Día 18
Padres primerizos.
—No tardes, o tendré que comer solo.
—No tardaré.
—¿Estás seguro de que no quieres que te acompañe?
—Solo voy por un paquete al correo, no te preocupes.
Izuku sonrió cuando el más alto le revolvió el cabello y entonces dio la media vuelta y salió del apartamento.
Le dolía un poco la cabeza, quizá se debía a la cantidad de bolas de nieve que le dieron en esta, y todo se lo debía a Bakugo, aunque no podía quejarse, incluso, se sentía bendecido, porque no esperaba seguir vivo luego de llamarle manco.
¿A quién demonios se le ocurría una tontería como esa?
Suspiró una vez dentro del ascensor y esperó pacientemente, la música de ascensor le daba sueño, siempre era así, por eso solía usar las escaleras, pero ahora, estaba tan cansado que no le importaba nada. Ni siquiera logró dormir lo suficiente cuando regresaron al apartamento, porque recibió una llamada avisando por un paquete retenido a su nombre.
¿Lo peor?
No recuerda haber hecho ningún tipo de encargo, por lo que ese paquete era todo un misterio.
Se revolvió el cabello cuando al ascensor llegó al primer piso, una vez puso un pie fuera se ajustó la bufanda y se colocó la capucha de su chaqueta, fuera había comenzado a nevar, y no quería tener más contacto con la nieve durante ese día.
Una brisa fría le golpeó el rostro en cuanto salió del edificio y su respiración era visible a causa de la temperatura, escondió sus manos descubiertas en los bolsillos de su chaqueta y emprendió su camino hacia la oficina de correo.
Quizá era algo importante, por eso es que no podía simplemente quedarse en casa fingiendo que nada ocurría. En su cabeza, por alguna razón, tenía la esperanza de que su ídolo y maestro se haya acordado de él en sus vacaciones y le hubiese enviado algo, pero de ser así, le habría enviado un mensaje antes…
¿No?
Caminaba distraído, con la cabeza en cualquier parte menos donde debía estar, y como las calles se encontraban repletas de gente apresurada con sus compras dada la fecha, no pudo evitar chocar de frente con alguien.
Se sintió la peor persona del mundo cuando vio como el cuerpo contrario caía al piso con su trasero amortiguando la caída.
—L-Lo lamento tanto —dijo apresurado mientras se agachaba a la altura de su “víctima” para ayudarle a ponerse de pie.
Se trataba de una chica, debía ser estudiante aún, lucía joven y se le quedó viendo embobada, cosa que logró ponerlo nervioso.
—Perdón, estaba distraído —comentó avergonzado.
La muchacha aceptó la mano en ayuda y se puso de pie, sin quitar la vista del chico, sus mejillas se tornaron rojizas, entonces sonrió.
—N-No… no te preocupes —comenzó diciendo muy nerviosa y entre titubeos—. Fue mi culpa.
Izuku sonrió apenado mientras se rascaba la nuca.
—Lo siento, en serio, lo siento mucho… ¿estás bien? —preguntó preocupado—. ¿Puedo ayudarte en algo?
—Eh… n-no hace falta, estoy bien, gracias —comentó sin poder quitarle los ojos de encima.
Midoriya se sentía tan culpable, y sin ser consciente de lo que estaba provocando en la muchacha, se ofreció a regalarle un café de un pequeño carrito a unos metros de donde se encontraban. Ella dudó y desvió la mirada, pero entonces se dio dos golpes en las mejillas y aceptó gustosa.
La chica le veía como si fuese lo más precioso que hubiese visto en su vida.
—Soy Midoriya, por cierto —indicó el pecoso en un intento por aligerar el ambiente y enviar lejos la culpa que sentía.
Diablos, necesitaba un descanso.
—H-Haruka… —se presentó la joven mientras le veía de reojo, con el sonrojo cada vez aumentando más.
Izuku con una deslumbrante sonrisa compró dos cafés al amable anciano dueño del aquel sencillo y conveniente carrito.
—Muchas gracias.
—Gracias —le secundó la joven haciendo una leve reverencia.
—Oh no, no es necesario —indicó el más alto.
Al fin se sentía más alto que alguien más.
—Bien, espero puedas olvidar mi torpeza —bromeó—. Fue un gusto, y lo siento otra vez —dicho eso, le dio una última sonrisa y siguió su camino.
En tanto, Midoriya ni siquiera sospechaba que acababa de flechar a una joven desconocida.
Bostezó antes de tirar su vaso de café ya vacío a la basura, pero cuando lo hizo, fue que un extraño chillido llamó su atención. Observó hacia ambos lados, luego arriba y abajo, pero nada se oía, se adentró un poco más al callejón donde la gente acomodaba los grandes basureros y nada.
Se encogió de hombros, pero cuando estaba por salir de ahí, nuevamente escuchó el ruido.
Curioso entrecerró los ojos y escudriñó todo a su alrededor con la mirada, la gente al pasar le veía como si estuviera loco, y es que hacía movimientos extraños y no dejaba de observar su entorno como un paranoico.
Otra vez, ese chillido.
Con intriga y algo de nerviosismo, decidió observar el basurero donde había tirado su vaso y solo vio el pequeño vaso de cartón y una bolsa de basura negra. Estaba a punto de darse por vencido y retomar su camino hasta que la bolsa se movió.
Se detuvo de golpe, creyendo que había enloquecido, sin saber qué más hacer, esperó…
Nuevamente la bolsa se movía, pero cada vez eran movimientos más débiles.
Sin pensarlo más, introdujo la mitad de su cuerpo al basurero y con sus dedos comenzó a rasgar la bolsa.
Definitivamente creerían que estaba loco.
—¡Oh por All Might!
Hizo una mueca de espanto al encontrarse con una imagen que le desgarró el alma y el corazón. Se trataba de un pequeño minino con un pelaje curiosamente de tres colores, temblaba y emitía maullidos a penas audibles, estaba frío y es que no era de extrañar con las bajas temperaturas que había.
Si él que iba abrigado desde la punta de los pies hasta la cabeza tenía frío, no podía imaginar al pobre e indefenso animal. Sin dudarlo un segundo lo tomó entre sus manos, se quitó la bufanda y lo envolvió en ella.
—Tranquilo amiguito, estás a salvo ahora —comentó con una sonrisa, pero con su voz traicionándole y temblando.
¿Cómo alguien sería capaz de hacer aquella monstruosidad?
Bajó un poco el cierre de su chaqueta y escondió al pequeño ahí, luego lo subió, dejando sus pequeñas orejitas apenas siendo visibles. Tomó una gran bocanada de aire y abrazó al gatito sin lastimarlo, lo sostuvo con un brazo mientras rebuscaba con el otro.
Sus pasos eran torpes y sus movimientos temblorosos, pero eso no importaba.
—Solo un poco más ¿está bien? —preguntó en un susurro—. Primero nos aseguraremos de que no hay más como tú… ¿qué dices?
El minino maulló en respuesta, pero fue breve y débil.
Izuku aferraba a la pequeña criatura a su pecho y siguió rebuscando entre la basura, estaba implorando casi con desesperación no encontrarse con más víctimas en ese lugar, y luego de estar casi treinta minutos ahí, sintió que sus plegarías habían sido escuchadas, porque no había más que basura.
Ahora él estaba sucio y apestaba, pero eso no podía importarle menos.
—Bien, vamos a casa… ¿sí?
Se sintió nervioso al notar como la respiración del pequeño gatito se hacía lenta, entonces lo acercó donde el minino pudiese sentir sus latidos, intentó calmarse, pensando que así también ayudaría a la criatura a sentirse mejor.
No llevaba dinero en los bolsillos, después de todo, solo iba a la oficina del correo, y creía haber gastado lo poco que tenía en esos cafés.
—Demonios —murmuró sintiendo pánico.
Pensó en sus posibilidades… ¿Qué tanto debía caminar hasta la veterinaria más cercana?
Imposible, aún seguía siendo muy lejos.
Rebuscó en su bolsillo, nervioso al no encontrar siquiera el móvil.
¿Por qué demonios se había dejado todo en casa?
Entonces dio con una pequeña bolsita, la sacó y la miró con tristeza. Ahora lo recordaba, era el complemento para su regalo de navidad y aniversario, una S y una I de plata. Había gastado parte de sus último ahorros en eso, porque creyó que sería un lindo detalle.
Sin pensarlo dos veces, corrió donde estaba el carrito de café, esperó impaciente a que el anciano terminara de atender a una persona y entonces habló.
—¿Cuánto me daría por esto?
—¿Qué dices muchacho?
—Son de plata, no tengo como comprobarlo ahora mismo, pero mañana puedo volver y darle el recibo, así las cambia por lo que desee —indicó apresurado a punto de perder los nervios.
—¿Por qué harías tal cosa?
—Porque es una emergencia.
El anciano observó los dijes con recelo, luego los mordió y sonrió al comprobar que no eran falsos.
—¿Y cómo sé que volverás?
—No puede saberlo, solo le queda confiar en mí —indicó— Por favor…
El hombre lo observó en silencio unos momentos y entonces sacó una pequeña caja de madera para abrirla ante sus ojos.
—Puedo ofrecerte todo lo que he ganado hasta ahora.
A Izuku le dolió el corazón, aquello no era ni la mitad de lo que él había pagado, pero el dinero iba y venía.
—Con esto será suficiente —tomó un par de billetes y salió corriendo —¡Muchas gracias!
El anciano bajó la mirada a la pequeña caja y notó que no se había llevado todo el dinero.
—Quien diría que aún existen personas así —comentó con una sonrisa.
El pecoso le daba indicaciones al taxista sonando muy nervioso, el conductor se apresuró lo más que pudo al escucharle decir reiteradas veces a su único pasajero que se trataba de una emergencia. Cuando llegaron a clínica veterinaria más cercana, pagó de más y salió corriendo.
Sin dudarlo entró apresurado, haciendo un gran estruendo al golpear las puertas de entrada.
Las personas que esperaban con sus mascotas le vieron con temor y otras enfadadas, pero nada importó, corrió hacia la recepcionista y sonando desesperado le narró lo ocurrido, la muchacha le pidió una infinidad de veces que se calmara y le entregara al pequeño animal.
Sin dudarlo, lo sacó de su refugio improvisado y aún envuelto en su bufanda, lo entregó.
Se sentó alejado de todas las personas, escondió su rostro entre sus manos y suspiró, su pierna no dejaba de moverse, poniendo nerviosos a quienes lo observaban, esperó, esperó y esperó…
Sintió que los minutos se volvían horas y comenzaba a perder la paciencia, lo único en lo que podía pensar en ese momento, era en haber llegado a tiempo y que esa pequeña e indefensa criatura estuviese bien.
Con la mirada buscó algún reloj, y cuando dio con uno colgado en la pared, comenzó a sacar cuentas.
¿Cuánto tiempo llevaba ahí?
Entonces notó que la recepcionista le hacía señas para que se acercara, sin dudarlo un segundo corrió donde ella y esperó. Pronto tras la puerta, salió una muchacha con el pequeño animal entre sus brazos, completamente dormido.
—Eres el chico que llegó con la pequeña minina ¿no? —preguntó ella con una amable sonrisa.
—Eh… ¿minina? —cuestionó confundido—. Creí que era niño…
—Oh no… —ante eso soltó una risita y prosiguió a explicar—. Verás, esta pequeña lindura que has traído es conocido como gato calicó —señaló— El nombre se debe a sus colores, notaste que son tres ¿verdad?
El pecoso solo asintió en respuesta, escuchando atentamente cada palabra.
—Los gatitos con estas características, casi siempre suelen ser hembras.
—Oh…
Entonces… era una niña.
—Pero no debes preocuparte, está muy bien gracias a ti —sonrió en su dirección—. La has traído a tiempo, solo estaba hambrienta y con mucho frío —continuó—. Si no la hubieses encontrado, pudo haber muerto de hipotermia o ahogada dentro de esa bolsa.
Izuku tragó con dificultad ante esas palabras.
—Pero como dije, no tienes nada de qué preocuparte —estiró sus brazos, y con delicadeza se la alcanzó al rizado—. Solo necesita un hogar cálido, y muchos mimos, nosotros la hemos alimentado con un sustituto de leche materna, te dejaré anotado lo que puede y no puede comer por ahora, aún es muy pequeña y hay gatos que no toleran la lactosa.
Midoriya observaba atento y escuchaba con real interés y atención cada palabra, intentando memorizar la gran mayoría.
Solo le quedaba asentir con la cabeza.
—Tienes suerte —comentó la muchacha.
—¿Suerte?
—Si esta dulzura apareció en tu camino, es porque te ha escogido —sonrió—. Lamento si suena bobo, soy muy creyente de esas cosas —se rascó la nuca mientras reía y entonces comenzó a anotar en una hoja todas las instrucciones a seguir.
Cuando acabó le entregó el papel a Izuku y siguieron hablando un poco más.
Ahora era tiempo de volver y buscarle un hogar a su pequeña amiguita, pero debía volver caminando, porque en el veterinario se había gastado hasta lo último, considerando que la joven le hizo una especie de descuento al ver el interés del pecoso en proteger a esa pequeña.
¿Dónde demonios estaba Izuku?
Todoroki veía como las horas avanzaban, se supone que iría por un paquete y volvería para que desayunaran juntos, ahora eran casi las cuatro de la tarde y el pecoso no daba ni rastros de vida. Le llamó con preocupación al móvil solo para descubrir que se lo había dejado.
Comenzaba a ponerse nervioso, y es que sabía lo bueno que era su novio para meterse en problemas.
—No puedo soportarlo —dijo sonando ansioso mientras se colocaba el abrigo y apresuraba el paso.
Pero cuando abrió la puerta se encontró con una imagen que le hizo preocuparse el doble, o quizá el triple.
Midoriya estaba de pie frente a él, sucio, desarreglado, su nariz y orejas rojas, temblaba por el frío y lucía realmente cansado.
—Izuku… ¿qué te…?
Pero no pudo siquiera terminar de formular la pregunta cuando ya tenía al rizado buscando refugio entre sus brazos, pero por alguna extraña razón, manteniendo un poco de distancia.
Tenía muchas preguntas que hacer, y muchas posibles respuestas comiéndole la cabeza, pero detuvo toda acción cuando sintió al cuerpo más bajito temblar entre sus brazos, y pronto comenzó a emitir espasmos a causa del llanto.
¿Qué diablos ocurrió?
Sin pensarlo siquiera, le rodeó con los brazos para luego acariciarle el cabello con calma, pero algo seguía incomodándole…
¿Por qué la distancia?
Intentó apretarlo más, pero la negativa de su pareja y un chillido le hicieron detenerse. Izuku levantó la cabeza y pudo ver como observaba el espacio entre ellos, aún con lágrimas en los ojos, le siguió la mirada y se asombró al encontrar a un pequeño intruso entre ellos.
—Eso es…
—Un gato —susurró entre sollozos.
La pequeña minina saludó con un maullido y sacó la cabeza de su escondite para observar alrededor.
Shoto alzó la mirada y esperó, paciente…
—Puedo explicarlo…
—Sí, seguro que puedes —comentó con el rostro serio—. Pero primero…
Con cuidado tomó a la criatura entre sus manos y con su dedo índice, le rascó la cabeza de manera delicada, recibiendo un mullido en respuesta.
—Ve a cambiarte, iré a preparar algo de té —le indicó sin más, entonces ante la estupefacción del contrario, solo se le ocurrió depositar un beso cuidadoso en su frente y marcharse hacia la cocina.
El pecoso limpiaba sus lágrimas mientras asentía y obedecía.
—Entonces… ¿tú me has robado a Izuku por tanto tiempo? —preguntó viendo entre divertido e intrigado al pequeño animal entre sus brazos—. Sí… no me ganarás con maullidos —susurró—. Pero tienes suerte… —volvió a acariciar su pelaje y pronto la pequeña minina emitió una especie de ronroneo ante los mimos que recibía—. Mira que encontrarte con este ángel problemático.
A los pocos minutos Midoriya estaba haciéndoles compañía en la cocina, la dulce criatura se había quedado dormida, envuelta aún en la bufanda del pecoso, por lo que Todoroki con sumo cuidado la acomodó en el sofá, donde ellos pudiesen verla y prevenir cualquier desastre.
El rizado se sentó con una humeante taza de té entre sus manos y el más alto pronto le hacía compañía, por lo que dejó su taza en el suelo y se aferró al cuerpo de su pareja.
—Tuve tanto miedo —murmuró.
—Oye… pero está bien —señaló con una sonrisa tranquilizadora—. Ahora, eres también el héroe de esa criatura peluda —bromeó.
—Pensé que no se salvaría.
Shoto imitó la acción del rizado al dejar su taza en el suelo y pronto sostenía el rostro del pecoso entre sus manos, limpiando todo rastro de lágrimas con sus dedos. No encontraba las palabras indicadas para decirle a Izuku lo grandioso y maravilloso que era, aunque, sabía que tampoco importaba que tanto se lo repitiera, puesto que no le creería.
Entonces comenzó a repartir besos por su rostro, en sus mejillas, la punta de su nariz, su frente, la comisura de su boca y terminó por unir sus frentes mientras la respiración del más bajito comenzaba a calmarse.
Se quedaron así un momento, los dos con los ojos cerrados, solo con una distancia mínima que separaba sus labios.
—Me contarás toda la aventura, espero… —susurró el semi albino en un tono divertido.
Eso logró hacer sonreír al de cabello rizado.
—Por supuesto…
—Bien, pero antes… ¿dormirá de tu lado o del mío?
Midoriya ante esa pregunta tomó distancia y se quedó viendo a Todoroki con asombro.
—¿Qué? —cuestionó encogiéndose de hombros—. No esperarás darlo en adopción después de todo lo que has debido pasar ¿verdad?
—Pero… no permiten animales en el edificio.
—Al diablo las reglas del edificio.
Con una sonrisa radiante, y los ojos brillando por lágrimas retenidas, se lanzó sobre el más alto solo para estampar sus labios en los contrarios. Cuando pudieron acomodarse, fue que el beso tomó forma, volviéndose lento, delicado, lleno de palabras de amor y agradecimiento que no encontraban como salir, más que para expresarse con ese ínfimo contacto, aquel que siempre lograba dejarlos con ansias de más.
—Por cierto… es niña.
—Oh… —eso logró hacer que Todoroki le viera con leve asombro— Tendremos que ser padres sobreprotectores entonces.
—No te imaginas lo mucho que te amo.
—Lo mismo o menos de lo que yo lo hago —comentó a modo de broma.
—Hablo en serio —le dio un leve golpe en el brazo y sonrió—. Eres la persona más maravillosa sobre este planeta.
—¿Más que All Might?
Midoriya le dio una sonrisa divertida y dejó caer su cabeza sobre su hombro.
—Debía intentarlo —dijo soltando un suspiro.
—Debemos pensar en un nombre.
Ambos posaron sus ojos sobre la inocente minina que dormía en calma.
—Y comprar unas cuantas cosas…
—¿Cosas? —preguntó Izuku con curiosidad.
—Claro —afirmó—. Los gatos tienen sus cosas… ¿no? —preguntó inseguro—. Ya sabes… cosas de gatos.
—Lo siento.
—¿Por qué?
—Somos padres y ni siquiera te avisé —bromeó.
Shoto ante eso comenzó a reír.
Izuku sentía su corazón cálido, y es que escucharle reír era tan mágico, porque era una risa preciosa, pero lamentablemente, eran escasas.
—Bien… llámalo… entrenamiento —comentó el de mirada heterocromática con indiferencia.
—¿Entrenamiento?
—Por supuesto —sonrió y lo abrazó, ante lo inesperado del gesto, ambos cayeron recostados sobre el sofá, con el semi albino sobre el pecoso—. ¿Cuántos quieres adoptar? —preguntó dándole besos breves y juguetones en los labios—. ¿Uno? ¿dos? —se detuvo un momento y continuó—. ¿Diez?
—Oye… primero veamos cómo nos va con esa dulce criatura de ahí.
Siguieron bromeando y compartiendo besos fugaces, pero pese a no prometerse nada ni hablar de ello de manera seria, ambos se sentían satisfechos y dichosos, porque esa tarde, comprendieron que estaban dispuestos a pensar e imaginar en un futuro juntos.
Sí, eso sería grandioso.
Mis intentos por ponerme al día deben dar resultado 😭😭😭 aunque me quedé ciega y muera, pero... Mañana ya estaría subiendo bien... Al fin 😭
Perdón por tan poco, y gracias, gracias por tanto, tanto amor es imposible de pagar con estas locuras 😭💕💕💕💕
Espero que lo hayan disfrutado, porque debo admitir que yo lo hice al escribirlo, y se me ocurrió hoy depués de mirar el techo 😂
Bueno, nos leemos mañana(?
(O en unas cuantas horas si son de Chile)
Besos y abrazos a la distancia 💕💕💕
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