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Capítulo 35: Sed de avanzar

—¿Tú estás seguro de que deberíamos estar haciendo esto?

George tiene sus dudas, pero Fred asiente así que echa el siguiente ingrediente en el caldero y remueve tres veces en el sentido de las agujas del reloj y nueve en el sentido contrario. Luego echa un poco de pétalos de margarita porque, de acuerdo a las notas de Atria, eso ayudará a que la poción sepa mejor.

—Madame Pomfrey no llega a encontrar la forma de hacer que Nathaniel se calle y créeme, le tengo constantemente en la cabeza, George, es tan gilipollas.

—¿Estás seguro que no eres tú hablándote a ti mismo? —su hermano deja de cortar los trozos de raíces de diente de león y le mira como si quisiera matarle—. Ni se te ocurra lanzarme el cuchillo.

—La idea es de Nathaniel, no mía.

Podría resultar hasta gracioso que lo use de excusa si no fuera porque puede ser real. Eso de que Fred comparta cuerpo con un loco obsesionado por los mortífagos y por Quien No Debe Ser Nombrado resulta que es un pequeño problema cuando resultas ligeramente conocido en el mundo mágico y no quieres que nadie sepa que tienes una personalidad algo... malvada.

Rita Skeeter se lo pasaría genial hablando con Nathaniel y luego publicando el artículo, mencionando que el cuñado de Harry Potter está a favor de eliminar a todos los muggles del planeta para implementar un reinado de terror en el que solo los magos sangre pura tienen algún tipo de derecho.

—Dame ya esas raíces, vamos, ¿qué es lo siguiente que dice Atria?

—Lo sabría si viese algo aquí, ¿no podemos irnos a la tienda de Wetvalley? Tiene ventanas —Fred no ha dejado de quejarse del laboratorio que tienen en el Callejón Diagon y no lo entiende, era un sitio que le encantaba antes de descubrir ese pueblucho.

—Tienes una luz encima.

—Y tú no puedes evitar el pueblo para siempre, ¿cómo vas a venir a ver a tus sobrinos? —George pone los ojos en blanco.

—Mis sobrinos no son un gato y un micropuff.

—No te metas con Calcetines y John, te quieren mucho —Fred parece que se ofende ante la mención de que no los considere sobrinos y, la verdad, no lo hace. Por mucho que los dos cuiden a ambos bichos como si fueran sus hijos de verdad.

—Calcetines intenta arañarme cada vez que me ve y John tiende a vomitarme encima —señala lo obvio, pero a Fred no parece importarle porque se dirige hacia la poción para echar un poco de rocío—. ¿Seguro que eso era ahora?

—No lo sé, te he dicho que no veo, en Wetvalley estaríamos...

—No voy a volver.

Tiene que cortarle porque su hermano sigue insistiendo. No quiere volver a ese pueblo, no quiere volver a pasar por esas calles en las que, en cualquier momento, puede encontrarse con Mara. Lleva poco más de un mes sin pisar el pueblo y piensa seguir así, muchas gracias.

—George, hermano gemelo —deja la poción y se gira para ponerle una mano en el hombro, como si fuera un momento solemne—. Te quiero mucho, de verdad, agradezco todo lo que has hecho por encontrarme, pero eres gilipollas.

—Mira quien fue a hablar, el que se dejó secuestrar y, además, tiene el cerebro lavado.

—Al menos me enamoré de mi mejor amiga y no de la chica con la que fingía salir.

Eso es un golpe bajo, Fred lo sabe, pero no se disculpa y George coge una medida de ingrediente estándar y lo echa en la poción. Puede que tenga razón y que la luz que hay en ese laboratorio no sea suficiente, pero también es verdad que Atria podría mejorar un poco su letra porque ha empeorado desde la última vez que leyó algo suyo.

—No me has contado cómo pasó todo eso, por cierto —parece que Fred intenta tener una conversación, pero a él no le apetece hablar de eso.

—Que te lo cuente Atria, deja esto limpio cuando acabes.

Lo que menos quiere que Fred sepa es que no ha vuelto a hablar con Mara porque vio el llavero que le regaló en el cuenco de las llaves. No quiere que sepa que tienen una casa —aunque es probable que eso ya se lo haya contado Atria— y que vivía allí con Mara antes de que se jodiera todo. Antes de que lo jodiera todo, porque sigue pensando lo mismo, no tenía que haberse ido aquella noche, no tenía que haber vuelto luego a coger sus cosas y desaparecer de la vida de Mara cuando estaba pasando por un mal momento.

Pero ya está todo hecho, ella ahora le odia y le culpa por lo que le ha pasado al pueblo y ha pasado página porque ya no vive en la casa y ha dejado el llavero mientras que él lo sigue llevando como un gilipollas y lo ha puesto en las llaves del piso en una de esas noches que ha pasado sin dormir nada.

La tienda está, sorprendentemente, llena de gente para ser marzo. Los estudiantes están en Hogwarts porque todavía queda para las vacaciones de Pascua y es un día entre semana en el que entiende que la mayoría de padres trabajan y no están llevando a sus hijos a una tienda de bromas. Pero no, ahí están y menos mal que han contratado a más gente para llevar la tienda porque no podrían seguir el ritmo ellos dos y Verity.

Aunque, bueno, más bien él solo porque Fred no puede trabajar todavía por eso de que Nathaniel le apetece salir de vez en cuando y Verity está en la tienda de Wetvalley hasta que Fred pueda estar en ella. Y cuando Fred esté más estable intentarán comprar algún local en Hogsmeade que esté listo para recibir a todos esos alumnos de Hogwarts que tienen ganas de poner de los nervios a Filch. Ahí es donde estará Verity cuando lo consigan y él se quedará en el Callejón Diagon hasta que puedan expandirse de nuevo, probablemente hacia el Boulevard Slapchop.

O quizá se va hacia Japón. En un inicio la idea era expandirse hacia Estados Unidos, pero la verdad es que no quiere volver a pisar ese sitio. Quizá es hora de un cambio de aires un poco más... drástico. Lo que sea que le saque de Londres para poder pasar página del todo.

—¿La cena de esta noche sigue en pie? —Fred aparece a su lado y George puede ver, de reojo, como los niños que hay por la tienda les miran.

—Claro, dile a Atria que puede venir directamente después del entrenamiento.

—O puedes venir tú a casa, no tendrás que pisar el pueblo —sus intentos le podrían llegar a parecer graciosos si no fuera porque sabe qué intenta.

—Alguien tiene que quedarse para vigilar la nueva poción —es una excusa patética, pero también es verdad.

—No va a funcionar, tú también lo sabes, no tenemos los ingredientes correctos.

—Me asombra tu negatividad.

—No se lo cuentes a Atria.

Claro que no se lo cuenta durante la cena, no hace falta, ella también lo sabe por como mira a Fred cuando comenta alguna cosa. No hace falta ser un genio para darse cuenta de la negatividad de su hermano, es algo que se da cuenta hasta un bebé. Y le entiende, claro, llevan demasiado tiempo intentando encontrar una solución y no consiguen dar con ella, es algo frustrante.

Aunque también es frustrante, para George al menos, tener la mesa puesta para cuatro personas y que una de ellas no pueda comer y él no pueda oírle. Por lo visto Fred y Atria consideran que es educado que Philip se siente en la mesa con ellos a pesar de que George no pueda oírle y tengan que traducir todo lo que dice.

Es eso o intentar descifrar código morse con la piedra que hay sobre la mesa y que mueve Philip. Algo de que como es de su tumba puede moverlo o algo así, la verdad es que a esa nueva Atria no le iban mucho las explicaciones, algo que a la vieja Atria le encantaban, igual que las historias por donde se iba por las ramas.

—Hemos visto a Mara, ahora trabaja para Marian —Atria está terminando los bordes de su pizza y le señala con él—. Sabes quien es Marian, ¿no?

—La herborista, sí.

—Le estoy pidiendo ingredientes más exóticos para la poción, tardará en traerlos, pero menos es nada —se muere de ganas de preguntar que porqué ha mencionado a Mara, pero se muerde la lengua—. No sé de donde los saca, pero creo que va a intentar conseguirme veneno de mantícora.

—¿Planeas echar eso en la poción? —sinceramente, sus ideas le dan miedo.

—El acónito es perfecto para la poción matalobos, así que no veo por qué no.

La poción matalobos. George se pregunta si Fred le ha hablado de Remus porque él no lo ha hecho y tampoco sabe si Atria le recuerda o no. No se atreve a preguntar, la verdad, a veces piensa que sí, que ella recuerda y finge que no porque es más fácil, pero otras veces... otras veces no parece ella.

—¿Por qué crees que no va a funcionar, George? —Fred coge otro trozo de pizza y mira a la nada, asintiendo—. Dice Philip que quizá el veneno mata a Nathaniel, ha leído algo de las propiedades de los venenos en uno de los libros de la librería de Wetvalley.

—¿No habías dicho que no podíais separaros? —empieza a dudar sobre lo que sabe realmente. ¿Cuántas cosas más le ocultan?

—Bueno, no lo sabemos con seguridad, pero técnicamente... —Atria se pone de pie y se pone a buscar por la casa hasta que consigue dar con un trozo de papel y un bolígrafo. Ambas son cosas suyas que se dejó antes de que tuvieran que abandonar el piso, George reconocería en cualquier lado el bolígrafo con el que amenazaron a Ludo Bagman, es un rosa muy particular—. Imagina que la mente de Fred es esto.

Dibuja un gran círculo en la hoja y luego, dentro, una forma bastante rara que George no sabría definir.

—Esto es Nathaniel.

—¿Los picos de esa cosa son por algo? —señala a lo que parece una explosión de los dibujos animados.

—Es como imagino que es, da igual la forma, ¿ves como está dentro? —dibuja otra de esas figuras extrañas con pinchos, pero esta vez más grande, llegando hasta casi los bordes—. Cuando peleamos con él delante del sauce estaba así de grande.

—Fue creciendo, la teoría de madame Pomfrey es que él puede absorber mi mente, pero la mía no puede acabar con la suya por los pinchos —aclara Fred y le coge el bolígrafo a Atria y hace un dibujo de la explosión mucho más pequeño—. Rookwood sabía lo que hacía cuando me hechizaba, protegió a Nathaniel para que no pudiera desaparecer, solo podemos esperar reducirlo hasta que no sea más que un recuerdo sin poder ninguno.

Fred nunca había dicho quién había creado a Nathaniel, pero lo acababa de decir y no sabía si había sido un error o no. Sabía que estaba muerto, claro, Tonks se lo dijo, pero no le dijo que había sido Mara quien le había matado. Y George no le ha contado a ninguno de los dos que Mara mató a alguien.

—No es una mala idea —Atria vuelve a hablar a la nada y George suspira, intentando que traduzca con la indirecta—. Philip opina que sí que podemos hacerle desaparecer, sigue convencido de que el veneno es la solución, pero que quizá es Nathaniel quien tiene que tomarlo y no Fred.

—No es mala idea.

Se le está ocurriendo otra, pero esa sí que es una locura. El estúpido hechizo de Atria no funciona bien, lo han visto en ella, madame Pomfrey pudo reconstruir la primera vez, pero la segunda... No van a utilizar Mors Memoriae en Nathaniel, George ni siquiera se va a atrever a sugerirlo porque, viendo a ambos, quizá lo intentarían probar.

—¿Y un sencillo Obliviate en Nathaniel? —sugiere, porque eso sí que puede sugerirlo—. Si le sacamos primero todos los recuerdos a Fred, por si acaso fallamos, quizá funciona.

Los dos se miran, hablando en silencio. Luego miran a donde George supone que está Philip y niegan. Y vuelven a hablar entre ellos, en silencio, hasta que se deciden por mirarle a él. Sus expresiones son completamente distintas, Atria parece que quiere matarle y Fred parece que tiene esperanza.

—No es mala idea.

—No.

—¿Por qué no?

—No hemos hecho ningún tipo de análisis en cómo tenéis las memorias divididas —Atria parece estar bastante en contra de la idea y se cruza de brazos—. Parece que las tenéis divididas, pero solo a veces y cuando Nathaniel quiere que recuerdes o no.

—Estoy bastante convencido de que él no recuerda todo lo que yo vivo —Fred intenta defender la idea, pero Atria niega.

—Lo recuerda, es él quien manda, sabe perfectamente cómo actuar como tú para que los demás no nos demos cuenta —George empieza a tener dudas, ¿cómo lo distingue entonces Atria? Porque a él casi consiguió engañarle, pensaba que el Fred que había visto en La Madriguera era por todo lo que había pasado durante el secuestro, no por ser otra persona completamente distinta—. Es él, lleva siendo él mucho tiempo, Nathaniel no ha vuelto.

—¿Puedes asegurarlo? ¿Al cien por cien? —George odia hacerles dudar, pero lo hace. Necesita que duden para que puedan tener una idea que acabe con todo esto.

Quiere volver a tener a su hermano, solo a su hermano. Con la idiota de su novia que resulta ser su mejor amiga. Quiere tenerles de vuelta a los dos como eran antes de la guerra, no quiere estar haciendo pociones en un laboratorio que tengan que acabar con una doble personalidad. Quiere problemas estúpidos, problemas de crear nuevos productos de Sortilegios Weasley, problemas de donde elegir la mejor ubicación para una nueva tienda.

—Sí —Atria lo afirma con tanta seguridad que George solo puede asentir ante su seguridad.

—Pues seguiremos trabajando en eliminar a Nathaniel.

Pero por más que pasan los días, ellos no están mucho más cerca de conseguirlo. Madame Pomfrey investiga en la cabeza de Fred y a la única conclusión que llega es que han conseguido dormir a Nathaniel. No es la mejor solución del mundo, pero es una solución y ahora, antes de ir a dormir, Fred tiene que tomarse una poción para que eso siga así. Al menos madame Pomfrey ha conseguido que Atria no dependa de su poción, así que George confía en que Fred también acabe libre en algún momento.

Con abril llega su cumpleaños número veintidós y ahora sí que lo celebran, como si el año anterior no hubiera pasado nunca. Volver a ver a Lee, a Angelina, Alicia y a Katie en uno de sus cumpleaños era algo que George no esperaba volver a hacer porque se había cerrado tanto con ellos después de que Fred no estuviera y Atria fuera otra que pensaba que nunca volvería a hablar con ellos.

Como regalo atrasado de cumpleaños, Fred vuelve a poder trabajar —tanto madame Pomfrey como madame Pond le consideran apto para trabajar— y Verity vuelve al Callejón Diagon, por lo que los días trabajando se vuelven mucho más amenos ahora que cuenta con alguien más capaz de tomar las decisiones en la tienda. Porque si bien cuentan con ayuda en cuanto a atender clientes, ninguno tiene la iniciativa necesaria como para solucionar problemas o proponer nuevas ideas. Pero Verity no se corta, ella actúa y si cree que algo no funciona lo dice, igual que sugiere cosas nuevas. No por nada ha estado llevando ella sola la tienda de Wetvalley.

Y ahora iba a llevar la tienda de Hogsmeade. No tardaron mucho tiempo en tener el local y, en cuanto los papeles estuvieron firmados, empezaron la mudanza a contra reloj para tenerlo todo listo antes de la última excursión del año a Hogsmeade. Terminaron el día de antes, justo a tiempo para poder dormir bien por la noche y, ese último sábado de mayo, cerraron la tienda del Callejón Diagon y la tienda de Wetvalley para dar la bienvenida a la nueva tienda de Hogsmeade a los alumnos de Hogwarts.

Fue una completa locura y no llegaron con todos los productos  que tenían preparado, y eso que era imposible que se agotara todo, pero ahí estaban por la tarde, intentando recoger todas las cajas que habían quedado vacías para saber cuantos productos tendrían que tener preparados para los próximos cursos. Esperaban que eso solo hubiera sido la emoción de la primera vez que la tienda estaba abierta, pero quién sabía con los estudiantes de Hogwarts.

Todo se quedó mucho más tranquilo ahora que todos estaban bien. Fred seguía avanzando con el tema de Nathaniel y ya era constantemente él, al menos el noventa y nueve por ciento del tiempo. El uno restante Nathaniel conseguía salir a decir alguna burrada, pero Fred ganaba siempre la batalla. Por otro lado, tanto Atria como Ginny habían sido llamadas por sus respectivas selecciones de quidditch, Escocia e Inglaterra. Si bien ambas tenían puestos de suplentes, que jugaran en la próxima copa mundial era una posibilidad que tenía a la familia emocionada.

Luego estaba Ron, que se había presentado a un torneo nacional de ajedrez y ahora se encontraba camino a los mundiales, algo que él decía que solo era un hobby, pero todos veían como se le iluminaban los ojos al enfrentarse a un nuevo oponente. Y Harry había conseguido el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras y se convertía, en opinión de George, en el profesor más joven de la historia del colegio. Y aunque hubiera casos de gente más joven nadie le iba a hacer cambiar de idea. Era como el caso de Hermione, que había conseguido avanzar en su ley de defensa de los elfos domésticos y el Wizengamot estaba ya a punto de votarla a favor.

No podía olvidarse de Charlie, que seguía cuidando de los dragones en Rumanía, pero parecía haber encontrado la forma de que el santuario ayudara a más animales fantásticos en Inglaterra y él no dudaba en venir a por ellos y pasarse a ver a su familia. Percy no era menos importante, claro, ya estaba organizando su boda para la cual quedaban todavía tres años porque, en sus palabras, quería dar un margen necesario a Fred y a Atria de que no le jodieran su día con Oliver.

No se olvidaba de la noticia más importante, la que les tenía a todos completamente emocionados y nerviosos porque, en un futuro, habría un nuevo integrante en la familia Weasley ya que Bill y Fleur querían tener el honor de ser los primeros en dar la bienvenida a la nueva generación Weasley.

George se alegraba por toda su familia, la verdad. Él también quería ese final feliz como lo tenían todos, por supuesto, y sabría que algún día lo conseguiría. Seguía siendo joven y tenía todo por delante, quizá podría encontrar en algún momento alguien con quien compartir su vida. Alguien con quien encajar tan bien como había encajado con...

Decidió pensar que era una señal que fueran a abrir una nueva tienda justo en la misma calle que Sortilegios Weasley. El interior fue cobrando forma poco a poco, con un montón de cajas que iban apareciendo delante de la puerta de la tienda. Quien fuera que hubiera conseguido ese local tenía claro que quería y como lo quería porque unos pedidos tan grandes solo podían hacerlos si tenían las cosas claras.

La curiosidad podía a George, que por las noches se asomaba a ver si conseguía encontrar a quien pertenecía la tienda para ir a presentarse un día de esos. Quizá ahí podría encontrar a alguien nuevo, aunque fuera una amistad, le daba igual, solo quería conocer gente, explorar nuevas opciones.

Pero la señal que le mandaba el destino era otra completamente distinta porque George era capaz de reconocer a Mara aunque el Callejón Diagón estuviera a oscuras y ella estuviera de espaldas, colocando con magia el letrero de la tienda.

Cachivaches Perkins.

El nombre les definía, tanto a ella como a su hermano, que estaba allí mismo, a su lado, dando instrucciones de cómo tenía que estar el cartel del nombre. Y George sabía perfectamente que lo que tenía que hacer era alejarse de la ventana, dejar de mirar, pero... pero siguió mirando hasta que Mara terminó de colocar el cartel y le dio un abrazo a Jake antes de girarse en la dirección a Sortilegios Weasley. En dirección a la ventana en la que él estaba asomado.

Tenía que haber sabido que el destino era alguien cruel, alguien que quería burlarse de él y no quería ayudarle. Por eso todo el mundo a su alrededor estaba feliz y él solo estaba ahí, viéndoles, alegrándose por ellos, pero sin tener su propia felicidad. Por eso él estaba mirando por una ventana, como un completo acosador, habiéndose alejado solo porque pensaba que iba a descubrirle.

Llevaba tanto tiempo atascado en vivir a través de los demás que ya no sabía lo que era vivir por sí mismo. Vivía a través de Fred, de Atria, de Ron, de Ginny. Joder, si hasta vivía a través de Percy y eso que siempre había pensado que su hermano era una persona terriblemente aburrida y ahora tenía una vida mucho mejor que la suya. Su trabajo le apasionaba y tenía a alguien con quien compartir su vida. Y si bien no hay ninguna vergüenza en no tener a nadie, George quería a ese alguien.

—Creo que necesito irme de viaje.

Se lo anuncia a Fred y a Atria en la que va a ser la última cena por un tiempo. Necesita ese tiempo a solas, necesita no verles para poder dejar de querer una relación como la que tienen ellos.

—Guay, ¿a dónde tenías pensado? —a Atria no parece importarle mucho la decisión, le sonríe y parece que se alegra por él. No, no lo parece, se alegra, lo sabe.

—No lo sé, a donde me lleve el primer traslador, supongo. Y luego pues ya veré.

—Espero que nos mandes postales —Fred no duda en usar su tenedor como catapulta para intentar agredirle con la comida y George sonríe.

—Se las mandaré a mis sobrinos.

—Espero que Calcetines no se la coma —murmura Atria y Fred la mira, con cariño.

—Quien te tendría que preocupar es John, le he visto comer de tus libretas, por eso sigue tan gordo.

—No le culpo, encanté la libreta de donde siempre come para que fuera la comida que más te gusta cuando te la metías en la boca —George no puede evitar soltar una carcajada porque, por lo que está entendiendo, Atria ha estado comiendo papel ella también, por mucho que le haya aplicado una avanzada transformación.

Hacer la maleta es sencillo porque lo que prepara es una mochila. No necesita mucho más, no sabe cuánto tiempo va a irse ni tampoco a dónde va, pero planea quedarse en el hemisferio norte así que toda la ropa que coge es de verano. Puede crear —aunque no deba— un traslador, así que en cuanto tiene todo listo se tumba en la cama, listo para dormir al menos un poco y, así, intentar estar más despierto en ese primer día de viaje.

Pero, como siempre, el otro lado de la cama está vacío y quizá no llega a acostumbrarse nunca a esa sensación. Quizá la acaba echando de menos y se ha planteado más de una vez encoger la cama, pero sabe que no podría hacerlo, así que lo piensa una noche más, mientras mira al techo de su habitación e intenta dormir.

Se queda dormido y lo que le despierta es el sol de mediodía, algo que no le sorprende porque se despertó con el amanecer. Desayuna algo rápido y entonces selecciona la cuchara que es un traslador. Las paredes del apartamento desaparecen rápidamente para dar lugar al paisaje de Rumanía y George se atreve, por fin, a pisar el que es el hogar de Charlie.

El santuario de dragones es mucho más espectacular de lo que ninguno de ellos se había imaginado nunca y los tres días que pasa allí son bastante divertidos, además de que le ayudan a elegir su próximo destino. Las historias muggles siempre han hablado de Drácula y George no puede evitar pasarse por el que se supone que es su castillo de acuerdo a las leyendas muggles para luego ir al real.

Los paisajes de Rumanía, la gente, todo le parece tan precioso que George duda en continuar su viaje. Quizá es allí donde tienen que expandirse. O quizá es en Croacia, el siguiente país que visita cuando se convence que tiene que seguir viajando. O quizá es en Rusia, una gran sucursal en el equivalente al Callejón Diagon de Moscú, justo al lado de la Plaza Roja, delante de los muggles, pero sin que ellos lo vean. Sigue viajando, cada vez más al este y pasa por Suzhou, por Daegu y Osaka. Se salta Estados Unidos, pero a cambio va a varias ciudades de Canadá e incluso busca una cámara de fotos y va a Groenlandia solo para poder hacer fotos y mandárselas a Atria y Fred.

Les manda postales cada vez que llega a una ciudad, la más fea que encuentra y luego les manda otra antes de irse, la más bonita. A veces les habla sobre los muggles que se encuentra, otras es sobre los magos. Las postdatas siempre son nuevas ideas de productos para Sortilegios Weasley y siempre añade otra extra en la les comparte un dato curioso que ha aprendido en los últimos sitios.

Islandia, a finales de agosto, es el último lugar que visita George antes de volver a Inglaterra, donde sigue a un grupo de muggles que le llevan hasta el lago más azul que ha visto nunca y que sabe que no volverá a ver. Y puede que esté lleno de gente bañándose y restregándose barro blanco en la cara, pero es uno de los lugares más tranquilos donde ha estado en los últimos dos meses. Y eso que tampoco pensaba irse durante mucho tiempo.

Vuelve a casa de madrugada, sin pensar mucho en la hora en la que es o si debería aprovechar algunos días más y quedarse hasta ver una aurora boreal. Tiene todo el tiempo del mundo para verlas, podrá volver otro año por lo que vuelve a encantar su cuchara y vuelve a estar en el Callejón Diagon, justo en la entrada, como si hubieran protegido mejor el sitio para que no cualquiera pudiera aparecerse allí y quizá es así, aunque no puede negar que eso lo hace ligeramente más incómodo para él.

Vuelve a pasear por la calle principal como si no hubiera pasado nada de tiempo, pero a la vez ha pasado demasiado. Los escaparates están apagados, no deja de ser de madrugada y solamente a él se le ocurre caminar por allí a esas horas. Avanza hasta que ve su tienda y, entonces, se le desvía la mirada.

No quiso saber qué vendían Mara y su hermano, pero los carteles lo dejan claro. La misma Mara que había en Hogwarts ha vuelto, esa que encantaba objetos muggles para que funcionaran con la magia. El escaparate de la tienda es espectacular y George se atrevería a decir que consigue hacerle competencia al escaparate de Sortilegios Weasley, el único que tiene aún más color que el de los hermanos Perkins.

No se queda más delante del escaparate y se acerca hasta el que es su portal, donde saca sus llaves de casa. El llavero sigue allí, tal y como ha estado siempre y lleva sin verlo desde que se fue de viaje. Pero lo mira y, cuando cierra la mano sobre él, se desaparece.

Porque ha podido viajar, ha podido descubrir mil cosas, pero sigue habiendo algo pendiente que tiene que hacer en Wetvalley así que camina desde la plaza del pueblo hasta la que es su casa allí, con la mochila del viaje al hombro y a pesar de haber jurado que nunca iba a volver.

Y espera que esté allí, espera que haya vuelto a su casa, a la casa que comparten. Espera que ella también crea que tienen que hablar y, con la mochila colgada al hombro, busca la llave correcta para abrir esa puerta de entrada. No puede evitar sonreír cuando ve cómo la luz de la entrada se enciende y encuentra la llave en ese momento, que parece que lleva lista para abrir esa puerta desde hace tiempo.

Lo primero que ve es el llavero en las llaves de Mara, en sus manos. Lo siguiente son la maleta y la caja a su espalda, las ve por el lado del ojo antes de subir la mirada y ver a Mara, que sonríe.

Y él también lo hace.

—Hola.

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