Capítulo 14. ¿Cerca de la libertad?
Aparcó enfrente de mi casa y nos quedamos un momento así, en total silencio. En eso levanté la vista y divisé a Trevor en una sudadera roja, venía directo a mi casa y hasta nos miró al otro lado del vidrio del auto.
Sonrió ligeramente al darse cuenta de que estaba en el interior y desvió sus ojos a Ronald, no hizo ningún gesto, pero mi novio parecía que se le oscurecía la mirada a cada segundo que pasaba.
Trevor se encaminó a la entrada de mi casa y Adam lo recibió para después cerrar la puerta. Él lo había invitado.
—Déjame adivinar... Trevor —dijo Ronald en un tono sarcástico.
¿Cómo rayos?
—Adam lo invitó, tú lo viste. Aparte es mi vecino.
Ronald me clavó una mirada fría y furibunda.
— ¿Cómo? —gruñó.
Tenía un humor de perros y lo entendía, sin embargo, ¿Cómo combatir su mal genio?
—Ronald —usé mi voz dulce y paciente—. No tienes de que preocuparte, y si algo malo presientes en Trevor es tu oportunidad de averiguarlo, porque creo que es un buen chico.
Desvió la mirada hacia el frente y elevó las cejas, era una expresión hastiada.
—Está limpio —respondió sin ganas—, no tiene esa vibra de bestia.
Sonreí aliviada, mi corazón no me falló.
—Entonces no tiene nada de malo que esté en mi casa.
— ¿Sabe que tienes novio?
Ronald no estaba preocupado porque Trevor, un chico desconocido y que de la noche a la mañana conectamos como amigos fuera una bestia. Él lo que tenía eran celos, agregando su genio de los mil demonios por lo que sucedió con Matt, provocando una mala mezcla de emociones.
—Él sabe de ti, tranquilo.
—Espero que comprenda el concepto de amistad cuando esté cerca de ti —contestó con una mirada seria.
Sonreí y me acerqué para besar sus labios, me correspondió sin pensarlo.
—Deja los celos, Ronald, te aseguro que Trevor es un chico amigable y respetuoso.
—Se nota que es resbaloso —frunció la nariz, hasta era más guapo cuando se enojaba—. Me tomó más tiempo a mí en caerle bien a Adam que a él.
Me reí y él no parecía hacerle gracia.
—Trevor juega futbol e hizo la audición para entrar al equipo como receptor, se acercó más a Adam porque él es el mariscal y se agradaron —expliqué—. Podrías jugar con ellos en tu tiempo libre.
Me miró y dejó escapar una risa seca sin abrir los labios, evidenciando que dije algo que iba en contra de su naturaleza.
—Jugar —repitió como el final de un mal chiste—. Tal vez en otra ocasión, ahora tengo que irme.
Hice una mueca y asentí. Ronald no era un chico que hacia actividades casuales o "normales", su estilo de vida era muy diferente y a otro ritmo. Probablemente lo que hacía la gente promedio para divertirse o distraerse a él se le hacía una pérdida de tiempo o algo que no iba con su manera de ser.
No siempre era así, podíamos tener citas y divertirnos como toda una pareja de enamorados, pero... ¿Desde cuándo Ronald no se relajaba para pasarla bien con amigos? Tal vez ir a jugar bolos, video-juegos, fútbol, ir a la playa a escuchar música o caminar para sentir la cálida arena en los pies.
Me daba tristeza de solo pensar que él tenía que sacrificar todo eso, o más bien, sacrificó parte de su vida para proteger a otros, olvidándose de disfrutar de las cosas simples.
— ¿Por qué lloras?
Su aterciopelada voz me hizo eco en mi mente y volví. Lo miré y me escudriñaba con esos ojos con su propio mar en calma. En ese momento podía confirmar nuevamente de que Ronald y yo estábamos destinados.
—No me hagas caso —susurré con una sonrisa—. Te amo.
No convencido por mi respuesta, en esta ocasión me concedió el beneficio de la duda. Era muy difícil engañarlo.
—Y yo te amo a ti.
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A la mañana siguiente, la puerta se abrió de un zarpazo y Adam aterrizó en la cama para acostarse entre nosotras. Rachel y yo decidimos dormir en la recámara de papá y nuestro hermano ya molestaba desde muy temprano.
—Adam ve a joderle la vida a alguien más —refunfuñó Rachel muy adormilada todavía.
—Que mal te ves por la mañana, Rach, asustas.
Rachel se levantó de un brinco con cara de pocos amigos que hizo que Adam se carcajeara.
—Es domingo y deja de molestarme, anoche llegué cansada y me he levantado con una tremenda cruda —dijo mi hermana mientras se presionaba las sienes—. No soporto tu voz a esta hora.
Adam se siguió burlando y esta vez dejó la cama. Aclaré mi vista y noté que estaba bastante arreglado para un domingo por la mañana.
— ¿A dónde vas? —inquirí.
—A almorzar con un amigo —contestó, mirándome directamente a mí.
Me crucé de brazos.
— ¿Qué amigo? Tienes tantos —preguntó Rachel, regresando a la cama para cobijarse por completo.
Adam sacudió su cabeza con una sonrisa traviesa.
—Un amigo, es todo, Rachel —reafirma Adam acercándose a mí para plantarme un beso en mi cabeza—. Nos vemos.
— ¡La próxima vez deja una nota! —exclamó la chica de la jaqueca.
Me miró y frunció las cejas.
— ¿En serio me veo mal por las mañanas?
Abrí mis ojos al escucharla.
Preferí salir de la cama de un salto, tomar mi móvil y huir de la recamara para irme a duchar.
— ¡Aurora Blake! No respondiste.
Me reí pero no quería que mi rostro me delatara ante la pregunta de Rachel. Entré a mi recamara, fui a mi closet y saqué unos jeans junto con una sudadera rosa, pero antes de meterme a bañar sonó mi móvil y al ver la pantalla sonreí.
—Hola...
—Buen día, princesa.
—Buen día —respondí.
—Te hablo para informarte que vayas viendo vestidos porqué estoy seguro que vendrás conmigo a Delaware.
Pegué mi mano a mi frente.
Rayos, creí que se le había olvidado.
—Ronald... creo que estamos precipitándonos, es tu amigo y lo conoces mejor que yo, mi asistencia no creo que sea la mejor.
—Dijo que podía llevarte no habrá ningún problema.
—Ni si quiera me conoce.
—Pero a mí sí y tú eres mi novia, por lógica tienes derecho a acompañarme.
No iba a lograr persuadirlo para olvidar esa idea. Después de que me enteré como maltrató a Ronald no quería ni verlo, tenía resistencia a tener que tratarlo.
—Papá no me dejará —verbalicé al final como mi última carta.
Escuché una risita burlona y supe que ya andaba de buenas, o era bastante bueno para que las cosas salieran a su favor y mi comentario le haya hecho gracia por no conocer sus mañas.
—Ya lo veremos, uhm... iré a almorzar.
Me quedé procesando lo último.
— ¿Solo? —pregunté desconcertada.
—Con un amigo.
Fruncí las cejas. Aquí había gato encerrado.
— ¿Un amigo? ¿Joey, Chad? Creí que estaban en Nueva York.
—Yo no te he dicho su nombre.
—Pues dímelo.
—Princesa necesito mi espacio.
Me indigné, estaba regresándome lo que yo le dije pero de una forma burlona y vengativa.
—Ronald West.
—Tranquila.
—Espera, ese amigo... ¿Es Adam?
—Adiós —canturreó.
—Ro...
Colgó.
De eso se trataba, iba a hablar con Adam acerca del viaje, oh Dios ¿Qué rayos le iba a decir? ¿Desde cuándo estos dos eran cómplices a mis espaldas?
— ¡Ronald West eres imposible! —exclamé furiosa y encerrándome en el baño.
Esto era increíble, se estaba saliendo con la suya y tenía ventaja de eso, ¿Cómo no me imaginé que iba a pasar una cosa como esta? Era muy astuto y terminaría lavándole el cerebro a Adam para convencerlo.
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Eran las dos de la tarde y Adam estaba asando carne en el patio. Rachel invitó a Bruce a comer y Lena sin duda no faltaría. Por otra parte Trevor no podía asistir ya que tenía el día ocupado para pasarla con sus padres.
En cuanto Lena llegó empezamos a hornear tartas de fresa para el postre, Rachel hacia la mezcla, mi amiga preparaba el horno y yo estaría encargada de la decoración.
Adam entró a la cocina y le sonrió a Lena con una expresión llena de ternura, la abrazó y después sacó algunos salchichones del refrigerador.
—Saldremos después de comer —me avisó Lena muy emocionada.
—Eso es estupendo —contesté—. Espero que se diviertan.
En cuanto acabamos en la cocina nos dirigimos al patio y en eso sonó la puerta.
—Iré yo —me ofrecí.
Al descubrir de quien se trataba lo fulminé con la mirada, Ronald me sonrió quitado de la pena, se acercó, quería besarme pero llevé mi mano hacia su pecho duro y firme para detenerlo.
Ladeó su cabeza.
— ¿Ocurre algo, princesa?
—Dime la verdad... ¿Viste a mi hermano en la mañana? —pregunté de inmediato.
Ronald me observó con una sonrisa torcida por las malicias que ocultaba.
—Relájate, parece que te sale humo de las orejas.
Su despreocupación me irritaba más, avanzó y con su pie cerró la puerta de golpe.
— ¡Alto ahí, Ronald West! —ordené corriendo hacia él.
Al girarse para darme la cara hice que se tambaleara hasta perder el equilibrio y ambos nos fuimos al suelo.
Ronald amortiguó mi caída al quedar debajo de mí y agradecí porque su cabeza no hubiera rebotado en el piso.
Nuestras miradas se encontraron y me dedicó una ardiente y sexi sonrisa.
—Te ves bastante estresada —dijo con una voz seductora que me erizó la piel—, ¿Quieres que me encargue de eso? —me tomó de mi nuca y aprovechó que llevaba una falda para rozarme la piel, las yemas de sus dedos subían y en cuanto sentí presión en la nunca me aparté—. Lo haces más interesante cuando pones resistencia —siguió hablando con una mirada lasciva.
De un solo movimiento me sujetó con fuerza y me llevó al suelo, esta vez él estaba sobre mí. Levantó la vista hacia la puerta que daba al patio como asegurándose de no tener espectadores.
Me sujetó de ambas muñecas y me sonrió muy divertido.
— ¿Viste a Adam?
Su pícara sonrisa lo delataba, confirmando así mi teoría. Se puso de pie y me tomó de las manos para levantarme.
— ¿Quieres una respuesta? Bien —me observó con esos ojos azules intensos—. Sí.
— ¿Por qué?
Metió las manos a los bolsillos de sus pantalones negros.
—Te dije que haría algo para que fueras conmigo a Delaware y que mejor que convencer a Adam de que nos acompañe, y hasta Rachel.
Abrí mi boca impresionada de su táctica.
— ¿Por qué lo hiciste?, eso es en contra de mi voluntad —gruñí.
Su rostro ya parecía expresar culpa y frunció sus cejas pobladas.
— ¿Fui demasiado lejos? —inquirió.
Lo miré exasperada y coloqué mis manos en mi cadera.
—Sí —respondí—. No puedo ir, mi padre no me dejará y tengo escuela.
Se cruzó de brazos haciendo movimientos lentos con su mandíbula.
—Solo quería compartir algo importante contigo.
— ¿Qué?
—Llevarte a Delaware sería la clave de lograr romper cualquier trato con los protectores.
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