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26 | la batalla

XXVI. THE BATTLE

El viaje al Ministerio fue movido. Viajar en un thestral resultaba inquietante cuando no podías verlo a él. Pero Allison no pudo encontrar lo emocionante a aquella aventura, estaba demasiado concentrada en no perder la cabeza pensando en Maddy, quien seguramente estaría siendo torturada por Voldemort en aquel momento.

No se pararon durante el camino una vez llegaron al edificio y bajaron por la cabina telefónica. Iban directamente al Departamento de Misterios, donde Harry alegaba que se encontraban. Intentó que Luna, Ginny y Neville se quedaran atrás para, según él, avisar, pero no logró que cedieran. Al final, los siete atravesaron la gran puerta negra con la que Harry había estado soñando todo ese tiempo.

Las cosas no salieron como planeaban, porque en cuanto llegaron a una sala y se cerró la puerta tras de sí, las paredes comenzaron a girar y girar. Había decenas de puertas sobre ella, y no tenían ni idea siquiera de por cuál habían entrado. A pesar de que les costó varios intentos dar con la sala de la visión de Harry, lo consiguieron.

El techo estaba tan elevado que costaba ver dónde acababan las altas estanterías, repletas de esferas de cristal. No sabía si su tenue brillo se debía al polvo acumulado o a otro factor, porque los candelabros que iluminaban la sala tampoco daban una luz mucho más intensa.

Caminaron entre las estanterías en busca de la número noventa y siete, la cual Harry había visto en la visión. Al dar con ella vieron que aquellas esferas tenían etiquetas y, lo sorprendente, es que había una con el nombre de Harry. En un gesto de, quizá, imprudencia, él la cogió; pero no ocurrió nada.  

—Muy bien, Potter. Ahora date la vuelta, muy despacio, y dame eso.

Mortífagos. Allison reconocía las máscaras que una docena de negras siluetas portaban, todas con la varita en ristre, en su dirección.

—Dame eso, Potter —repitió la voz de Lucius Malfoy, estirando el brazo—. Dame eso. 

El pánico inundó a Allison, dándose cuenta de que estaban atrapados. Parecía imposible cavilar un plan que les ayudara a escapar de ahí, esquivar a los mortífagos y no morir en el intento. Aunque notó que se le nublaba un poco la vista, Allison trató de mantener sus cinco sentidos alerta.

—¿Dónde está Maddy? —saltó Harry.

—¡El Señor Tenebroso nunca se equivoca! —chilló la voz de una mujer, mientras la mayoría de los mortífagos reían. 

—No, nunca. Y ahora, entrégame la profecía, Potter.

Más tarde acabarían descubriendo qué aquella mujer era Bellatrix Lestrange. Ella y Lucius Malfoy eran los cabecillas de la misión, o eso aparentaba, pues eran los más empeñados en que Harry les entregase la esfera. Que resultaba ser una profecía, una de la cual no quisieron decirles nada.

Estaban perdidos. Les habían tendido una emboscada, Maddy jamás había estado en peligro y habían caído como moscas en su trampa.

Hasta que a Harry se le ocurrió un plan que les reveló entre susurros. Destruir las estanterías a la voz de «Ya» y salir corriendo. Los mortífagos seguían exigiéndole que les diera la profecía, hasta que llegó el momento.

—¡YA!

—¡REDUCTO!

Siete maldiciones salieron disparadas contra las estanterías, haciendo que empezaran a caerse. Los adolescentes corrieron, huyendo de los mortífagos y del desplome de las profecías, que se iban perdiendo a medida que se rompían.

Allison iba detrás de Ginny, con los brazos sobre la cabeza para protegerse de los cristales que caían. Salieron del pasillo junto a Ron y Luna. Giraron a la izquierda, dando esquinazo a los mortífagos que les seguían por la derecha, y Ron dio con una puerta. 

—¿Dónde están Neville, Harry y Hermione? —preguntó Allison, jadeando, una vez se cerró del todo la puerta con un Fermaportus

La sala donde se encontraban se quedó sumida en la oscuridad.

—Creo que no era aquí donde debíamos ir —observó Ginny. 

Tenía razón, por supuesto. Aunque todo seguía a oscuras, podían divisar unas grandes esferas flotando por la sala. Allison dio un paso al frente con la varita levantada, y adivinó que se trataban de los planetas del Sistema Solar. De pronto, le dio la sensación de que sus pies habían dejado de tocar el suelo. 

—¡Allison! —chilló la voz de Ron, y ella miró hacia abajo. Estaba flotando de verdad. 

—Tenemos que salir de aquí antes de que nos encuentren —dijo ella con apuro, intentando caminar de alguna forma, para volver al suelo. 

Empezaron a escuchar unas fuertes pisadas al otro lado de la puerta y, con el susto y las prisas, Allison se cayó de cara al suelo en el mismo momento que la puerta se abría y dejaba ver a dos mortífagos enmascarados. Un rayo de luz verde pasó a centímetros de la cabeza de Ron, quien tiró de los brazos de Ginny y Luna hacia abajo. 

—¡Desmaius! —gritó Allison, pero el mortífago se apartó a tiempo, empujando sin querer a su compañero, quien empezó a flotar como le había pasado antes a ella. 

Los cuatro intentaron correr y salir de ahí, pero no veían nada a su alrededor más que las enormes bolas planetarias. Además, era difícil, teniendo en cuenta que debían esquivar los hechizos y no empezar a flotar por el espacio. 

—¡Desmaius! —chilló Ginny, pero el hechizo dio de lleno en Saturno, que empezó a girar mucho más rápido alrededor de la sala, rebotando contra las paredes. 

Uno de los mortífagos lanzó un haz de luz amarilla en dirección a Allison y Ron, golpeando en el hombro al chico, que cayó sobre ella en el suelo. 

—¡Ron! 

Él no contestó a la primera, y Allison no se lo podía sacar de encima. Se escuchaban los gritos de los mortífagos y las chicas, y un golpe seco que indicaba que alguien había caído al suelo. Solo esperaba que no hubieran sido ni Luna ni Ginny.

Allison sentía un hormigueo en el brazo izquierdo, que había quedado sepultado bajo su cuerpo y el de Ron, y un creciente dolor se apoderaba de él. 

—Ji, ji, ji —rio Ron, quien finalmente rodó de encima de ella. Allison vio a duras penas que le goteaba algo pringoso por la boca—. ¡Mira, Ally, son planetas! ¡Cómo bota Saturno!

Luna y Ginny estaban de pie junto a los dos mortífagos, petrificados en el suelo. Respiraban agitadas, pero ninguna sufría ningún daño. Otra punzada de dolor más larga y aguda recorrió el brazo de Allison cuando se sentó, y al observarlo se quedó aterrada. De codo hacia abajo parecía casi del revés, y al verlo todo el dolor que le quedaba por experimentar llegó de golpe, soltando un gran grito que hizo que Ron se tapara los oídos. 

—¿Por qué chillas? ¡Anda, tu brazo! Qué raro está. —Ron soltó otra risita—. ¿Me dejas tocarlo? 

Allison había dejado de pensar con claridad, veía las esfera borrosas y escuchaba lejanas pisadas de alguien que acababa de abrir la puerta. Eran dos mortífagos más.

—¡Des...! —empezó a decir Luna. 

—¡Impedimenta

La chica cayó hacia atrás, muy cerca de Allison. Ron se levantó y se acercó al mortífago con despreocupación, pero Ginny se puso en medio y estiró de él antes de que pudieran hechizarle. Desde el suelo, el mortífago agarró el tobillo de Ginny y tiró de él, mientras Luna trataba de luchar con el otro, y Allison se levantaba con una gran sensación de mareo. 

Atrajo a Ron con su brazo bueno hasta la pared, donde dio con una puerta. Intentó aturdir a uno de los mortífagos, pero solo consiguió que soltase el tobillo de Ginny el tiempo justo para que ella pudiera escapar. 

—Ron, abre la puerta. 

—Pero, Allison, no hemos visto bien Urano todavía...

—¡Abre la puerta! ¡Expelillarmus! —gritó al mortífago que enfrentaba a Luna. 

Su varita salió despedida hacia atrás y Luna corrió hacia ellos, sujetando a Ginny para hacer que fuera más rápido. Allison ahogó un grito de dolor cuando Ron apretó con fuerza su brazo malo y se tropezó consigo misma, apoyándose sobre la pared. 

—¡¿Qué mierda te pasa?! —le gritó, enfurecida.

Ginny se precipitó sobre la puerta y la abrió, cojeando, mientras Luna empujaba a Ron para que pasase, aunque este se resistía. Allison corrió como pudo y, en cuanto la cruzó, la hechizó con un Fermaportus

—¡Ally! ¡Ron! —exclamó la voz de Harry, quien corría hacia ellos—. Ginny, Luna... ¿Estáis todos...?

—Harry —lo llamó Ron con una risita, abalanzándose sobre él—, estás aquí. ¡Ji, ji, ji! ¡Qué raro estás, Harry, vas muy despeinado!

Allison se apoyó de nuevo en una pared, con cuidado de que nada tocara su brazo izquierdo, y cerró los ojos, reteniendo lágrimas de dolor mientras respiraba con dificultad. Escuchó cómo Luna le relataba a Harry, por encima, lo que les había pasado. 

Neville cargaba a Hermione en brazos, y a Allison se le cortó la respiración al verlo, hasta que él le aseguró que seguía con vida. Caminaron en dirección a una puerta, esperando que fuera la de salida para acabar con todo eso, pero cuando casi habían llegado escucharon unos gritos. Se había abierto la puerta del otro extremo y por ella entraron tres mortífagos, con Bellatrix en cabeza. 

Sin embargo, Allison no supo nada más de la batalla, porque uno de los hechizos dio de lleno en su espalda, haciendo que cayera de cara al suelo. 

Por eso no estuvo despierta cuando los refuerzos de la Orden llegaron. Remus, Maddy, Sirius, Beatrice, Tonks, Kingsley... todos dispuestos a ayudar en la lucha y vencer a los mortífagos.

Poco sabía uno de ellos que esa sería su última batalla.

* * *

Cuando Allison abrió los ojos, le costaba mucho ver, pues toda la luz le vino de lleno y trató de recordar dónde estaba. Los mortífagos, los maleficios, su brazo, el Departamento de Misterios. Allison se tocó el brazo izquierdo mientras pestañeaba muy rápido, adecuándose a la luz, pero no le dolió en lo absoluto. 

—Allison —escuchó una voz llamándola, y sintió cómo la abrazaba—. ¿Te duele el brazo?

Ella negó. Levantó la cabeza para observar a su alrededor, descubriendo que se encontraba en la enfermería del colegio. Quien la abrazaba era Remus.

—¿Qué ha pasado? —le preguntó con preocupación, viendo que todos estaban ahí, menos Harry. 

Ginny, Luna y Neville estaban despiertos, con cara de agotamiento y pesar, cada uno sentado en una camilla. Ron y Hermione, por su parte, estaban dormidos, y el chico tenía unos vendajes en los brazos. Por la ausencia de luz en el exterior, Allison intuyó que todavía era de noche.

—¿Dónde está Harry, Remus? —quiso saber, porque las demás camillas estaban vacías—. ¿Y qué haces aquí? ¿Qué ha pasado en el Ministerio? Estábamos... estábamos luchando y huyendo y...

Se calló en el instante en el que vio bien la cara de Remus. Tenía surcos de lágrimas en las mejillas, que brillaban entre las cicatrices siempre presentes. Su túnica estaba rota y manchada, parecía agotado física y mentalmente.

—La Orden llegó a tiempo, Ally —contó Remus, tratando de hacer sonar su voz lo más normal posible—. Dumbledore se encargó de retener a los mortífagos antes de que... bueno, antes de que llegara Voldemort. —Suspiró, ignorando su tartamudeo—. Harry está en su despacho.

—Entonces, ¿están todos bien? —dijo esperanzada Allison. 

Pero sus esperanzas decayeron cuando Remus frunció la boca y desvió la mirada al suelo, porque podía observar claramente cómo se le aguaban los ojos. Allison miró a sus amigos en busca de una explicación, pero ellos también apartaron la mirada.

—¿Qué ha pasado, Remus? 

—El resto de la Orden está todavía en el Ministerio —continuó Remus, retrasando el momento de la verdad—. Fudge ha visto a Voldemort con sus propios ojos, no puede negar nada ya... Pero ha visto también a Sirius y ha intentado retenerlo, antes de que Dumbledore se lo impidiera, así que siguen ahí...

—¿Qué más ha pasado? —repitió Allison, agobiada. 

La señora Pomfrey llegó entonces, repartiendo pociones fortificantes entre sus pacientes. Allison se bebió la suya con impaciencia, mientras Remus se preparaba para contarle la situación.

—Estábamos en la Cámara de la Muerte, cuando... Bueno, estábamos luchando y... Ella no ha podido...

Tragó saliva y se sentó a su lado, pasando un brazo por sus hombros. 

—Han... han asesinado a Beatrice. 

La habitación quedó en silencio.

Por mucho que lo intentara, Allison no podía asimilar las palabras de Remus. Le miró con el ceño fruncido, como si acabara de contarle la cosa más imposible del mundo. Porque Beatrice debería estar viajando por Europa, en busca de nuevas criaturas, y no tendría que haberse quedado en Londres por si la necesitaban en alguna misión.

No. Simplemente no podía ser verdad. La espalda de Allison chocó contra el colchón mientras observaba el techo, negándose a mirar a Remus a la cara. Si le miraba, vería el dolor en sus ojos, y no podría seguir fingiendo que lo que acababa de decirle era mentira.

Beatrice. Ella siempre había estado llena de vida. Y ahora se la habían arrebatado.

No sabía cuándo había empezado a llorar ni cuando Remus la había vuelto a abrazar, pero deseaba no haberse despertado todavía para recibir esas noticias.

Jamás deberían haber acudido al Ministerio, todo por su infantil imprudencia. Habían caído de lleno en la trampa.

Por si fuera poco, al día siguiente, Eliza llegó a la enfermería al día siguiente con reproches y angustia. Porque podrían haberse ahorrado tantas desgracias si hubieran hablado con ella, eso les dijo a Harry y a Allison.

—¡El espejo! ¡Lo que Sirius nos dio era un espejo con el que podíamos contactar con él! —les gritó, entre lágrimas, sin poder procesar que su madrina acabase de ser asesinada—. ¡Sirius os habría dicho que Maddy estaba bien! Pero, claro, como nunca contáis conmigo, teníais que ir al maldito Ministerio.

—Intenté contactar con ellos por la chimenea, pero Kreacher me mintió diciendo que no había nadie en la casa —gruñó Harry, quien todavía estaba muy afectado por la situación—. ¿Qué iba a saber yo?

—Si me hubierais dicho algo...

—No íbamos a dejar que vinieras con nosotros, Lizzy, eres muy pequeña.

—Tengo catorce años, no me trates como a una niña. Y no habría ido, os lo habría impedido y Tris... y Tris seguiría viva...

Eliza se enjuagó las lágrimas y se sentó entre los dos hermanos, ya que Harry también estaba en la camilla de Allison. Se había cansado de chillarles y solo quería reconfortarse con un abrazo.

Habían traído a Umbridge a la enfermería, ya que Dumbledore se había adentrado en el bosque para buscarla, llevándosela de los centauros. Nadie sabía qué le había pasado ahí, pero madame Pomfrey decía que tenía una conmoción, por lo que podían imaginarse que no era nada bueno.

Allison salió de la enfermería el sábado, pero se encerró en su habitación y no quiso salir en todo el día. Lavender y Parvati le subieron comida, aunque no probó apenas bocado, teniendo el estómago cerrado.

Además de triste, estaba preocupada. Remus les aseguró que les escribirían en cuanto tuvieran noticias sobre Sirius, porque tendrían que juzgarle para declararse inocente y recuperar la normalidad. Toda la que pudieran obtener sin las animadas visitas anuales de Beatrice.

Cuando llegó la tarde del domingo, Allison se fue a visitar la enfermería, donde todavía estaban ingresados Ron y Hermione, pues habían sido los peores parados de la batalla de entre los siete.

A Hermione le habían lanzado una maldición no-verbal que podría haberle causado la muerte si hubiera sido dicha en voz alta. Y a Ron le había atacado uno de los cerebros del tanque que habían visto en una de las salas, dejándole grandes marcas a lo largo de los brazos.

Acababan de leer una noticia en El Profeta, donde el Ministerio al fin admitía que Voldemort había regresado. También comentaba que ese mismo domingo iba a tener lugar el juicio a Sirius Black. 

—Eh, Harry, aquí estás; ya sabía yo que hablarían de ti —comentó Hermione, mirando a su amigo por encima del borde de la hoja de periódico y señalando su nombre en él.

—Sí, pero ahora vuelven a llamarlo «El niño que vivió» —observó Ron—. Ya no es un iluso fanfarrón, ¿eh?

—Todo un alivio —añadió con ironía Allison, agarrando la rana de chocolate que Harry acababa de lanzarle.

Como no quería vomitarla, tuvo que comérsela muy despacio.

—Sí, ahora hablan muy bien de ti, Harry —confirmó Hermione, leyendo—: «La solitaria voz de la verdad... considerado desequilibrado, aunque nunca titubeó al relatar su versión... obligado a soportar el ridículo y las calumnias...» Hummm —dijo frunciendo el entrecejo—, veo que no mencionan el hecho de que eran ellos mismos, los de El Profeta, los que te ridiculizaban y te calumniaban...

Hermione hizo una pequeña mueca de dolor, y le aseguró a Allison que estaba bien cuando ella le preguntó. Tenía que tomar unas diez pociones diarias para contrarrestar los efectos de la maldición, pero ya se encontraba mucho mejor. 

—«El último intento de Quien Ustedes Saben de hacerse con el poder, páginas dos a cuatro; Lo que el Ministerio debió contarnos, página cinco; Por qué nadie hizo caso a Albus Dumbledore, páginas seis a ocho; Entrevista en exclusiva con Harry Potter, página nueve; Sirius Black y su presunta inocencia, páginas diez y once...» ¡Vaya! —exclamó Hermione, y dobló el periódico y lo dejó a un lado—. Sin duda les ha dado para escribir mucho. Pero esa entrevista con Harry no es una exclusiva, es la que salió en El Quisquilloso hace meses...

—Mi padre se la vendió —comentó Luna con vaguedad mientras pasaba una página de El Quisquilloso—. Y le pagaron muy bien, así que este verano organizaremos una expedición a Suecia para ver si podemos cazar un snorkack de cuernos arrugados.

—Eso es fantástico, Luna —comentó Eliza con un intento de sonrisa en la cara. 

—Bueno —dijo Hermione, incorporándose un poco y haciendo otra mueca de dolor—, ¿cómo va todo por el colegio?

—Antes he pasado por donde George y Fred habían dejado el pantano, y ya no está —comentó Allison con aire despistado. 

—Lo ha limpiado Flitwick —explicó Ginny—. Tardó unos tres segundos. Pero ha dejado un trocito debajo de la ventana y lo ha acordonado.

—¿Por qué?

—Dice que fue una gran exhibición de magia.

—Yo creo que lo ha dejado como un monumento a Fred y George —intervino Ron, con la boca llena de chocolate—. Mis hermanos me han enviado todo esto. Les debe de ir muy bien con la tienda de artículos de broma, ¿no?

Hermione lo miró con gesto de desaprobación y preguntó:

—¿Y ya se han acabado los problemas desde que ha vuelto Dumbledore?

—Sí —contestó Neville—, todo ha vuelto a la normalidad.

—Supongo que Filch estará contento, ¿no? —dijo Ron. 

—Oh, para nada —respondió Allison—. Creo que le gustaba Umbridge, o algo así. Dice que Umbridge era lo mejor que jamás le había pasado a Hogwarts.

Siguieron conversando esa tarde, aunque Harry se marchó pronto de la enfermería con la excusa de ver a Hagrid. Allison quiso ir, pero no le apetecía nada salir afuera, porque hacía un día estupendo y necesitaba sentirse desgraciada. 

El lunes a la hora del desayuno, Lizzy llegó corriendo a la mesa de Gryffindor, unos tres segundos más tarde de que las lechuzas entrasen al Gran Comedor con el correo. Traía una carta en la mano y la mayor cara de preocupación que habían visto jamás. 

—Es de mamá, dijo que escribiría cuando supieran algo, y el juicio se papá fue ayer. 

Se sentó con ellos y abrió el sobre con manos temblorosas. 

Queridos Eliza, Harry y Allison:

¡Sirius ha sido absuelto! Ayer estuvimos casi todo el día en el Ministerio y no veáis la de malas miradas que todos le lanzaban, incluso hubo gente que intentó hechizarle. Estaba muy tristón (como todos ahora, siendo justos) y nervioso, pero Dumbledore vino y habló frente al Wizengamot. 

En fin, voy a ir a lo importante, Sirius ya no tiene por qué seguir escondiéndose, y ayer por la noche no paraba de hablar de todos los planes que tenía para el verano. No quiero ser yo quien le desanime, pero me parece que no podemos ir a París ahora mismo. De todas formas, estamos esperando a que vengáis este verano, porque vamos a pasar buenos meses juntos, los siete. Os lo prometo, no estéis demasiado tristes, por favor.

Espero que, dentro de lo que cabe, podáis disfrutar un poco de estos últimos días de curso, y no os comáis demasiado la cabeza. 

Os quiere, 

Maddy

Allison sonrió al ver que no era lo único que estaba escrito en la carta. Por muy adultos que fueran, los tres seguían teniendo alma de niños pequeños. 

Habían perdido a Beatrice y eso le dolería para siempre, pero habían recuperado del todo a Sirius, y Jake podría crecer en una familia que no tuviera que esconderse dentro de una casa llena de malos recuerdos y fantasmas del pasado. 

Todos merecían un final feliz. Beatrice, al menos, se había reunido con sus padres y su hermano. Y había conseguido su propósito de vida, como se había encargado de recordarles en verano: vio una quimera en persona. Seguramente hubiera preferido morir luchando contra ella, y no contra un mortífago. 

Llegaron a casa exhaustos, siendo recibidos por Sirius, quien sostenía a su hijo en brazos con una sonrisilla en la cara. Se notaba la mezcla de horribles y asombrosos sentimientos que revoloteaban en su interior con tan solo mirarlo.

—Jake os ha echado de menos.

Maddy se acercó a él y le dio un corto beso en los labios antes de tomar el relevo y sujetar ella misma a Jacob, para que Sirius pudiera abrazar a los tres. La primera fue Eliza, aunque Harry y Allison se sumaron rápidamente, formando un abrazo grupal. 

Al separarse, Allison preguntó:

—¿Cómo está Remus? Esta noche hay luna llena. 

—Está arriba, se ha quedado durmiendo hasta que llegarais —le respondió Maddy—. No te preocupes, se ha estado tomando la poción todos los días de la semana. 

Lizzy decidió que era su turno para sostener a su hermano, a quien recogió con cariño y suavidad, agarrándolo bien y acariciando con delicadeza su mejilla.

No todo estaba perdido.




RIP Beatrice Kelly :( al menos vio una quimera antes de morir ;(

LO SIENTO VALE pero alguien tenía que morir y no iba a ser Sirius. me niego a creer que Sirius no es inmortal, miradlo, está vivo y tiene dos hijos y dos ahijados y ya está. ahora...

gracias a todos los que seguís ahí, votando y comentando, gracias por haber acompañado a Allison durante otro libro entero. siento tener que haceros esperar como mes para leer el siguiente, os prometo que merecerá la pena, tengo muchas cositas pensadas y espero que salgan bien.

la continuación de este libro se llama "Illicit Affairs" y está disponible en mi perfil

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