Mis pensamientos sobre lo divino han cambiado.

He hecho las paces con la idea de que Dios no es un ser malvado,

sino el hombre, quien siempre lo narra

como un villano cruel y despiadado.

Cuando miro a las nubes en el cielo,

flotando en el manto azul del firmamento;

cuando veo a los pájaros volar;

a las arañas tejer su propio hogar;

cuando veo las copas de los árboles

sacudirse con el viento y besarse,

y sus ramas colosales encontrarse

y su follaje frondoso enrollarse;

cuando veo a la naturaleza pura,

a los bosques, a las playas, a las grutas,

las montañas, los prados y llanuras,

confirmo que el Padre no es el responsable

de envenenar a todo el planeta,

de crear bombas, armamentos, y guerras.

El humano está a cargo de esa mierda.

Y en efecto, mierda es.

Este mundo es sagrado y encantado, 

y nosotros decidimos arruinarlo

con ideas, religiones y conflictos 

sociales, económicos y políticos,

que inventamos por dinero, gloria y fama,

haciendo toda clase de patrañas.

El humano es el principal motivo

de su propio, eterno suplicio.

Y Dios sólo nos mira desde lejos,

preguntándose a sí mismo qué ha hecho.

¿Por qué ha creado seres tan bajos,

siendo él tan justo y perfecto?

Mi esperanza en la humanidad ha muerto.

Rezaré por un asteroide nuevo.