Capítulo 25. Rachel la famosa.
Teníamos programado el evento de la nueva constructora a las dos.
Estaba acomodando mi cabello y me di un último vistazo en el espejo. Había comprado un vestido en color lila, discreto y pegado al cuerpo, lo suficientemente formal para la ocasión.
Ronald entró a la habitación, yo giré con mis tacones blancos y de nuevo tenía esa mirada de impresión.
—Carajo, como me encanta entrar a la habitación sin saber con qué me recibirás —mordió su labio mientras me recorría con una mirada lasciva—. Cada vez me la estás poniendo más difícil, princesa.
— ¿Qué cosa?
—Dejar que salgas de esta recámara sin antes cogerte duro.
Me reí y él me dedicó una media sonrisa muy sexi. Seguía en ropa deportiva, apenas le quedaba tiempo para ducharse y arreglarse.
—Entonces ¿Te pareció bien mi elección de vestido?
Se fue acercando a mí con las manos hundidas en los bolsillos de sus pants deportivos, moviendo su quijada de un lado a otro, muy atractivo. Por un momento me sentí bajo su control.
Alcanzó el borde inferior de mi vestido para subirlo lentamente.
—En realidad estoy más interesado en tu elección de lencería.
Alejé su mano antes de que mi autocontrol desapareciera. Uno de los tenía que ser el adulto.
—Tal vez después, ahora vete a bañar.
Ronald me fulminó con la mirada, hizo un puchero y se fue a regañadientes al baño.
— ¿Por lo menos vienes a tallarme?
Gritó desde adentro del cuarto de baño y tuve que reprimir una risa burlona.
—Tienes manos.
—Quiero las tuyas.
Esta vez me reí.
—Será mejor que te apresuremos.
Escuché como resopló alto. En ocasiones Ronald podía parecer un niño de cinco años haciendo sus berrinches cada vez que no conseguía lo que quería.
Me adelanté para salir, tomé mi bolsa y al abrir la puerta. Enfrente apareció Adam con un traje negro que lo hacía lucir muy guapo. Me sonrió.
—Estás preciosa.
—Y muy guapo.
Me abrazó y besó mi cabeza.
—Anda, apuremos a Rachel porque esa hermana nuestra no conoce el reloj cuando se está arreglando.
Me reí y fuimos a la puerta donde dormía Rachel. Adam tocó y escuchamos una voz débil que nos permitió pasar.
Entramos y encontramos a Rachel en un mar de lágrimas. Llevaba un vestido en un tono naranja pero su maquillaje se había corrido, creando surcos negros.
—Pero... ¿Qué sucede? —pregunté desconcertada—. ¿Por qué lloras?
—Rach, no nos asustes ¿Qué pasa?
Mi hermana sollozaba y alcanzó un pañuelo para limpiarse.
—Pasa que estoy harta —se quitó las lágrimas—. Ya no puedo más.
Adam me miró y yo no sabía ni que decirle, no entendía nada de lo que Rachel decía.
—Explícanos —pidió Adam con una voz suave.
—Todos a mi alrededor están cumpliendo sus metas —dijo aun con dificultad para hablar—. Tú, Adam... estás emprendiendo tu propia empresa y eso me hace feliz, hermano, muy feliz. Y tú, Aurora, seguiste tus instintos para estudiar psicología y estás por encima de muchos.
—Y tú eres una estudiante de arquitectura con mucho talento —agregué porque era cierto.
Ella sacudió su cabeza y provoqué que sollozara más.
—Estoy harta de fingir. De vivir frustrada por algo que no me gusta.
Adam frunció las cejas y yo intenté analizar cada una de sus palabras para deducir lo que ya estaba pasando por la mente.
—Rachel... —la llamé con serenidad—. ¿Nunca quisiste arquitectura?
Mi hermano me miró y el silencio de Rachel me lo confirmaba. Empezó a llorar con tanta frustración que me estaba rompiendo.
—No —soltó entre llanto—. Pero... papá deseaba que alguien de nosotros estudiara arquitectura para seguir sus pasos. Adam prefirió la ingeniería y a pesar de que papá no estaba contento lo apoyó, y yo quería ser la hija que le cumpliera ese sueño, que estuviera orgulloso de mí.
—Joder, Rachel ¿Cómo puedes decir algo así?
—Eso quería papá —apunté—. Pero él no nos obligó a estudiar arquitectura ¿Por qué te obligaste tú? No era tu responsabilidad.
—Porque era inmadura, porque no sabía qué estudiar y se me hizo fácil elegir arquitectura. Por eso el problema con mi bachillerato, porque no me decidí a tiempo —suspiró agobiada—. Yo... tomé la decisión equivocada sin pensar en mí.
Mordí mi labio, patidifusa.
— ¿Qué es lo que quieres, Rachel? —inquirió Adam.
Nuestra hermana nos miró y talló de nuevo su rostro para quitarse las lágrimas.
—Quiero... —se calló y nos miró algo avergonzada—. No se burlen.
—Por supuesto que no —aclaré—. ¿Quieres dedicarte a algo más?
Asintió despacio.
Se levantó de la cama y fue por su portátil en silencio. Adam y yo intercambiamos miradas expectantes, él se cruzó de brazos y yo esperé my paciente a mi hermana quien tecleaba rápido en su portátil.
Estaba en el buscador y después entró a una página que me parecía algo familiar.
—Ustedes más que nadie saben que siempre he tenido fascinación por cosas de terror y paranormales.
Esa página era de un creador de comics de terror. Recuerdo que Adam empezó a leerlos, incluso descubrí hace poco que Trevor también los leía—en clases—era fan oficial.
Me paralicé de la impresión al ver que Rachel nos miraba con reticencia.
—Yo soy la creadora de estas historias. Los comics son míos. Yo los diseño y los subo por capítulos a mi blog.
Adam emitió un ruido de sorpresa. Casi tan parecido como el de una adolescente por su artista favorito al tener enfrente.
—Mierda —dijo con voz trémula—. ¿Eres Tenebrous? Joder, joder, quien creó Psiquiátrico, Sombras del mal, No mires ahí, Está debajo de tu cama, Cuatro de julio... y mi favorito, Dikronus el devastador.
Rachel asintió y yo fruncí las cejas por la falta de cultura en comics digitales.
— ¿Qué cosa? —pregunté.
—Mierda, Rachel ¡Eres famosa! Eres la puta diosa... —se detuvo un momento sin dejar la emoción de lado—. Bueno, creí que eras un dios por el seudónimo pero, joder, eres la diosa del terror de comics, tienes millones de visualizaciones y yo muriéndome cada semana por que subieras los capítulos cuando tengo a la creadora viviendo bajo el mismo techo que yo —tomó aire—. Estoy... paralizado y realmente ofendido.
Abrí mi boca al ver las millones de visitas que tenía Rachel en su página. El más leído era Psiquiátrico con quinientos millones y después Dikronus por muy cerca del primero con cuatrocientos ochenta millones.
—Madre santa —susurré.
Comentarios de súplica por los siguientes capítulos al igual que de elogios por el dios del terror de comics.
—Quiero dedicarme a esto, es mi vida.
Abrazamos a Rachel con fuerza.
—Joder, claro que sí, sería un crimen que no lo hicieras, yo soy el primero en apoyarte. Dime lo que quieras hacer y lo hacemos. Tengo amigos que están trabajando en editoriales puedo contactar con ellos y...
—Ya tengo una oferta —dijo Rachel en un grito ahogador que la hizo brincar del gusto.
Yo brinqué con ella y Adam igual. Nos abrazamos y giramos sin dejar de brincar, celebrando lo que mi hermana había conseguido.
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Adam y yo estábamos ingeniándonoslas para persuadir pronto a mi hermana a que hablara con papá. Él era muy compresivo y estaba segura que apoyaría a Rachel en lo que ella quisiera.
Lena y Trevor llegaron, los saludé y al ver al castaño no pude soportar mi alegría interna por saber que él era fan de los comics que creaba mi hermana. Esto era la alineación de los planetas o el destino que los estaba juntando.
Miré de reojo como Trevor miraba embelesado a mi hermana y ella le sonreía como una chica en su primera cita.
En eso, mis ojos se fueron a las escaleras al ver bajar a Ronald en un traje negro, camisa negra y cortaba negra. El traje estaba hecho para su cuerpo, su cabello ébano lo llevaba más peinado sin dejar de lucir rebelde.
Su mirada me encontró y caminó hacia mí, mostrando una sonrisa de lado.
— ¿Y bien?
—Eh... tú... increíble... —pegué mi mano a mi frente, me sentí una cavernícola. Eran tan guapo que dolía.
Ronald no paraba de reírse y ese era el sonido más sexi y encantador.
—Que elocuencia tan preciosa —dijo, mirándome con una sonrisa adorable.
Hasta para burlarse de mí tenía estilo. Se puso un poco más serio y suspiró.
—Si estoy haciendo esto es por...
—Por tu padre, lo sé y me siento orgullosa de ti.
—Estoy esforzándome.
—Y lo estás haciendo bien —señalé, acunando su rostro en mis manos para darle un casto beso.
Matt ya estaba con nosotros al igual que papá, ambos con trajes impecables y en un tono gris oscuro.
Estábamos listos.
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Yo iba en el auto con Ronald y los demás fueron aparte. Durante el trayecto solo pensé en lo aburrido que sería el evento, no disfrutaba andar vestida de esta forma pero me enorgullecía que papá triunfara en algo que le gustaba.
La mano de Ronald atrapó una de mis rodillas y la rozó de tal forma que me produjo un corto circuito mental.
— ¿Por qué estás tan pensativa?
Antes de responder alcancé su mano en mi rodilla.
—Hay cosas que no cambian, andar en estos eventos me parece algo muy aburrido.
Paramos en un semáforo y me miró. Yo conocía esa mirada perfectamente.
—Tú y yo podemos divertirnos, conozco una forma infalible.
—Ronald —soné nerviosa.
—Sería nuestra despedida de Londres, princesa. Mañana regresaremos a Baltimore ¿Qué dices?
Parpadeé, perpleja por su pervertida propuesta.
—Nos... pueden ver.
—Tomaré eso como un sí.
—Yo no...
—No hay marcha atrás.
El increíble edificio que literalmente era una esfera de cristal con oficinas a su alrededor era el nuevo y moderno imperio de las constructoras Holling en tierra londinenses.
Era monstruosamente impresionante. Todo salió perfecto en la inauguración con el presidente de Holling, Matt West. Dio el discurso para sus trabajadores y para las personas que lo acompañábamos en este momento tan importante.
Incluso habló de Ronald y algunos murmullos se escucharon cuando no podían creer que Matt tenía un hijo.
Mi novio apretó un poco mi mano cuando le aplaudieron por su presencia y Matt remarcó claramente que esto sería un legado para su sucesor... Ronald West.
Joder. Él tenía razón, Matt lo estaba obligando a ser parte de su mundo. En eso sentí la tensión de Ronald, no estaba nada contento por ese anuncio y solo mostró una mirada inexpresiva sin soltar mi mano.
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Al caer la noche todos estábamos preparando lo último en maletas para mañana tomar el vuelo a Baltimore.
Ronald entró a la habitación, me rodeó la cintura por detrás y besó mi cuello muy lentamente para después darme cuenta que en sus manos llevaba dos boletos de avión.
—Nos sentaremos juntos —me susurró con ese tono inglés—. Guárdalos por mí, yo suelo perder cosas.
Enarqué una ceja al tomar los boletos y giré mi cabeza para verlo.
—Al fin un defecto en ti.
Arrugó la nariz y rodó los ojos.
—Tan insignificante —añadió y ciñó más sus manos en mis caderas para hacerme girar y besarme lento, tierno y a la vez tan intenso—. Hagamos algo que me sale excelente.
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Me despedí de mis amigos antes de tomar el vuelo. Papá y Matt West ya estaban abordando. Lena abrazó por última vez a Adam mientras que Rachel y Trevor se despidieron muy cordialmente.
Pronto estarían de regreso. Mis hermanos se adelantaron y Ronald sujetó mi mano con una sonrisa cálida.
—Vamos a casa.
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