5. Cliché #4: Un café
—Uno.
—Dos.
—Tres.
Dylan y yo comenzamos a tomar de prisa nuestras malteadas heladas; era un juego en donde veríamos quién tendría la mayor resistencia a un cerebro congelado. Pedimos los mismos sabores y daba largos sorbos hasta que sentía un dolor agudo.
—Ah. Diablos —se quejó Dylan para luego tocarse la frente
—Gané... mierda —hice el mismo gesto—. También perdí.
Llevo dos semanas siendo amigo de Dylan y es un gran chico, superamable, considerado, responsable, algo despistado en ocasiones y con un corazón tan grande como su hígado... Aunque tiene un defecto muy grande, que no para de decir cosas médicas o científicamente correctas, le ayuda para recordar en los exámenes o en prácticas. No me quejo, dijo, yo soy igual solo que en películas y en el amor. Pero si es llamativo que estábamos hablando de que una persona amable tiene un gran corazón y después diga que el órgano más grande sea la piel.
Además, se lleva de maravilla con mis amigos, sobre todo con Cecilia, ambos hablan de cosas tiernas y del estilo, como cuando realizaron un test para saber qué personaje de Sanrio: ella salió como My Melody, Dylan como Pompompurin y a mí me hicieron el test aunque no conocía a los personajes y termine siendo un pingüino negro llamado Badtz-Maru. No me parezco en nada a ese personaje, ni siquiera tiene un nombre decente.
—Tienen un parecido, ambos se enojan con facilidad.
Había dicho eso cuando puso la imagen del pingüino junto a mi cara, mencionando que no encontraba ninguna diferencia.
El único con quien no suele pasar tanto tiempo es con Neil. Ambos tienen carreras en donde los horarios chocan y, pues, sus interacciones son cortas o casi nulas. Mientras que Cecilia y yo estamos bien tranquilos por tener carreras más flexibles, ellos sufren si tendrán tiempo para dormir. Eso sí, en los momentos libres solemos planear para pasar tiempo en mi casa o ir a tomar algo. Claro, en ocasiones en donde no podemos reunirnos los cuatro, solemos ser solo nosotros dos después de soportar toda una clase de inglés en donde ponemos en prácticas lo aprendido para pedir permiso para ir al baño.
—Necesitaba un respiro, aunque este cerebro congelado no ayudará a mis neuronas. —Observé al chico de pelo castaño con una media sonrisa—. ¿Dije bien el término?
—Bueno, si quieres que sea más clínicamente correcto, no se le dice cerebro congelado, el término correcto es Neuralgia del Ganglio Esfenopalatino.
Abrí la boca mientras lo miraba sin una expresión clara.
—Será difícil complacer a tus dichos médicos, enfermero Miller.
—Aún no soy enfermero, todavía me falta un título y todo eso. Y tú tienes una manía bastante notoria con mi apellido.
—Perdón, pero ¿cuántos Miller conoces en Latinoamérica? Exacto, no son la mayoría.
—Bueno, está mi primo.
—¿Él que tiene una hermosa relación con un chico y me recuerda que yo estoy más solo que el agua? Creo que lo recuerdo.
Dylan se reía por lo bajo mientras le daba otro sorbo a su bebida.
—Volviendo al tema, huevos son lo que te faltaron para ser doctor o tu sueño fue siempre ser médico.
—Pues mi sueño siempre fue seguir alguna carrera en donde pueda ayudar a la gente, y estaba bastante feliz si entraba en alguna de las dos carreras.
—Me alegro, lo malo de convertirte en un salvador de vidas, es que casi no dormirás nada, tendrás que beber café de por vida, suspirar hasta las lágrimas y cuando menos te lo esperes, tu cara tendrá tantas arrugas que fácilmente formarían un mapa.
Dylan se quedó con la boca abierta unos segundos mientras yo aprovechaba el momento para tomar un poco de mi malteada.
—No sé si tu idea era ayudarme o hacerme sentir peor.
—Lo siento, —sonríe dejando ver mis hoyuelos—. Ver muchas series de doctores me hicieron tener esas ideas en la mente. Además, ahora que tengo un amigo médico, espero contar con varios descuentos. Guiño, guiño.
—Ni loco —contestó rápido y con su característica forma neutral, que no sé si es broma o verdad—, contigo tendría que cobrarte el doble.
—¿Por qué? —Fingía estar todo indignado.
—Porque de seguro te pondrías a hablar por horas y luego no dejarías realizar mi trabajo.
—Tampoco es que hablara demasiado.
—Ayer me explicaste toda la historia de Just Dance.
—Es sorprendente todo lo que hicieron en estos años.
—Supongo que tienes razón, aunque sigo preguntándome por qué eres tan bueno en ese juego. —Se cruza de brazos mientras se hunde más en la silla—. Literalmente, no pude ni hacer tres estrellas en farfalle y tú llegaste a MEGASTAR.
—Espera, ¿qué dijiste?
—Que no entiendo cómo eres tan...
—Eso no, ¿cómo llamaste a la canción?
—Farfalle, así se llama.
No sabía qué decir, estaba en shock, al punto que preocupa a Dylan por mi rostro de confusión.
—¿Sabes italiano? Disculpa, creo que lo preguntaré mejor. ¡¿Sabes italiano?!
—Se podría decir que sí.
¿Cómo se podría decir que sí? Entiendo que sepa inglés, creo que muchos jóvenes saben inglés por películas o por ver tiktoks con subtítulos, y también entiendo que sea bueno en su carrera, pues solo se la pasa estudiando. Pero, ¿de dónde salió este Gary stu? Ahora, aparte de alto, guapo, robusto, bueno en su carrera, hábil en inglés, sabe la lengua materna de Mario Bros.
—¿Es algo que se te da muy bien o te obligaron a aprender?
—Digamos, que quise aprenderlo por mi cuenta. ¿Por qué te sorprende que sepa italiano?
—No es que me sorprenda —respondí dando un gran sorbo a mi malteada—. Es que me preocupa que eso, de saber tanto, haya hecho un daño en tu niño interior y hubieras tenido una buena vida.
—¿Qué?
—En otras palabras: por estudiar mucho, no has hecho grandes cosas. ¿Acaso no tuviste un primer amor? ¿Tu primera borrachera? ¿Tu primera vez?
Las mejillas de Dylan fueron suficiente respuesta para saber que tenemos a un virgen en todos los sentidos.
—Tranquilo —usé un tono suave—. No soy de los que menosprecia a una persona por no tener sexo o algo por el estilo, pero lo que si te diré —Me acerqué tanto a su rostro que el tuyo que retroceder un poco—. Como tú me estás ayudando con mi lista, yo te ayudaré a que disfrutes más la vida.
Saqué de mi mochila una libreta que me regalaron en la lista de presidentes de la carrera. Está completamente vacía y con marcador rojo coloqué: Guía para disfrutar la vida o morir en el intento.
—Escribirás todas las cosas que nunca tuviste tiempo de hacer y vamos a realizar cuando tengas tiempo. Pero desde ahora te digo, Cachorro, nada de poner excusas baratas para no realizarlas.
Dylan tomó la libreta y, tras mirarla por unos segundos, no pudo contener la risa y estalló, logrando que de sus ojos brotaran lágrimas y cubriera su rostro con sus manos.
—Perdón... es solo que —se limpia las lágrimas con una servilleta—. Jamás alguien había hecho algo tan absurdo por mí. Me encanta.
Sonrió.
—Me alegro, porque usaré eso como excusa para buscar a más candidatos.
—¿Pero no tenías ya un nuevo candidato?
Me alegro de que preguntes, querido amigo, pues tengo a un nuevo chico en la mirada.
Taylor Torres.
Chico de la carrera de derecho, 23 años, amantes de los gatos, aficionado a la fotografía y con varios indicios de que encanta a los chicos. Esta vez, Cecilia no tenía nada que ver en este pretendiente, sino que mi mejor amigo fue el que ayudó, ya que conoce a Taylor por llevar a su gato a la veterinaria donde él tiene prácticas.
¡Qué increíble coincidencia!
Como mi amigo me quiere tanto, me dio suficiente información adicional del chico. En primera, es que le gustan los chicos. Por mencionar que su hermana lo está emparejando con su mejor amigo, y a él no le gusta ese chico. En segundo lugar, es que tiene un amor por los gatos. Solo espero que no sea de los que les excita que su pareja se vista de gato. Tendría que estar demasiado ebrio para hacer algo así.
Su apariencia sí que es algo que llama mucho la atención, ya que tiene un pelo blanquecino. Al principio pensé que era porque tenía muchas canas, aunque un video en Instagram me demostró que cada cinco meses se cambia el color de pelo. Su color original es un negro azabache, hace casi un año era café y hace cinco meses era una morada algo fuerte.
Su gato se llama "Neko" y es de color negro, es lindo, aunque no tiene el ojo derecho, supondré que habrá sido un accidente. Su estilo de vestir es bastante futurista, con tonos plateados y con chaquetas de colores fotocromáticos. Pero también suele usar ropa más simple y de tonos apagados como el café o negro.
En cuanto a su aspecto físico: mide un metro ochenta y cinco, es bastante alto, su cuerpo es bastante flacucho y lo que me gustó fue su mirada. No tiene una mirada encantadora, si no tiene una mirada que parece que ve al vacío, es como si siempre estuviera serio o concentrado. Me recuerda demasiado al típico chico malo serio, pero que si lo provocas te puede partir la cara... espero que solo tenga la apariencia.
Por último, es que tiene un pódcast en Spotify que en su mayoría habla sobre los últimos chismes de los famosos, que van desde cancelaciones a celebridades hasta chismes sobre realities latinos.
—En conclusión, sería un novio de los callados, pero muy romántico.
—Veo que si tienes todo cubierto. —Dylan termina su malteada.
—Obvio. Gracias a mi lista, pues, tengo muchos planes para él
—Lo que digas. Uh, ¿Robert?
—¿Sí?
—¿Ese chico es como el vampiro de crepúsculo?
—Claro que no —dije mientras revisaba mi lista—. Puede que su piel pálida no ayude a compararlo con un vampiro, pero no se parece a uno.
—Si tú lo dices, yo veo una similitud con Edward.
—¿Cómo qué lo ves?
—Pues acaba de entrar a la cafetería.
Me volteo discretamente y veo cómo Taylor se colocaba en la fila del mostrador. Tenía unos audífonos negros que le quedaban perfectos con su gabardina larga, pero en serio le daba una vibra a Edward Cullen.
—¿Acaso tu plan tiene algún cliché para este momento? —cuestionó mi amigo.
—Oh, Cachorro, esta lista tiene de todo y deberías tenerlo claro.
Un café.
A ver, sé que no es un cliché per se, pero, por favor, ¿cuántas veces no han visto cómo los dos protagonistas van por un café o se topan en una cafetería? De hecho, muchas películas navideñas baratas tienen ese cliché. Claro que este cliché, al contrario de los anteriores, no aporta o me ayuda en algo en particular. Simplemente, funciona en momentos para tener una cita o incluso para crear lazos, por lo que tendré que improvisar un poco.
—Recapitulando, aprovecharé para pedir lo mismo que Taylor, diré algo divertido para llamar su atención y luego veré qué se me ocurre.
—Veo que en serio quieres conseguir pareja.
—No sabes cuántos años esperé por eso. —Me terminé mi malteada y me levanté de mi asiento—. Dylan, si quieres te puedes ir, no quisiera que te quedaras solo aquí.
—Tranquilo, estaré bien aquí mirando cómo te las ingenias, además tengo una libreta que llenar con ideas.
No puedo ocultar mi sonrisa.
—Gracias, Cachorro.
Como si estuviera en una escena de Misión Imposible, me coloqué detrás de Taylor sin parecer rarito y tuve suerte de que ese chico tenía su mirada fija en su celular. Por ahora solo tenía que escuchar lo que iba a pedir, decir algo como: "vaya, pedimos lo mismo" y listo, el primer paso de nuestra conversación dará frutos. Aunque viéndolo bien de cerca, sí que veía un gran parecido a Eduard. Ambos tienen un tamaño considerable, tiene su cabello algo puntiagudo y estoy seguro de que tienen el mismo tono de piel, solo espero que no tenga esa manía de Edward de ver a las personas dormir como un psicópata.
—¿Te estás riendo de mí?
Carajo, por estar pensando estupidez, me reí tanto como para que me escuchara Taylor. Tranquilo, Robert, piensa en algo rápido.
—Ah, perdón, es que me diste un aire a Edward Cullen
Por favor, tomate como humor, no quisiera arruinarlo tan rápido. Taylor se quita los audífonos y con su mirada filosa se da un rápido vistazo.
—¿Me acabas de decir vampiro presumido?
—Para nada, solo digo que ambos tienen una gran presencia.
Verga, ni yo sé lo que quise decir, es que ahora no recuerdo nada de las películas de crepúsculo, solo me viene al cerebro la malísima película parodia. Y ni loco diré que se parece a los Black Eyed Peas.
—Como digas —no suene como si le hubiera agradado mucho mi comparación—. ¿Te conozco?
¿En serio?
—No que yo recuerde.
—Ya recuerdo —chasqueo los dedos—. Eres el chico que callado a todos en el cine.
Un poco de contexto. Llegaba al cine una nueva película de terror psicológico que, según los medios, era la película más aterradora de la época y, pues, tenía que comprobar eso y logré arrastrar a Neil para ir a verla. Ya en la sala, la película empezó con una escena de suspenso en donde el silencio debía ser el escenario principal. Un par de idiotas hablaban cómo, pues, como eso: idiotas. Mi límite llegó cuando gritaron que la protagonista dejara de ser un marica e hiciera algo. Fue justo ahí en donde dije que cerraran el pico o se vayan de la sala. Los dos idiotas me hicieron caso y se quedaron callados. Neil simplemente comía sus palomitas y luego me levanté el pulgar como forma de admiración. O bueno, eso quiero creer.
—Con que estuviste en esa función.
—Claro, necesitaba comprobar lo que decían los críticos. Y como casi siempre, se equivocaron, no está ni cerca de ser una gran película de suspenso.
¡Esto no podría ser cierto!
Un chico que sabe sobre el mundo del cine, ¿esto es real? No es como el tonto de Marcos que solo le gusta la película si tenía explosiones. Taylor parecía por lo menos un criterio más fino.
—Concuerdo, esa película utilizó el suspenso más barato y recurriendo a sustos fáciles.
—Uh, conque tenemos a un amante del séptimo arte.
Uf, séptimo arte. Tiene pinta que este chico es de los que dice: "te ves tan hermoso como el florecer de una margarita" o "tu belleza es tan simple y hermosa como las rosas" No me quejo.
—Se podría decir, tengo un conocimiento muy amplio —finjo acomodarme unos lentes imaginarios—. Te dejaría con la boca abierta con toda esa información.
—Fascinante.
Carajo.
Usó un movimiento superefectivo contra mí: usar un tono de voz demasiado grave que dejaba a mis oídos bañados de su voz. Era como el chico que decía "baby girl". Mientras me recuperaba, a Taylor le toca ordenar y, en un rápido movimiento, utilizó otro ataque superefectivo.
—¿Tú qué vas a pedir?
—¿Disculpa?
—Quiero saber que vas a ordenar, yo te invito.
Adoro, cuando en la parejita uno invita al otro, lo sé, puede llegar a ser un acto algo despreciable para algunos. Pero mírenlo de esta manera. Un chico le compra una cosa a su persona especial, la otra se apena por ese gesto, y el caballero de brillante armadura le dice que está bien, lo que sea para mi persona especial. Dios, es tan romántico y lindo.
—¿Lo dices en serio? —pregunté algo apenado.
—Por supuesto, quisiera hablar contigo de algo.
Bueno, era obvio que no me invitaba porque se enamoró de mí.
—Ah, claro, quiero una taza de café.
—Lo que dijo, el chico.
Pasamos a sentarnos en una mesa pegada en las paredes de cristal y en un rápido movimiento veo que Dylan seguía sentado escribiendo en la libreta que le di, se lo veía bastante tranquilo.
—Bien, ¿Sobre qué quisieras hablar...?
—¿La primera película de Steven Spielberg?
Levante la ceja, pero rápidamente capte la pregunta.
—Reto a Muerte de 1971, algo olvidable, pero nada mal para sus 25 años.
—¿Halloween es la primera película en considerarse slasher?
—Algo así, aunque sigo pensando que Navidad Sangrienta debería considerarse como la primera.
—¿Cómo se llama la protagonista de Alien, el octavo pasajero?
—Muy fácil, Ellen Ripley. Aunque eso del octavo pasajero es erróneo.
—Técnicamente, el xenomorfo sería el noveno pasajero. Porque...
—... No hay que olvidarnos del gato, Jonesy.
Taylor sonríe mientras se inclina un poco en su asiento.
—Veo que tienes algo de idea de algunas películas.
—¿Acaso dudabas de mi veracidad? —no quise sonar demasiado indignado.
—Perdóname, muchos creen que por ver una película antigua se creen fanáticos del cine.
Eso no te lo niego, incluso mis amigos piensan que al ver Hearthers creen que vieron una película histórica. No es tan vieja, además es mucho mejor que las películas de adolescentes de Netflix.
—Tranquilo, te entiendo, es frustrante.
Antes que pudiéramos decir algo, el mesero nos trajo nuestras bebidas que en mi caso era una taza de café y para Taylor es un expreso. Ambos para llevar, solo que mi bebida tenía una peculiaridad escrita.
—¿Chico? —lo observo atónito—. ¿Tan olvidable soy que no tengo nombre?
—Mil perdones, es que no sabía cómo te llamabas.
Evité reírme por ese gesto y simplemente muevo ligeramente la cabeza.
—Me llamo Robert. Un gusto.
—Taylor, y no me compares ni con Taylor Swift o Taylor Lautner.
Me río de manera silenciosa.
—Sabes, mi padre me llamo Robert en honor a Robert Downey, Jr.
—Uh, entonces estoy en presencia del mismísimo Iron Man.
—Ja, pues más o menos, ya que mi segundo nombre es Raphael.
—Adivinaré, ¿por su tortuga ninja favorita?
—Acertantes.
Además, mis nombres son aliterados, como algunos grandes superhéroes. Mi padre siempre con su fanatismo con los superhéroes. Mamá quería tirarle todos sus comics guardados que mi padre tuvo que llevárselo a casa de mi abuela para conservarlos.
—Pues entonces eres todo un caso especial, Robert.
En toda la conversación que estamos teniendo, por primera vez pude ver sonreír a este chico; tenía una hermosa sonrisa en donde destacan sus hoyuelos. Incluso, puedo decir que me quedé embobado por su sonrisa.
—Bueno, perdón si parezco tan repentino, pero debo irme.
—¿En serio?
Mierda. Hable en voz alta. Me sentía algo triste que este chico del que me estaba interesante se tenga que ir, pero no debía mostrarlo tan así. Verga. Espero que no me tome como un bicho raro.
—Tranquilo, sé que nos volveremos a ver, Rob.
¿Ese fue un apodo?
A ver, es solo mi nombre de forma más corta, pero sigue siendo una especie de apodo.
—Claro, Taylor.
Se despidió con una sonrisa mientras salía tan tranquilo de la cafetería. Si estuviera en mi habitación, estaría gritando y saltando de felicidad. Pero como estoy en un lugar público y sé que me grabaran, decidí solo soltar un silencio "sí" y volver al segundo piso en donde mi amigo dejó la libreta a un lado y estaba estudiando unos libros médicos.
—Robert —dejó su libro a un lado—. ¿Cómo te fue?
Tomo mi asiento y lo coloco a lado del suyo y hundo mi cara en su hombro recibiendo un escalofrío de su parte. Solté un pequeño chillido de felicidad provocando más preocupación para el enfermero.
—Eso fue alucinante.
Soy consciente de que esta lista, no me garantiza conseguir al chico de mis sueños, para más contrataría que parezca, pero no puedo contener mi felicidad al por lo menos ser tratado de manera tan hermosa por un hombre. Casi diría que ser gay en Latinoamérica es algo tan sencillo y fácil. Sin juicios, sin limitaciones, solo una simple relación entre dos hombres en donde pueden ser tiernos sin ser discriminados.
—Supongo que algo bueno pasó.
Tuve que contarle todo lo ocurrido con Taylor mientras seguía usando su hombro como almohada. Tengo esa manera con todos mis amigos, a veces Neil me dice que parezco como un gato, y que sería perfecto para poner en prácticas lo aprendido en clases.
—Me alegro por ti, Robert, pero sigo pensando que estás algo alterado por conseguir pareja. Yo soy soltero y puedo sobrevivir.
Dejo en paz a su hombro para verlo con mi mejor cara de póker.
—Dylan, tú eres hetero.
—¿Y eso qué tiene?
—Los heteros no sufren en el amor —se quejó confuso—. Me refiero en al hecho de que tienen toda la felicidad del mundo. ¿No tienes pareja? Tranquilo, sé dé una linda chica que te gustará. ¿Sabes por qué las amistades de un chico gay y una chica funcionan? Porque ese chico no se quiere coger a la chica, porque así son las cosas. Siempre piensan que al hombre le gusta la mujer, siempre las chicas piensan que ese chico está enamorado suyo. Pero los gais tenemos que ser un bicho raro. Ningún hombre pensará que somos hermosos a la primera, ningún hombre invitará a otro, ningún hombre quisiera ser visto con otro hombre por miedo. Pero dirás: ¿hay algunos gais que son felices juntos y como pareja? Claro que lo hay, pero en la mayoría un chico masculino se quiere buscar a un gay que actúe como mujer. No es fácil conseguir un chico masculino que quiera salir con otro hombre masculino. Así son las cosas, si no eres visualmente femenino, jamás tendrás el amor de un hombre así de fácil.
Tomé unos segundos para respirar y tranquilizarme un poco. Tenía un guardado ese comentario.
—En conclusión, solo quiero alguien que me escuche cuando digo mis estupideces, quiero alguien que me ame tanto como yo puedo amarlo. No me importa si lo tengo por cinco minutos, porque sé que esos minutos en que pasemos juntos serán tan especiales, que...
—Lo entiendo, lo entiendo por completo.
Nos quedamos callados por unos segundos antes de que miré la libreta que le había regalado y noté que tenía una gran lista. Miré los primeros puntos y mi rostro se sorprendió, pero no de buena manera.
—¿Sacar buenas notas? ¿Actuar más en clases? ¿Beber más tipos de malteadas?
—¿Qué tiene? —preguntó inocentemente—. Dijiste que pusiera cosas que quiero hacer.
—Pero me refería a cosas más interesantes. No es por ofender, pero parece las metas académicas del inteligente del salón.
Un pequeño rubor se reflejó en las mejillas de Dylan, causando que me disculpara rápidamente.
—Solo necesitas un pequeño arreglito... ¿Qué tal?
Comienzo a escribir algunas sugerencias, dejándome llevar un poco por las cosas que veo que le faltan a mi amigo.
—¿Ir a una discoteca? —cuestionó.
—Obvio, necesitas mover más el cuerpo y beber un poco. —sigo escribiendo—. También debes salir de comprar ropa.
—¿Qué tiene mi ropa?
Quisiera no ser crítico en la moda, pero hasta yo sé que usar siempre el uniforme de prácticas no es la mejor manera de salir.
—Solo es para tener más variedad —respondo amablemente—. También necesitas besar a una chica.
—¡Borra eso... si tuve una novia!
—Ah, es bueno saberlo, ¿entonces también tengo que descartar lo de perder tu virginidad?
La manera de tragar la saliva convidado con su cara completamente roja me contesta a la perfección.
—Eso se queda.
Termino de escribir algunas sugerencias más, logrando llenar una hoja entera de posibles cosas que puede hacer. Claro que, al igual que mi lista, no espero que logre hacer todo, pero con mi ayuda, logré que cumpla todas las que pueda.
—Sigo pensando que todo esto es innecesario.
—Obvio que lo es —contesté—. Soy consciente de que tu carrera limita muchas cosas, pero lo que menos quiero es que te dejes matar con toda la presión, así que esto ayudará demasiado. ¿Te parece?
Dylan Miller me brinda una dulce sonrisa, logrando destacar sus ojos cafés claros.
—Me parece estupendo, Farfalle.
Mis mejillas se sonrojaron al escuchar hablar italiano.
—¿Un apodo?
—Es lo justo, tú tienes uno para mí, lo justo es que yo también tenga uno para ti.
Quise decir algo, pero rápidamente Dylan tomó la libreta y escribió: tener un apodo con mi amigo. Cualquier palabra de mi boca se esfumó mientras seguía viendo su sonrisa.
—Por esta vez ganas, Cachorro.
—Gracias, Farfalle.
Sin nada más que decir, los dejo en su linda noche, tarde o día.
Los quiero, bye <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro