Capítulo 4. Planes a futuro
Sus besos se desbordaban con la intensidad de sus movimientos, me preparaba para estar húmeda, no podía evitar gemir cada vez que apretaba su duro cuerpo con el mío.
Las venitas resaltadas alrededor de sus ojos me dieron el aviso, estaba por morderme y lo hizo, solté un quejido y succionó, el roce de sus labios en combinación con su piel helada era espectacular, una sensación salvaje que era difícil de describir con exactitud, la adrenalina y la excitación dominaban mi cuerpo.
Gastón tomaba sangre con voracidad, como si hubieran pasado siglos de haberse alimentado, su espalda se tensaba, sus músculos se volvieron de concreto y gemía con vehemencia. Su fuerza me aplastaba, pero no podía evitar el golpe de satisfacción por hacerlo sentir algo.
Se detuvo, se liberó de mí y me dio mi tiempo. Buscó vendas para ocultar la herida una vez que la limpiara.
De pronto, algo en su mirada llamó mi atención, parecía pensativo, más analítico de lo normal.
—Estoy bien, tranquilo.
Me lanzó una mirada fugaz.
—Sé que lo estás, sé cómo morderte —hizo una pausa después de ese comentario arrogante y volvió a mirarme—. Maddy, acabando tus estudios ¿Quieres que nos casemos?
Joder.
—Eh...
—Tal vez no sea el momento, pero quiero las cosas claras. Deseo que seas mi mujer y tener hijos contigo. No he querido presionarte por lo de Max, solo necesito saber qué piensas.
No estaba segura.
—Bueno... quiero estar contigo.
—Estás conmigo —remarcó algo muy obvio.
—Acepté casarme contigo.
—Pero ni si quiera hemos visto nada de la boda por tus estudios. Tampoco sobre nuestros hijos y mucho menos sobre hacerte vampiresa. Prometí no presionar sobre esos temas y de darte tu tiempo, maldición, pero si la vida como inmortal no me mata la espera sí lo hará.
¿Me estaba haciendo berrinche?
—Bien, podemos empezar a verlo cuando me gradúe y falta poco para eso.
Se sentó frente a mí en la cama y me sujetó las manos para besarlas, era una acción muy dulce de su parte, me mostraba la vulnerabilidad de sus sentimientos y me hacía sentir lo más importante para él, era una manera de cuidarme y tomarse el tiempo para apreciar los pequeños detalles de su amor.
—¿Quieres algo para tu cumpleaños?
Arqueé las cejas.
—No me pongas esa cara de sorpresa —amenazó con seriedad—. Sé muy bien que se acerca tu cumpleaños número veinticuatro. ¿Qué deseas? Solo tienes que decírmelo y te lo cumpliré.
Mi corazón se aceleró de un segundo a otro.
—Te quiero a ti.
Su mirada se iluminó, parecía muy sorprendido que hasta sonrió de una forma que era difícil de ver en él, apenado o abochornado a su manera. Sonreí y me devolvió una tierna mirada que deseaba fotografiar, pero tristemente eso no podría ser.
—Claro que me tienes —volvió a besar mis manos—. Tienes todo de mí. Absolutamente todo. Mi amor, mi voluntad, mi deseo, mi cuerpo, mi mente —se encontró con mis labios—. Todo, Maddy, lo que se te ocurra, lo tienes.
Me reí.
—¿Tus autos?
Entrecerró sus ojos y se unió a mi risa de una forma sarcástica y malvadamente falsa.
—Casi todo.
Me carcajeé y él sonreía muy divertido, joder, estos momentos con él eran los mejores, Gastón sonriendo y riéndose era lo mejor de mis días, se miraba tan relajado y guapísimo que no podía resistirme a no estar a su merced.
De pronto se lanzó sobre mí, lo sentí duro, grande y muy pegado a mí.
—Ahora es mi turno de darte placer.
Sí, por favor.
—Eso quiero —susurré.
La perversidad alumbró su rostro como relámpago. Sus ojos recorrieron mi cuerpo hasta que sus dedos se engancharon en uno de mis tirantes para bajarlos, dejando expuesto uno de mis pechos.
—Me encanta ver tus pezones —relamió sus labios y con su dedo me rozó a un ritmo rápido—. Que duros están.
—Gastón... por favor.
Me dolía la entrepierna.
—Pídemelo, ¿Qué quieres, Maddy?
Carajo.
—Quiero que me folles.
Sus labios tomaron uno de mis pechos y succionó, su lengua la utilizaba para estimularme aún más y seguí retorciéndome entre su cuerpo, buscando su miembro erecto bajó sus pantalones.
No podía más, sus músculos volvieron a tensarse por mi placer. Desesperada busqué el botón de sus pantalones y bajé la bragueta.
Gastón se movió, levantó más mi batita hasta dejarla en medio de mi estómago. Separó más mis piernas para quitarse el pantalón y me penetró profundo y con rudeza. Grité, agarró la tela de mi bata como si fueran las riendas de un caballo y empezó a moverse, follándome duro y llenándome por completo.
—¡Joder! —grité por el ritmo salvaje que usaba en mí.
—Eso, Maddy, siente como te follo, como te vuelvo loca.
Sus manos ya sujetaban mi cuello y se movió más rápido. Me levanté un poco para alcanzar a tocar parte de su abdomen duro y eso hizo que me sujetara del cabello.
—Estoy... Estoy...
Salió antes de que yo acabara y me volteó sin esfuerzo para darle la espalda.
¡Con una mierda! Qué manera de hacerme desvariar. Agarró mi cabello y tiró para encontrarme con la mirada.
—Yo aún no acabo contigo, te follaré hasta que se te olvide la molestia de hace un momento.
—Gastón, por Dios.
Me embistió y hundí mis dedos a la orilla de la cama. Grité y tuve que tapar mi boca con ayuda de la sábana, no estábamos solos en casa y sería vergonzoso que alguien me escuchara.
Su aliento estaba en mi oreja y me penetró profundo.
—Esto es para que no me dejes de hablar cuando te enojas, tienes que decirme cuanto algo te molesta.
—¡Carajo!
Me dio una nalgada, quedaría marcada su mano en mi piel por el ardor del impacto.
—No vuelvas a quedarte callada cuando estés molesta.
Volvió a darme una fuerte nalgada y todo mi cabello ocultó mi cara, me estremecí por completo.
—Y esto es por torturarme con tu cuerpo desnudo.
La tercera me hizo gritar, la piel me ardía como pequeñas agujas de fuego. Me levantó para colocarme sobre él y me hundí en su miembro erecto.
Se detuvo y apartó todo el cabello de mi rostro.
—Que sexi estás, Maddy, soportas mi tortura.
Mi respiración errática y la sensación de su masculinidad en mi interior me tenían fuera de la órbita de la decencia. Empecé a menearme, mis manos pegadas a sus pectorales y su mirada fija en mí.
Me acerqué para besarlo, devoré sus labios sin dejar de mover mis caderas.
—Me encanta recibir lecciones en la cama —susurré.
Empujó y gemí.
—Así es como entiendes, como una puta.
¡Maldición! Me excita.
—Sí, tus lecciones me encantan.
Se movió por mí, rodeó mi cintura. Mis piernas temblaban y percibí la presión en mi pelvis cuando me dejé llevar por el orgasmo, me solté con intensidad y exploté con furia sobre su cuerpo.
Todo mi ser se sacudió hasta que él dejó de moverse.
☆゜・。。・゜゜・。。・゜★
Mi cuerpo percibía una sensación ardiente, algo externo que me provocaba un dolor justo en mi vagina. Entre más me concentraba en esa exquisita sensación más potente era. Estaba húmeda y la frescura me cubría. Abrí mis ojos y casi grito cuando encontré a Gastón entre mis piernas, lamiéndome, jugando con su lengua en mi clítoris.
Tapé mi boca, despertar y encontrarme con esto fue un golpe de placer. Gemí.
—Gastón ¡Por Dios!
Su lengua se movía y me retorcí entre su cara.
—No pude resistirme, estabas descubierta y quería lamerte.
Él llevaba una camisa negra puesta, se había vestido y se detuvo para asaltarme mientras dormía.
Sus manos apretaban mis muslos hasta que me levantó, la mitad de mi cuerpo la sostenía él; mi cabeza y mis hombros permanecían en el colchón, mis piernas se encontraban alrededor de él y seguía lamiendo sin despegar su mirada de mí.
Mordí mis labios, estiraba mis piernas, jamás lo había hecho en esta posición. La sangre llegaba a mi cabeza con rapidez hasta que estallé en un frenesí doloroso y placentero, una mezcla de sensaciones deliciosas.
Me liberó y me depositó en la cama para darme tiempo de recuperarme.
Relamió sus labios con mi sabor en ellos y sonrió.
—Eres deliciosa.
—Me tomaste mientras dormía, eres un atrevido.
Me tapé, aunque eso ya no servía de nada. Mi respiración apenas la recuperé.
Sus manos las colocó en ambos lados de mi cabeza, sosteniéndome para dedicarme una sonrisa.
—Eres mi mujer, y no estoy haciendo nada que no quieras.
—En pleno día.
—Cualquier momento será bueno para cogerte, Maddy.
Que bochorno.
—Joder.
—Acostúmbrate porque yo ya desarrollé en mí las ganas de darte placer como hombre. Tengo que irme, hay mucho trabajo —se acomodó la camisa con movimientos lentos y elegantes—. Discúlpame por no quedarme a desayunar contigo.
—Descuida.
—Llegaré temprano, lo prometo.
—Te estaré esperando.
Sonrió.
—Te amo, Maddy.
Lo besé.
—Te amo, Gastón.
Se alejó. Se colocó su sacó y regresó de nuevo a mí.
—Otra cosa más —sacó del bolsillo de sus pantalones una tarjeta de crédito—. Úsala para los preparativos de tu cumpleaños. Janis y Nora no perdonarían que no lo celebremos, las conozco más de lo que quisiera y no aguantaré que me estén jodiendo. Compra lo que quieras hay suficiente en ella.
Parpadeé atónita.
—Ni si quiera tengo algo en mente.
—Pues habla con ellas, yo no sé de esas cosas. Esta es tu casa y úsala como desees.
—Gracias.
Me miró con el ceño fruncido y metió sus manos a los bolsillos de sus pantalones, esa postura de superioridad y arrogancia me provocaba un desequilibrio mental. Definitivamente se me bajó el azúcar.
—Soy tu esposo, Maddy, no agradezcas por lo que me toca hacer, para mí es un placer.
Madre santa.
—Es que... no estoy acostumbrada a estas cosas —miré el plástico en mis manos—. Te agradezco por darme todo esto.
Me miraba con curiosidad, como si intentara armar un rompecabezas mental.
—Todo lo que tengo es para ti ¿Para qué lo tendría si no es para dárselo a mi mujer?
—Gracias, hablaré con Nora y con Janis para la fiesta.
—Perfecto —dio media vuelta y antes de salir volteó a verme—. Maddy, piensa en lo que te planteé anoche, los planes a futuro, nuestros hijos y convertirte. No pienso dejarte ir.
La taquicardia me dominó.
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