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24.

Yo grité y me retorcí bajo el peso de Elizabeth.

El hacha descendió pero no llegó a su destino. Henry se precipitó sobre el mago y logró clavarle la daga en la parte baja de la espalda. El aullido que resonó en todo el bosque desconcertó a Elizabeth que no esperaba que su querido señor fuese a salir herido. Mi mano derecha quedó libre, así que agarré un puñado de barro y lo lancé a la boca medio abierta de la chica cadáver.  La tierra le obstruyó la garganta y cuando se llevó las manos al cuello y comenzó a toser, aproveché para darle un fuerte empujón. Cayó al suelo de espaldas y yo me vi liberada por fin.

Me puse en pie lo antes posible y solo tuve tiempo de ver que Henry ayudaba a Aidan a levantarse mientras el Nigromante se sacaba la daga de la espalda, su expresión era de sorpresa y no de furia, aunque seguía pareciendo temible.

El hacha seguía en el suelo, y a ella acudieron las miradas de los tres hombres. No llegué a ver quien se hacía con ella, porque Elizabeth volvió a la carga y yo era su único objetivo. Saltó sobre mí con un gritito rabioso, gracias al cual logré apartarme. Por desgracia, enganchó mi pelo y de un fuerte tirón me obligó a retroceder. Entonces me cogió también del cuello y me estrelló contra el árbol. Mi cara se clavó en la rugosa superficie del tronco.

-¡Ahh!- exclamé por culpa del dolor. Me apretó más y más hasta que la corteza me arañó el rostro y el escozor lo hizo arder. Intenté cogerla, pero la tenía detrás y por más que movía las manos no la alcanzaba.

Al otro lado oía gritos y otros ruidos que indicaban que la pelea entre los chicos se había reanudado, pero apenas le presté atención. Tenía que librarme de Elizabeth o me aplastaría. Las espinas del árbol ya se me clavaban por todo el cuerpo haciéndome sangrar.

Se me ocurrió apoyar las manos en el árbol y usando todas mis fuerzas conseguí separarme lo suficiente como para girarme; Elizabeth no se lo esperaba y pude propinarle una patada en el vientre que la tiró al suelo. Gritó y yo sentí una oscura satisfacción porque por fin le había devuelto algo del dolor que ella me había causado durante esos años. Una parte minúscula pero por algo se empezaba.

Una extraña euforia se apoderó de mí; me tiré sobre ella para inmovilizarla antes de que se recuperara. Conseguí aplastar sus manos igual que ella había hecho conmigo y la mantuve a raya sin saber muy bien cual iba a ser mi siguiente paso, cuando algo me distrajo: el grito de Henry.

Giré la cabeza hacia ellos y me quedé sin respiración. El Nigromante había logrado clavar la daga en el hombro izquierdo de Henry.

El pánico me inundó y las manos me temblaron, así que Elizabeth se las quitó de encima sin problemas. Cuando quise reaccionar, volvía a tener la espalda contra el suelo y a Elizabeth sobre mí. Pero esta vez sus manos apretaban mi cuello con fuerza y sentí que me ahogaba.

La golpeé con mis manos pero no sirvió porque rápidamente me quedé sin fuerzas. El pecho me dolía por la falta de aire y fue como si mi visión se redujera a un pequeño agujero, porque pronto lo único que veía era la cara de máxima y enloquecida excitación de Elizabeth, que sonreía mientras apretaba más y más.

Iba a matarme, lo supe cuando empecé a marearme. Gasté mi último suspiro antes de notar que los párpados empezaban a cerrárseme.

-Aidan...- le llamé, aunque seguramente no me oiría.

O sí, porque llegué a escuchar su gritó encolerizado.

-¡No toques a mi hermana, bruja!-

Se lanzó sobre Elizabeth y logró quitármela en encima. Me liberé de ella y todo el aire que me había faltado entró de golpe por mi nariz y por mi boca haciéndome toser.

Estaba mareada y agotada y mi cuerpo me pedía que me quedara tumbada en aquel suelo que ya no me resultaba tan incómodo, pero yo, como pude me incorporé.

Aidan y Elizabeth rodaron unidos unos metros, hasta que él se desembarazó de ella justo a tiempo, porque se precipitaban hacia los árboles. Aidan paró y yo gateé lo más rápido que pude. Me enganché a su brazo cuando él ya se incorporaba.

-¿Estás bien?- le pregunté asustada, pero no escuché su respuesta.

Elizabeth no se paró hasta chocar contra un tronco. Lógicamente el golpe no la mató porque ya estaba muerta. La vi levantar la cabeza y hacer ademan de incorporarse. Su mirada furiosa nos encontró a tan solo unos metros y yo supe que se disponía a levantarse para acabar con nosotros, cuando de pronto, su cara cambió. La sorpresa y la confusión aparecieron en ella antes de que mirara atrás.

Lo que entonces pasó fue una de las cosas más horribles y terroríficas que jamás he presenciado. La raíz del árbol se había enrollado en torno al tobillo de Elizabeth y no la dejaba ponerse en pie. Al intentar liberarse, otra raíz atrapó su otro pie. Y después, también la atraparon las muñecas.

-¡¿Qué es esto?! ¡¿Qué pasa?!- Elizabeth luchaba desesperadamente contra las raíces, pero cuanto más tiraba, más atrapada parecía estar. Su expresión era de puro terror cuando las raíces empezaron a arrastrarla hacia el interior de la espesura.- ¡¡No!! ¡¡NO, POR FAVOR!! ¡¡¡DEJADME!!!- suplicó mientras luchaba por alejarse gateando. Se oyó un crujido y la chica se desplomó en el suelo gritando de dolor. Las piernas ya no le respondían.

Clavó su aterrada mirada en mí justo antes de ser arrastrada hacia la oscuridad. Y allí, sus gritos se cortaron de golpe. Yo me apreté, horrorizada, contra Aidan que me rodeó los hombros con uno de sus brazos.

-Aidan... ¿Qué ha sido eso?- pregunté y sentí que él, igual de impresionado, se encogía de hombros.

-El Bosque Oscuro, supongo.- respondió.- Al parecer el Nigromante no era lo único que había que temer.-

La última mirada de Elizabeth se me había clavado en lo más hondo, tanto que aún podía verla con nitidez. Pero, sorprendentemente no despertó en mí ni un solo resquicio de compasión. Era imposible después de todo lo que nos había hecho a mi familia y a mí.

Abracé a mi hermano aún temblando y su contacto me hizo sentir segura.

-¿Estás bien?- me preguntó. Yo asentí mirándole y adiviné en su rostro una sonrisa de alivio demasiado prematura como para mostrarla del todo.- ¡No me puedo creer que hayas venido aquí! ¡Sobre todo después de la bronca que nos echaste a papá y a mí!-

-¡Tenía que venir! Elizabeth me dijo que Henry y tú...- Me paré, horrorizada.- ¡Henry! - exclamé. Aparté a Aidan y le busqué, pero el claro estaba vacío.- ¡¿Dónde está Henry?! - Mi hermano desvió la vista en un gesto terrible.- ¡¡¿Dónde está?!!-

-Después de que el Nigromante le clavara la daga, este huyó al bosque y Wentworth... le siguió.-

Me llevé las manos a la boca en un intento de contener mi incredulidad.

-¿Qué le siguió? ¿Por qué hizo algo así?-

-¡No lo sé, Bree! Aunque parecía realmente furioso... Intenté detenerle pero entonces vi que esa loca te estaba estrangulando y preferí salvarte a ti.-

Así que Henry estaba en medio de ese bosque de árboles asesinos y persiguiendo al Nigromante, y por si no era poco, encima iba herido. ¡Era perfecto! Tenía tanta tensión acumulada en el cuerpo que sentí deseos de reír y llorar a partes iguales. Pero en lugar de elegir entre esas dos opciones, miré la arboleda.

-Tenemos que ir a buscarle- decidí reagrupando mi escaso valor. Por desgracia, Aidan me paró antes de que hubiese dado un solo paso.

-¿Te has vuelto loca por los golpes?- me soltó, aunque no me dejó responderle.- Ya has visto lo que hacen esos árboles. Además ¿Qué has visto esta noche que te haga pensar que tenemos la mínima oportunidad de sobrevivir si volvemos a enfrentarnos solos al Nigromante?-

-¡¿Y qué hacemos?! ¡¡¿Abandonar a Henry?!!-

-¡No! ¡Volveremos a la aldea en busca de ayuda! Así quizá Wentworth tenga alguna esperanza...-

Los impulsos que recorrían mi cuerpo me pedían que no escuchara a Aidan y saliera corriendo en busca de Henry, pero escuché una vocecilla en el fondo de mi mente, me gritaba que fuera razonable por una vez y confiara en mi hermano porque tenía razón.

Los dos solos no éramos capaces de salvar a nadie, ya había quedado demostrado.

-Está bien- accedí.

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