3:33
Estaba allí contemplándome con sus enormes ojos ambarinos, salivando entre sus fauces a mi alma desdichada. El maldito animal no había cedido ni un minuto aquella noche, sus intenciones aberrantes, salpicadas de crueldad, no han cedido ni por un instante, ha venido a encolerizar mi alma con su malignidad existencia.
Su pelaje de alquitrán, manchado de carmesí por sus encarnizadas luchas en los albores de la madrugada, era solo una presagio del mal que me aguardaba. ¡Cuántas criaturas inocentes habrán perdido sus vidas en la agonía perpetua!
Me mira con recelo, siento su mirada clavada a mi existencia efímera, la angustia empieza a devorarme, retomo mi fe y rezo a Dios para que dé mi alma se apiade. Es inevitable, la alimaña se escabulle de entre las sombras, la escucho arrastrarse y rasgar la madera vieja, como si tratara de dejar en evidencia su funesta hazaña. Ha saciado tan poco su hambre que su cuerpo escuálido lo delata.
Quizás, esta noche sea condescendiente con mi dolor, más la angustia de conocer mi desenlace fatídico me causa pavor. Afila sus garras de manera frenética, es inevitable, me arrastrará hasta el infierno de Dante.
Escucho su quejido hilarante, me desconcierta; está a centímetros de mí, lo siento aferrarse a las sábanas de seda, escala lentamente dando garfadas de malicia y horror.
Siento mi respiración entrecortada, tomo unas cuantas bocanadas de aire y cierro violentamente los ojos. En un instante los recuerdos me llevan hacia aquellos días donde mis magulladas piernas aún servían, ahora son recuerdos nefastos de un accidente en plena avenida, esas experiencias manchadas con tinta roja, acompasadas con los coros de bestias del inframundo.
Lo siento posarse sobre mis piernas entumecidas, estoy cataléptico, narcotizado de dolor, postrado sobre aquel lecho sepulcral, soy su presa, quien sabe si una más de sus tantos caprichos nocturnos.
¡Chilla la bestia encarnizada!, como si de dolor se quejara. Miro el reloj, marca las 3:33 de la madrugada, muevo lentamente los brazos, pero su guadaña lo rebana, el dolor es punzante, la sangre va como cascada, la bebe, la saborea, lo sacia.
Se sacude con vehemencia, me devora las entrañas, quién me diera fuerzas para ahorcar a la alimaña y regresarla a los canales infernales donde deambula y vaga.
Cuando se ha saciado de mi cuerpo, se marcha, con su hedor a azufre y carne putrefacta.
FIN
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro