12
Me colé dentro de la habitación y lo primero que hice fue librarme de los espectadores.
-¡Largaos de aquí! ¡No hay nada que ver!- Bueno, un chico destrozando a golpes un cuarto sí era algo para ver, pero les cerré la puerta en las narices de un portazo que tampoco hizo que Henry dejara lo que estaba haciendo.
Tenía que encontrar un modo de que se parara y volviera en sí, y visto que mis gritos no habían resultado efectivos, busqué a mí alrededor alguna idea genial. No tardé en encontrar algo a mis pies que me inspiró.
Cogí el martillo del suelo y me dirigí al yunque que había en el centro, a mi espalda quedó la fragua con el fuego encendido, aún así una gota de sudor cayó por mi frente. Levanté el martillo con ambas manos y golpeé el metal con todas mis fuerzas. El martillo hizo un sonido horrible y se estrelló con tanta fuerza que del impulso retrocedí unos pasos y mi espalda chocó contra la piedra de la fragua. No me quemé de milagro, aunque el borde de esta se me clavó justo a la altura de los riñones, provocándome un terrible dolor.
-¡¡Ahhh!!- exclamé. Tiré el martillo y me llevé las manos al lugar del golpe, apretando los dientes.- ¡Por los Dioses…!-
Cuando levanté los ojos descubrí que al menos había conseguido mi objetivo; Henry había dejado de arremeter contra el muro y me miraba en silencio, confuso. No sabía si se estaba preguntando cuándo había llegado o por qué acababa de hacer semejante tontería. Pero no era momento para sentirme avergonzada. Me alejé del yunque para acercarme a él. Su mirada me siguió en todo momento y su expresión se suavizó hasta volverse totalmente neutra. Demasiado como para que yo pudiera interpretarla. Su rostro estaba encendido y sudoroso, aún respiraba entrecortadamente por el movimiento brusco que hacía su pecho.
-Henry… ¿Qué estabas haciendo?- le pregunté señalando los destrozos, pero él no respondió.- ¿Estás bien?- Tampoco respondió a eso. Ni siquiera parpadeaba y empecé a sentirme incomoda porque me mirara tan fijamente como si se hubiese transformado en una estatua.-¡Henry! ¡¿Estás bien?! ¡¿Qué pasa?!-
Por fin reaccionó. Cerró los ojos y los abrió tras una respiración profunda. Lentamente repasó la estancia como si acabara de darse cuenta de dónde estaba, aunque su rostro seguía impasible. Una nueva respiración y despacio, se sentó en el suelo doblando las rodillas para ocultar su rostro en ellas.
Sentí un escalofrío tan hondo como desagradable. Estaba perdida porque no sabía cómo actuar. Me quité la capa porque el calor no me ayudaba precisamente a pensar y la dejé en un rincón. Dudé unos segundos, pero decidí sentarme a su lado y probar a hablarle una vez más.
-Henry ¿Estás bien?- susurré. De nuevo, silencio. Ni un solo movimiento y aunque no podía verle la cara, supuse que tampoco habría cambiado. Pero sabía que me oía.- Oye yo… solo quería que supieras que siento muchísimo lo que le ha pasado a tu padre…- Silencio.- Sé lo mal que te debes sentir y entiendo que estás muy enfadado y por eso quieres destruirlo todo pero podrías haberte hecho mucho daño…- Más silencio, ¿Y si en verdad no me oía? A lo mejor ese enfado monumental que lo había trastornado le había dejado sordo. ¡Es que sin una respuesta no sabía si debía seguir hablando o callarme!- No quiero molestarte más, así que me voy. Nos vemos mañana ¿De acuerdo?-
Esperé aunque sabía que no habría contestación y me dispuse a largarme. Agarré mi capa y cuando iba a ponerme en pie, Henry me cogió del brazo. Le miré pero su rostro seguía oculto. Solo había alzado la mano para sujetarme, por lo demás seguía en la misma posición.
Me quedé quieta y expectante hasta que su mano se deslizó por mi brazo y por mi muñeca buscando la mía. Sus dedos se entrelazaron con los míos y me dio un apretón.
Solté la capa de nuevo, con el corazón encogido y las piernas temblorosas, así que también las doblé.
Henry quería que me quedara con él, a su lado. Habría sido una mentira no admitir que aún dada la situación que era, sentí una emoción interna que me produjo un hormigueo por todo el cuerpo.
Así que me quedé sentada junto a él, en silencio.
Los minutos pasaron rápidos al principio, y después más despacio cuando pasó la primera hora sin que ninguno dijera nada. No pensaba volver a hablar hasta que él lo hiciera, no quería agobiarle. Seguí sosteniendo su mano y durante un rato me dediqué a contemplarla, ensimismada. No era por nada, pero la verdad es que encajaban a la perfección, como si estuvieran diseñadas para estar unidas.
Desde niña nadie había vuelto a cogerme la mano. Había imaginado que sería él quien lo haría algún día, claro que en mis fantasías, las circunstancias eran siempre un poco más alegres.
Hice un esfuerzo sobrehumano para que ese gesto no despertara mis grandes esperanzas sobre nosotros. Me recordé varias veces que era una situación muy dura para Henry y que aquello solo era un gesto de consuelo. Necesitaba que alguien le apoyara y reconfortara, no me estaba declarando su amor secreto.
Intenté pensar en otras cosas pero nada me parecía lo suficiente interesante, de modo que mi mente se dispersó del todo. Me distraje mirando el fuego, contando sus chisporroteos, interpretando las sombras que formaba en la pared y también, observando la nieve caer a través de los huecos de la puerta. Cada vez caía con más fuerza, el frío fuera debía ser horrible…
-Fue por mi culpa- Mis hombros dieron un pequeño respingo, porque Henry había hablado por fin. Giré la cabeza hacia él y vi que había apoyado la barbilla en sus rodillas. Estaba increíblemente serio y el fuego se retorcía en su mirada.- Lo de mi padre.-
-¿A qué te refieres?- me atreví a preguntar.
-Estaba enfadado conmigo. Habíamos vuelto a discutir, justo antes. Le dije que no pensaba irme, ni tampoco iba a dejar que siguiera controlando mi vida a su antojo. Le grité y me marché al ensayo.- Sobrevino un largo silencio tras esas palabras, pero intuí acertadamente que no había acabado.- Ni siquiera le dejé que me respondiera. Solo me marché.-
Giré el cuerpo hacia él para mirarle, aunque sus ojos seguían clavados en la fragua.
-¿Y crees que por eso es culpa tuya lo que ha pasado?-
-Sí- respondió plenamente convencido. Ni siquiera se lo pensó.
-¿Por qué, Henry?-
-Porque estaba muy enfadado conmigo. Tal vez lo estaba tanto que por eso cometió la locura de ir al bosque.-
-¿Por qué iba tu padre a entrar en el bosque solo por estar enfadado contigo?-
-¿Por qué entró allí si no?-
-¡No lo sé!- respondí. Me pasé la mano libre por los ojos. Lo que decía no tenía ningún sentido, pero no podía ser yo la que perdiera la calma.- Por qué entró tu padre al bosque o por qué lo hizo mi madre… Nadie puede saberlo. Tal vez no exista una explicación o sea mejor no saberla.-
Acabaría loco si seguía haciéndose esas preguntas, yo lo sabía. Había cosas que era mejor no preguntarse si nadie tenía las respuestas. ¿Cómo sabes por qué los demás hacen lo que hacen? A pesar de todo, pude captar que su expresión se había suavizado y por fin parecía más triste que enfadado.
-Todo lo que quería esta mañana era que mi padre desapareciera para poder vivir como yo deseara- La culpa que destilaban esas palabras me era bastante conocida.
-También hubo momentos en los que deseé que mi madre desapareciera- admití con cierta dificultad.- Pero eso son solo pensamientos. Los pensamientos no hacen que pasen cosas.-
Si así fuera y mis deseos se hubiesen cumplido; mi madre seguiría con vida, mi padre no sería cazador, habría conseguido el papel de Lucy hacía años y Henry… bueno, no habría tardado tanto en cogerme la mano.
-Supongo que no- contestó con un leve encogimiento de hombros.
-¿Cómo que lo supones?- pregunté, extrañada. Pero balanceó la cabeza cerrando un instante los ojos como si ni él mismo se entendiera. Parecía tan agotado…- Creo que deberías irte a dormir. Ha sido un día muy intenso para ti y necesitas descansar. Yo también debería volver a casa.-
<<O intentarlo>> pensé, porque la nieve no había dejado de caer ni un momento y ya me estaba temiendo encontrarme con una ventisca aún peor si esperaba más tiempo.
Pero Henry negó con la cabeza y la presión de su mano pegada a la mía aumentó.
-No quiero dormir, no quiero descansar…- Y por primera vez desde hacía un buen rato, giró la cabeza para mirarme a los ojos.-… y no quiero que te vayas, Bree.-
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