
08 | ¿debería ponerme gafas?
VIII. SHOULD I WEAR GLASSES?
El día siguiente el buen humor reinaba en la casa, y, obviamente, todos los que vivían en ella se habían enterado de las grandes noticias. Aunque Allison, Harry y Eliza estaban también algo tristes por tener que irse justo cuando acababan de saber que Maddy estaba embarazada.
Aun así, esa mañana fue un completo jaleo, con gritos de arriba abajo de la casa, a los que, por supuesto, se sumó la señora Black desde su retrato.
Sirius, a pesar de tenerlo prohibido, decidió acompañarles en su forma perruna, y salió con Lizzy, Allison y Maddy. Llegaron a la plataforma 9 y ¾ después de Harry, Tonks, Ron, Hermione y los señores Weasley; pero antes que Ginny, los gemelos y Remus, cuando casi habían descargado el equipaje.
—¿Algún problema? —preguntó Moody cuando todos se hubieron reunido.
—Ninguno —contestó Remus.
—De todos modos, informaré a Dumbledore de lo de Sturgis —afirmó Moody—. Es la segunda vez que no se presenta en una semana. Está volviéndose tan informal como Mundungus.
—Cuidaos mucho —les dijo Maddy a Allison, Harry y Lizzy, dándoles a cada uno un abrazo y un beso en la mejilla—. Y no os metáis en líos, por favor.
—Cuídate tú también —dijo un sonriente Harry, señalando con la cabeza su tripa.
—Tenéis que contarnos todo lo que pase con eso —añadió Eliza.
Sirius, todavía en su forma perruna, agitó contento la cola.
—No os preocupéis, todo irá bien —aseguró Maddy.
Se despidieron también de Remus, de los señores Weasley, de Tonks y de Moody, quien les recordó que tuvieran cuidado con lo que escribían en sus cartas. Sonó el silbido del tren y subieron después de que Sirius intentase abrazarles.
En cuanto se puso en marcha todos se despidieron con la mano, y vieron cómo Sirius perseguía el tren hasta que se perdió de vista.
—No ha debido acompañarnos —comentó Hermione, preocupada.
—Lo de cabezota viene de familia —dijo Eliza, que al contrario parecía muy contenta de que su padre hubiese ido a despedirse—. Hacía meses que no salía a la calle, es normal que quisiera venir.
—Bueno —dijo Fred dando una palmada—, no podemos pasarnos el día charlando, tenemos asuntos de los que hablar con Lee. Hasta luego —se despidió, y George y él desaparecieron por el pasillo hacia la derecha.
—¿Vamos a buscar nuestro compartimento? —propuso Harry.
Ron y Hermione se miraron.
—Esto... —empezó a decir Ron.
—Nosotros... Bueno, Ron y yo tenemos que ir al vagón de los prefectos —recordó Hermione, incómoda.
—Id con vuestros amigos prefectos, que no os echaremos de menos —bromeó Allison.
—No creo que tengamos que quedarnos allí durante todo el trayecto —se apresuró a añadir Hermione—. Nuestras cartas decían que teníamos que recibir instrucciones de los Premios Anuales, y luego patrullar por los pasillos de vez en cuando.
—Vale —intervino Harry—. Bueno, entonces ya..., ya nos veremos más tarde.
—Sí, claro —dijo Ron lanzándole una furtiva y nerviosa mirada a su amigo. Allison no entendía a qué venía tanto drama, no era como si fueran a abandonarles a su suerte en una cuneta—. Es una lata que tengamos que ir al vagón de los prefectos, yo preferiría... Pero tenemos que hacerlo, es decir, a mí no me hace ninguna gracia. Yo no soy Percy —concluyó con tono desafiante.
—Ya lo sé —afirmó Harry, y sonrió.
Ron y Hermione arrastraron sus baúles y a sus mascotas hacia el primer vagón, y Allison se giró para empezar a caminar en busca de un compartimento.
—¿Venís con nosotros? —les preguntó a Lizzy y Ginny.
—Creo que debería ir a buscar a Cam —repuso la pelinegra—. O se enfadará porque no tiene más amigos. ¡Nos vemos! —se despidió, marchándose.
—¡Vamos! —apremió Ginny—. Yo sí que me quedo con vosotros. Si nos damos prisa podremos guardarles sitio a Ron y Hermione.
—Tienes razón.
Echaron a andar por el pasillo, mirando por las ventanillas de las puertas y suspirando porque todos parecían llenos. Allison se dio cuenta de cómo algunas personas se quedaban viendo a Harry, incluso se daban codazos y lo señalaban, cuchicheando con sus amigos.
Fue en el último vagón donde encontraron a Neville por el pasillo, con su baúl y Trevor, su sapo.
—¡Hola, chicos! —los saludó, jadeando—. El tren va lleno... No encuentro asiento...
—Pero ¿qué dices? —se extrañó Ginny, mirando por la ventanilla de un compartimento—. En este compartimento hay sitio, solo está Lunática Lovegood.
—No quiero molestar a nadie —murmuró Neville, inseguro.
—Bah, no seas tonto —dijo Allison, quitándole importancia—. Hacer amigos nuevos siempre es interesante.
Ginny abrió la puerta del compartimento y metió dentro su baúl.
—¡Hola, Luna! —la saludó—. ¿Te importa que nos quedemos aquí?
La chica de pelo rubio, largo y desgreñado levantó la cabeza de la revista que estaba leyendo, y Allison recordó haberla visto por el castillo. Ella asintió con la cabeza después de mirarlos a todos.
—Gracias —dijo Ginny, sonriente.
Pasaron y colocaron los baúles y la jaula de Hedwig en la rejilla portaequipajes, sentándose al acabar. Luna no le sacaba de encima los ojos a Harry —de hecho, parecía que casi ni pestañeaba—, quien se había sentado enfrente de ella.
—¿Has pasado un buen verano, Luna? —le preguntó Ginny.
—Sí —respondió ella en tono soñador, ahora clavando su mirada en Allison—. Sí, me lo he pasado muy bien. Vosotros sois Harry y Allison Potter.
—Lo somos —dijo Allison, sonriendo.
Luna dirigió sus ojos claros y saltones hacia Neville.
—Y tú no sé quién eres.
—No soy nadie —se apresuró a decir Neville.
—Claro que sí —intervino Ginny, tajante—. Neville Longbottom, Luna Lovegood. Luna va a mi curso, pero es una Ravenclaw.
—«Una inteligencia sin límites es el mayor tesoro de los hombres» —recitó Luna con sonsonete.
Levantó El Quisquilloso, volviendo a leerlo del revés, y ocultó su cara detrás de él. Allison y Ginny se miraron y contuvieron una risita; a Allison le había caído bien Luna.
—¿Sabéis qué me regalaron por mi cumpleaños? —preguntó de repente Neville, al cabo de unos minutos.
—¿Otra recordadora? —aventuró Harry.
—¿Un sombrerito de fiesta para Trevor?
—No, Allison, eso me lo regalaste tú —repuso Neville, soltando una carcajada.
—Sigo esperando las fotos de Trevor con su sombrero de fiesta —dijo ella, encogiéndose de hombros.
Neville metió una mano en su mochila, sacando una planta parecida a un pequeño cactus gris, cubierto de forúnculos en lugar de espinas.
—Una Mimbulus mimbletonia —dijo con orgullo, aunque aquella planta daba la sensación de estar muriéndose—. Es muy, muy rara —afirmó Neville, radiante—. No sé si hay alguna en el invernadero de Hogwarts. Me muero de ganas de enseñársela a la profesora Sprout. Mi tío abuelo Algie me la trajo de Asiria. Voy a ver si puedo conseguir más ejemplares a partir de este.
—Me alegro mucho por ti, Nev —dijo Allison, con una fingida sonrisa porque no podía entender que estuviera emocionado con eso.
—¿Hace... algo? —preguntó Harry.
—¡Ya lo creo! ¡Un montón de cosas! —exclamó Neville con orgullo—. Tiene un mecanismo de defensa asombroso. Mira, sujétame a Trevor...
Le pasó su sapo a Allison, que lo agarró con ambas manos con miedo a que se le escapara, y sacó una pluma de su mochila. Luna se asomó por el borde de su revista, curiosa. Neville colocó la planta a la altura de sus ojos y dio un pinchazo con la pluma en algún punto.
Si la intención de Neville era que el compartimento entero —incluyendo la cara de Allison— se salpicara por un líquido denso y pegajoso de color verde, que además olía a estiércol; lo consiguió con creces.
—Lo..., lo siento —se disculpó, entrecortadamente—. Todavía no lo había probado... No me imaginaba que pudiera ser tan... Pero no os preocupéis, su jugo fétido no es venenoso —añadió, nervioso, viendo cómo Allison puso mala cara y se levantaba de forma apresurada, pasándole a Trevor de nuevo.
Iba a vomitar, y si no se daba prisa lo haría en el compartimento y no quería ver cómo salía eso. Corrió hacia la puerta, pero alguien la abrió desde fuera y Allison se tropezó, cayendo al suelo y pringándose aún más.
—Allison —escuchó la voz de una chica, pero ella no dijo nada más. Tal vez si se concentraba en el dolor del golpe se le olvidaban sus ganas de devolver el desayuno—, ¿estás bien?, ¿te has hecho daño?
Levantó la mirada y vio a Cho Chang, con una sonrisa incómoda, plantada en el umbral de la puerta.
—Creo que no he llegado en buen momento... Solo venía a decir hola...
Allison se limpió el líquido de alrededor de los ojos con el pulgar. Iba a decir algo, pero se dio cuenta de que tenía que correr al baño sí o sí.
Después de vomitar en el váter y tirar de la cadena, Allison se limpió a sí misma con su varita, y salió con la intención de buscar a Cho y jurarle que era una persona normal que no iba por la vida cubierta de líquido asqueroso. No tuvo que avanzar mucho, pues ella estaba en la puerta de los baños.
—Siento mucho haberte golpeado con la puerta —se disculpó en cuanto la vio—. ¿Te encuentras mejor?
—Sí, mucho mejor. Gracias, Cho. Y no te preocupes, creo que gracias al golpe me ha dado tiempo a llegar al baño, si es que eso tiene algún sentido. Oh, y ya estoy limpia, menos mal que aquí puede usarse magia —añadió, mirando su ropa.
—Quería darte las gracias en persona por ayudarme este verano —dijo Cho, sonriendo.
—No tienes que darlas. Las chicas tenemos que apoyarnos entre nosotras, ¿recuerdas? —le dijo Allison, haciendo alusión a lo que le había dicho a finales del curso pasado—. ¿Tú cómo te encuentras?
La sonrisa del rostro de Cho se entristeció, pero hizo un esfuerzo por mantenerla.
—No es fácil volver aquí sin él —reconoció en un susurro—. Pero creo que lo estoy llevando mejor de lo que esperaba.
—Si necesitas cualquier cosa, ya sabes dónde está mi compartimento. Te prometo que no estará lleno de nada apestoso. Bueno... —se lo pensó unos segundos—, en realidad no puedo prometerlo, pero lo intentaré.
Cho se rio en voz baja y asintió, dándole un abrazo a Allison antes de marcharse en la dirección contraria.
El resto del viaje fue tan normal —si podía considerarse así— como cada año. Ron y Hermione volvieron una hora más tarde y se pusieron a contarles quiénes eran los demás prefectos. Obviamente, Draco Malfoy era el de Slytherin. Hermione cometió el error de insultar El Quisquilloso, ya que se se enteró tarde de que Luna Lovegood era la hija del director de la revista. Y, para rematar el trayecto, Malfoy hizo su aparición anual para burlarse de ellos, pero en realidad solo quería llamar la atención.
Malfoy insinuó algo de un perro antes de marcharse, y ellos lo interpretaron como si se hubiera enterado de que Sirius les había acompañado a la estación. Pero no podían comentar nada de eso con Neville y Luna en el compartimento.
Cuando llegaron a la estación de Hogsmeade, se llevaron una sorpresa al comprobar que la profesora Grubbly-Plank era quien estaba llamando a los niños de primero, en lugar de Hagrid.
Buscaron un carruaje libre mientas esperaban a que Luna regresara con Pigwidgeon, la lechuza de Ron, ya que se la había guardado mientras iba con Hermione a supervisar que hubiera orden.
—¿Qué creéis que son esos bichos? —les preguntó Harry a Allison y Ron, señalando con la cabeza los carruajes, mientras los alumnos pasaban a su lado.
Allison frunció el ceño, sin comprender a lo que se refería.
—¿Qué bichos? —quiso saber Ron.
—Esos caballos...
En ese momento apareció Luna con la jaula de la lechuza de Ron.
—Toma. Es una lechuza encantadora, ¿no?
—Esto... sí... encantadora —balbuceó Ron con brusquedad.
—Vamos ya al carruaje —intervino Allison—. ¿Qué decías, Harry?
—Estaba preguntándoos qué son esos caballos —repitió él mientras se dirigían al carruaje al que ya habían subido Hermione y Ginny.
—¿Qué caballos? —preguntó su hermana con confusión, y Ron asintió de acuerdo con ella.
—¡Los caballos que tiran de los coches! —dijo Harry con impaciencia.
Allison observó con los ojos entrecerrados los carruajes, que estaban ya al lado suyo. ¿Debería ponerse gafas? Porque si de verdad no veía unos caballos a su lado, era urgente. De hecho, ya sospechaba que las necesitaba, pero no que era tan grave.
—¿De qué nos hablas?
—Os hablo de... ¡Mirad!
Harry los agarró del brazo, les dio la vuelta y quedaron mirando al aire. Allison y Ron se observaron por unos segundos antes de girarse hacia Harry de nuevo.
—¿Qué se supone que estamos mirando?
—El... ¡Aquí, entre las varas! ¡Enganchado al coche! ¡Lo tenéis delante de las narices!
—Creo que deberías graduarte las gafas —opinó Allison, negándose a pensar que no podía ver un caballo frente a sus narices.
—¿No..., no los veis? —preguntó Harry.
—¿Ver qué? —dijo Ron, mirando de soslayo a Allison en busca de ayuda.
—¿No veis lo que tira de los carruajes?
—Anda, vamos a subir, no sea que te esté dando fiebre —comentó Allison, preocupándose.
Los tres subieron al carruaje.
Cuando llegaron al castillo, Allison intentó mirar por encima de las cabezas en busca de Hagrid. Pero era inútil, si hubiera estado en el Gran Comedor, le habría visto. No era fácil que Hagrid se escondiera.
Tomó asiento al lado de Lavender y Parvati, esperando ponerse al día con ellas porque apenas habían tenido contacto durante las vacaciones.
—¡Parvati, Lavender! ¿Qué tal todo? —preguntó Allison muy sonriente.
—Allison —saludó Parvati, correspondiendo su sonrisa pero de una forma nerviosa—. Bien, bien, ¿y tú?
—Supongo que bien —respondió ella, girándose hacia Lavender, ya que no había contestado.
—Oh, sí, igual —contestó la rubia de forma distraída.
Lavender siempre estaba hablando, incluso cuando no tenía que hacerlo, así que verla callada de esa manera fue de lo más extraño, teniendo en cuenta que la había visto charlando con Parvati antes de sentarse.
—¿Habéis visto que ha vuelto la profesora Grubbly-Plank? —dijo Parvati, cambiando el tema de conversación—. No tengo nada en contra de Hagrid, pero estoy deseando ver qué criaturas nos enseña este año Grubbly-Plank.
—Apuesto a qué Hagrid también nos enseñará criaturas fantásticas cuando vuelva —dijo Allison, mirando por toda la mesa de los profesores. Hasta que vio una cara nueva.
Solo que no era nueva. Era imposible que otra persona fuera tan parecida a un sapo, desde luego que era Umbridge.
—¡La conozco! —exclamó, dando un golpe sobre la mesa, que sobresaltó a Lavender—. Esa mujer estuvo en la vista que Harry y yo tuvimos a mitad de agosto. ¡Quería condenarnos!
Sin darles tiempo a sus amigas a responder, se volteó y sacudió el hombro de su hermano. Aunque no hacía falta, él la había escuchado y ahora miraba con la boca abierta a Umbridge, también reconociéndola.
—¡Sí que lo es!
—¿Cómo? —preguntó Hermione.
—¡Estaba en la vista! —repitió Harry—. ¡Trabaja para Fudge!
—Bonita chaqueta —comentó Ron con una sonrisa irónica.
—¡Trabaja para Fudge! —volvió a decir Hermione, frunciendo el entrecejo—. Entonces, ¿qué demonios hace aquí?
—Ni idea —dijo Allison, encogiéndose de hombros.
Hermione volvió a recorrer la mesa de los profesores con los ojos entornados.
—No —murmuró—, no, seguro que no...
Pero Hermione se vio interrumpida por la llegada de la profesora Grubbly-Plank a la mesa de profesores, ocupando el sitio de Hagrid.
La Ceremonia de Selección empezó poco después, y cada alumno nuevo se dirigió hacia la mesa de su casa. El banquete aparecería sobre las mesas, y Allison se puso las botas. Hablaron con Nick Casi Decapitado sobre la canción que había cantado el Sombrero Seleccionador, sobre que debían mantenerse unidos. El fantasma aseguraba que había que fomentar la unidad entre las casas, pero a Harry no parecía convencerle eso de llevarse bien con los de Slytherin.
Dumbledore empezó a dar su discurso, y todo el mundo quedó muy sorprendido cuando Umbridge se atrevió a interrumpirlo. Soltó un montón de chorradas sobre que si iba a ser su amiga o que si el Ministerio quería la mejor educación para ellos.
Como Hermione y Ron tenían que guiar a los niños de primero, Allison y Harry fueron solos a la Torre de Gryffindor. Subieron en un silencio —si ignoraban los murmullos dirigidos hacia Harry, claro— algo incómodo las escaleras hasta llegar al retrato de la Señora Gorda, y ahí fue cuando se dieron cuenta de que no sabían cuál era la contraseña.
—¿Sabe que hoy está radiante? —probó suerte Allison, intentando que les dejara pasar.
—Si no me decís la contraseña, no entráis —dijo con altanería la Señora Gorda.
—¡Yo la sé, Ally, Harry! —exclamó Neville, que llegaba jadeando—. ¿Sabéis qué es? Por una vez no se me va a olvidar... —afirmó, agitando el cactus que les había enseñado en el tren—. ¡Mimbulus mimbletonia!
—Correcto —dijo la Señora Gorda, y su retrato se abrió hacia ellos.
Los tres se adentraron en la Sala Común, y Allison vio cómo Fred y George colgaban algo en el tablón de anuncios. No pudo aguantar su curiosidad, porque estaba segura de que era algo que tenía que ver con Sortilegios Weasley. No se equivocaba.
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¿Tus gastos superan tus ingresos?
¿Te gustaría ganar un poco de oro?
Si te interesa un empleo sencillo,
a tiempo parcial y prácticamente indoloro,
ponte en contacto con Fred y George Weasley,
sala común de Gryffindor.
(Lamentamos decir que los aspirantes
tendrán que asumir los riesgos del empleo).
—No es por desilusionaros, chicos, pero de «prácticamente indoloro» y «asumir los riesgos del empleo» no suena muy bien.
—Bueno, George me ha obligado a ponerlo —repuso Fred.
—No queremos que nadie nos denuncie porque no podemos hacer que le pare de sangrar la nariz —se defendió George.
—Os deseo suerte para encontrar voluntarios. Porque nadie que os conozca probará todo eso.
Justo en ese momento, entraron Hermione y Ron, guiando a los niños de primero.
—Exacto —dijo Fred, mirando con una sonrisa al grupo de niños—. Nadie que nos conozca.
—Oh, no puedo esperar a que Hermione se entere —se rio Allison, dándoles una palmada en la espalda a cada uno—. Que os vaya bien.
—Buenas noches —le dijo George, sonriendo, cuando Allison avanzó unos pasos para subir las escaleras.
Entró junto a Hermione en la habitación, donde Parvati y Lavender ya se encontraban, hablando muy pegadas en la cama de la primera. Ya tenían el pijama puesto, y Lavender parecía preocupada por algo. En cuanto las vieron entrar, se quedaron en silencio.
—¿Ocurre algo? —preguntó Allison.
Sí que vería normal que se comportasen así con otras personas, pero con ella no.
—Verás... —empezó a hablar Lavender. Parvati la sujetó del brazo, como si le advirtiera de algo, pero ella la ignoró—. Es que tengo una duda.
—¿Sobre qué?
—Todo eso de que Quien No Debe Ser Nombrado ha regresado... no me acaba de convencer.
Allison frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Creo que tu hermano se lo ha inventado. Dumbledore le ha metido mucho miedo y debió de ver algo en el Laberinto, con todas esas pruebas peligrosas que había —repuso la rubia, jugando de forma nerviosa con sus manos.
Hermione, que había permanecido en silencio hasta entonces, dio un paso al frente.
—Harry dice la verdad.
—¿Cómo lo sabes? Nadie más que él lo ha visto.
—Bueno, nosotras creemos a Harry —aseguró Allison, con una expresión muy seria. No quería discutir con Lavender, pero si no le quedaba otra tendría que hacerlo—. Quien Tú Sabes ha regresado. Siento si no te gusta oír eso, pero es lo que hay.
Lavender soltó un bufido y se levantó de la cama de Parvati, mientras esta miraba con algo de miedo a sus amigas. No quería meterse en medio porque tendría que ponerse del lado de alguien, y no sabría qué hacer.
—Eso no ha podido pasar, en el Ministerio no lo creen. Y el Ministerio de Magia tiene más autoridad que Harry, la verdad. He estado leyendo El Profeta, ¿sabes?, y no dicen nada bueno de Harry ni de Dumbledore.
—Si vas a creerte todo lo que dice un papel, mejor no sigas leyendo toda esa basura de Corazón de Bruja.
Lavender hizo un ruido de indignación y se cruzó de brazos.
—Solo estas del lado de tu hermano para conseguir un poco de su fama, porque ahora todo el mundo habla de él. ¡Pero es porque está loco!
—Lavender —susurró Parvati en tono de advertencia, pero ya era demasiado tarde.
Allison no iba a quedarse ahí parada mientras se metía con ella y con su hermano, así que simplemente se subió a la cama de Hermione dispuesta a dormir con ella. No iba a hablar con Lavender hasta que dejase de comportarse como una estúpida, porque la conocía y sabía que no era así. Pero le daba igual cómo fuera, porque no iba a ir de buenas con ella después de haberle dicho aquello.
Escuchó a Hermione decirle a Lavender que cerrase la boca, y en cuanto se tumbó a su lado resopló y cerró las cortinas.
—Este curso se me va a hacer muy largo —mustió Allison, enterrando la cabeza en la almohada.
—A mí también si entras a dormir a mi cama cada vez que te enfadas.
—Puedo irme si quieres.
Hermione negó con la cabeza.
—Es que me había acostumbrado a dormir con alguien cuando me estresaba en... vacaciones —dijo Allison, evitando mencionar Grimmauld Place por si Lavender y Parvati les escuchaban.
—Ya, me di cuenta, con Ron.
—No, pero solo a dormir, Hermione —le aseguró Allison, abriendo mucho los ojos y apoyándose sobre un codo en el colchón—. Ya sabes que Ron y yo...
—Buenas noches, Allison.
La morena se dio la vuelta, dándole la espalda, y Allison se preguntó si alguien más podría enfadarse con ella antes de medianoche, porque iba a marcarse un récord.
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