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05 | hogar, no tan dulce hogar

V. HOME NOT SO SWEET HOME

—¿Ella era tu...?

—Sí, mi querida y anciana madre.

Oh, conque acababan de conocer a Walburga Black y ahora era un retrato que chillaba. Fantástico.

—Hemos intentado bajarla durante un mes, pero se ve que tiene un encantamiento de presencia permanente —dijo Maddy, mirando las cortinas y suspirando—. No le caigo muy bien a mi suegra, al parecer manché su legado. En fin, bajemos a la cocina antes de que vuelva a despertarse.

Maddy avanzó por el vestíbulo y abrió la puerta por la que se iba a la cocina, que estaba en el sótano.

—¿Esta era tu casa? —le preguntó Allison a Sirius mientras seguían a Maddy.

—Sí, era la casa de mis padres. Pero Eli y yo somos los únicos Black que quedamos, así que ahora es nuestra. Se la ofrecí a Dumbledore como cuartel general; es lo único medianamente útil que he podido hacer.

—No es cierto —se metió Liz, poniendo la misma cara que Maddy cuando les echaba la bronca—. Como vuelva a escuchar que no haces nada, papá, voy a...

Sirius soltó una carcajada que cambió mucho su expresión —antes parecía amargado y cansado, pero al escuchar a su hija su sonrisa se veía de genuina felicidad— y negando con la cabeza.

—¿Qué harás, renacuaja? —le dijo en tono de burla, para pincharla—. No puedes usar magia.

Ambos se adelantaron y Allison dejó de prestar atención a su conversación padre-hija. No admitiría en voz alta que le ponía algo celosa que Liz hubiera podido recuperar a su padre, porque ella también se alegraba muchísimo de tener ahí a Sirius. Pero también le dolía, porque sabía que nunca podría volver a estar con los suyos.

Llegaron a la cocina tras bajar unos escalones, era una amplia estancia con un aire tenebroso, al igual que el resto de la casa. Las paredes eran de piedra, y casi toda la luz que había provenía del fuego. La alargada mesa estaba llena de sillas que había usado la Orden durante la reunión, y un montón de pergaminos —además de las copas y botellas de vino— cubrían la mesa. El señor Weasley hablaba con Bill, y dio un brinco en cuanto escuchó carraspear a su mujer.

—¡Harry!, ¡Allison! —exclamó, yendo a recibirlos con un apretón de manos—. ¡Cuánto me alegro de veros!

—¿Habéis tenido un buen viaje, chicos? —les preguntó Bill, intentando recoger doce rollos de pergamino a la vez—. ¿Al final Ojoloco no os ha hecho venir en escoba desde Wigtown?

—Era su plan inicial —respondió Tonks, acercándose para ayudarle. Pero, sin querer, tiró una vela sobre un pergamino—. ¡Oh, lo siento!

La señora Weasley lo arregló rápidamente con magia, y Bill también la usó para hacer que desaparecieran.

Después de que despertasen a Mundungus Fletcher —Allison estaba segura de que solo se quedaba para cenar gratis— todos se pusieron a ayudar para preparar la cena y poner la mesa. A pesar de que la señora Weasley había insistido en que Harry y Allison descansaran, Allison fue junto con Ginny a sacar los cubiertos. Sirius, aunque hacía unos minutos se quejaba por no hacer nada de provecho, había optado por quedarse sentado con Harry y Mundungus, conversando. Allison vio cómo Fred y Geroge encantaban el caldero de estofado, la jarra de cerveza de mantequilla y la tabla de cortar pan, con su cuchillo incluído. Hicieron que volasen a gran velocidad hacia la mesa, a pesar de los gritos de su madre, y el cuchillo se clavó peligrosamente cerca de la mano de Sirius. 

Harry, Sirius y Mundungus se rieron, pero a ninguno de sus padres les hizo gracia, y seguían insistiendo en que el hecho de que pudiesen hacer magia fuera de Hogwarts no significaba que tuvieran que hacerla todo el tiempo. 

Remus se dedicaba a repartir el estofado en los platos. Maddy, al ir a sentarse, apoyó una mano en el hombro de Sirius, haciendo que se sobresaltara. Estuvieron cuchicheando un buen rato, hasta que la señora Weasley mencionó sin querer el nombre de Percy, y el silencio se apoderó de la mesa.

Cuando pasaron los minutos y se recuperó el ritmo de conversación, cada uno tenía su tema en la mesa. Allison se echó cerveza de mantequilla en su copa, pero cuando fue a echarle a Maddy al ver la suya vacía, ella le frenó y le dijo que bebería agua.

—Qué sosa —se burló Allison—. Y tampoco estás comiendo estofado. ¿Estás enferma o qué?

—Sí que estoy comiendo. 

Maddy se llevó un par de bocados a la boca para demostrárselo, pero de repente abrió mucho los ojos y se levantó. Se llevó una mano a la boca y se precipitó hacia la puerta de la cocina, con Sirius saliendo detrás de ella. Allison estaba segura de que Maddy acababa de vomitar al otro lado, y agradeció no haberlo visto porque ella también lo habría hecho después. 

Sirius volvió minutos más tarde, diciendo que Maddy había ido ya a la cama porque algo debía de haberle sentado mal.

En cuanto la cena se terminó, la señora Weasley quiso mandar a los chicos a la cama, y empezó a armarse una discusión. Sirius quería responderles preguntas sobre la Orden y Quien No Debe Ser Nombrado a Allison y Harry, aunque Maddy le hubiera dicho que ya les había contado todo lo necesario. La señora Weasley insistía en que eran muy pequeños para saber más, y se veía muy empeñada en que todos fueran a dormir cuanto antes. Como Sirius tampoco desistía, Remus tuvo que poner orden.

Al final, acabaron por sentarse y conversar, y consiguieron sacarle algo a Sirius. Quien No Debe Ser Nombrado buscaba un arma que no poseía la última vez. Allison se quedó un buen rato hablando con Hermione sobre ello, hasta que cayeron dormidas.

* * *

A la mañana siguiente, Maddy entró a despertar a Hermione y Allison para decirles que bajaran a desayunar ya, porque había muchos más doxys de los que creía en las cortinas y tenían que pulverizarlos.

Así que desayunaron con Lizzy, Hermione y los gemelos Weasley y se dirigieron al salón, cruzándose con Harry y Ron, que al parecer se les habían pegado las sábanas y no se habían levantado hasta entonces. Maddy y la señora Weasley les esperaban en el salón, que estaba en la primera planta, con unos pañuelos y unas botellas con un líquido negro dentro. 

—Tomad, ataos esto para que os tape la boca y la nariz —les indicó Maddy, dándoles un pañuelo a cada uno mientras la señora Weasley buscaba en Gilderoy Lockhart: guía de las plagas del hogar la página sobre doxys. 

Allison hizo un desafortunado comentario sobre las capacidades de Lockhart para atrapar doxys, pero Maddy le tapó la boca con el pañuelo. Les dio botellas con doxycida a todos. Harry y Ron llegaron pocos minutos más tarde. 

—Nunca había visto una plaga como esta —comentó la señora Weasley—. No sé qué ha estado haciendo ese elfo doméstico en los últimos diez años...

Hermione le dirigió una mirada desaprobatoria. Seguía a tope con la PEDDO, y le había dado una charla de veinte minutos a Allison sobre por qué Kreacher, el elfo doméstico de los Black, no era tan tonto como todos decían.

—Kreacher es muy viejo, seguramente no podía...

—Te sorprendería ver de lo que es capaz Kreacher cuando le interesa, Hermione —afirmó Sirius, que acababa de entrar en el salón con una bolsa manchada de sangre, llena de algo que parecían ratas muertas—. Vengo de dar de comer a Buckbeak —aclaró, al ver cómo Allison y Harry se habían quedado mirándolo—. Lo tengo arriba, en la habitación de mi madre. Bueno, a ver... este escritorio... —Dejó la bolsa de las ratas encima de una butaca y se agachó para examinar el mueble, que temblaba ligeramente—. Mirad, estoy convencido de que es un boggart, pero quizá convendría que Ojoloco le echara un vistazo antes de soltarlo. Conociendo a mi madre, podría ser algo mucho peor.

—Tienes razón, Sirius —coincidió la señora Weasley.

Siendo honestos, la tensión se notaba en el aire. Hablaban de forma tan educada que parecía una broma, estaba claro que ni Sirius ni la señora Weasley querían volver a discutir. 

En la planta baja sonó el timbre, y enseguida los mismos gritos de la loca de la madre de Sirius comenzaron a oírse. 

—¡¿Puede la gente dejar de llamar al timbre?! —gritó enfadada Maddy, saliendo a paso ligero del salón, seguida de su marido. 

Después de más gritos, Harry cerró la puerta por petición de la señora Weasley. Ni Maddy ni Sirius regresaron al salón, y la señora Weasley les explicó lo que el libro decía que había que hacer para limpiar las cortinas de los doxys. Les indicó que tenía el antídoto por si les mordía alguno, ya que sus dientes eran venenosos, y en cuanto dio la orden todos comenzaron a pulverizar. 

Allison había visto cosas muy feas durante su vida —como a Crabbe y Goyle, o como los escregutos de cola explosiva— y definitivamente los doxys eran una de las más desagradables. Eran más grandes de lo que había pensado, tenían alas de escarabajo, cuerpo de hada peluda, afilados dientes y cuatro puños. Allison le roció un montón de doxycida a la primera, puede que demasiado, y cayó redonda al suelo. La agarró con una mueca de asco y la echó al cubo. 

—¿Se puede saber qué haces, Fred? —preguntó la señora Weasley con brusquedad—. ¡Rocía a esa enseguida y métela en el cubo!

Fred tenía una doxy cogida entre el índice y el pulgar.

—Allá va —dijo Fred con entusiasmo, y roció a la doxy en la cara hasta que la criatura se desmayó; pero en cuanto la señora Weasley se volvió, Fred se guardó la doxy en el bolsillo y guiñó un ojo.

—Queremos hacer experimentos con veneno de doxy para elaborar nuestros Surtidos Saltaclases —dijo George a Harry y Allison por lo bajo.

Allison roció a una de los doxys que venían hacia ellos, pero la otra casi se estampó contra su cara. Por suerte, Harry le echó doxycida a tiempo, porque no quería que aquellas criaturas le tocasen la cara bajo ningún concepto. 

Tuvieron una conversación con los gemelos sobre los Surtidos Saltaclases; unos caramelos que ellos mismos habían inventado. Como bien decía su nombre, servía para poder faltar a clase, poniéndote enfermo. Si te comías una mitad, vomitarías o te saldría sangre por la nariz, y con la otra mitad se curaría. Allison debía admitir que, para lo que querían, George y Fred eran los más inteligentes. También comentaron algo que Allison ya sabía, porque Harry se lo había confesado el mes pasado viendo que no le quedaba más remedio por la insistencia de su hermana. Les había entregado los galeones del premio del Torneo a los gemelos, para ayudarles con la tienda de bromas. 

Tardaron bastante más de lo esperado en la desdoxyzación de las cortinas, y a lo que terminaron se dieron cuenta que era pasado el mediodía. Por lo que la señora Weasley les dijo que se encargarían de las vitrinas por la tarde, que estaban repletas de objetos oscuros.

Pero, antes de que pudieran comer algo, la señora Weasley se tuvo que marchar a atender la puerta, y descubrieron que había sido Mundungus quien había llamado. Quería guardar los calderos robados en la casa, para mantenerlos a buen recaudo, y a la señora Weasley no le hizo mucha gracia. Cuando el retrato de Walburga se puso a chillar de nuevo, se dispusieron a cerrar la puerta, pero un elfo doméstico se coló antes.

Supuso que se trataba de Kreacher, porque Allison dudaba que hubiera más elfos domésticos en la casa. Él no les hizo ningún caso, solo se puso a andar hacia el fondo de la habitación mientras murmuraba lamentos e insultos hacia ellos, como si pensara que no podían escucharle.

—¡Kreacher! —gritó Eliza a modo de saludo.

El elfo dio un respingo y se giró hacia ella.

—Kreacher no había visto a la señorita —se excusó, haciendo una inclinación y murmurando hacia el suelo—: Una vergüenza para la familia, eso es lo que es.

—No seas maleducado —reprendió Liz, cruzándose de brazos con indignación.

—Kreacher no ha dicho nada —aseguró él, pero enseguida volvió a susurrar—: Y ahí están los traidores a la sangre, unas bestias anormales.

—Voy a lavarte la boca con jabón —dijo entre dientes Liz.

Por la cara seria que tenía, Allison pensó que era muy capaz de hacerlo, y se imaginó que en el tiempo que llevaba en la casa no se habían llevado muy bien.

—Y ahí está la sangre sucia —siguió murmurando Kreacher, y Allison le lanzó una mirada de odio—, la muy descarada, ay, si mi ama lo supiera, oh, cómo lloraría; y hay unos chicos nuevos, Kreacher no sabe sus nombres. ¿Qué hacen aquí? Kreacher no lo sabe...

—Estos son Harry y Allison, Kreacher —informó Hermion, titubeante—. Harry y Allison Potter.

Kreacher abrió los ojos y se puso a farfullar con más rabia que antes

—La sangre sucia le habla a Kreacher como si fuera su amigo; si el ama viera a Kreacher con esta gente, oh, ¿qué diría?

—¡No la llames sangre sucia! —saltaron Ron y Ginny al unísono.

Allison agarró una de las botellas de doxycida, dispuesta a rociar al elfo, pero Harry la frenó y entonces recordó que ella era miembro de la PEDDO y Hermione no habría aprobado aquello. Aunque muy gustosa le habría rociado en esos momentos.

—No importa —susurró Hermione—, no está en sus cabales, no sabe lo que...

—Desengáñate, Hermione, sabe bien lo que hace —aclaró Fred.

—¿Es verdad? ¿Es Harry Potter? —Allison volvió a mirar con odio al elfo—. Kreacher puede ver la cicatriz, debe de ser cierto, ese es el chico que venció al Señor Tenebroso, Kreacher se pregunta cómo lo haría...

—Nosotros nos preguntamos lo mismo, Kreacher —dijo Fred, al mismo tiempo que Allison gruñía.

—¿A qué has venido, Kreacher? ¿Qué quieres? —preguntó George.

—Kreacher está limpiando.

—¡No me digas!

Allison se giró, viendo como Sirius y Maddy estaban de vuelta. Él había sido quien había exclamado aquello, y al verle Kreacher hizo una exagerada reverencia.

—Levántate —ordenó Sirius—. A ver, ¿qué estás tramando? ¿No habrás venido para volver a insultar a mi hija? —añadió, pasando el brazo por encima de los hombros de Eliza en ademán protector.

—Kreacher solo está limpiando. Kreacher vive para servir a la noble casa de los Black...

—Que cada día está más negra —afirmó Sirius.

Maddy soltó una carcajada y se tapó la boca con la mano.

—Siempre contabas esa broma —dijo ella, y Sirius la miró sonriendo.

Todos se quedaron observando a la pareja, pues parecían haberse olvidado de que había más gente ahí, ya que solo se miraban el uno al otro a los ojos. Ni siquiera los insultos de Kreacher les sacaron de su aturdimiento.

—Lárgate, Kreacher —fue lo único que dijo Sirius, y el elfo tuvo que hacerle caso y abandonar a regañadientes.

Aunque Kreacher volvió a soltar una sarta de insultos hacia Sirius, Maddy y Eliza, los adultos seguían sin decirle nada, y fue Liz quien le hizo una peineta, aprovechando que su madre no la veía.

Eliza, notando cómo sobraban un poco en la escena, se separó de sus padres y se acercó a la pared, donde colgaba un gran tapiz. Todos le siguieron. Les empezó a explicar todo lo que su padre le había contado, pues aquel tapiz contenía el árbol genealógico de su familia. En el que ella, por supuesto, no salía; ya que su abuela se había encargado de borrar a su padre cuando este escapó de casa y fue a vivir con James.

Cuando la señora Weasley entró con una bandeja llena de sándwiches y un pastel, todos se giraron para descubrir que Maddy y Sirius ya no se encontraban ahí.

* * *

—¿Tan nerviosa estás por la vista? —le preguntó Ron a Allison—. Dumbledore conseguirá que no os expulsen, estoy seguro —intentó animarla, aunque su expresión dejaba claro que era falsa seguridad.

Estaban en el cuarto que Harry y Ron compartían, hablando de cómo les había ido el mes de julio. Se suponía que deberían estar limpiando la habitación, pero habían hecho una pequeña pausa de media hora.

—Sí, bueno, confiaría más en Dumbledore si no intentaran desacreditarlo hasta por respirar. 

—No os expulsarán, eso sería una locura —se negó a aceptar Ron, que veía demasiado rara la idea de regresar a Hogwarts sin los mellizos.

Allison suspiró y se tiró de forma dramática a una de las camas, hundiendo la cara en el colchón y hablando sin que se le entendiese nada. 

—¿Qué?

—He dicho —Allison levantó la cabeza para mirar a Ron— que me quiero morir. 

—Eres una exagerada. Hermione me dio mucho la vara con que no podían echaros por el Decreto para la moderada limitación de no sé qué. Si lo dice Hermione, será cierto, ¿no?

—Pero también hicimos magia delante de un muggle. Y se suponía que no debíamos dejar que los desmemorizadores le borraran la memoria, pero les dio igual porque tenían órdenes del ministro de Magia —dijo en tono de burla, haciendo comillas en el aire y apoyando los codos sobre la cama. 

Ron la miró con repentino interés. 

—¿Y quién era ese muggle? Nadie nos ha dicho nada de él, solo lo enfadado que Dumbledore estaba con Fudge por borrarle la memoria. 

Antes de contestar, Allison volvió a tumbarse completamente en la cama, bocabajo. 

—Era un amigo. Con... beneficios.

—¿Beneficios de qué?

—Ay, Ron, amigos con beneficios, con derechos, ya sabes.

Ron negó con la cabeza.

—Nos besábamos, y otras cosas. Pero no salíamos. 

El chico abrió mucho los ojos y la boca, comprendiéndolo entonces. De repente, sus orejas se pusieron tan coloradas que se podían confundir con su pelo.

—¿Tú has...?

Ron miró con expresión interrogativa a Allison y vocalizó la palabra «sexo» sin emitir sonido alguno, como si le diera miedo decirlo en voz alta.

—No, Ron —dijo Allison, rodando los ojos—. No llegamos a eso. Y no sé por qué te sigue escandalizando tanto el tema, ya estás crecidito, eh. Que tienes quince años.

—No me escandaliza —se defendió él, sentándose en la cama fingiendo una cara seria.

—Cualquiera lo diría, no has podido decirlo en voz alta. Ni que fuera el nombre de Quien Tú Sabes —se burló Allison.

De un momento a otro, Ron había agarrado un almohadón y le había pegado con él a Allison. Queriendo tomar venganza, Allison se lanzó contra él y acabaron dando vueltas en la cama, riendo y dándose golpes con las almohadas.

Cansada, Allison perdió fuerzas y Ron pudo aprisionarla.

—Te vas a arrepentir de decir que tengo miedo.

Con una sonrisa malvada, Ron puso la almohada sobre la cara de Allison, que empezó a soltar palabras incomprensibles. 

—¡Tarado! —le insultó, riendo, cuando después de golpearle en el brazo Ron apartó la almohada—. El próximo golpe irá a tus partes, ya verás cómo sí te da miedo tener sexo después.

La pelea no duró más, porque el chirrido de la puerta abriéndose les alarmó, pensando que sería la señora Weasley que iba a echarles la bronca por no estar limpiando.

Pero había sido Harry, que salió dando un portazo.

—Otra vez no, por favor —se quejó Allison, al tiempo que Ron se ponía de pie e iba hacia la puerta.

—Se ha ido —le dijo, cuando la abrió y no había nadie al otro lado.

—Te juro que voy a darle una patada como vuelva a pensarse cosas que no son...

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