
Capítulo 18: Bajona
Dejar de beber es lo más difícil que ha hecho George, pero sabe que tiene que hacerlo cuando se despierta, tres semanas después de la pelea con Mara, enterrado en botellas de alcohol y con toda la casa apestando. Ella no ha estado allí durante esas semana y George solo la ha visto cuando estaba tan borracho que no distinguía la realidad de sus delirios. Pero sabe que se la ha imaginado porque Mara no iría a verle después de lo que le dijo.
Así que sabe que no ha visto a Fred en el marco de la puerta, diciéndole que le da un diez por su elección aunque le hubiera hecho ilusión que Lee hubiera sido su cuñado. Sabe que no ha visto a Atria bajo el brazo de Fred, sonriendo como si no hubiera perdido la memoria. También sabe que Mara no ha estado en ningún momento con él en la cama, que no la ha besado en tres semanas y que se ha imaginado que su cama seguía oliendo a ella.
Tiene muy claro que se ha pasado, pero no tiene ni idea de como arreglar esto, lo suyo, lo que sea que tengan. Están juntos para que les dejen en paz, ha estado funcionado, pueden seguir así un tiempo más. Quizá acaban saliendo los sentimientos, quizá vuelve a sentirse bien.
No puede utilizarla, también lo sabe, pero a la vez no puede evitarlo. Recuerda las Navidades, cómo se sentía vivo y se pregunta cómo lo ha dejado ir. Llevaba sin sentirse él mismo tanto tiempo que había olvidado cómo era. Pero Mara lo ha hecho todo más llevadero, le ha recordado que aunque Fred ya no esté, sigue quedando gente, por eso abre la puerta cuando llaman. Porque si le llaman puede ser Mara y si es ella se lanzará a sus pies si hace falta para que le perdone.
—Ah, sois vosotros.
La decepción se puede palpar, pero parece que a ninguno de los cuatro les importa. Solo tienen cara de preocupación y puede ver como Harry se está mordiendo las uñas, Ginny quiere matar a alguien, Ron está inquieto y Hermione parece estar pensando.
—¿Qué hacéis aquí? —les acaba preguntando, todavía sin invitarle a entrar y los cuatro le miran.
—¿Sabes qué día es hoy? —pregunta Harry y George se encoge de hombros.
—No, la verdad.
Es probable que ya sea mayo. Ha perdido la noción del tiempo, no ha hecho otra cosa que no sea dormir y beber. Y pensar en lo idiota que ha sido. También ha tenido las alucinaciones, así que distinguir el tiempo ha sido bastante complicado. Dejó de tener un horario normal en la primera semana sin Mara, o al menos lo que él cree que fue una semana. Quizá solo fueron un par de días. No se acuerda de casi nada con detalle así que tampoco se molesta en intentar recordarlo.
—Ha pasado un año, George.
Ron es quien lo dice y Ginny es la primera que se acerca a él para abrazarle. Ve como su hermana arruga la nariz y George suspira. Ha pasado un año desde que Fred murió.
—Va a haber una celebración en el castillo—susurra Ginny y George le devuelve, por fin, el abrazo—. Por los caídos.
—Muertos, puedes decirlo, está muerto.
Se aleja de Ginny y les hace un gesto para que pasen, a pesar de que la casa no está ni mucho menos presentable. Al menos se molesta en abrir las ventanas para que empiece a ventilarse un poco y parece que Hermione lo agradece.
—¿Estás bien, George? —pregunta la chica y él se encoge de hombros.
—No sé si Mara ha roto conmigo.
Los cuatro se miran entre sí, sin saber muy bien que decir. Era lo más fácil, decir eso, no sabe ni porqué lo ha dicho, pero también es lo que parece, que han roto. Y no quiere que hayan roto.
Ron le pasa el brazo por encima de los hombros y también arruga la nariz cuando se acerca a lo que el chico se aleja.
—No hace falta, llevo sin ducharme un mes —les dice y parece que los cuatro les entra demasiada prisa.
—Solo queríamos preguntar por Atria —dice Harry rápidamente y George se levanta.
—No sé nada de ella, no quiero saber nada de ella.
Les señala la puerta, haciéndoles saber que si van a hablar sobre ella les echará de la casa sin ningún miedo. Atria es un tema tabú en la casa, si no fuera por ella Mara no se habría ido porque él no habría estado alterado. Era su culpa.
—Solo queremos saber qué pasa con el piso de Wetvalley —insiste Harry y George vuelve a señalar la puerta.
—No sé qué coño quiere hacer con él, pregúntaselo.
—No puedo porque no sé dónde está —responde el chico y parece algo desesperado.
Él también se preocupa. En el fondo. Sabe que no debería enfadarse con ella por querer seguir haciendo su vida como va a intentar él, pero no puede evitarlo. Es como si se pusiera a vender el piso del Callejón Diagon, con todos los recuerdos que tenía sería como abandonar a Fred. Claro que Atria no recuerda a Fred, por lo que los recuerdos no valen para nada.
—Supongo que mamá lo sabe —acaba diciendo y Ginny chasquea la lengua.
—Lo que no queremos es asustar a mamá porque no nos lo ha dicho —dice la pelirroja y George suspira.
—Yo que sé, preguntad en el campo de las Arpías, quizá ellos saben donde vive y os lo dicen.
Ahora mismo quiere que se vayan, necesita pensar. Necesita esa ducha, arreglarse e ir a buscar a Mara. ¿Estará en Wetvalley o estará en la celebración? ¿Cómo pueden llamarlo celebración? Tiene que disculparse, sea como sea y para ello tiene que echarles del piso. Si quiere sobrevivir a lo que sea que tienen preparado necesita que esté a su lado.
—Un placer veros, tengo cosas que hacer —les suelta, abriendo la puerta de nuevo y les señala el rellano—. Si queréis hablamos otro día de cualquier cosa que no sea Atria.
—Tienes que convencerla de que no venda el piso, George —dice entonces Ginny y él mira a su hermana.
—Hazlo tú.
—Es de Fred —insiste ella, como si eso le diera algo más de autoridad sobre lo que quiere hacer o no Atria.
—Tú también eras su hermana.
Supone que todos notan como habla de él en pasado. Es lo mejor, es lo que tiene que aceptar, que no le va a volver a ver, esté o no vivo. Si lo está no sabe dónde, si no lo está está enterrado en el cementerio de Hogwarts junto a todos los que murieron ese día.
—¿Necesitas ayuda para limpiar la casa? —pregunta Ron justo antes de salir y George niega.
—Puedo solo.
Nunca ha estado solo. Primero estuvo Atria, luego estuvo Mara. Ha ido llenando el hueco que dejó Fred con la persona que tenía más cerca y tiene que entender que ese hueco se va a quedar vacío porque nadie puede llenarlo, solo él. Y él ya no está.
Se van, por fin, y la ducha se hace demasiado corta y a la vez demasiado larga. La barba es demasiado larga y afeitarse es lo que más odia, así que solo se corta la barba, lo justo para tenerla arreglada y que no parezca que lleva meses sin salir de casa. El pelo es otro desastre, ya le tapa los ojos, pero si se lo echa para atrás quizá puede aguantar bien. Le da igual como tenga el pelo, lo único que quiere es salir del piso.
Primero se marea en la calle. Es demasiado grande, hay demasiada gente, hay demasiado ruido así que se desaparece hasta Wetvalley. El pueblo es tranquilo, solo pasan un par de niños riendo por delante de él y luego nada más. Puede oír el viento, puede oír los pájaros. Deberían mudarse allí, deberían empezar de nuevo en una casa para los dos. ¿Cómo se consigue una casa allí? Porque no cree que se pongan a construir cuando puede aparecer una casa de la nada para que los jóvenes del pueblo tengan una fiesta de Año Nuevo.
No puede distraerse más, tiene que encontrar a Mara, aunque no sabe si su abuela quiere que lo sepa así que va primero al piso de sus padres. Es un punto más por el que tienen que tener casa propia, si usan cualquiera de las dos los recuerdos son muy fuertes como para que puedan pasar página.
Llama al timbre, pero nadie responde así que prueba a lanzar a la ventana pequeñas piedras, pero tampoco responde nadie. No debe de estar allí, así que va al siguiente lugar, la casa de Faith. Si no está allí quizá está su mejor amiga o su hermano y ellos saben dónde están. Pero la familia de la chica le dice que está en la guardería y George casi va corriendo hasta allí. La chica tiene a una niña en brazos mientras grita a otros pocos, pero está sola y George duda en entrar al recinto, pero no le queda otra cuando una de las niñas se intenta escapar del patio.
—¡Faith, pierdes a una! —lo grita y coge a la niña antes de que se escape y se pierda en el pueblo.
—¡Dana, ven aquí! —parece desesperada y se la nota un poco desbordada así que George avanza—. Desde que Mara ha estado con ella ha despertado una energía caótica que no tenía, no sé qué hacer con ella.
—Tengo cosas en la tienda que pueden entretenerla —ofrece el chico, pero Faith le mira como si estuviera loco.
—No quiero tener que lidiar con bromas también, ya tengo bastante.
Es complicado meter a todos los niños dentro del edificio de nuevo, pero parece que Faith se apaña perfectamente sin ningún tipo de ayuda y George intenta ayudar, al menos con la niña que ha intentado escaparse. Dana parece que está a punto de empezar a hablar bien del todo, pero George no termina de entenderla porque no cree que esté diciendo que ha comido tierra.
—Comió compost hace más de un mes gracias a Mara —le dice luego y George no puede evitar sonreír—. ¿Qué es lo que quieres?
—Saber donde está —dice él y parece que la chica se lo piensa—. Supongo que sabes que ha pasado entre nosotros.
—Sí, que habéis roto.
Es oficial. Han roto. ¿Se lo habrá contado a todo el mundo? ¿Qué dirán? ¿Por qué tuvo que cagarla? No fue que Atria apareciera por casa, fue él solo, él fue quien la cagó y ha roto algo que podía ser bueno.
—Quiero disculparme —consigue decir y Faith parece que se ríe.
—Es lo mínimo que tienes que hacer, ¿sabes? No eres él único que ha perdido gente durante la guerra, George.
La chica parece temblar por momentos y se centra en los niños. Les saca los juguetes que piden y les habla a los que lloran de que pronto vendrán a por ellos y que irán a casa. Y, cuando todos están entretenidos vuelve con él.
—Fue mi exnovio el que los hizo entrar aquí, ¿lo sabías?
No, no lo sabía, o al menos no lo recuerda. Solo está seguro de saber que alguien lo contó, pero no sabía que había sido alguien tan cercano a Faith, tan cercano a Mara. ¿Cómo se lo tomó? ¿Cómo llegó a pasar algo así? Quiere preguntar, se muere de ganas, pero no es el momento así que solo mira a Faith.
—Lo siento, creo que tenemos parte de culpa por poner Wetvalley en el punto de mira.
—Sí, lo hicisteis, todavía recuerdo como estábamos todos en la plaza del pueblo, mirando al cielo esperando a que llegaran dos personas en escobas.
Se quedan callados los dos. George no tiene la suficiente confianza con Faith como para intentar reconfortarla por lo que ha dicho, así que solo se queda mirando a los niños. La energía caótica de Dana le recuerda un poco a la de Ginny cuando era muy pequeña y no puede evitar sonreír.
—Está en la celebración esa de los muertos que han hecho en el colegio, Don la ha convencido de ir, ella no quería.
—Gracias.
La abraza en cuanto lo dice y le falta tiempo para salir corriendo. Debe llegar tarde, seguro que era antes de la cena para luego tener un banquete en el Gran Comedor. O, al menos, un tentempié. No sabe si está preparado para volver al castillo, pero lo hace igualmente porque hay cosas más importantes. Si Mara no le perdona habrá perdido a una amiga, habrá perdido la oportunidad de que pasara algo más. Y no sabe si se perdonaría eso.
Mara le gusta demasiado como para no intentarlo. Aunque para intentarlo tendría que tener el valor de pedirle que fuera real y ni siquiera sabe qué siente por él a parte de que, ahora, probablemente le odie.
Cuando llega al castillo sabe donde tiene que ir por la cantidad de gente que hay en la zona, algunos intentan ocultarse en las capas para que no les reconozcan, pero George lo hace. Ve a los que una vez fueron mortífagos y han jurado que se arrepienten, que no estaban de su parte, que era la maldición imperius hablando por ellos. Siente la ganas de atacarles, de sacarles de allí porque no tienen ningún derecho, pero se está quieto. Tonks se lo ha dicho muchas veces, no han encontrado pruebas, los jueces están comprados, si los ataca quién saldrá mal parado será él, no ellos. Así que está tranquilo y sigue avanzando, buscando a Mara.
Llega en mitad de un discurso que está dando Kingsley y no le presta ninguna atención porque está demasiado ocupado mirando a Mara. Está al final, de pie, al lado de Don. Parece seria y no aparta la mirada del Ministro de Magia. Al menos, hasta que George se pone a su lado y, lentamente, busca su mano.
Primero la roza los dedos suavemente y, de reojo, ve como la chica gira le mira y luego gira la cabeza rápidamente de nuevo hacia Kingsley. No se ha apartado, así que lo considera una buena señal, por lo que estira el dedo hasta que toca uno de los de la chica y no se mueve.
Ninguno de los dos se mueve por lo que George acaba moviéndose hasta que su mano está sobre la de la chica, ronzándola, pero sin llegar a tocarla. Le está pidiendo permiso y espera que lo entienda. Ve cómo Mara se empeña en mirar de frente y él también lo hace, como si no estuviera pasando nada.
Pero nota como la chica mueve la mano y le toca suavemente la palma de la mano. Así que no pierde el tiempo y le da la mano. Se la aprieta suavemente y ella le devuelve el apretón, así que George suspira porque parece que no está tan enfadada con él.
Va moviéndose, poco a poco, primero retrocede unos pasos, los justos para que siga siendo cómodo darle la mano a Mara, pero le permitan cambiar de postura. Se va acercando poco a poco a ella, ofreciéndole que se apoye en él si quiere y cambia la mano que le está dando para rodear la mano de la chica con la suya.
—Te juro que lo siento muchísimo —le susurra al oído y ella le chista.
Pero se apoya en él y George la abraza por la espalda. Ahora es cuando puede empezar a escuchar los discursos, siendo Harry quien habla en esos momentos, sin saber siquiera lo que está diciendo y que parece que quiere que le coma la tierra. Es horrible escucharle hablar porque, aunque parece que tenía un discurso, se le ha olvidado por completo y ya no sabe qué está diciendo. Divaga sobre la guerra, sobre lo duro que fue y sobre todo lo que perdieron. Ve como Ginny se apoya en Ron mientras se Harry habla, como Hermione le da la mano a su hermano para que sepa que está con él. Y, mientras tanto, Harry sigue solo en el escenario, perdido en sus pensamientos que va diciendo de vez en cuando en voz alta.
Y la gente escucha, algunos lloran, otros murmuran, pero todos tienen algo en común; ninguno entiende por qué han dejado que Harry hablase cuando era el menos indicado a pesar de ser el icono de la guerra mágica.
—Lo siento —acaba diciendo el chico y deja el escenario sin esperar a nadie, pero le siguen igualmente.
El escenario se queda huérfano unos segundos, los que tarda otro mago más en llenarlo de palabras vacías que Mara escucha. Él ya no lo hace, no, todo es propaganda, lo ha sabido en cuanto ha visto que ha subido uno de los Jefes de Departamento, concretamente el que sustituyó a Crouch cuando le asesinaron. Todo va de eventos internacionales y de estrechar lazos, de acoger una copa de quidditch que empezará el próximo año. Lo que quieren es tenerlos a todos contentos.
—¿Qué es lo que haces aquí, George? —Mara sigue mirando recto, sin que parece que le importe nada de lo que él pueda decir.
—He venido a disculparme —responde él, pero la chica solo se ríe.
—¿Disculparte? Solo has dicho que lo sientes muchísimo —parece que se burla de sus disculpas, y la verdad es que se lo merece, aunque sea un poco.
Así que la coge de la mano y tira de ella para que salgan de allí cuanto antes. No serán los primeros en irse, ni mucho menos, el evento es puramente político y no tiene nada que ver con las víctimas ni con la guerra, así que no pintan nada allí. Los pasillos del castillo parecen un lugar algo más agradable en el que hablar y, con un poco de suerte, pueden colarse en alguno de los pasadizos.
—Ah, así era cómo aparecías de la nada cuando queríais comprar algo —dice la chica y George asiente.
Hay un pasadizo que te deja lo suficientemente cerca de la sala común de Hufflepuff y está lo suficientemente cerca de la sala común de Gryffindor que era lo que siempre utilizaban. Además, ir con las cajas por los pasillos no parecía lo más sensato, por eso se escondían.
—Por eso siempre te decía de quedar casi en la puerta del pasadizo.
Están dentro, Mara se ha alejado lo suficiente como para apoyarse en la pared y se cruza de brazos, esperando a que George hable. Pero no sabe cómo decirlo, así que hace lo primero que se le ocurre, se acerca a ella. La chica se sorprende cuando le pone las manos en las mejillas, pero se le pasa en cuanto entiende lo que quería hacer George.
Estaba enfadada con él y besarla no era la mejor opción, estaba claro, por eso había dejado el espacio entre sus labios. Uno que se moría de ganas de acortar porque, aunque ya lo sabía, se lo termina de confirmar. No es que Mara le guste demasiado, es que se muere por sus huesos, en cuestión de meses ha conseguido que vuelva a caer por ella. Y le quiere hablar de que lo intenten de verdad, que consigan una casa, que pasen página, pero no sale nada de su boca.
—¿Por eso has venido? ¿Para eso hemos venido a un pasadizo medio oscuro lejos de todo el mundo?
—¿Qué? ¡Claro qué no! —solo tiene que conseguir decirlo, no es complicado, le ha dicho cosas mucho peores que decirle que quiere que lo intenten de verdad.
—¿Entonces?
Mara primero le aleja y George se queda callado. Si le aleja es por algo, aunque antes haya aceptado que le diera la mano y que estuviera con ella como si siguieran juntos. No, no se lo puede decir, porque ella solo se va a reír de él por pensar que pueden ser algo de verdad, no tiene que decir alguna gilipollez y luego disculparse.
—Veo que ya eres capaz de resistirte a mi, Perkins —suelta y la chica parece estar a punto de explotar. Quizá no era la mejor elección de palabras.
—Aléjate de mi, ¿te queda claro?
Mara es amenazadora, pero cuando va a salir del pasadizo George no tiene miedo ninguno y por eso la coge de la muñeca y tira de ella para abrazarla. Eso sí que puede hacerlo, tiene una idea mucho mejor.
—Lo siento, Mara, de verdad, no quería decirte que tú lo tienes más fácil porque no es verdad —dice y se merece el pellizco que le da en la espalda, pero al menos la chica no se suelta del abrazo—. Tú también lo has tenido jodido porque has visto a tu hermano fatal y eso es culpa nuestra, nunca nos vamos a poder disculpar lo suficiente por no haber estado allí.
—Sí, no vais a poder hacerlo.
Juraría que Mara se está aguantando las lágrimas, por eso la abraza con más fuerza, acercándola a él. El pelo de la chica huele a papaya y George sabe que es por la mascarilla de pelo que utiliza y que está en el cuarto de baño que comparten.
—¿Puedo seguir disculpándome eternamente mientras te quedas a mi lado como mi mejor amiga? —lo dice bajito, para no asustarla porque no sabe qué esperarse de ella.
—Te tendrás que ganar ese título —responde la chica y se aleja de nuevo de él.
Y tal y como dice Mara, se lo tiene que ganar. Empieza limpiando la casa, dejando todas las cosas de Mara en la habitación de la investigación —para que tenga allí su propia habitación, ahora ya no duermen juntos por mucho que lo eche de menos— y recogiendo todo aquello porque no tiene sentido que siga estando allí. Con un sencillo hechizo todo se recoge y George solo se queda con la foto en la que sale con Fred y Atria en la puerta de Sortilegios Weasley el verano que abrieron la tienda. El resto de cosas las mueve a la habitación de Fred y Atria, donde si quiere entrar para limpiar todo eso necesitará a Mara allí. Solo abre la puerta, deja las cosas y, desde el marco de la puerta, observa todo. Son demasiados recuerdos los que tiene esa habitación que siempre había estado llena de conversación y ahora ya no recuerda lo que es una. Tiene que cerrar la puerta y sale del apartamento directo a por unos pasteleros que a Mara tanto le gustan.
Lo convierte en una rutina puesto que Mara sigue trabajando con Faith en la guardería y se los lleva todos los días. Faith siempre se asegura de hacer lo que a Mara le apetezca en esos momentos, por eso al principio no puede estar con ella a solas, pero poco a poco, lo consigue. Los avances son lentos durante todo el mes de mayo, pero parece que a Mara le gusta la idea de que esté mejorando, de que esté con ella. También la chica ha conseguido un trabajo a tiempo parcial en una empresa muggle en el departamento de marketing y George también aprovecha esos días para ir a recogerla a la salida de su nuevo trabajo y llevarla de nuevo a Wetvalley o donde le apetezca ir cada día.
Todo mejora bastante el día en que, por fin, acepta ir a cenar a casa casi a finales de junio. Todo está casi bien entre ellos, ya puede bromear con ella como antes y sabe cuál es el vino que le gusta a Mara y se asegura de tenerlo en la nevera antes de que ella llegue para que esté bien frío. La botella de zumo de calabaza que tiene en la nevera está casi vacía por lo que también aprovecha para meter otra y luego empieza a preparar la cena. Corazón de Bruja tenía la creencia de que para conquistar a un hombre la mejor opción era el estómago y George no veía motivos por lo que eso no pudiera aplicar a Mara, así que siguió las recetas al pie de la letra.
Pronto tuvo comida suficiente para alimentar a toda su familia por Navidad y quizá también por Año Nuevo, pero esperaba que a Mara le gustase. Había dejado el postre sin hacer, con la idea de que lo hicieran ellos luego y fue la mejor idea que pudo haber tenido. La botella de vino se quedó en la nevera y los dos bebieron zumo de calabaza en cuanto se dio cuenta de que George no iba a beber. Porque había aprendido lo suficiente, no iba a volver a perderla, no, se negaba a hacerlo.
—Tienes harina en el pelo —la risa de Mara es el mejor sonido que hay en el apartamento desde hace tanto tiempo que George se queda parado en mitad de la cocina, mirándola—. ¿Qué pasa? ¿Dónde tengo algo?
—Aquí —George mete el dedo en la masa de las galletas y luego se lo pone a Mara en la nariz, que le da un grito.
—¡Me has manchado!
—Por toda la harina que me has tirado en el pelo —le contesta el chico, sonriendo, a pesar de saber que viene algo de venganza.
La cocina acaba echa un desastre, pero no le importa cuando los huevos acaban en el suelo y Mara se resbala con ellos y acaba tirándole al suelo y ella cae encima. Aprovecha para abrazarla mientras caen, a pesar de saber que le va a doler la espalda con el golpe. Está tan jodidamente pillado por ella como Fred lo estaba por Atria y es tan consciente de ello que ni siquiera puede ocultarlo. Y si Mara no ha dicho nada es por algo.
—Por Morgana, ¿estás bien? —Mara rueda hasta su lado después del grito que da George cuando choca con las baldosas de la cocina.
—La verdad es que me gustaría que funcionase eso de un beso en la herida porque no sé como me voy a mover del suelo —George sonríe, a pesar de que la espalda le duela demasiado y no espera que Mara coja la varita y le gire—. ¿Qué haces?
—Curarte con un beso, ¿no es lo que querías?
Ha mejorado con los hechizos sanadores porque pronto no le duele la espalda y luego nota los labios de Mara en su espalda. No puede pensar en ello porque si no hará cualquier cosa de la que luego pueda arrepentirse y no quiere. Bueno, el no se arrepentiría de besarla, pero Mara a lo mejor si.
—¿Mejor?
—Infinitamente mejor —responde el chico y, por fin, se gira para sentarse y mirarla.
Están muy cerca y eso no es bueno porque sigue queriendo besarla así que carraspea y mira hacia la encimera de la cocina. Está echa un desastre, le recuerda un poco a las veces que intentaron cocinar con Ginny y eso le recuerda que no queda nada para la graduación.
—No tienes que decir que sí —empieza a decir y se decide por mirar de nuevo a Mara, que le mira con curiosidad—. De hecho ya puedes decir que no porque es una tontería.
—No puedo decir que no si no me dices a qué —dice ella y se acerca hasta él, sentándose justo a su lado. Sus brazos se tocan y Mara se mueve para darle un pequeño empujón con el brazo que los mueve a ambos suavemente—. Venga, dime a qué.
—La graduación de Ginny y Ron es este fin de semana —intenta que no se le note que quiere que vaya con él, pero es imposible no notarlo—. Les dije que habíamos roto, así que no tienes que venir como mi novia ni nada.
—¿Les dijiste que habíamos roto? —parece sorprendida, como si la idea no se le hubiera pasado por la cabeza y George asiente.
—Vinieron a verme el día de la fiesta esa rara, me preguntaron que porqué estaba así y les dije que no sabía si habías roto conmigo. Me pareció lo más fácil en aquel momento, además así no teníamos que seguir con la mentira.
Intenta que parezca que no es nada, que le da igual y que ojalá no hubiera acabado nunca esa mentira porque es lo más real que ha tenido. Pero se trata de que no quiere perder a Mara y por eso tiene que fingir que no le importa.
—No me has dicho cómo explicaste a tu familia que no estaba contigo como los meses anteriores, por si algún día me los cruzo en Wetvalley —finge que solo es interés en saber qué decir cuando, lo que le pasa en realidad, es que quiere saber por qué estaba sorprendida por lo que había dicho.
—Solo que habíamos discutido —responde la chica y se levanta rápidamente del suelo—. Y cuando volviste que lo estábamos arreglando.
—¿Entonces seguimos juntos? —él también se levanta del suelo y va hasta Mara, que asiente rápidamente.
—Será solo un poco más, podemos decirles que no hemos sido capaz de arreglar la discusión y que hemos roto por eso —Mara contesta rápidamente y coge una de las cucharas del cajón para empezar a dejar la masa de galletas en la bandeja del horno—. Solo será a mi familia, claro, la tuya ya sabe que hemos roto, así que no hace falta que les digamos nada más.
—Solo lo saben Ron y Ginny —dice rápidamente y espera que sea así y que no le hayan dicho nada a nadie más—. Los demás siguen creyendo que estamos juntos.
—¿Y no se lo habrán contado?
—Bueno, solo les dije que creía que habías roto conmigo, no que lo hubieras hecho, así que podemos seguir mintiendo por ahí —no, no puede hacer eso solo porque quiera volver a besarla, no—. Olvida lo que he dicho.
—¿No quieres seguir con esto?
Mara deja de echar masa de galletas en la bandeja y se gira para mirarle. No, no quiere seguir mintiendo a todo el mundo y no quiere mentirle a ella, así que que le den a todo porque va a intentarlo. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Por eso se inclina hacia ella y busca sus labios, dándole la oportunidad de que lo rechace fácilmente, pero Mara no lo hace, no, el beso vuelve con ganas.
No vuelven a hablar más esa noche, no pueden hacerlo porque no se separan ni un momento, ni siquiera para coger aire. Avanzan por los pasillos de la casa hasta la habitación sin parar de besarse y, cuando caen en la cama, cogen un poco de aire y vuelven con los besos. La ropa acaba en el suelo y ellos ni siquiera paran cuando sale el sol.
—¿Quieres seguir con esto entonces? —pregunta Mara y el sol que entra por la ventana la ilumina perfectamente mientras que está sobre él—. ¿O prefieres que acabemos con la mentira?
—Quiero seguir con esto —responde, sin dudarlo ni un instante y la chica sonríe.
Está tan jodidamente perdido por esa sonrisa que no duda ni un segundo en volver a besarla y devolverla a las sábanas con él.
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Son las mil, es lunes y da igual cuando suba porque nadie lee esto JAJAJAJA
A otra cosa mariposa, me gustan mucho estos dos y no pienso parar hasta que su historia este completa, lo que me recuerda que el siguiente capítulo es el fin de acto y se vienen ✨cositas✨ así que stay tune porque es algo... Buah
No sé cuándo subiré el siguente porque está sin escribir, pero bueno, que sea cuando sea, gracias por leer ❤️
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