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17 | caer en la tentación

XVII. SUCCUMB TO THE TEMPTATION

Habían llegado a las cocinas sin problemas, así que Allison y George comían cada uno su porción de tarta de queso. Como era de madrugada, no eran muchos los elfos que quedaban en la cocina, tan solo un par que se dedicaba a supervisar que todo estuviera en orden.

Sentados encima de la alargada mesa —que era una copia exacta de alguna de las que se encontraban en el Gran Comedor—, George y Allison mantenían una conversación trivial. Pero ella parecía demasiado distraída, y George se dio cuenta.

—¿Estás bien?

—No lo sé —respondió sinceramente Allison, apretando los labios en una mueca—. ¿Acaso no me veo bien?

—Preciosa, pero no te lo pregunto por eso. —Allison le iba a dar un golpe suave en el hombro al oír a George, pero él fue más rápido y le agarró la mano para evitarlo—. Últimamente estás algo rara, no sé.

—Solo estoy agobiada. No tengo tiempo ni para respirar entre tanta tarea...

—Venga, no me creo que lo que más le estresa a Allison Potter sean los deberes. ¿No habrás tomado tofu de la fiebre? Porque todavía no hemos solucionado los efectos secundarios.

Allison soltó una risita y bajó la mirada a sus manos. Por un segundo, fue como si nada hubiera cambiado, como si ese último año no hubiera sucedido. Estaría tan feliz con George, a punto de asistir juntos al Baile de Navidad...

Tal vez eso le animó a contarle algo sobre lo que sucedía.

—Te lo diré, pero no quiero que nadie se entere —pidió Allison, y George asintió—. Por el camino, no sé qué tan cotillas sean los elfos, y si Dobby lo sabe se lo dirá a mi hermano.

Un minuto más tarde, Allison y George volvían a recorrer los pasillos del colegio, tan apretados bajo la capa como antes.

—Verás... ¿Sabías que a Harry le gusta Cho Chang?

—Creo que lo saben al menos todos los miembros del ED —dijo George, y Allison sintió un cosquilleo al notar su aliento tan cerca, pero lo ignoró.

Tras hacerle jurar tres veces que no se lo diría a nadie, Allison soltó la bomba que llevaba tanto tiempo guardando:

—Cho y yo nos besamos. Dos veces.

George paró en seco y Allison pensó que se había sorprendido por la noticia, pero al bajar la vista al suelo descubrió la verdadera razón. La Señora Norris les observaba con sus amarillentos ojos, y maulló antes de salir por patas a buscar a su amo.

Los dos se miraron durante dos segundos antes de correr a esconderse. Estaban en el sexto piso, y tuvieron que avanzar en dirección contraria a por donde la gata se había marchado.

Subieron un piso y llegaron al lado del tapiz de Barnabás el Chiflado, lo que le dio una idea a George: podían esconderse en la Sala de los Menesteres, estaba justo ahí. Cuando pasaban enfrente de la pared vacía por tercera vez, comenzaron a escuchar unas fuertes pisadas que venían hacia el lugar. La puerta de la sala se materializó en el momento justo, y los dos entraron a toda prisa al interior.

Al cerrarse, las pisadas dejaron de oírse, seguramente la puerta ya habría desaparecido al otro lado de la pared.

Frente a ellos tenían una pequeña sala con un sofá en medio y un par de muebles apretados contra la pared. En cuanto vio el sofá, George salió de debajo de la capa y se sentó de un salto, extendiendo los pies sobre la mesa.

—Es el sofá más cómodo en el que me he sentado —comentó el chico con admiración, tocando los cojines—. Deberías sentarte y seguir contándomelo.

Había evitado la mirada de Allison, que ya había dejado la capa a un lado, pero ella supuso que era porque seguía contemplando el sofá. Se sentó con él.

—La he cagado, ¿verdad? Harry se va a enfadar con razón.

—Bueno, si a Cho no le gusta, él no tenía mucho que hacer —opinó George—. Y si le gustas tú... no es tu culpa que tenga buen gusto. Aunque después de mí debes de tener las expectativas muy altas.

Allison rodó los ojos, pero una sonrisa se asomó por sus labios.

—No me gusta Cho. Es guapísima y besa bien, eso no lo niego... Pero no puedo cambiar lo que pasó.

Se llevó las manos a la cara y suspiró con pesadez.

—Harry no se enterará —la consoló George, apoyando una mano en su hombro—. Y seguro que podrá superar a Cho algún día.

—No lo sé, lleva detrás de ella desde tercero —recordó Allison—. No es tan fácil olvidar a alguien que te lleva gustando tanto tiempo —añadió, mirando de reojo al chico.

—Tienes razón; son casi dos años.

—Aunque nada les ha ido muy bien desde hace bastante.

George asintió y la mano que estaba apoyada en el hombro de Allison bajó un poco por su brazo. ¿Seguían hablando de Harry y Cho?

—Algunas cosas toman tiempo, supongo.

Allison tragó saliva, pero no apartó la mirada de los ojos de George. Apenas recordaba la última ocasión en la que había estado a solas con él.

Tal vez era por una buena razón.

—Si me sigues mirando así, voy a tener que besarte.

George había hablado sin pensar, pero si se sorprendió por haberlo dicho en voz alta lo ocultó a la perfección. Allison creyó haber escuchado mal.

—¿Qué?

—He dicho —George se acercó unos centímetros, rozando la pierna de Allison con la suya— que si sigues mirándome así, voy a tener que besarte.

Así no era cómo Allison esperaba que saliera su noche de estudio.

Bueno, de perdidos al río.

La sonrisa en el rostro del chico se ensanchó a medida que se acercaba más y más a Allison. Tan cerca que podía ver los reflejos verdes de sus ojos marrones.

Fue Allison quien posó una mano en la nuca de George y cortó toda distancia. Sus labios sabían tal y como los recordaba. Con los ojos cerrados, Allison podía fingir que todo estaba bien, que George y ella nunca habían terminado y que no había una incipiente guerra ahí fuera.

¿No se suponía que debería estar superando a George Weasley? ¿Cómo iba a hacerlo dándose el lote con él? Allison acalló la voz de su conciencia, como cada vez que le convenía. Ya estaba acostumbrada a tomar malas decisiones, no le importaba tener que cargar con una más.

Así que se sentó sobre las piernas de George, y él separó sus bocas para poder observar su rostro.

—Ally...

Ella acarició sus labios con el pulgar, disfrutando de escuchar cómo George la llamaba.

—¿Sí?

—Quiero volver a besarte.

—Deja de decirlo y hazlo, George.

Acercó su cuerpo más al de él para juntar sus labios de nuevo, pero esta vez profundizó el beso y duró mucho más. Allison seguía con una mano en su mejilla, y la otra sujetando el dobladillo de la camiseta del pijama de George.

Pasaron los minutos y los besos se incrementaban, volviéndose más y más rápidos. Hacía rato que Allison había dejado de pensar con coherencia. Estaba acostumbrada a dejarse llevar por sus impulsos, y esa siempre había sido la dinámica que ambos tenían.

Quería olvidarse de todo por un rato. Y la Sala de los Menesteres había visto cosas peores.

* * *

Todas las dudas y los arrepentimientos llegaron a la mañana siguiente, cuando Allison se despertó en su habitación después de haber dormido una hora en total. Los recuerdos de la noche anterior parecían ser parte de sus sueños, algo que no le extrañaría en lo absoluto, pero tenía la certeza de que había pasado.

Sobre todo porque tenía suficientes pruebas de ello en el cuello, y las vio todas con horror al mirarse en el espejo del lado de su cama.

—Wow, te lo pasaste bien anoche, espero —comentó con burla Lavender, aguantándose la risa al ver la cara de espanto de Allison.

—Ayúdame a taparme esto, por favor —le pidió Allison, que no quería pasearse así por todo el castillo.

Media hora más tarde, Allison se reunió con sus tres amigos en el Gran Comedor para desayunar. Estaba demasiado cansada, a pesar de que la noche anterior se había tomado una poción para perder el sueño, el efecto claramente no seguía durando. Querría haberse saltado las clases, pero Parvati y Lavender la empujaron todo el trayecto hasta el vestíbulo.

—¿Te quedaste hasta muy tarde haciendo la tarea? —le preguntó Hermione cuando la vio entrar. Aún con todo el maquillaje, sus ojeras eran visibles—. Anoche no te oí subir.

—Eh... sí. Tenía que hacer un montón de trabajo.

—Bueno, ya casi no queda nada para Navidad —comentó Ron con alegría—. Tengo muchas ganas de relajarme de una vez.

—Llevas relajado todo el trimestre, Ron —regañó Hermione, mirándole mal por encima de El Profeta, que debería de haberle llegado antes de que Allison bajase.

—Sí, pero podré hacerlo sin sentirme culpable.

Harry soltó una carcajada y se giró hacia su hermana para pedirle que le pasara el zumo de calabaza, pero de repente se frenó. Ni Ron ni Hermione les prestaban atención, estaban sumergidos en una discusión sobre la responsabilidad —o más bien la falta de ella— de Ron.

—¿Qué tienes en el cuello?

Allison abrió mucho los ojos, alarmada, porque pensaba que sus amigas lo habían cubierto bien con la base. Se tocó el cuello y se quedó mirando a Harry, a la espera de que dijese algo más.

—¿Era un chupetón? —Allison negó con la cabeza—. No, claro que no, eran más de uno.

—Cállate. No te importa, ¿vale?

—Oye, solo me interesaba por tu vida.

—Pues deja de hacerlo.

Acto seguido, le robó la bufanda a su hermano y envolvió su cuello en ella. Estaba calentita, al menos, pero Harry protestó por ello.

Los escasos días que quedaban fueron calmados, en comparación a lo que habían sido los anteriores. Cada vez que Allison veía a George, él le guiñaba un ojo o le sonreía, y ella no dejaba de darle vueltas y más vueltas a todo. No le bastaba con besar a la chica que le gustaba a su hermano, que también tenía que liarse con su ex. Lo único que le faltaba era que Voldemort atacara a alguien o algo por el estilo.

Aquella tarde, al fin, tendrían lugar las pruebas de selección para el equipo de quidditch. La mayoría de la gente que se había presentado no sabía siquiera cuál era la correcta forma de agarrar el bate. Por no mencionar su incapacidad de golpear la bludger en lugar del aire, lo que impacientaba a Allison a sobremanera.

—No, Sloper, no se golpea así. 

Le robó el bate con malhumor y le dio con todas sus fuerzas a la bludger que se dirigía hacia ellos, mandándola directamente a través del aro derecho. 

—¿Ves cómo no es tan difícil, maldita sea? 

—¡Allison! —la llamó Angelina, haciéndole un gesto con la mano para que bajase al suelo con su escoba. 

Ella pensó que le echaría la bronca por inmiscuirse en las pruebas, pero Angelina tenía la cara iluminada, como si acabara de ocurrírsele una brillante idea. 

—¿Crees que podrías jugar como golpeadora? 

—¿Cómo? 

—Todos son unos incompetentes —soltó Angelina sin preámbulos, pero con cuidado de que ninguno las escuchara—. Ya tenemos a Ginny como buscadora, y Andrew Kirke no es tan patán como el resto de golpeadores... Pero Jack Sloper casi se golpea tres veces a sí mismo con el bate, y es la única opción válida que nos queda. 

—Pero tendríamos que hacer más pruebas para un nuevo cazador —resaltó Allison. 

Aunque la idea de jugar como golpeadora le atraía, si se ponía a pensar en ello. No sabía, sin embargo, si sería una buena idea; siempre había entrenado como cazadora.

—Puedo hablar con Katie Bell. Estaba en el equipo hace unos años, le haré unas pruebas rápidas al volver de vacaciones. Entrenando duro, estoy segura de que podrías ser una gran golpeadora, Allison. 

Angelina parecía tan ilusionada que Allison fue incapaz de negarse, porque a ella también le apetecía probar. Sería divertido un cambio. 

Esa noche tuvieron la última reunión del ED antes de Navidad, y Allison fue una de las primeras en irse del lugar, sin esperar a sus amigos. Se dedicó a contarles a los gemelos Weasley cómo habían ido las pruebas, ignorando cómo su estómago se revolvía ante la presencia de George.

—Así que ahora voy a ser golpeadora —concluyó, al tiempo que pasaban por el retrato de la Señora Gorda.

—Te parecerá bonito sustituirnos —bromeó Fred, aunque un atisbo de resentimiento se notaba en su voz.

Obviamente, a ninguno de los dos les hacía gracia que les hubieran prohibido jugar al quidditch.

—Vais a tener que enseñarme, porque aunque tenga mala leche eso no me garantiza nada.

—Te enseñaremos tácticas —le aseguró George, pasando un brazo por sus hombros. ¿Cómo se respiraba?—. Pero no vas a poder igualarnos; somos los mejores golpeadores que han pisado el colegio.

Siguieron charlando en el sofá, pasando a hablar sobre algunos de los inventos que estaban ideando para Sortilegios Weasley. Lo cierto era que George y Fred eran increíblemente inteligentes, solo que alguna gente no lo veía porque usaban todos sus conocimientos en las bromas.

Ron y Hermione habían llegado poco después, pero Harry no pisó la Sala Común hasta media hora más tarde, cuando casi no quedaban alumnos en ella. Allison se acercó también a ellos.

—¿Dónde estabas? —le preguntó a su hermano, viendo la cara que traía. Parecía confundido por algo.

Él no contestó.

—¿Estás bien, Harry? —preguntó Hermione, que estaba escribiendo una larga carta.

—¿Qué pasa? —inquirió Ron, y se incorporó para verlo mejor—. ¿Te ha ocurrido algo?

Más silencio. Harry parecía tener una disputa interna, pero Allison no comprendía nada.

—¿Es Cho? —preguntó Hermione con seriedad—. ¿Se te acercó después de la reunión?

Allison se tensó en el instante en que Harry asintió con la cabeza.

—¿Has hablado con Cho? —le preguntó, intentando que no se notara su creciente inquietud.

Miró de reojo al sofá donde estaban los gemelos, buscando a la única persona aparte de ellas dos que sabía lo que había pasado.

—Sí... —empezó a decir Harry con voz ronca; luego se aclaró la garganta—. Ella...

—¿Os besasteis? —inquirió Hermione bruscamente.

Si Allison hubiera estado bebiendo algo, lo habría escupido al instante. La parecía muy lejana la idea de Harry besando a Cho, puesto que había sido ella con quien se había liado en dos ocasiones.

Pero Harry asintió con la cabeza y Ron gritó con júbilo, se tumbó en la alfombra y soltó una gran carcajada. Allison se quedó con la mirada perdida.

—¿Y qué? —preguntó Ron—. ¿Cómo fue?

—Húmedo. Porque ella estaba llorando.

Igual que le había pasado a Allison.

—¡Ah! ¿Tan malo eres besando? —se regocijó Ron.

—No lo sé. Quizá sí —comentó Harry con preocupación, dirigiéndole una mirada de soslayo a Allison.

Abrió la boca para añadir algo más, pero Allison no aguantó más y se puso de pie.

—Tengo sueño, nos vemos mañana —se excusó, y se dio la vuelta para subir a los dormitorios.

Al llegar, cerró la puerta con cuidado, porque Lavender y Parvati estaban cada una en su cama con las cortinas cerradas, y no sabía si ya se habían dormido. Trató de respirar hondo y tranquilizarse.

Si Cho y Harry se habían besado, Cho no le habría contado que también la había besado a ella. Porque, de haber sido así, Harry le habría gritado. Estaba segura. Pero se sentía raro pensar que su hermano se había liado con la misma persona que ella, aunque ya supiera que le gustaba.

Hermione entró a la habitación cuando Allison ya se había puesto el pijama y estaba a punto de echarse a intentar dormir.

—¿Qué te pasa a ti ahora? —le preguntó en voz baja.

Allison fingió no haberla escuchado e intentó meterse en la cama, pero Hermione se lo impidió.

—Estoy bien.

—Te has ido como si alguien te hubiera dado una bofetada. Allison, ¿ha pasado algo?

¿Qué no ha pasado? Esa era la verdadera pregunta.

—Tiene algo que ver con Cho, ¿verdad? —dijo Hermione, y Allison abrió mucho los ojos.

—No. ¿Por qué dices eso? Cho no pinta nada en esta conversación.

Debería empezar a aprender a disimular cuando estaba bajo presión. Era imposible que Hermione le creyese una sola palabra si hablaba tan rápido y se le notaba lo nerviosa que le había puesto su comentario.

—Porque estábamos hablado de Cho y te has ido justo entonces, Allison —argumentó Hermione, aunque era bastante obvio.

Pero Allison no iba a dejar que se enterase de ello, así que se decantó por la única opción que vio. Se acercó a Hermione para poder susurrarle, por si acaso Lavender o Parvati seguían despiertas.

—George y yo nos besamos otra vez.

Hermione se alejó instintivamente, tapándose la boca en un gesto de sorpresa. No se lo esperaba para nada.

—¿Lo dices en serio?

—Claro que lo digo en serio. ¿Qué se supone que debería hacer ahora, Herms? ¿Ignorarlo? No puedo. Si solo hubiera sido un beso...

—Oh, no me digas que tú y George... —Hermione se destapó la boca y vocalizó una palabra.

—Por Merlín, Hermione, no. No hemos llegado a eso. Aunque ganas no faltaron.

La cara de Hermione era todo un poema, y Allison no sabía si reírse por eso o por la absurda situación en la que se estaba metiendo.

Besar a la chica que le gustaba a su hermano, luego liarse con su exnovio y ahora Cho había besado a Harry. ¿También se darían el lote Harry y George? Porque, honestamente, era lo único que le faltaba a Allison para perder la cabeza.

—No entiendo nada —reconoció Hermione—. Y no me vas a oír decir eso muy seguido.

—Ojalá entendiese yo algo. Estábamos volviendo de las cocinas cuando nos cruzamos a la Señora Norris, empezamos a correr y acabamos en la Sala de los Menesteres. Y bueno, una cosa llevó a la otra y... ya sabes.

—Pero ¿te sigue gustando?

Allison tardó algo en responder porque, en realidad, tampoco tenía idea de aquello. De hecho, pensaba que no, pero las dudas habían vuelto a surgir. Maldita fuera la hora en la que decidió hacer los deberes por una vez.

—Me pilló desprevenida —dijo en su lugar—. Era de noche, en la sala hacía calor yo y estaba cansada de hacer cosas todo el día.

—Si tú lo dices...







en un nivel intermedio entre lío y frutifantástico, lo dejo a vuestra imaginación ups bye

ahora, AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

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