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Un pequeño maní

Holiii, estoy muy emocionada por fin está listo el primer capítulo :)
(En realidad ya están casi listos casi todos los capítulos pero quiero hacerme la interesante subiendo los poco a poco xD)
Sin más, aquí los dejó con este picante capítulo, disfrútenlo;)


Dara:
11:37

Un dolor punzante recorre mi cabeza y siento que da vueltas, al abrir los ojos me encuentro en una sala de estar, con grandes ventanales, la luz entra descaradamente explicando la intensidad de mi dolor de cabeza. El mareo persiste, por lo que cierro los ojos una vez más y viene a mi mente recuerdos borrosos de lo que sucedió anoche.

Celebramos mi cumpleaños 18 en el Groove Haven, este no es el tipo de planes que prefiero para mi cumpleaños, pero Tom y Sussan me convencieron. Hace más de una semana terminé mi relación con Dave y ellos creen que emborracharse cura todo. Realmente fue increíble, estuvimos toda la noche bailando y bebiendo, sin embargo no recuerdo cómo llegué a este lugar, ni siquiera sé exactamente dónde estoy.

Abro los ojos para reconocer el lugar, un televisor gigante, una alfombra puesta debajo de una mesa pequeña frente a mí y del sofá en el que estoy acostada, sobre la mesa una botella de vodka y unos vasos, a un costado de la alfombra está Tom tirado, roncando, con la boca abierta y un brazo cubriendo los ojos. Debajo de mí, un brazo con músculos definidos rodea mi cintura, siento como la sangre comienza a subir a mis mejillas cuando identifico al dueño, es Hank y estamos en su apartamento, en la sala de estar. Una de sus piernas está sobre la mía y al moverme ligeramente siento algo duro presionando en la parte baja de mi espalda, causando un leve cosquilleo en esa zona.

Dios, por favor, que no esté desnudo.

Él se mueve quitando su pierna de la mía y sacando su brazo de mi cintura.

—No estoy desnudo —su voz suena sensualmente ronca.

Mierda, pensé en voz alta.

Él se acomoda para tomar un impulso y levantarse, yo hago lo mismo, quedando a su lado, no puedo evitar mirar el bulto en sus pantalones, él lo nota sonrojado y estira la mano tomando un cojín para taparlo.

—Gracias al cielo, porque no estoy lista para conocer tu maní —sonrío en modo de burla.

Él mira hacia otro lado, los músculos de su abdomen se tensan y se relajan cuando ríe, viéndose jodidamente sexi. Gira su cabeza hacia mí para hablar.

—¿Maní? —habla con una expresión seria.

—Un pequeño maní —levanto mi mano y dejo una pequeña distancia entre mi dedo índice y pulgar, él me mira con desaprobación sosteniendo aún su cojín.

—¿Crees que es pequeño? —Pregunta divertido, con una sonrisa pícara, simulando que desabotona su pantalón y sosteniendo la almohada con sus codos.

—Imagino que sí —le digo conteniendo una carcajada.

—Así que lo imaginas —levanta una ceja —te lo puedo mostrar, así lo compruebas —Sonríe con malicia y yo grito internamente.

—No es necesario, —digo tratando de mantener la calma —he visto mejores.

Me coloco de pie, mientras camino a la cocina, está a solo unos pasos de la sala de estar, delimitada por una barra, abro la nevera en busca de cualquier cosa que me quite el repentino calor.
Hank suelta una carcajada y se levanta sosteniendo el cojín.

—¿Me pasas una botella? —Se acerca a la barra y sus brazos estirados me permiten contemplar con más detalle sus perfectos músculos.

Dejo la botella en la barra, evitando todo contacto directo con él, ya hemos estado demasiado cerca hoy y mis hormonas no resistirán mucho.

—Aquí tienes —él se acerca más a la barra, consiguiendo que la almohada se sostenga entre sus piernas y la barra, liberando sus manos.

Toma un sorbo y lo contemplo sin que él pueda notarlo. Sus pestañas son largas, su nariz recta está ligeramente roja al igual que sus labios, sus ojos verdes lucen oscuros en contraste con la luz de las ventanas. Trago saliva imaginando cómo pudimos haber terminado durmiendo juntos en el sofá, por lo que suelto la pregunta de golpe.

—¿Cómo terminamos en el sofá?

Hank se atraganta con el agua alejándose de la barra mientras tose, el cojín se cae y yo tengo la vista perfecta.

—Toma agua, eso te ayudará —digo entre risas.

Hank me obedece terminando la botella de agua, así que le paso la mía.

—¿Quieren matarme de la resaca? —Se escucha a Tom hablando desde la alfombra en la sala de estar.

—Hank se está ahogando —sigo riendo.

—Qué se ahogue y deje de hacer tanto ruido —refunfuña levantándose para acomodarse en el sofá a medio lado, hundiendo su cabeza en el espaldar, toma un cojín y lo pone en su oreja para seguir durmiendo.

Hank ha logrado reponerse tomando un último sorbo de agua.

—¿No lo recuerdas? —se aclara la garganta.

—Sólo recuerdo que estábamos bailando y bebiendo, pero tu estabas sobrio y serio —digo con un gesto de desaprobación.

—Los estaba cuidando —responde en un tono frío, cruzándose de brazos.

De reojo miro al amigo entre sus piernas, al parecer, lo había olvidado.

—En fin. No recuerdo qué más pasó —levanto nuevamente la mirada mientras repito mentalmente:

Míralo a los ojos, míralos a los ojos.

Pero se ve muy grande y grueso.

Míralo a los ojos, te está hablando.

—Todos estaban ebrios, los ayudé a entrar en el taxi uno a uno y los traje aquí, te fuiste al baño, caminé a mi cuarto luego de tomar agua pero ya se habían instalado Sussan y Tom —ríe al recordar la escena.

Sigue hablando y yo sigo luchando por mantener mi atención arriba.

—Estaban abrazados como dos hermanitos, pecho con pecho —tose y ríe —vine a la sala para dormir en el sofá y luego te acostaste. Unos minutos después apareció Tom con cara de niño regañado pidiéndote que te rodaras para dormirse—Hace un gesto aguantando la risa —, pero le diste una patada y cayó en la alfombra. —Suelta una carcajada y me uno a él.

Mientras reímos, se percata de su amigo aún despierto y toma el cojín del suelo, sus mejillas se han ruborizado de repente. Yo no puedo parar de reírme por su acto y pensar en Tom cayéndose en la alfombra.

—Iré al baño, si necesitas algo, puedes tomarlo de la cocina.

1:58 PM

—¿En serio piensas decirle que no a las donas? —digo con un puchero.

Sussan mira hacia otro lado y luego observa las donas que tiene aún en sus manos. Me doy cuenta de que hay un fuerte conflicto interno en su cabeza, lo noto por la manera en que mueve sus ojos y los gestos de descontento en su rostro.

—Vamos... no estabas hablando en serio sobre esa tonta dieta, ¿verdad? Ni siquiera la necesitas —insisto y le quito las donas mientras camino para volverlas a poner en el carrito.

En realidad, no las necesita. Sussan siempre ha tenido una silueta delgada, sus curvas pueden fácilmente doblar las miradas de todo el lugar... simplemente su cuerpo parece estar hecho a la medida.

—Eres una mala influencia —dice con cara de enojo.

Es curioso que cuando se enoja falsamente, su nariz se arruga y yo no puedo evitar sentir ternura. Así que solo suelto una carcajada y sigo caminando con el carrito. Ella me sigue como una niñita que le hace berrinches a su mamá y luego se pone delante del carrito para que yo me detenga.

Sé lo que pretende, la miro con picardía (nuestras miradas se entienden a la perfección) y ambas nos reímos como tontas, sin ningún sentido. Se sube en la parte de adelante y comienzo a empujar el carrito mientras ella va delante esforzándose por no caer y disfrutando de la adrenalina. Al instante, ella suelta un pequeño grito que parece ahogarse con su risa. Yo freno en seco para evitar estrellarnos con un montón de latas de sardina puestas en forma de pirámide que dicen "promoción".

En ese momento, Sussan se voltea y suelta una carcajada aún más fuerte. Mis ojos están congelados, agarro con fuerza el carrito (estoy en shock) y ella solo se ríe con mucha más fuerza, esperando que yo alcance su nivel de alegría delirante. Pero sigo sin decir nada y con cara de susto.

Una voz detrás de Sussan hace que su risa se detenga en seco y que sus ojos se cierren tratando de asimilar la situación.

—¿Sabían que aquí está prohibido este tipo de juegos? —dice un chico que parece ser unos años mayor que nosotras, y no está contento con su trabajo, su cara está plana, sin ninguna expresión, como si su vida se resumiera en resolver y lidiar con situaciones así a diario.

—Lo sentimos, no volverá a pasar —digo mientras me enderezo y por un momento me siento como si fuera un soldado que acaba de acatar una orden.

Mi mejor amiga, que aún está en frente de mí, ya ha abierto los ojos y trata de contener las ganas de reír, yo sigo viendo al chico y le sonrío amablemente esperando que alguna expresión aparezca en su rostro, aunque sé que es prácticamente imposible que suceda, puesto que luce bastante serio.

Para mi sorpresa, veo cómo su rostro se transforma repentinamente y ahora parece estar cansado y desesperado. Se lleva su dedo pulgar e índice a los ojos, como si tratara de limpiar algo en sus ojeras que se han hecho notables por su gesto.

—Solo tengan cuidado, si ustedes hubieran llegado a derrumbar esto, o hubieran hecho cualquier otro desastre, yo tendría que volver a organizar, tengan un poquito de compasión, ¿sí? —exclamó.

El chico suena realmente exhausto y hace énfasis en la palabra compasión, al terminar se retira del pasillo. Sussan suelta la risa contenida, yo la miro enojada por unos segundos y cuando menos lo espero me uno a su risa.

—Ahora yo te empujaré a ti —dice agarrando el carrito fuertemente, como si se estuviera preparando. Yo le sonrío seria y niego con la cabeza.

—Ten misericordia del chico y no hagamos desastres hoy —ella pone cara de decepción.

Un móvil comienza a sonar y me doy cuenta de que es el mío —¡es Tom! (uno de los chicos de la banda) —exclamé mientras seguía riéndome.

Mensaje de Tom: No olvides que hoy ensayaremos a las 5:00 pm. TQ.

Observo el mensaje en la bandeja de notificaciones y miro la hora, noto que son las 2:17 PM, así que iré a ver una película con Sussan y luego llegaré al ensayo sin problema.

Sussan y yo seguimos caminando y debatiendo sobre la bebida que llevaremos para acompañar todos los mekatos que hemos comprado (aunque en el fondo sabemos que no alcanzaremos a comer todo), finalmente nos hemos decidido por llevar una soda. Fue difícil convencerla, por esa tonta idea de la supuesta dieta, pero al final terminó accediendo porque desde niña ama esa bebida "tóxica" y sobresaturada de azúcar.

Justo cuando acabábamos de poner la bebida en el carro de compras, una chica rubia nos interrumpe.

—Hola chicas —dice con un tono arrogante, el mismo que suele usar siempre que siente que se dirige a personas que según ella, "no están a su nivel".

Sé perfectamente quién es, su nombre es Rosse, es la típica chica popular por la que todos los chicos botan la baba en el instituto, sí, la misma chica a la que se refería Hank en primer grado diciendo "ella es tan perfecta, algún día será mi novia" (en ese momento estuve de acuerdo con él, pues ella no parecía tan mala persona).

—¿Hola? ¿En qué podemos ayudarte? —digo con un tono displicente y la chica me mira con el mentón arriba, pero justo cuando se disponía a hablar, me entra una llamada, así que me disculpo para contestar e irme lejos.

Sussan y ella se quedan hablando de algo que no puedo escuchar porque mi nana está histérica al teléfono diciéndome que tuvo que salir y nuestro vecino la llamó para decirle que Lucas (mi perro) se escapó de casa y dañó su jardín. Tendré que ir a asegurarme de que Lucas esté bien. Nana se despide con un "te quiero" en un tono de voz muy distinto al que usaba al principio de la llamada. Yo volteo la mirada mientras cuelgo y al girar mi cuerpo de modo que quedo en dirección a Sussan, noto que mi mejor amiga está cambiando la bebida.

—¡Regresa la soda al carro! —Grito exaltada y pongo cara de enojada para hacerle ver mi descontento.

Me acerco a ella dando pasos ágiles —¿Qué quería Rose? —le pregunto de golpe.

—El número de Hank —dice, despreocupada mientras envía un mensaje en su celular.

Siento como una corriente fría recorre mi espalda, una sensación extraña aparece en mi estómago. ¿Celos? Quizá.

Siento un leve mareo, pero me hago la desentendida y agarro el carrito dirigiéndome a la fila de la caja registradora. ¿Para qué querría Rosse el número de Hank?

No quiero pensarlo.

4:48

Tras una tarde de chicas, llego a casa para el ensayo con la banda, Lucas me recibe con entusiasmo. Es un Golden Retriever de ocho meses, con la inmadurez de un cachorro y la fuerza de un perro joven. Su entusiasmo provoca que me balance hacia atrás, encontrando soporte en mi auto.

Camino por el jardín para dirigirme al porche, en el trayecto saludo a Jhon, el encargado de que nuestro jardín siempre luzca impecable, mamá siempre ha dicho que la primera impresión es importante, por eso para ella es crucial que nuestro jardín sea el más hermoso de toda la ciudad. En la entrada está el abuelo, sentado con un libro mientras toma café,

—Hola, papá, ¿Cómo va esa historia? —le digo mientras subo las escaleras.

El abuelo cierra el libro, dejando ver una expresión de alegría en su rostro. Se levanta para darme un abrazo y ríe a carcajadas. Tiene demasiada energía y entusiasmo para su edad, es justo lo que más amo de él.

—Es mi nieta favorita —grita al terminar de abrazarme, y puedo ver cómo Jhon, el jardinero, sonríe a lo lejos.

—Soy tu única nieta, papá —sonrío y le doy un beso en la frente.

En ese momento, ambos volteamos la mirada al notar que un chico alto, con cabello oscuro y de ojos verdes llega en un skate. No puedo evitar emocionarme al verlo llegar, y el abuelo grita a lo lejos:

—Hola, Hank —Él levanta su mano y sonríe.

Mis mejillas se ruborizan al recordar que dormí con él, aunque tengo recuerdos demasiado borrosos. Al llegar a nuestro lado, Hank saluda al abuelo con un abrazo y luego me sonríe, no sé que debería hacer ¿Extenderle la mano? o ¿Un beso en la mejilla?

Él me abraza y mi cuerpo se tensa ante su repentina acción, no es la primera vez que Hank me abrazaba, era una forma de saludo ocasional, pero este abrazo se sentía diferente, algo en él era diferente.

Al cortar el abrazo nos despedimos del abuelo para pasar a la sala de ensayo, comencé a sacar el piano y a conectar algunos cables, Hank hacía lo mismo, el silencio en el lugar era opacado por los gritos en mi mente. La tensión era evidente e incómoda.

4:58 PM

Noto la hora en mi teléfono deseando que Tom llegue pronto, Hank habla y sus palabras se convierten en un eco en mi mente.

—¿Realmente olvidaste lo que pasó ayer?

—Ya te conté todo lo que recuerdo —mi mirada se mantiene en las teclas del piano, comencé a tocarlas para calentar un poco.

—No puedo mentirte —habla en un susurro y baja el volumen del piano.

Su frase hace que todos los recuerdos de la noche anterior aparezcan con claridad en mi mente. 

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