Capítulo 1.
Una Nastya de veintidós años estaba en un oscuro callejón, escondida tras un cubo de basura, con sus finos y delgados dedos apretados alrededor de una navaja de puñal rojo y afilada hoja plateada.
Su pecho se agitaba violentamente por la carrera de cerca de un kilómetro. Pasó el dorso de la mano por su frente para limpiarla de sudor y asomó ligeramente la cabeza para ver si ese hombre con aspecto de motero de bar de mala muerte llegaba de una vez.
Tardaba demasiado y eso exasperaba a Nastya. El hombre con ligero sobre peso apareció corriendo por el callejón respirando entrecortadamente. Nastya se dio cuenta de que llevaba una navaja similar a la suya, por lo que con una simple navaja no bastaría para realizar su trabajo.
Rebuscó en la parte trasera de sus vaqueros y sacó una 9mm Italiana, una de las mejores pistolas que había en el mercado. Guardó la navaja en el lugar en el que anteriormente estuvo la 9mm y saltó de su refugio, apuntando con la pistola hacia el entrecejo de aquel hombre, el que tenía una gran deuda de juego.
-Hola, Samuel -dijo Nastya, con una sonrisa que el hombre catalogó como aterradora.
-¿Cómo sabes mi nombre?-preguntó el hombre, de unos cuarenta y muchos años.
-Lo sé todo sobre ti. Samuel Robert Johnson, cuarenta y siete años, nacido el 13 de agosto de 1967, dos hijos, una esposa, ludópata y una deuda de 50.000 dólares -contestó Nastya, con una gran sonrisa.
-No me matarás. Eres una niñita incapaz de ello -la retó Samuel.
-¿Ah, no?-preguntó Nastya.
Y antes de que el hombre pudiera responder, Nastya le disparó en el entrecejo.
La bala atravesó su cráneo y rebotó en el suelo con un ruido metálico. El hombre permaneció de pie veintidós segundos exactos hasta que se desplomó hacia delante.
Nastya avanzó y recogió la bala, para que cuando la policía encontrara el cadáver, no tuvieran pistas del arma.
La limpió en la manga de su jersey y caminó fuera del callejón y lejos de aquel cadáver.
****
-Trabajo hecho -dijo Nastya, dejando la bala con restos de sangre seca sobre la mesa de su jefe; Colin Peters.
-Muy bien, mi prodigiosa Anastasya -sonrió Colin.
El hombre de unos muy bien llevados treinta años, de pelo castaño y ojos del mismo tono, agarró la bala entre sus dedos y la metió en la caja en la que ponía en letras negras 'Nastya.'
-¿Cuántas van?-preguntó Nastya, cogiendo un nacho con queso del plato frente a Colin.
-Veintidós -dijo Colin, sonriendo.
-El veintidós es mi número -dijo Nastya, sentándose en la silla al otro lado de la mesa de Colin.
-Exacto, nena -dijo Colin, comiéndose un nacho.
-No me llames nena, Col -gruñó Nastya, levantándose.
-De acuerdo, de acuerdo. ¿A dónde vas? -preguntó, ahora autoritario.
-¿Acaso te importa?-preguntó Nastya, alzando las cejas.
-Sólo dímelo.
-Déjame, Colin -dijo Nastya, saliendo del despacho, cerrando con un portazo.
Con un suspiro, se dirigió a su bar habitual.
****
Cogió el vaso de cristal entre sus delgados y pálidos dedos y se tragó el vodka de golpe, sin inmutarse.
-Uh, para ser tan delgada aguantas bien el alcohol -dijo un chico, sentándose a su lado.
-No soy "tan delgada." -gruñó Nastya, ordenando otra copa con la mano.
-Bueno, pues para ser una chica -dijo él, sonriendo.
-Una chica rusa -le corrigió Nastya.
-Vale, he ahí la solución al enigma. Y, ¿cómo te llamas, chica rusa?
-Lena Pávlova -mintió Nastya.
-Troy Walter.
Nastya bebió su copa, dejó el dinero sobre la barra y se encaminó hacia la puerta.
Una ráfaga de aire frío la golpeó y se abrazó a sí misma, cuando alguien la cogió por detrás y la arrastró hasta el callejón.
Nastya pataleaba hasta que le destaparon los ojos. Era ese chico; Troy.
-Súeltame, enfermo, o te arrepentirás -gruñó Nastya.
Troy intentó meter la mano por su jersey. Nastya, en un momento desesperado, agarró su 9mm Italiana y le disparó a Troy.
Contó los segundos; veintidós. Veintidós y Troy se desplomó.
-¡Mierda! ¡Esto no tenía que pasar! -exclamó Nastya, frotándose la cara con frustración.
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