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Capítulo 24. Lucha de miradas.

Él caminó lo que restó de distancia.

— ¿Baltimore es tan pequeño? —preguntó en broma—. ¿Qué haces por aquí, Blake? —se cruzó de brazos.

Sonreí.

—Vine a ver a mi novio.

Él elevó las cejas.

—Uhm... ¿Trabaja aquí en Best Buy?

Asentí.

—Sí, pero está en el área de portátiles y todo eso.

—Eso es genial —respondió—. Eh... ¿Cuándo me lo presentas?

Me reí por su comentario.

— ¿Qué? —inquirí nerviosa.

—Sí, bueno, me gustaría que su cara de asesino cambiara cada vez que me ve.

Aquí me tienes.

Ambos nos exaltamos del susto y volteamos en cuanto esa voz ronca e inconfundible se escuchó. Ronald estaba sonriendo con amabilidad, pero podía notar ese semblante oscuro y suspicaz, sus manos se encontraban dentro de los bolsillos de sus pantalones, tan varonil y con una sexi postura.

—Al fin —dijo Trevor, aclarando su garganta—. Tenía curiosidad de conocerte, Ronald.

El ojos azules sonreía ligeramente y sin dejar de mostrarse cauteloso por cada movimiento que daba Trevor, mi amigo se puso frente a él para saludarlo bien y mi novio hizo lo mismo.

—Trevor —asintió una vez—, también he escuchado mucho de ti —agregó.

Solo esperaba que esto no fuera a tornarse incómodo.

— ¿En serio?, pues soy amigo de Aurora, un gusto.

Mi protector reflejaba una postura relajada y amable hacia mi amigo mientras que Trevor parecía más tranquilo y seguro.

—Y yo soy el novio de Aurora —remarcó Ronald, dejando más que claro su posición en el territorio.

¡Dios! ¡Hombres!

Hijo...

El hombre con quien estaba Trevor era su padre.

—Trevor, creo que encontré la televisión de la página —comentó el señor McLean—. Oh, disculpen —dijo al vernos a Ronald y a mí—. Joven queremos ver la televisión de setenta pulgadas.

Se dirigía Ronald por el uniforme.

—Claro, señor —respondió mi protector muy atento—. Vamos a verla.

Trevor me observó.

— ¿Vienes?

Bien, caminé hacia los tres hombres que iban a ver las televisiones.

—Smart TV Samsung de setenta pulgas, doble pantalla, dos entradas de HDMI, dos puertos usb, micrófono —especificó Ronald—. Garantía de un año, sí quiere más comodidad, los accesorios se venden aparte como lo es el mouse o el teclado.

—Me encanta, ¿Y también puedo conectar mi Play? Me gusta jugar los fines de semana.

—Por supuesto, la entrada para la Play se encuentra...

Ya no escuché más Ronald, él estaba sumergido en su papel de excelente vendedor y lo estaba haciendo de maravilla, mientras tanto, Trevor y yo estábamos en nuestra propia burbuja.

—Una vez que desaparece su mirada de asesino se ve que es buen sujeto —expresa Trevor con una sonrisa.

No pude evitar la risa y tapé mi boca.

—Sí, lo es —respondí, mirando a Ronald como le explicaba al padre de Trevor las demás características de la televisión.

—Ya me imagino la reacción que tuvo Adam con él. Se mira... ya sabes, todo un chico malo y que sabe a lo que va.

Me crucé de brazos sin dejar de sonreír y miré a Trevor.

—Estamos en eso, mi hermano y mi padre no son fáciles.

— ¿Con todos los hombres que se les acercan a Rachel y a ti? ¿O solo los que se ven como Ronald?

Fruncí mis cejas.

—Ronald es un gran chico, es solo que... su manera de vida es la que no terminan de aceptar del todo.

Trevor asintió metiendo sus manos a los bolsillos del pantalón.

—Oh —dijo alzando la cabeza—. Ya veo, tu padre está pasando por la crisis de los chicos que buscan a sus hijas, ¿También con Rachel ha pasado lo mismo?

Sonreí y le dediqué una mirada pícara.

—Trevor McLean, ¿Vas por mi hermana?

Él se echó para atrás y se río de mi comentario.

—Te dije que es atractiva, Aurora y...

—Acércate a ella, Bruce ya no la ha rondado y creo que Rachel estaría encantada contigo.

A Trevor se le iluminaron los ojos en ese momento y se acercó más a mí.

— ¿Por qué dices eso?

Ronald me observaba a cada rato mientras escuchaba al padre de Trevor hablar, pero no estaba haciendo nada malo, Trevor era mi amigo y teníamos una buena charla.

—La sonrisa que tuvo Rachel esa noche jamás la había visto hacia algún chico, y me atrevo a decir que la has flechado —dije un noventa y nueve por ciento segura—. Y tienes mi bendición.

Trevor sonrió y era bastante atractivo.

—Entonces, veré como acercarme a ella después —agregó.

—Suerte, campeón.

   Mi amigo se río y yo me contagié con su sonrisa.

Al final, el padre se convenció y terminó por llevarse la televisión en esa misma tarde.

—Nos vemos, Aurora.

—Adiós, Trevor.

El señor McLean y Trevor no se parecían mucho como lo era en el caso de  Ronald y Matt. Volteé a ver a mi novio, estaba detrás de un escritorio haciendo algunos apuntes.

Me acerqué a él ya que se encontraba despejado de personas.

—Eres excelente en esto —dije frente a él.

—Gracias —respondió sin mirarme a los ojos y con una voz glacial.

Aunque no quisiera admitirlo, tenía celos de Trevor.

—Trevor me dijo que le parece atractiva Rachel.

Está vez si llamé su atención.

—No me digas —sonó sarcástico—. Gracias por esa información que no pedí.

—Estás celoso, Ronald.

Me observó con serenidad y sonrió lentamente.

—Princesa... créeme estoy más que celoso —confesó, esforzándose por evitar arruinar los papeles y cruzó el escritorio para alejarse.

Yo lo seguí.

—Ronald —lo llamé.

Él se detuvo con si hubiera dado alguna orden de general a cabo, me paré enfrente de él y me observó serio.

— ¿Por qué hasta ahora lo admites?

—Porque jamás he sentido celos, jamás.

Fue inevitable no ampliar mis labios hasta formar una sonrisa.

—Parece que te agrada la idea.

Lo miré.

—Es tierno —admití.

Ronald me observó indignado, sus ojos azules se fruncieron y al final los hizo rodar con irritación.

— ¿Qué tienen de tierno los celos? Parezco ridículo.

—Un novio nunca me había celado y me parece lindo.

Ronald sonrió incrédulo.

— ¿Qué quiera partirle la cara? —se acercó con sus cejas bien levantadas.

Me ruboricé.

—No seas impulsivo, ¿Cuándo te va a quedar claro que es solo un amigo?

Sus ojos dejaron de verme y parecía pesarlo.

—No te diré que le dejes de hablar, eso sería inmaduro de mi parte... solo dame tiempo.

—Tiempo —repetí impresionada.

Ronald puso los ojos en blanco y me acorraló en una esquina.

—Tiempo para acostumbrarme a que tengo que compartir tu sonrisa con ese —tocó mi mentón—. Que sonrieras para él me enfermó, pero... me adaptaré, tú lo has dicho, son amigos.

No me lo creía, el nivel de celos de Ronald era titánico.

—Tienes un lado exagerado.

—Tratándose de ti no es exageración, así que deja de burlarte.

No pude evitarlo y él enarcó una ceja en manera de reto.

—Te haré pagar, Aurora Blake ¿Quieres ir a mi casa?

Levanté la vista.

—Depende, ¿Me harás de comer? —pregunté.

Él esbozó una media sonrisa muy sexi que me hizo sentir una descarga eléctrica por todo mi cuerpo. Esa sonrisa que advertía de un peligro placentero.

—Te haré de todo.

—Pervertido, me refiero a algo rico para comer —aclaré.

Echó la cabeza hacia atrás y así esconder su sonrisa perversa para después mirarme de una manera lasciva.

—Me imagino algo rico y no es comida.

Abrí mi boca y solo fui consciente del ardor en mis mejillas, él se acercó para acunar mi cabeza con ambas manos y me sonrió.

—Pero tengo que alimentarte, dime ¿Qué se te antoja?

—Una hamburguesa con papas.

Me sonrió.

—Una hamburguesa con papas será —repitió para consentirme, miró su reloj y luego a mí—. En diez minutos nos vamos.

Asentí.

—bien.

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Después del tiempo transcurrido Ronald venía con un papel en manos y sus ojos se cruzaron con los míos.

—Tengo que cambiar mi apellido a uno que empiece con A —comentó tomándome de la mano para salir juntos de la tienda.

―West, ¿Eres el último?

Él asintió.

—Sí, el último en cobrar —se quejó en un tono más divertido que molesto—. ¿Qué te parece si de ahora en adelante soy Ronald Blake?

La idea de su nombre con mi apellido atravesó mi corazón de felicidad. Solo me reí y él me miró risueño para depositar un tierno beso en el dorso de mi mano.

════════⚔️════════

Por el camino hacia su casa pasamos por Holling, apenas conectaba los cables en mi cabeza para darme cuenta que Ronald trabajaba muy cerca de la constructora de su padre.

— ¿Conoces Holling? —pregunté, acabando con el silencio dentro del auto.

—Cada parte.

Asentí.

— ¿Él te llevaba a su trabajo?

—No, cada vez que me metía en problemas la policía me llevaba con él.

Abrí mis ojos como platos y él miró mi reacción y se rio.

— ¿Qué clase de problemas? —pregunté asustada.

Siguió riéndose.

—Cálmate, no asesiné a nadie si es lo que piensas, al menos en aquel tiempo no.

Fruncí las cejas, no le hallaba lo divertido a eso y prosiguió:

—No, más bien me peleaba en la calle con cualquiera...

— ¿Por qué?

Miré como su mandíbula se tensaba y sus manos tomaron con más fuerza el volante.

—Para ver sí él se interesaba en mí, sí se preocupaba por mi bienestar, pero solo conseguía más golpes.

Lo miré.

—Lo siento —dije bajando la mirada.

—Estoy bien —aseguró.

— ¿Y tu madre?

Ronald parecía esforzarse mucho para evitar quebrarse y eso me partía el corazón, era una sensación horrible ver a quien amas sufrir.

—Siempre que veía a mi padre con intenciones de golpearme ella se interponía, aunque recuerdo muy bien una temporada que estuvo fuera y él aprovechaba para desquitarse conmigo, nunca entendí el motivo de su enfado y cuando ella regresó las cosas eran más tensas de lo normal —contó mientras daba vuelta en una esquina.

Extendí un brazo para alcanzar la nuca de Ronald y pasar mis dedos entre sus cabellos suaves y negros, él dio un suspiro  largo y parecía concentrarse en mis caricias, no dijo nada, sin embargo, por su postura me daba a entender que la frustración y el enojo en él estaban disminuyendo.

En cuanto dimos vuelta en la calle donde se encontraba la casa de Ronald nos llamó la atención el auto frente a ella, Matt West estaba saliendo, tan imponente y elegante. La mirada de Ronald se tornó oscura y yo empecé a tener nervios.

— ¿Nunca se cansará de esto? —inquirió en un gruñido.

Matt estaba casi a la mitad de la calle y nosotros a unos metros de él, Ronald hacia rugir el auto cuando hundía el acelerador y su ceño fruncido no me daba buena espina, ambos, tanto padre como hijo se miraban fijamente.

Ronald parecía amenazar a su padre con pasarle el coche encima y yo toqué su mano.

— ¿Qué haces? Estaciónate —ordené con un tono severo pero no tenía respuesta— ¡Ronald!

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