Aún conservo el recuerdo,
de cuando cogíamos como dos perros.

En mi piel se borraron las huellas,
los arañazos,
los besos.

Incluso puedo decir
que se borró tu olor,
si es que alguna vez estuvo.

Los orgasmos,
el apretarnos cuerpo contra cuerpo,
las caricias en el cuello
que terminaban ahorcándonos.

La saliva y el morbo
que chorreaban sobre mis muslos,
tus labios secos de tanto gemir
y mis uñas cada vez más débiles
de aferrarme a tu espalda como loba.

Que bonito es recordar con deseo
aquello que justificábamos con ternura.

Aunque confieso
que aunque jamás
volveré a tocar tu piel,
mis piernas siguen temblando
siempre que te pienso.