10. Buenos tiempos
Disfruten el capítulo.
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—La administración en Europa entregará para fin de mes los informes de inicio, bla bla bla…
Dejó de prestar atención como a los cinco minutos en que su asistente entró a la oficina explicando los puntos importantes de la semana.
Decir que se encontraba contenta era poco, hacía una semana que Renata le había dado su aprobación para comenzar de nuevo y estaba más que decidida a comprometerse a ello.
Sí bien, su hermosa esposa seguía viviendo en casa de Ana, aún no se animaba a pedirle que regresara al departamento.
Pero no importaba, estaba segura que eso cambiaría pronto y mientras tanto, debía esperar para verla ese fin de semana.
Desde el día del partido en que habló con Romina y todo lo demás, no hubo tiempo de verla después. Necesitaba terminar algunas actividades del trabajo y ponerse al día con los deberes escolares que dicho en palabras de su rubia, eran interminables.
De alguna forma, puede que Renata la estuviera castigando sin verla todos esos días, pero valdría la pena. No se imaginaba la cena tan especial que tenía planeado invitarle esa noche.
—Y ahora, a esta ¿Qué le pasa? —preguntó Mónica a Javier cuando recién entraba a la oficina.
Suspiró resignado viendo a su jefa que no dejaba de sonreír a la nada.
—Desde hace cinco minutos dejó de prestar atención.
—mmm… —comprendió a que se debía, o más bien a quien—. No te preocupes, ya sé lo que sucede. Puedes retirarte.
Él asintió. Mónica se sentó sonriente en uno de los sofás de la esquina.
Era tan divertido ver a su prima con la cara de idiota enamorada, todo el día.
No la culpaba, cualquiera que tuviera a Renata como esposa estaría de igual forma.
Pero no sé tenía la misma suerte que ella.
Decidida, dejó caer unos libros en el escritorio que tomó de la estantería para llamar la atención de su prima.
Oh, al menos su enojo.
—¡Cuantas veces tengo que decirte que no me espantes así! —habló efusiva tratando de normalizar su agitado corazón.
—jajaja… es que, te cargas una cara de boba cada vez que te pones a divagar con tu mujer.
Sonrojada, la ignoró.
—Ya habrá tiempo para hablar —sonrió cómplice y se sentó a un costado—. Me dijo Javier que hoy te reunirias con Olivares.
—Si, necesito hacerle saber que este problema es más complejo de lo que imaginamos. Documentos desaparecieron y hubo fuga de material sin siquiera notarlo.
—Lo sé, y no se como no me di cuenta.
—Te dije que no fue tu culpa.
—Aún así…
—Lo mejor será hablar de esto con Olivares, si lo convenso de ayudar será menos perjudicial para nosotros. No quisiera despedir a gente por un error.
—Puede ser, al menos así evitaremos que nos demande.
—No creo que llegue a esos extremos.
—Quién sabe.
Su asistente interrumpió avisando que Rodrigo Olivares estaba en la sala de juntas esperando.
—Enseguida voy.
—¿Quieres que te acompañe? —mencionó Mónica a su lado.
—No es necesario, espero llegar a un acuerdo en lo que empieza la investigación.
—¿Creés que acceda?
—Así lo espero. Es nuestra única opción, quiero a los responsables del saboteó y no descansaré hasta localizarlos.
—Muy bien, buena suerte.
—Descuida —salió de la oficina.
Lejos de la presencia de todos, se tomó un respiro. Estaba inquieta, se sentía molesta de no haber estado atenta durante el proceso. De haberlo hecho, habría evitado dolores de cabeza y ahora se estuviera preparando para su cita con Renata.
…
Saludó al hombre quien se notaba serio. Ambos tomaron asiento y sin preámbulos la pelinegra le explicó lo que había encontrado, con el único propósito de conseguir que Olivares entendiera mejor la situación y no insistiera con el pago que bien estaba en su derecho según las clausulas del contrato.
Por otro lado, a él no le tomó por sorpresa las palabras de Silvana, en el fondo sabía lo que ocurría y le impresionó que logró encontrar algún indicio de lo ocurrido. Pero no tenía miedo, estaba jugando bien sus cartas y esperaba que la mujer cayera en ella.
—Has tenido el tiempo necesario para revisar el problema. ¡Quiero mi dinero, ahora!
Pareció que nada de lo hablado le había hecho entender la situación, Olivares seguía en la misma postura.
—Entiendo, pero aún no puedo hacer nada, hay cosas que no cuadran. Ya se lo dije, necesito investigar más a fondo para encontrar a los culpables.
—Asi que no admitirás tú error tan fácil —seguía en su posición. Se levantó del asiento en un intento de contener su ira fingida—. Bien Silvana, podemos hacerlo por las buenas, pagandome lo que invertí, oh… —caminó con cautela hasta el filo del ventanal—, me encargaré de destruir tú imperio con las demandas de fraude hacia mí.
—¿Me está amenazando?
—No, claro que no. Sólo estoy pidiendo una simple cosa.
—Señor Olivares, entiendo su punto de querer recuperar lo que perdió, pero Industrias Kofmant no puede costear lo que solicita así de pronto. De hacerlo, tendría que cerrar fábricas, muchas personas se quedarían sin empleo, piense en eso.
—Veo que tú lo haces.
—Quiero lo mejor para todos.
—Bien… puede que haya otra solución —volteó, sólo para ver su rostro—, y estoy seguro que ambos saldremos beneficiados —sonrió ante la bomba que estaba a punto de soltar.
—Lo escucho.
—Quiero que te cases conmigo.
—…
***
—Gracias por acompañarme a la casa, suerte que estabas en la universidad con Ana —mencionó cuando abría la puerta del departamento.
—Descuida, ve por las cosas que olvidaste. Te espero para ir a Andino.
—Si, no tardó.
Mientras Renata subía a traer lo que dejo, aprovechó para buscar en su bolso el folleto del lugar al que tenía planeado invitarle ese mismo fin.
Mentiría si dijera que no se sentía nerviosa, aquello era un movimiento muy arriesgado, pero no podía esperar ni un minuto más para actuar.
Deseaba con toda el alma que Renata le correspondiera y se esforzaría porque fuera así.
Después de todo, tenía el camino libre luego de aquel matrimonio fallido por las mentiras de esa mujer.
—Ese es un lindo vestido —se acercó a Renata para ayudarle con los papeles—. Acaso ¿Tienes una fiesta, hoy? —habló con picardía, permitiéndose observarla mejor con el cambio de ropa.
—Algo así —respondió. Dejó salir una hermosa sonrisa que no pasó desapercibida para la Chef—. Descuida, no será como antes.
—Te creó —dejó las cosas sobre la mesa.
—¿Querías decirme algo hace rato?
Esa era su señal, respiró hondo para tranquilizar a su agitado corazón.
—Si, pero antes, tú también dijiste que querías contarnos algo a Ana y a mí.
Esbozó una sonrisa al recordar de lo que se trataba. Desde hace una semana quería decirles que intentaría de nuevo estar con Silvana, está vez sin mentiras. Decidió esperar hasta que todo en su vida volviera a acomodarse mejor; Ya estaba buscando un departamento para mudarse, recién terminaba de entregar todos los trabajos y deberes que por inasistencias, se le habían acumulado.
Dejó su abrigo a un lado y fue hasta donde Alondra se encontraba observándola con intriga.
Quería ser feliz y compartir con la gente que le importa la razón de estar así.
—De acuerdo, te lo diré aunque no esté Ana porque no aguanto seguir ocultando esto. Yo… regresé con Silvana —completó y sólo en ese instante Alondra sintió una punzada en el pecho.
—¿Qué dijiste?
—Bueno, no como matrimonio, le dije que quería ir despacio, volver a salir, seguir conociendonos y compartiendo…
—¡De verdad! —rió incrédula alejándose de ella, seguía sin creerlo—. Después de todo lo que te hizo ¿Vas a volver con ella?
—Lo sé, lo sé pero escucha —habló serena—, sé que cometió errores en los que yo salí perjudicada, pero Silvana a cambiado mucho, para bien.
—¿Te estás escuchando? —su voz sonó alterada—. Personas como Silvana nunca cambian, prueba de ello fue que desde que te conozco el trato de esa mujer contigo no fue más que dominación y autoridad, siempre estaba de mal humor queriendo demostrar que tú le pertenecías, como si fueras un simple objeto de su posesión.
—Tú no la conoces bien como yo, ella pasaba por una mala etapa.
—Por favor, ¡Te utilizó! ¿Qué otra cosa quieres que conozca? —la tomó del rostro, suavizando su habla—. No sabes lo horrible que fue ver cómo te ahogabas en tu propia pena. Verte en todos esos bares por las noches saciandote hasta olvidar. Perdiendo las ganas de seguir adelante. Tus sueños, aspiraciones, todo… Destruyendote. De verdad ¿Quieres volver a sufrir?
—Alondra… —intentó separarse pero la Chef no se lo permitió.
—Me gustas —completó, dejando a la rubia pasmada—, desde la primera vez que te ví en ese lugar me gustaste como nunca nadie lo había hecho —la observó con cautela—, y aunque ya te lo había dicho, lo volveré a hacer. Es que… Tienes una luz tan especial que provoca tanto querer estar a tú lado. Luchas como nadie por conseguir lo que quieres, que me molesta que alguien te haga daño. Eres única, tan especial para mí.
Dejó que sus instintos la guiarán, junto con el calor del momento, la beso por sorpresa como tanto lo anheló.
Quizó que esa fracción de tiempo se quedará congelado por siempre, sentir por primera vez sus labios, acariciar de cerca su rostro, se sentía como la mejor experiencia de su vida.
Pero sólo para ella.
Renata se alejó con brusquedad apenas unos segundos luego de que la besara, seguía incrédula de lo que pasó pero más que eso, estaba enojada por su atrevimiento. Solo volvieron en sí cuando una sonora cachetada estampó la mejilla de la Chef.
—No lo vuelvas a hacer, por favor —apenas pudo decir la rubia.
—Perdón, yo no, no fue mi intención.
—…
—Sera mejor que me vaya —caminó a la entrada—. Lo lamento, Renata. Espero que seas feliz —con voz entrecortada.
No dijo nada más.
...
***
[Industrias Kofmant]
—¿Qué ha dicho?
—Te casarás conmigo y no habrá crimen que perseguir. Es más, olvidaré este problema si tú… accedes a hacerlo.
—…
—Entonces ¿Es un trato?
—Jaa… —se levantó del asiento—. Es muy atrevido de su parte al plantearmelo de nuevo, cuando claramente ya había dicho que no.
—Por favor, es obvio que hay una clara tensión entre nosotros. Conmigo a tu lado podrías hacer tantas cosas —se acercó con cautela hasta la pelinegra—. Siendo ahora una mujer libre, no hay quién lo impida. ¿O no?
—No sabe nada, entre mi esposa y yo no hay más que sólo amor.
—Sueñas —se burló—. Sé que te mando a volar y ahora vives sola, me queda muy claro.
¿Cómo es que él sabía lo de Renata? Eso la intrigó.
—Lo único claro aquí son sus intenciones desde el principio —habló con aire imponente—. Le ordeno se retire de mi empresa y se dirija únicamente con mis abogados para la demanda.
—No será tan fácil, Silvana.
—Será como yo lo ordene. Ahora, salga.
Rodrigo se fue hecha furia, no toleraba que esa arrogante mujer lo dejara con las palabras en la boca, pensó que caería rápido en un intento por salvar a su gente pero dado las circunstancias no le importaría irse a la ruina de ser así.
¿Quién se creía?
…
—¿Crees que lo planeo para que tú accederás? —dijó Mónica trás escuchar lo ocurrido con Olivares.
—No, lo creo. Estoy segura —seguía furiosa caminando de un lado a otro—. Soy tan ingenua, ¿Cómo no me di cuenta en un principio?
—No podías saberlo, se acercó como si nada hubiera pasado después de la primera vez que te lo planteo.
—Aun así, debí haberlo imaginado, algo me decía que hacer tratos con ese hombre no resultaría bien —tomó el celular—. Necesito comprobar que el fallo fue ocasionado por él mismo.
—Será difícil.
—No me importa, lo quiero lejos de mi vida.
…
***
[En la tarde]
Las luces en los pasillos de Andino comenzaban a encenderse consecutivamente, la gente salía de sus áreas, producto de una buena jornada laboral. Cada uno en dirección a sus hogares o, siendo fin de semana, buscarían algún sitio donde pasar el rato.
Renata terminó de despedirse de sus compañeros caminando con rapidez al acceso principal para buscar en el estacionamiento el auto de Silvana.
—Te vez hermosa —escuchó la voz de alguien que tanto deseaba ver. Volteó sólo para confirmar que se trataba de la pelinegra quién extendía una flor a la rubia, lo que la hizo sonreír aún más.
—No más que tú.
—Vamos —extendió su mano.
Asintió y caminaron hasta el auto que las esperaba.
—Sufriste sin mí —habló cuando abordaron y el chófer emprendía el viaje.
—Como no te imaginas —acarició su mano—. Anhelaba verte.
—De verdad.
—¿Crees que miento?
—No, si te creo. Estás loquita por mi.
—Mira nada más —cruzó los brazos—, quién diría que fueras tan egocéntrica
—Pues te tendrás que acostumbrar. Ahora más que nunca seré severa contigo.
—¿Es una amenaza? —sonrió por su atrevimiento.
—Es un hecho que así será —dejó un beso en la mejilla de Silvana.
La estadía en el restaurante fue placentera, se sentía bien volver a estar así de unidas. En ese corto tiempo hablaron de muchas cosas que querían dejar al fin atrás.
Se sintió mal escuchar lo que vivió Renata luego del rompimiento y lo que trascendió para salir adelante.
Ahora debía remediarlo, haría las cosas mejor. Sin mentiras, ni engaños. La haría feliz.
—Tienes increíbles amigas. Cualquier otra persona no lo hubiera hecho.
—Si, han sido un gran apoyo —mencionó recordando a Ana y Alondra, pero cuando lo hizo con la última, se incómodo dado lo acontecido esa mañana.
Se sintió con la responsabilidad de decirle a Silvana lo que pasó con ella.
—Juzgue mal a Alondra —la interrumpió—. Pensé que estaba interesada en tí pero solo te cuidaba porque es una buena amiga.
—Yo… —dudó en hablar. Cómo mencionó, era buena persona, siempre la cuidaba y pensaba que se debía a la amistad que tenían. No le pasó por la mente que los celos de Silvana por la Chef fueran porque enserio estaba interesada en ella.
¿Se lo guardaría?
No, no podría hacerlo, si exigía hablar con la verdad en su relación entonces debía predicar con el ejemplo.
—Hay algo que tengo que decirte.
Le contó sobre la confesión de la Chef luego que le contara el regreso con Silvana. Esperaba que no reaccionara mal y así fue.
Por su parte la pelinegra siempre supo que Alondra deseaba romántico, y agradeció que en todo momento se mantuviera en su papel de amiga y que decidiera actuar hasta ahora.
De no haberla buscado a tiempo tal vez... Renata hubiera aceptado algo.
Y no la juzgaba por eso.
—Esta bien, entiendo que haya querido una oportunidad después de lo que pasó. No la culpó, te hice daño y es obvio que reaccionara así. Tal vez en otra vida podría… haber algo, pero en esta yo quiero ser la participe de tú historia —acarició su mejilla con ternura.
—¿Quieres que lo intentemos de nuevo?
—Quiero que tú te sientas cómoda. No me gustaría apresurar las cosas por más que yo lo desee.
—Entonces…
—Entonces, la pregunta aquí es, ¿Quieres ser mi novia? —la tomó de las manos.
—Si, si quiero.
Rodeo su cintura besándola en los labios, permanenciendo abrazadas un par de minutos antes de emprender el camino al departamento de su amiga Ana.
Sí, ahora serían buenos tiempos.
...
_______________
Pobre de mí Chef, como alguna de las lectoras mencionó, ella siempre supo su lugar y sabía que tarde o temprano saldría lastimada por haberse hecho iluciones.
¡Qué triste!
Y Olivares al fin volvió al ruedo pero no le resultó como lo esperaba, por lo menos en ese momento.
Comenten ¿Qué les ha parecido hasta ahora?
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Nos leemos luego.
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