esos momentos en los que sin decir nada podían expresarlo todo.
La primera en romper la distancia fue la pelinegra. Se acercó con calma plantandole un suave beso.
El chasquido de sus bocas se fue prolongando, la suavidad con la que sus labios acariciaban su lengua comenzaba a arrancarle suspiros de excitación a la pelinegra.
Sin contenerse un segundo más, abrazó el cuerpo de la rubia hasta hacer que se sentará justo sobre de ella.
…
Era de mañana, y nada como una buena sesión de amor para mejorar el día.
Sonrió cuando vió a la rubia juguetear con el borde de su bata, bajo de esta llevaba puesto un conjunto de lencería negra apenas notandose las líneas de encaje. Silvana a diferencia de la otra, usaba una blusa delgada de tirantes que dejaba al descubierto la línea de sus pechos marcadas.
La veía con total deseo al tiempo que sus manos viajaban con un roce sutil de sus hombros hasta su cintura y ahí, tomó la orilla de la tela para ser ella quien desatara el nudo de su bata.
Renata la detuvo antes de que lograra hacerlo, en su lugar ordenó que la pelinegra se retirará por si misma la blusa para verla desnuda.
Así lo hizo, estaba tan encandilada con aquel pequeño juego que cuando eso sucedía, no importaba ¿qué o cómo?, Silvana obedecía sin reprochar nada.
Una vez quitarse la blusa, dejó al descubierto sus bronceados pechos a la vista. La rubia sintió crecer sus deseos de tocarla y acariciar cada parte de su piel, pero se contuvo, sólo porque sabía que no podía ser así.
Silvana se acostó haciendo que la rubia hiciera lo mismo sobre ella, continuó besándola con tal parsimonia, tomándola del cuello para intensificar su contacto.
No podía aguantarlo más, la pelinegra bajo una de sus manos para conseguir desatar el perfecto nudo hecho en la bata de su novia, quería verla completa, tocar hasta la última linea de piel y besarla sin frenesí.
Estaba a punto de lograrlo, sino fuera porque Renata le negó la oportunidad.
—No, amor —expresó juguetona, una vez volviéndose a sentar sobre la chica.
—¡Dios, me matas cuando te pones así! —mencionó la pelinegra anciosa, pensando que seguiría la acción. Desde donde se encontraba podía observar lo hermoso que se veía Renata controlando la situación.
No lo negaba, sentía un poco de vergüenza para si, que existiera una mujer capaz de… "dominar" un ambiente donde ella no había permitido que cruzara nadie.
Pero la rubia era distinta, su carácter y tenacidad, dejaban en jaque a Silvana.
Completamente desarmada.
Siempre había sido así. Lo comprendió y entendió conforme fue avanzando su relación.
Alguien más estaba ahí, para cuidarla y protegerla.
Si, esa era Renata.
La rubia dejó un camino de caricias desde su cuello hasta el contorno de sus pechos, acarició con mucha paciencia provocando suspiros a Silvana, quién ya deseaba de más.
Bajó y beso tiernamente su cuello, llevaba un aroma delicioso, siempre le había gustado su perfume. Tenía un buen toque para elegirlos, de eso no tuvo duda.
Y era por esos detalles que necesitaba detenerse o caería ante el propio juego que ella misma planeó.
—Con esto… será suficiente —habló Renata en su papel de juicio.
Silvana aún pérdida en el encanto apenas alcanzó a reaccionar. —De que… —observó que la rubia se detuvo y entonces prestó atención—, de que hablas.
Renata arqueó la ceja, con el ceño fruncido en una pose autoritaria.
—¿Crees que no mereces un pequeño castigo luego de lo ocurrido ayer? —Silvana iba a protestar pero la detuvo—. Será así, como lo hagas; reflexiona sobre tus actos, pide perdón a quien se lo debas y sólo entonces… podremos continuar lo que empezamos aquí —bajandose al momento de la cama.
—Es broma, ¿Cierto? —se reclinó sobre sus codos.
—No lo es —mencionó mientras cepillaba su cabello. Sabía que Silvana tenía mucho orgullo cuando se trataba de reconocer su error y debía aprender a ceder de alguna u otra manera.
Que mejor que castigandola así.
Regresó hasta la cama, observó a Silvana que la miraba un poco molesta. Se agachó a darle un beso en los labios con una sonrisa victoriosa.
—Termina tú desayuno, nos vemos más tarde, amor.
Salió para ir a vestirse e ir a la escuela, dejando a una Silvana perturbada.
***
Recibió la última llamada de sus ingenieros que cubrían el proyecto de comunicaciones en Vienna. Para su fortuna todo estaba concluyendo en tiempo y forma. Muchas empresas privadas de Europa comenzaron a buscar los servicios de Industrias Kofmant y eso resultaba bueno para levantar sus fábricas de allá.
—¿Sucede algo, Sil? —preguntó Mónica desde el otro lado del escritorio. Hacía un rato se encontraba pensativa y, generalmente cuando eso pasaba era porque algo rondaba en su ajetreada mente.
Aparte del castigo de Renata —Pensó la pelinegra. —No sé que hacer, Mónica.
—¿Sobre qué?
—Estuve hablando con los doctores que llevan el caso de Mario. Al tiempo que se ha ido dando todo, estamos llegando a un punto donde él se quedó sin opciones. Necesita urgentemente un trasplante para salvarse.
—Lo sé, y ha sido difícil al tipo de sangre de es, encontrar un donante.
—Ya no tengo opción, Mónica —suspiró decidida—. Necesito contactarla.
—¿Crees que acceda?
—Francamente lo desconozco, pero al menos tengo que intentarlo.
—…
—Hablaré con mi madre.
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¡Santos Bacalaos! La pelinegra hablara con Silvina.
¿Creen que acceda fácilmente?
Por otra parte, pobre Silvana hasta que no pida disculpas a Alondra no habrá sexo para ella.
Chale :'v
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Nos leemos luego.
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