
Capítulo 9. Una noche fatal.
— ¿Problemas en el paraíso?
La pregunta de Lena me taladró mentalmente y solo bufé.
—Vámonos de una maldita vez.
Rachel ya se había ido a su cita y Adam estaba esperándonos en la sala. Al vernos sus pupilas se dilataron en cuanto se fijó en Lena, ella sonrió como una chica soñada y mi hermano no dejó de halagarla por lo linda que se veía, incluyéndome.
Le mandamos un mensaje a Trevor por el cambio de planes y llegó unos minutos después, yo lo recibí en la entrada y lucía bastante guapo esta noche.
—Vaya, estás preciosa, Aurora.
Adam hizo acto de presencia antes de contestarle y me rodeó los hombros con su brazo.
—Con que tú eres el tal Trevor, nuestro nuevo vecino —señaló mi hermano.
—Así es —respondió el chico, levantando la mano para estrecharla con mi versión masculina—. Trevor McLean.
—Un gusto, Trevor. Soy Adam Blake. Y bienvenido a Baltimore.
Trevor asintió amigable.
✮✮ ✮
Después de las presentaciones nos fuimos en el auto de mi hermano; Lena tomó el lugar de copiloto mientras que Trevor y yo nos acomodamos atrás. Mi mente divagaba en la corta discusión que tuve con Ronald y, por un momento me sentí terrible por no haberle dicho a donde iba.
Al llegar a Black House, estaba a tope, la gente bebía, fumaba y bailaba por todos rumbos. Las luces neón poseían todo el lugar y la música rítmica era muy pegajosa.
Adam no dudó en sacar a bailar a Lena y ella sin pensarlo tomó la mano de mi hermano, la condujo a la pista con cuidado de no ser golpeada por algún otro cuerpo que estuviera pasado de copas.
Y con lo que respecta a mí, Trevor me hizo compañía en una pequeña mesa con asientos de piel, dándome un amplio panorama de todo el lugar. Al paso de unos minutos el chico de ojos color miel me miró, esperando algo de mí y sonreí sin ganas.
—Sí, soy demasiado aburrida.
—Algo, Blake —respondió entre risas.
Miré de soslayo a Adam y a Lena, eran de los mejores bailando en la pista, mi hermano la guiaba y no dejaba de sonreírle muy coqueto mientras que ella movía sus caderas y posaba sus brazos en los hombros de mi hermano sin ninguna pizca de pena a la vista. Eran una hermosa pareja.
—Invito la primera ronda, Aurora, anda.
Media hora después, fui capaz de beberme tres margaritas que me hicieron sonreír más de lo usual, pero aún estaba en mis cinco sentidos. Adam y Lena se nos unieron en los asientos y bebieron con nosotros. Entre las charlas surgió la oportunidad que consiguió Trevor para jugar fútbol en la universidad, lo cual lo tenía muy entusiasmado.
—Entonces ¿Mañana será tu audición para entrar al equipo? —preguntó Adam para confirmar.
—Así es, para la posición de receptor.
— ¿Y eres bueno? —cuestionó mi hermano al seguir tomando de su bebida.
—En el instituto me dieron dos medallas y un reconocimiento al mejor atleta.
Quedé impresionada.
— ¡Guau! —exclamó Lena.
—Eso no es nada —comentó Adam, arrogante y divertido—. Yo tengo cuatro reconocimientos por mejor atleta en Baltimore y tres trofeos por campeonatos estatales.
Trevor elevó una ceja.
—Los trofeos que ganamos en Nueva York se quedan en la escuela —dijo mi amigo—. Pero creo que fueron cuatro por las veces que hemos competido.
Miré a mi hermano completamente inalterable. Si estaba impresionado no lo daría a notar.
—Ya quiero ver cómo juegas, fanfarrón —agregó Adam con una sonrisa.
Trevor se rio y desafió a mi hermano de manera juguetona.
—Le rogarás al entrenador que me deje en el equipo —aseguró el de cabello bronce.
Adam y Lena recargaron sus energías para ir a bailar de nuevo y animé a Trevor a que fuera a conquistar a alguna chica; él insistió en sacarme a bailar, pero estaba renuente a acceder, solo deseaba irme de una vez a casa.
Trevor se rindió y fue en busca de alguna chica, la cual no tardó en encontrar y la llevó directo a la pista.
Yo por otro lado me quedé en los asientos y movía un poco mis pies al ritmo de la música, el lugar no era tan malo después de todo, pero no era mi ambiente, definitivamente no lo era. Fui al baño para buscar un poco de silencio por tanto ruido y me quedé unos minutos ahí, sumergiéndome en mis pensamientos y pensando en cómo disculparme con Ronald.
Le eché un vistazo a mi móvil antes de regresar al estruendoso sitio y no tenía ninguna notificación de él, torcí mis labios y guardé mi móvil en mi crossbody.
— ¿Por qué eres tan gruñón, Ronald?
En cuanto salí no di ni tres pasos para darme cuenta de que un hombre y una mujer me observaban con mucha atención al final del pasillo. Flaqueé un segundo y sentí como el alcohol en mis venas empezó a provocar adrenalina combinada con pánico, y lo noté, las manos del musculoso hombre eran garras y los ojos de la mujer irradiaban un brillo dorado escalofriante.
Volé por otra salida y ellos comenzaron a empujar a las personas para abrirse camino y alcanzarme. Subí unas escaleras como loca, olvidándome que traía tacones, esas cosas venían pisándome los talones y, en un escalofriante segundo fui testigo de cómo la mujer lanzó a una chica del segundo piso y esta cayó a una muerte segura. Todos gritaron al darse cuenta de la escena de terror y se desató el tumulto.
Fui obligada a seguir subiendo hasta terminar frente a una puerta metálica que empujé para después cerrarla detrás de mí. Busqué en mi bolsa el móvil para llamar a Ronald y en eso, escuché como derribaron la puerta de un solo golpe. Ambas bestias estaban frente a mí, dejándome sin salida.
— ¡Aléjense! —grité aterrorizada.
El viento soplaba un aire gélido, mi cuerpo apenas podía reaccionar.
— ¿Creíste que escaparías, pequeña carnada? —se burló la mujer, quien comenzó a moverse con rareza y todo en ella crujía para darle paso a su verdadera apariencia.
Quedé acorralada en una orilla de la azotea y divisé que tres más esperaban abajo. Todo estaba fríamente planeado, ellos ya lo sabían.
Me tomaron de ambos brazos para levantarme, grité, grité hasta que mi voz ya no pudiera más y de un segundo a otro presencié como las tres bestias de abajo cayeron al suelo al mismo tiempo, desangrándose y humeando.
Una especie de garra de acerco apareció tan cerca de mí—clavándose en el pretil—que apenas vi como una figura negra voló más allá de nosotros para aterrizar en la azotea con una pierna doblada y una rodilla en el suelo. Una capucha lo mantenía en el anonimato y al levantar su cabeza lloré de felicidad al descubrir a Ronald.
Se quitó la capucha y las bestias corrieron a él, rugiendo y emitiendo ruidos de animales salvajes que erizaban mi piel. Mi protector se movió con velocidad y sacó unos cuchillos de alguna parte de su vestimenta, se lanzó a ellos y al tipo le atravesó la garganta con su afilada arma para dejarlo en el suelo.
La mujer le dio pelea, lo tomó por las piernas y lo lanzó lejos de su compañero que estaba tirado y totalmente fuera de combate. Ronald giró en el aire y cayó de pie para después correr a toda velocidad al igual que la bestia que enseñó sus garras, acto seguido mi protector se deslizó para cortar el abdomen de la mujer y después de un movimiento ágil la tomó por detrás y enterró el cuchillo en la cabeza, creando hilos de sangre que salpicaban todo el piso.
La bestia masculina se levantaba con mucho esfuerzo, pero no duró ni dos segundos para recuperarse porque Ronald lanzó un enorme cuchillo justo en medio de los ojos, volviendo a dibujar otro hilo de sangre que creó una línea perfecta en el suelo.
Mi boca expedía el vaho por el frío mientras Ronald limpiaba sus armas con total tranquilidad para regresarlas a su lugar. Después su mirada dura se fijó en mí, se acercó y me escudriñó por completo.
— ¿Te hirieron?
Sacudí mi cabeza, incapaz de hablar.
—De haber sabido dónde estabas desde el principio hubiera tenido mayor vigilancia en esta zona —me reprendió con una mirada fulminante y una voz muy ronca—. Quedan pocas bestias, pero eso no significa que estés a salvo. Estoy solo en la ciudad, no eres a la única a quien tengo que cuidar y complicas mi trabajo por creer que quiero controlar cada paso que das cuando en realidad intento protegerte.
Agaché la cabeza muy culpable. Su molestia estaba justificada, no había manera de defenderme.
—Lo siento... fui... imprudente —articulé muy lento para pensar en mis palabras y me envalentoné para enfrentar su mirada acusadora.
—Baltimore está cada vez más limpio, sin embargo aún queda trabajo pesado, tengo a más protegidos que procurar, no solo tú —recalcó firme—. Tu chip rastreador expiró y anduve como loco por todos los antros para dar contigo. No quería preocuparte, pero mi asignación en este momento es más exigente y no me la dejas nada fácil tomando el papel de chica testaruda.
Lo miré y su rostro era más suave, aunque la preocupación seguía latente, y de un movimiento fugaz me tenía entre sus brazos, una mano posaba en mi nuca y la otra en mi espalda.
—Si algo llegara a pasarte no lo soportaría —me susurró—. Eres lo más importante que tengo.
Lo abracé, desbordando mis lágrimas, sin importarme que mi móvil estuviera vibrando como loco.
—Discúlpame por no ser consciente de tu esfuerzo, fui una desconsiderada que no midió el peligro —verbalicé tan avergonzada—. Fui muy estúpida.
Me observó y acunó mi rostro en sus manos, rozando con ternura.
—No estoy prohibiéndote que salgas y te diviertas, hazlo si así lo deseas, pero a cambio quiero que me mantengas informado para saber dónde estás y tener esa zona segura para ti, ¿Puedes ayudarme con eso?
Asentí sin pensarlo.
—Buena chica.
—Gracias... por llegar —balbuceé aún entre sollozos y en sus brazos.
—Siempre te protegeré.
✮ ✮ ✮
El área fue despejada por el accidente de la chica que cayó del segundo piso. Ronald me sacó del lugar usando su pistola garra para deslizarnos por el edificio; me llevó a la entrada donde ubicamos a mi hermano y a mis amigos, quienes tenían sus móviles en las orejas y después me despedí de mi novio antes de que desapareciera para evitar ser visto.
Al llegar con ellos me bombardearon de preguntas, Lena sollozaba y me estrechaba con fuerza en sus brazos, Trevor no dejaba de preguntarme si estaba lastimada y el rostro de mi hermano era inexplicable.
Después del desenlace aterrador de nuestra salida nocturna, nos dimos a la fuga. Adam hizo escala en la casa de Lena y se bajó junto con ella para acompañarla hasta la puerta y luego nos dirigimos a casa de Trevor.
—Gracias por traerme, chicos, y espero que descansen después de esta noche.
Una luz de su casa se encendió.
— ¿Siguen levantados? —pregunté.
—Mi madre, no duerme si no estoy en casa —dijo Trevor con una sonrisa vergonzosa—. Entienden ¿No?
Mi hermano y yo intercambiamos miradas incómodas, él frunció las cejas y yo bajé la mirada.
— ¿Acaso dije algo malo?
—No —apresuré a decir.
—Más o menos —respondió Adam.
Trevor nos observó.
— ¿Qué cosa?
—Es que... nuestra mamá falleció hace años. Así que no sabemos qué es que una mamá... te espere cuando sales y llegas tan tarde —le expliqué lo mejor posible.
Trevor se quedó boquiabierto y su rostro tomó un semblante fantasmal.
—Que imbécil soy, lo lamento yo no...
—Está bien —aseguró Adam—. No sabías, viejo.
—De verdad lo lamento —siguió disculpándose.
—Tranquilo ya lo dijo Adam, no sabías
Trevor me observó afligido y después salió del auto, se acercó al vidrio del lado de Adam y mi hermano lo bajó.
—Sé que no es el mismo sentimiento, pero creo entenderlo. Perder a un ser muy querido, yo viví la muerte de mi hermano y es difícil aceptar esas cosas.
Adam no hizo ningún gesto y yo solo aplané mis labios.
—Todo está bien —aseguró mi hermano—. Trata de descansar, Trevor, nos vemos mañana en tu audición.
—Ahí estaré, descansen.
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