Promesas de eternidad
Nos prometimos hace años,
hace infinitos siglos:
"Sin importar qué nos suceda,
seremos siempre, dos amigos.
Seremos siempre compañeros,
almas gemelas, enamorados;
en todas las horas de desvelo,
y en todos los días nublados."
Nos prometimos "para siempre"
y "para la eternidad".
Nos prometimos mutuo respeto,
lealtad, sinceridad.
Nos prometimos reencontrarnos,
si el destino algún día
decidiera separarnos,
y dividir nuestras vías.
Nos prometimos nuestras vidas,
hasta después de reencarnar,
sin importar nuestros nombres,
ubicación o identidad.
Nos prometimos el mañana,
que aún estaba por llegar
—y porque en ti aún confío,
tengo certeza de que vendrá.
Amada mía, mejor amiga,
alma gemela, mejor mitad:
Yo te confieso, apenado,
que no sé dónde estarás.
No sé a qué parte de este mundo
nuestro Dios te habrá mandado,
solo sé que si me permites,
te buscaré por todos lados.
Como un perro perdido,
buscando a su amo;
como un pájaro herido,
buscando descanso.
Como una pluma buscando el tintero.
Como un bribón, buscando un duelo.
Como una abeja, buscando a una flor.
Como un creyente, buscando su fervor.
Escalaré montañas, laderas y cerros;
cruzaré lagos temibles, enfrentaré a su hielo;
me meteré a barcos, a canoas, acorazados;
nadaré mares enteros,
lucharé con las olas, de enero a enero;
me subiré a trenes, a tranvías, aviones;
aprenderé dialectos, culturas, tradiciones,
idiomas, tu fonema, tu acento,
lo qué sea;
haré de todo por verte, y por tenerte cerca.
Te prometí en el pasado, y lo cumpliré en el presente;
adónde sea que vayas, sin importar quién te vuelvas,
sin importar tu raza, o el color de tu bandera,
te amaré cada segundo que yo pase en esta tierra.
Sólo aguarda mi llegada, con fe y con paciencia.
Sólo espera mi regreso a tus brazos, mi princesa.
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