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Capítulo treinta y seis: Ay, ay, ay, cómo me duele


Capítulo treinta y seis: Ay, ay, ay, cómo me duele.

Mérida.


—Pensé que cómo tienes la tarde libre irías a ver a Dawson —dice Sarah llegando a nuestra habitual cafetería fuera del campus, debido a que son vacaciones de verano.

Se ve radiante, siempre lo está, pero hoy parece súper feliz mientras que yo estoy enfadada...Conmigo misma.

—Sí, cancelé.

—¿Estás evitando a Dawson? —pregunta borrando su sonrisa—, porque el fin de semana también la cancelaste para ir al refugio y le dijiste que te sentías horrible con la regla.

—Sí me sentía horrible con la regla.

—Pero te sirvió de cuartada —dice evaluándome con la mirada—. ¿Es por el tema de su ex volviendo?

Respiro hondo porque ni yo entiendo con exactitud el problema, pero creo saber sobre qué va.

Estoy enojada conmigo porque cuando vi a por la ventana a Dawson reír y hablar con la hermosa y carismática Leah, las palabras de Martin, esas semillas crecieron, comenzaron a comerme la cabeza y pensé, me hice escenarios hipotéticos en donde ella no se había ido y Dawson nunca me veía y estaba con ella. No dudé de Dawson, dudé de mí y me siento avergonzada de ello.

Intento, trato de verdad sacarme de la cabeza las odiosas palabras de Martin. Dawson fue súper lindo y cariñoso conmigo frente a ella, pero es que no estoy pensando en el ahora, estoy pensando en escenarios que no sucedieron y que me están lastimando, odio hacer eso y me estoy obligando a parar, pero no puedo, no sé cómo.

Confío en Dawson y en nuestra relación, estoy completamente enamorada de él, pero eso no impide que los escenarios falsos de cosas que no sucedieron me estén devorando la cabeza y la razón, nunca debí dejar que esas semillas de Martin germinaran en mi mente, no debí darles ese poder.

Intento explicarle esto a mi amiga que me escucha bebiéndose mi café.

—No creo que estés siendo horrible —Habla finalmente—. Incluso creería normal que pienses en esas posibilidades cuando ese imbécil de Martin te dijo todas esas cosas, lo que no debes es aferrarte a ello, porque así cómo pudo haber existido algo entre ellos si ella se quedaba, puede que no fuese el caso.

»Son escenarios que no sucedieron y ahora son amigos, tú estás con Dawson y todo está bien. Aférrate al presente y estas cosas que me estás diciendo háblalas con él, se tiene que estar sintiendo preocupado porque eres una terrible mentirosa, Mérida y no hay manera en la que no se dé cuenta de que lo estás evitando.

»No dejes que ese idiota de Martin se salga con la suya y cree intriga entre ustedes, tienes algo bonito y real, todos nos sentimos a veces intimidados por los ex cuando aparecen, pero mira qué suerte tienes que ellos no tienen nada romántico e incluso ella es amable.

—Tus palabras son es una bofetada de racionalidad que necesitaba —Le sonrío a medias.

Tal vez esas eran cosas que sabía, pero se sintió bien que mi mejor amiga me las dijera con tanta convicción.

—No le busques las dos patas a la rata —dice y la veo con confusión—. Ya sabes, el refrán ese que dijiste de la pata y el animal.

Tardo unos segundos en ubicarme y cuando lo hago rio, recuperando lo que queda de mi café de su agarre.

—No le busques la quinta pata al gato. Así es el refrán —digo entre risas.

—Bueno, tú me entendiste. Ve y se feliz con tu novio.

—Lo visitaré en la noche.

Así tal vez tenga tiempo de hacerle un dibujo de disculpa por esquivarlo. Ya quiero verlo, hablarle sobre por qué actúe así y luego tener una reconciliación épica, aunque esto no creo que cuente cómo una pelea.

—Ahora ¿Por qué estás tan feliz? —inquiero y su sonrisa se vuelve muy amplia.

—¡También le gusto! —Dice con emoción—. Le gusto a mi amor especial, no me lo puedo creer.

En el año que tengo conociendo a Sarah nunca la vi tan ilusionada y emocionada por alguien, mayormente tenía citas y tuvo una relación de dos meses que ella misma terminó. Es desconcertante y fascinante ver esta faceta de ella incluso si estoy preocupada porque siempre me dice que es complicado y no me cuenta demasiado.

—Por supuesto que le gustarías, eres increíble.

—¡Ay! Qué linda eres —Me arroja un beso—. Pero la cosa es que hace semanas le había dicho cómo me sentía, pero que no tenía que corresponderme, evadimos el tema después de eso, pero ayer me ha dicho que se siente igual y estoy en una nube.

—Entonces ¿Ya puedo conocerlo?

—Eso creo —Se sonroja y eso sí que es nuevo—, quiero que lo hagas.

—¡Bien! —digo ahora emocionada—. Cuando quieras, solo di fecha, hora y lugar y sucede.

—Calma —Se ríe—, déjame preguntarle qué día está disponible para ello.

—Incluso podemos hacer una cita doble o algo así, pero primero déjame conocerlo.

—Bien.

—¿Crees que me caerá bien?

—Te encantará.

—Confío en tu palabra ¡Me encantará!

Ambas sonreímos con emoción y luego reímos.

—Me encanta esto de amigas enamoradas —murmuro.

—Creo que a mí también.

***

¡Lo logré! Hice un dibujo de Dawson vestido y sonriendo con una versión de mí, de espalda, que le entrega una rosa y mi dialogo es "te quiero, lo siento", no tiene tantos detalles cómo suelo hacer, pero alcancé a escanearlo en la tableta gráfica, darle color e incluso profundidad, lo que cuenta es la intención y estoy demasiado ansiosa de verlo. Ya le escribí que iría a su casa a verlo y su repuesta fue un "de acuerdo" que me hizo sentir mal porque es muy parecido a las cortas respuestas que le he estado dando.

Sabiendo que posiblemente pasaré la noche afuera, debo asegurarme que los miembros animales de la familia se encuentren bien, por lo que comienzo mi ronda con Perry el Hámster que se encuentra dormitando, lo cambio de mansión y le dejo agua junto a comida. La siguiente es Boo que está debajo de la cama viéndome con esos ojos amarillentos espeluznantes.

—Sal de ahí, tonta. Ven.

Doy golpecitos en el suelo y ella me ve como si yo fuese una estúpida. Le tengo que rogar más de tres veces para que salga de la cama y me deje cargarla.

—Vamos a la sala, ahí te dejaré comida y agua ¿De acuerdo? Iré a ver a Dawson.

—Meow

—Sí, a mi novio.

—Meow.

—No, es mi novio no el tuyo —Le hablo y sisea.

Esta gata a veces me asusta al igual que Leona, porque parecen tener demasiado inteligencia y razonar.

Con esta bola de pelo gris, llego hasta el lado de la cocina que le corresponde y le lleno el cuenco de comida y agua, también lo hago con el de Leona que seguramente está siendo diva y me hará rogarle también.

Soy la esclava de Boo y Leona, mamá no me cree cuando lo digo.

—Leona —La llamo y por supuesto que no viene—. Perra mimada.

Suspirando acaricio a Boo detrás de la oreja.

—Busquemos a Leona, tú eres buena en encontrarla, guíame.

La dejo sobre el suelo y me ve fijamente antes de retozar contra mis pies.

—Boo, busca a Leona o no te daré golosinas.

Me sisea de nuevo y sale de la cocina, la sigo llamando a Leona. Siempre seré la chacha de mis hermanas animales porque grandes minutos de mis días son dedicados a localizarlas y horas a atenderlas.

Boo se pierde de mi vista porque es una gata sigilosa cuando quiere y suspiro, estoy sola en mi búsqueda de la pequeña mimada cuando Boo reaparece maullando, dando vueltas alrededor de mis pies, algo que hace cuando quiere que la siga con rapidez.

—¿Encontraste a Leona y no quiere venir contigo? —Le pregunto y con una de sus patas me toca el pantalón maullando—. Bien, muéstrame el camino.

Tarareando una canción de la quinta estación, la sigo, encontrando que Leona está echada en el cuarto de lavandería, acurrucada entre sabanas sucias, qué raro que se rebaje a ello. Camino hacia ella, ubicándome las manos en la cintura.

—Oye, perra mimada, arriba, ven a comer que voy a salir a ver a tu amado Dawson.

Ella mantiene la cabeza recargada sobre sus patas delanteras.

—Leona, vamos, hablo en serio ¡Arriba! —Hago una pausa—... Por favor.

Leona apenas si hace un movimiento y antes de que pueda resoplar o quejarme, me doy cuenta de que no lo hace para ser molesta. Sus ojos están acuosos y se ve...Diferente.

—¿Leona? —Me acerco y agacho— ¿Todo está bien?

Me ve con parpados caídos y cuando ve mi mano, intenta levantarse, pero es descoordinada, cae y ladea la cabeza sobre sus patas chillando.

—Oh, cariño —digo presa del pánico cuando la acaricio y siento lo alta que está la temperatura de su cuerpo.

De inmediato saco el teléfono de mi bolsillo y llamo al doctor Angelo Wilson, porque este comportamiento en Leona no es normal. Boo maúlla y se mueve alrededor de ella.

El doctor no contesta y lo sigo intentando mientras veo los ojos de Leona comenzar a hacer movimientos oculares rápidos e involuntarios. Pongo el teléfono en altavoz en tanto muevo a Leona con cuidado, que chilla, y la dejo sobre mi regazo tratando de calmarla con palabras suaves y caricias. Estoy asustada.

Llamo veinte veces al doctor, recientemente son las 9:00 pm, aunque la clínica esté cerrada, localizarlo no debería ser difícil.

¿En dónde coño está este maldito?

Estoy asustada y estarlo me hace ser malhablada con expresiones en español.

Cuando no me responde la llamada número veintidós, llamó a la clínica sabiendo que se encuentra cerrada porque es viernes y al parecer los viernes y fines de semana no hay emergencias. Angelo siempre le ha dicho a mi mamá que ante cualquier emergencia de sus pacientes lo llame, pero ahora no sé en dónde rayos está. En la clínica tal cómo lo esperaba no me responden.

Lo próximo es llamar a mamá que se encuentra en Suiza en algún congreso de súper doctores reconocidos del que debería regresar mañana ¿O era hoy? No me contesta las primeras tres llamadas y para la cuarta, ya estoy derramando lágrimas por el miedo.

—Mérida te dije que no estaría disponible...

—Mamá, esto es importante, Leona...

—Hablaremos cuando esté en casa.

Cuelga. Me deja con absoluto silencio y el terror de no saber qué hacer.

Quiero gritar de frustración, pero no quiero causarle más malestar a Leona.

Respirando hondo me digo que debo aclararme y pensar bien, eso me permite marcar sin dudar el número de Dawson, sé que él no me fallará.

Y no me equivoco, porque atiende en la primera llamada y en poco segundos incluso cuando yo he sido una imbécil esquivándolo.

—Mérida del Valle, pensé que ya estarías de camino...

—Algo ocurre con Leona —Mi voz suena rara, afectada, llorosa.

—¿Qué sucede?

—No la encontraba y cuando lo hice, ella estaba rara, echada y apagada.

—De acuerdo, sé que estás asustada, cielo, pero necesito que te serenes para que me digas los síntomas con mayor precisión, respira hondo y háblame.

Asiento cómo si pudiera verme y de alguna manera sus palabras consiguen centrarme porque ahora me doy cuenta de que no estoy sola en esta situación aterradora. Normalmente sé cómo reaccionar, pero Leona es mi familia, lo ha sido por años y nunca la vi en tal estado.

Incluso aunque amé al Señor Enrique y estaba histérica el día que murió, este nivel de angustia es algo totalmente nuevo.

—La encontraste de qué forma, dame la descripción más cercana —suena sereno y eso me infunde calma.

—La encontré echada, su cabeza recargada sobre sus patas delanteras, pensé que era mimada, pero entonces la toqué y su temperatura es muy alta —trago escuchando a Leona quejarse—. Intentó levantarse, pero era descoordinada y al final cayó, puso la cabeza ladeada...

Un sonido muy parecido a un sollozo se me escapa.

—Lo estás haciendo bien, cielo, dime más ¿Qué más observaste?

—Sus ojos...Se mueven rápido y de forma involuntaria, se está quejando. Llamé al doctor Wilson y no responde, mamá me colgó. La clínica no contesta ¿Qué hago? ¿Esto es malo?

—Haremos lo siguiente, enviaré un taxi porque estás muy alterada para conducir, vendrás a la clínica. Conseguiré que Susana o uno de los otros dos doctores vengan. Sostén a Leona con cuidado y en caso de que comience a convulsionar...

—¿Convulsionar? —pregunto con horror derramando más lágrimas.

—Es una posibilidad, debemos darnos prisa. Hay que hacerle evaluación física y exámenes, pero Leona podría estar o haber tenido un infarto cerebral.

—No —lloro.

—Necesito que te concentres y me escuches, Mérida, es crucial ayudar a Leona, te daré las siguientes indicaciones.

Asiento antes de susurrar un sí, haciendo mi mejor esfuerzo por retener lo que indica y posterior haciéndolo. Intento llamar de nuevo a mamá, pero ella no responde y me siento sola en tanto hago mi mejor esfuerzo en ayudar y salvar a Leona.

***

Me sorbo la nariz, sentada en las bancas del área de emergencia en donde se encuentra Leona. Dawson consiguió que Susana viniera a abrir la clínica, no logró contactar al doctor Wilson, tampoco a la doctora Lissa, pero Robinson dijo que vendría al salir de sus horas de trabajo en otra clínica, sin embargo, Dawson conversó con él sobre los exámenes que le haría a Leona y los medicamentos a suministrarle. Un par de ayudantes han venido junto a un pasante.

Le he dejado muchos mensajes y llamadas perdidas a mamá, no me ha respondido o los ha visto. Al llegar a la clínica, apenas quince minutos después, Leona tuvo una convulsión por lo que pudo haberse repetido otro infarto cerebral, desde entonces he estado llorando y sintiéndome sola porque Dawson se encuentra dedicado a Leona, el doctor Robinson, de guardia en la otra clínica, todavía no llega.

Van a ser las once y media de la noche cuando Dawson me permite entrar a ver a Leona que se encuentra recibiendo fluidos y medicamentos de manera intravenosa. La perrita presumida y mimada se ve tan indefensa que me genera angustia, sus ojos apenas están medio abiertos y se ve tan cansada.

—Lo siento mucho, Leona, debí estar pendiente de ti.

—No hagas eso, Mérida, sé que te esfuerzas mucho en cuidar de ella —dice Dawson con suavidad.

—¿Qué tan malo es?

—No es bueno —dice tras unos segundos de silencio—. Necesitamos hacerle una tomografía computarizada en cuanto llegue el doctor Robinson, pero su resonancia magnética no se ve bien.

»Leona durante las últimas seis o siete horas ha experimentado dos infartos cerebrales bastante agresivos. No tiene en este momento movilidad en sus patas.

—¿Está sintiendo dolor?

—Ahora tiene calmantes.

Es una respuesta que me dice que antes estuvo sufriendo. Veo a la perrita con la que peleo y de la que siempre me quejo, pero que amo locamente porque es mi familia junto a Perry y a Boo.

—Tienes que salir de esta, Leona, no puedes hacerme esto —Le ruego—, por favor.

»Tienes que ayudarla, Dawson, por favor ayúdala —Le digo antes de comenzar a llorar.

Él acorta la distancia y me abraza, diciendo palabras que me consuelan, pero no me calman o eliminan el miedo, me queda claro que esta será una noche muy incierta, pero ruego porque Leona lo logre y pronto estemos en casa.

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