Salí de la recámara en silencio y bajé las escaleras para ir directo a la cocina; mis cosas estaban intactas sobre el sofá de la sala así que fui a preparar algo de desayunar para los dos.
Cociné unas tortitas de huevos y salchichas doradas bien sazonadas, hice jugo de naranja con el extractor de jugos que tenía Ronald, tosté uno poco de pan integral y le unté mantequilla, hasta me dio tiempo de picar un poco de fruta para acompañar.
Tenía listo todo sobre la mesa, pero ¿Qué más podía agregar? ¿Había hecho suficiente comida? Eso esperaba.
—Vaya.
Casi me golpeaba con la puerta del refrigerador al escuchar la voz de Ronald.
—Espero que tengas hambre —comenté nerviosa porque probara lo que preparé.
Ronald sonrió al ver la mesa servida y repleta de todo lo que logré hacer en veinte minutos.
—Se siente bien bajar y ver esto —confesó—. Sí que lo extrañaba.
Fruncí las cejas desorientada.
— ¿Qué cosa? —inquirí.
Me observó y me dedicó una sonrisa cálida.
—Ya no recordaba que era bajar, llegar a la cocina y saber que había comida lista.
Mi corazón se estrujó.
—Bueno... aquí está —declaré alzando mis brazos como si de una obra de arte se tratase.
Él sonrió, con un brillo dulce y lleno de anhelo en sus ojos.
—Aquí estás —corrigió.
Nos miramos más tiempo de lo normal, como si quisiéramos grabar nuestras expresiones. Caminé hacia él, me rodeó con sus brazos y yo acomodé mi cabeza en su pecho.
Mi corazón daba un vuelco por saber que a Ronald le hacían bien estos detalles, para demostrarle que no estaba solo y que contaba conmigo.
—Gracias, Aurora.
—Con algo tenía que agradecerte —levanté la mirada para verlo—. Si no es comprándote algo es consintiéndote de la forma casera que sé.
Ronald besó mi frente.
—Me gusta esta manera casera, princesa.
Sonreí.
—Bien, entonces hay que desayunar, se me hace tarde para ir a la universidad.
—Como digas —concedió, tomándome de la mano para irnos a sentar y desayunar juntos—. Más tarde tengo que ir a trabajar y después algunas cosas pendientes.
Lo miré mientras tomaba mi tenedor.
— ¿Cosas? —inquirí.
Él masticó y lo saboreó como si fuera lo mejor que hubiese probado en el mundo; sus ojos me miraban con intensidad, le gustaba mi comida e hice un baile triunfal en mi cabeza.
—Esto es muy delicioso —expresó en cuanto pasó la comida.
Mi expresión era de satisfacción.
—Eso me hace feliz... y dime ¿Cuáles son esas cosas?
Creyó que olvidaría lo que mencionó, pero se equivocaba.
—Asuntos de protectores.
— ¿Pasa algo? —insistí.
—Solomon ya dio la orden, si no iba con ellos a causa de mi condición, tendría que custodiar la ciudad por las bestias que aún abundan.
Me preocupaba mucho esa parte.
—Entonces, ¿Sigues siendo protector?
—Más bien... guardián.
Mastiqué mi bocado, esto estaba peor de lo que creía. Ronald tenía más responsabilidades dentro del grupo de protectores y eso lo hacía más complicado para liberarlo.
✮ ✮ ✮ ✮ ✮
Me estaba mordiendo las uñas por las ansias de llegar a la universidad en el auto de Ronald y no en el de Lena, si mi mala suerte deseaba activarse justo ahora podríamos encontrarnos a mis hermanos.
Al entrar al campus me hundí en mi asiento para evitar ser vista. Solo escuchaba las risitas de Ronald de fondo, sabía el motivo de mi nerviosismo, pero no podía pasar por alto ser descubierta.
Llegando a la facultad Ronald salió del auto para rodearlo y encargarse de abrirme la puerta, me tendió su mano y yo la tomé para salir y después cerró la puerta para recargarse mientras yo acomodaba mi mochila.
— ¿Podremos vernos después?
—Hoy no, princesa.
Me desilusioné.
—Uhm... ¿Cuándo?
—Yo te llamo, estaré ocupado cazando —guiñó el ojo al tiempo que hundía sus manos en los bolsillos de sus jeans.
Enarqué las cejas.
—Solo ten cuidado —le pedí.
—Como siempre —aseguró, tomándome de mi mentón para acercarse y besarme—. Te hablaré cuando estés en casa.
Asentí.
—Entonces, nos vemos después.
—Cuando menos te lo esperes —respondió con una sonrisa pícara—. Y gracias por quedarte conmigo anoche, a pesar del mal rato que tuvimos, dormir contigo lo mejoró.
Me reí.
—Ves que sí podemos estar en la cama sin terminar cogiendo —respondí sin creer que esas palabras salieron de mi boca.
Ronald me miró muy retador y torció sus labios en una sonrisa sexi.
—La cama es lo de menos, te cogería donde sea —de nuevo me guiñó el ojo y yo reí nerviosa—. Suerte en tus... clases o como se tenga que decir para los estudiantes.
Me reí más alto al escucharlo.
—Solo vete ya.
Abrió su boca con asombro.
—Aurora Blake ¿Intentas deshacerte de mí? Puedo ponerte en ese auto de nuevo y llevarte conmigo aunque protestes.
—Ni lo intentes —le advertí.
— ¿Ah, no? —se acercó a mí de una forma traviesa, con ganas de cumplir su amenaza.
Alcé mis brazos y sacudí mis manos para detenerlo.
—No, no —protesté, retrocediendo para alejarme más de él.
Sonrió, pero se detuvo en el trayecto.
—Cobarde —se burló con la más radiante de sus sonrisas y después parecía pensativo—. Estudia, mantente atenta en clase, o lo que sea que hagas para ser la primera de tu grupo.
Apreté mis labios para reprimir una carcajada.
— ¿Te estás burlando de mí? —enarcó una ceja, enseñándome una mirada muy traviesa.
Me detuve.
—Jamás lo haría —solté.
—Excelente respuesta —dijo, elevando ambas cejas—. Te amo.
—Yo te amo más.
Abrió la puerta de su auto con una sonrisa que iluminaba este día nublado, era como los rayos del sol personificados. Me di media vuelta y en eso, escuché el estruendo sonido del claxon del auto, provocando que varios estudiantes incluso maestros, voltearan a ver a Ronald que todavía seguía fuera del coche.
— ¡Te amo, Aurora Blake!
Gritó como un lunático y yo reí de la emoción por su increíble declaración; andaba de tan buen humor que dejó de lado su parte discreta y seria. Subió a su auto y se marchó, dejándome a mí con la mejor de las sonrisas.
Fue una locura y algunos de los chicos de mi facultad voltearon a verme, yo suelo tener un bajo perfil, pero hoy fui protagonista por el grito de Ronald. Corrí rumbo a las escaleras, encontrándome a Trevor por fortuna y fuimos a entregar la tarea de la maestra Montgomery que nos aseguró tener nuestras calificaciones a la hora de su clase.
Lena intentaba cazarme durante cada hora para hablarle de mi noche con Ronald, y pese a su buen intento, no consiguió sacarme nada de información. No había nada que contar que a ella le interesara, y divulgar los problemas de Ronald con mi amiga como si fueran jugosos chismes no era correcto.
En clase de la maestra Montgomery nuestra tarea resultó de maravilla, nos calificaron con cien por el buen desarrollo que tuvimos en cada parte de nuestro largo y duro trabajo, sin embargo, Lena y Sophie apenas y lograron pasar con sesenta.
— ¿Sesenta? —gruñó Sophie indignada y furiosa para luego mirar a Lena con desdén—. Eres una incompetente.
— ¿Incompetente yo?, creo que alguien debería de ver sus trabajos anteriores.
—Te dije que debíamos hablar de trastornos de personalidad que de tus tonterías de autoestima —espetó Sophie.
— ¿De verdad? —escupió Lena de forma sordónica—. Tú no desarrollaste bien el tema, como siempre.
Miré a Trevor que parecía mucho más incómodo por la riña.
—Ya te acostumbrarás —le aseguré.
—Se nota el amor en ambas —ironizó y no pude evitar reír.
Trevor y yo nos alejamos después de la clase y conversamos, estábamos conociéndonos más y era bastante agradable su compañía. Me habló de la novia que tuvo en Nueva York, se llamaba Lila, y por alguna razón que él desconoció desde el principio, ella terminó la relación. Trevor me juró que nunca la engañó y después se enteró de que la chica ya andaba con alguien más. Eso lo destrozó y con el paso del tiempo decidió enfocarse en su carrera y en el fútbol.
Yo en cambio le conté de mi relación con Ronald, que era de nacionalidad inglesa, que estuvo un tiempo en la escuela militar y hace poco regresó a Baltimore.
—Debe de ser un chico rudo ¿No?
Todo lo contrario querido Trevor.
—Cuando tiene que serlo lo es —respondí.
Él asintió.
—Esas escuelas son demasiado estrictas, lo sé porque tuve un hermano que fue soldado.
Levanté la vista.
— ¿Fue?
Él asintió, removiéndose en su asiento y sus cejas se arrugaron con un dejo de tristeza.
—Sí —se tomó su tiempo—. Lo mataron en un combate en Afganistán.
—Joder, lo siento.
—Está bien, fue hace tres años y pudimos... creo que sí, aceptar su muerte y avanzar.
— ¿Tus padres?
Sacudió su cabeza y parecía que su mente fue invadida por ese mal recuerdo.
—Destrozados —contestó casi en un suspiro—. Mi madre casi se moría cuando lo supo y mi padre simplemente se encerró por meses en el cuarto de mi hermano sin dejar de llorar, fueron tiempos bastante duros.
Fruncí las cejas, con el corazón apachurrado.
— ¿Y tú?
Volteó a verme y se tomó su tiempo para responder.
—Yo... sí lloré, era mi único hermano y me dolió mucho su pérdida. Pero luego conocí a Lila, quien llegó en ese entonces a mi vida y me hizo sentir mejor, ella estuvo cuando más lo necesitaba.
Apreté mis labios.
—No sé qué decir.
—No tienes que decir nada, te lo aseguro —dijo con una sonrisa dulce.
En ese momento llegó Lena con la tarea de ayer en manos y la terminó lanzando al bote de basura con toda su ira. Enfureció más cuando las hojas no cayeron al cesto y tuvo que recogerlas, al final le propinó una patada al bote y se acercó.
—Estoy muy enojada —bramó Lena al punto de echar fuego por la boca, pero solo se limitó a cruzarse de brazos.
—Si no lo mencionas ni cuenta nos damos —canturreó Trevor sarcástico mientras metía sus manos a su chaqueta.
Lena bufó y siguió despotricando.
—Sophie me echó la culpa a mí. La próxima vez haré berrinche si es necesario para evitar trabajar de nuevo con ella —gruñó—. Y de no lograrlo, Sophie deja de vivir.
Sacudí mi cabeza mientras Trevor se reía.
—Yo no puedo quejarme, nos fue bien en el trabajo —respondí.
Lena volteó los ojos.
—Sí, genial —dijo mi amiga hastiada—. Sinceramente, creo haber hecho un buen trabajo, pero en fin, ¿Qué podía esperar si mi compañera fue la peor de todas?
—Tenle paciencia —le aconsejó Trevor.
Lena lo fulminó con la mirada y por fin tomó asiento a mi lado.
—Trevor, te paso que me digas eso porque eres nuevo aquí, pero no la conoces, a Aurora la vive molestando desde tiempo inmemoriales.
Trevor volteó a verme con el ceño fruncido.
— ¿En serio, Aurora?
Amenacé a Lena con mi mirada mientras ella buscaba pájaros en el cielo para evitar verme.
—Ya no tanto.
— ¿Ya no tanto? —repitió Lena como si fuera un chiste malo para volver a la plática—. Vive molestándola, de eso se alimenta esa piraña.
Trevor se cruzó de brazos.
— ¿Y qué haces, Aurora? —preguntó Trevor con seriedad.
— ¿Qué hago?, si le sigo la corriente jamás dejará de molestarme, prefiero no decirle nada y sinceramente no me interesa pelear.
Lena nos observó a los dos y Trevor se acomodó en medio de nosotras.
—Chicas, vayamos a Black House esta noche, dicen que hoy todo está a mitad de precio, yo invito —animó el chico de cabello color bronce muy sonriente.
Lena levantó ambas manos como señal de victoria.
—Vayamos —secundó mi amiga.
—Eh... claro, ¿Por qué no?
La morena abrió su boca asombrada y nos abrazó.
—Será divertido ir entre amigos, ya nos hacía falta el lado masculino.
Trevor se miraba contento, como si hubiera encontrado a sus nuevas mejores amigas.
—Es un placer ser su chico.
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