Capítulo Nueve: Te presento a... Pancho
Capítulo nueve: Te presento a... Pancho.
Mérida.
El que sea una cita falsa no quiere decir que no quiera verme bien, pero hay un obstáculo: mi obstinada cabeza diciéndome que nada se me ve bien, pero cuando le envío foto a Sarah de cada cosa que me pruebo ella asegura que me veo increíble con todas, no estoy tan convencida.
Así que hago algo bastante normal: grito y me arrojo a la cama con Perry el Hámster sobre mi pecho, si así me encuentro por una cita falsa, no quiero ni pensar cómo me pondré mañana que vea a Kellan.
—Muy bien, esto es ridículo, Mérida, simplemente consigue algo y ya —Me digo dejando a Perry de nuevo en su mini mansión e yendo por la segunda ronda de vestuario.
Consigo en veinte minutos estar lista con un blue jean mega ajustado que tuvo un montón de meneo para que me subiera por los muslos, pero que resalta la única bendición en mi cuerpo: el culo, porque para la repartición de tetas llegué demasiado tarde; lo combino con una camisa azul rey de cuello alto que se ajusta. Asiento hacia mi reflejo aunque por un momento me planteo que me veo demasiado pálida con el contraste de colores ¿Por qué no heredé el color acanelado de bronceado perfecto de mi madre? En serio mi donador de esperma tuvo que ser súper blanco.
Mi parte favorita es maquillarme y esta vez no solo me hago el delineado gatuno, también me delineo abajo haciendo que el simple marrón de mi pupila se vea cómo algo menos común, aplico un montón de rímel que luego me costará quitarme, pero que me da pestañas maravillosas, le doy un toque ligero a mis cejas y luego tomo uno de mis labiales rojos más suaves que hace que mis labios se vean carmín de un tono casi natural. En cuanto al cabello, lo bueno de tenerlo corto y lacio es que pocas veces me peino, de hecho por eso me lo corté hace meses y vivo recortándome solita el flequillo que siempre crece, ejemplo ahora que gracias al cielo no lo arruino mientras me paso la tijera.
Una vez estoy lista me muestro el pulgar.
—Quién diría que eres la misma muchacha que estaba en pijama, con broches en el cabello y unas ojeras debajo del maquillaje ni siquiera se ve el barrito que te salió por la regla —Me felicito.
Completo el look con unos botines trenzadas negros en los pies y un toque de perfume. Poso contra el espejo, pongo la boca en posición de beso y me tomo una foto que envío a Sarah.
Sarah-Sarita-Sarah: Grrrr sexy
Sarah-Sarita-Sarah: exijo que la postees en tu ig
Mérida: Jamás! Qué vergüenza
Sarah-Sarita-Sarah: entonces a storie
Sarah-Sarita-Sarah: tus animales son lindos de ver pero también te queremos ver a ti
Suspirando abro la aplicación y voy a la sección de historias, selecciono la imagen, pero tengo unos duros momentos observando cada detalle de ella y encontrando diez elementos por los que según yo no debería subirla, pero cuento hasta cinco y la publico, un minuto después la quiero eliminar porque me vuelve loca que trecientas personas siguiéndome vean en una foto cosas que yo noté que no se ven bien o que juzguen mi aspecto.
No siempre fui así, aparte de porque antes de no existían estas aplicaciones más que el Facebook y sus semejantes donde un familiar – no tenía – te etiquetaba en una foto fea, era una niña feliz jugando y sintiéndose bonita con cualquier ropa limpia (que ahora sé eran caras y de marca) que vistiera, pero entonces llegó la pubertad y la terrible primera probada de la hipocresía, chismes y rumores malintencionados. Todo se remonta a cuando al llegar a clases el 86% de mis compañeras de clases habían desarrollado tetas y a todos les parecía súper gracioso llamarme tabla de culito respingón porque resulta que el culo y los muslos si me crecieron, llegué tarde al desarrollo corporal y cuando mis limones se transformaban en posibles jugosas naranjas, la cosecha se paralizó y se quedó estancado en un punto medio de limones a punto de ser más; el culo que sí me creció me hizo cargar con el apodo terrible de "culito de pato" y resulta que mi culo era y es genial, pero los adolescentes son una mierda.
Dándome una palmada orgullosa en el culito respingón de pato que algunos quisieran, asiento cómo si me diera ánimos antes de guardar el teléfono en mi pequeño bolso, revisar que el Señor Enrique se encuentre bien y salir de mi habitación cerrando la puerta detrás de mí. Mientras espero por Dawson sentada en el sofá, soy juzgada visualmente por Leona que se encuentra echada sobre sus cuatro patas.
—¿Sabes por qué me veo así de bien, Leona? —Le sonrío— Porque tendré una cita con tu adorado doctor Harris.
No especifico que es falsa, pero ella medio gruñe mostrándome sus dientes antes de levantarse en guardia y ladrarme, luego con esa cola pretenciosa alzada se va llena de indignación.
Reprimo un bostezo mientras veo al techo y lucho contra las ganas de entrar a mi Instagram y borrar la foto. No sé cuántos minutos exactos pasan, pero me levanto con nerviosismo cuando el timbre de la casa suena de manera insistente, no pensé que Dawson fuese una de esas molestas personas que te atormenta presionando el timbre una y otra vez.
—Esto es una cita falsa, no tienes que estar nerviosa, es práctica. Guárdate la emoción y todo lo emocionante para Kellan —Me aliento antes de respirar hondo.
Planto una sonrisa en mi rostro y abro la puerta para no encontrar a Dawson.
Mi sonrisa se borra.
Frente a mí se encuentra un muchacho alto y con un cuerpo atlético de ensueño que se nota con la camisa ajustada que está usando, cabello negro alborotado, sonrisa coqueta de costado en unos labios carnosos tentadores y ojos marrones que me ven llenos de picardía. Un sueño de hombre, pero ya caí en el truco tiempo atrás, no de nuevo.
Odio que mi ex se vea así de bien e incluso mejor después de nuestra ruptura – lo que no creía posible –, que durante unos segundos de hecho mis ojos deambulan y mi cerebro hace un excelente trabajo para recordarme cómo se sentía ser enjaulada por esos brazos mientras empujaba dentro de mí. He superado a este tipo, pero eso no impide que deseche de mis recuerdos el buen sexo que compartíamos o que durante segundos no haga luto por lo que pudimos haber sido si todo hubiese sido tan fantasioso cómo el principio y no una relación que se tornó abusiva emocionalmente y en donde mi lugar al parecer era el de una maldita sombra.
Mi estabilidad mental y emocional vale muchísimo más que un buen polvo que podría conseguir en un futuro novio o aventura, eso quedó demostrado cuando tras nuestra ruptura final y después de mi despecho, estuve con alguien más que me demostró que no estaba condenada a tener mal sexo en mi futuro por no estar con Francisco.
—¿Qué haces aquí, Francisco? —siseo cerrando la puerta detrás de mí porque no necesito que Boo se escape, no hay tiempo para perseguirla.
—¿Así es cómo me saludas, princesita? —Se inclina y me besa la mejilla de una manera insinuante en la que no me da tiempo de retroceder— ¿En dónde está tu mote cariñoso?
—Bueno ¿Quieres que te llame Pancho? —pregunto y aprieta los labios porque odia la forma en la que su familia lo llama.
—Te vi en Instagram y me pregunté a dónde tan guapa, déjame que te lleve a cenar.
—Wow, suenas espeluznante diciendo que me viste y viniste. No, no quiero cenar contigo y retrocede, invades mi espacio.
—Antes lo amabas.
—Antes de que me enterará de que eres un imbécil que se cree mejor que todos y que le gustaba hacerme sentir mal.
—Mérida te he dicho mil veces que lo siento.
—Y ya te dije que ya está, que está bien, pero que debes alejarte y dejarme tranquila, no vamos a volver.
Por la virgencita, en mi mente Francisco tenía en claro esto, hace más de un mes que no hacía una escena cómo esa, solo se dedicaba a llamarme a altas horas de la noche o presionar y presionar con mensajes.
—Dijiste que era el amor de tu vida, princesita.
—Me equivoqué, quise decir que eras el peor error amoroso de mi vida. Shu, shu, retrocede.
—No me trates cómo a un perro.
—Por supuesto que no, un perro es mucho más leal —Lo corto y se lleva una mano al pecho fingiendo dolor.
—Eso me dolió, me lo merezco, pero ¡Vamos! ¿No me extrañas? Nadie te hará sentir como yo.
—Eso espero porque no quiero que me vuelvan a hacer sentir así.
Eso lo toma por sorpresa, creo que espera encontrar todavía a la esponjosa Mérida y que no comprende cómo me convertí en una víbora arrojándole veneno. Lo que más me molesta es que creo que no me toma en serio, que cree que me hago la difícil o estoy en una fase de largos meses.
—Voy a una cita, así que vete.
—¿Una cita? No serías capaz de hacerme esa mierda.
—Pero qué bolas tienes —Le golpeo el pecho—. Seguramente te has follado a todo lo que camina, que me da igual, y vienes con esta idiotez de machito estúpido.
»Vete, adentro está mi mamá —Absoluta mentira— y sabes que es muy capaz de arrojarte agua caliente...Otra vez.
En serio, cuando rompimos de manera definitiva y esa vez en realidad mamá vio que me afectó muchísimo y me quebré hablándole sobre cómo mi relación se había convertido en una abusiva emocionalmente y las cosas que me decía, cuando Francisco apareció cantando con una radio y tres amigos idiotas, ella le echó agua caliente. Hasta el día de hoy no sé si realmente quería quemarlo o solo o hizo para asustarlo, por fortuna no lo alcanzó, no se ve bien que la doctora Sousa haga esas cosas.
—Mérida, por favor, ya han sido suficientes meses y ninguna es cómo tú...
—¿Sucede algo, Mérida? —dice lo que he aprendido a identificar cómo la voz de Dawson.
Francisco voltea y yo aprovecho para salir de su jaula y enfrentarme a Dawson. Se ve bien, se ve más que bien con un pantalón negro algo ajustado en sus larguísimas piernas, camisa blanca básica cuello en u y chaqueta de imitación de cuero – dudo que use cuero real – marrón, botas rudas y trae apenas un perceptible rastro de barba, cosa que no creí posible en su rostro que siempre se ve súper suave y liso.
Puede que Francisco sea musculoso y parezca un tipo de portada de libro erótico, pero descubro que Dawson es más alto cuando avanza hacia nosotros con el ceño fruncido. Me da vergüenza que nos encontrara en esta situación porque no sé cómo se ve esto para él.
—¿Y este flacucho es tu cita? —Se ríe Francisco—. Lo siento, hombre, pero a mi mujer le gustan los músculos, sobre todo para agarrarse.
—No soy tu mujer —Esta vez le doy un puñetazo en el brazo que me duele más a mí que a él—. Lárgate, Francisco.
—¿De verdad, Mérida? ¿Me cambias por este?
Sin intimidarse, Dawson avanza hasta estar frente a él y ver hacia abajo. Vale, que él es más delgado que todos los súper músculos de mi ex, pero no es un flacucho, de hecho me parece que se ve bastante atlético y es totalmente hermoso con su rostro todo aristocrático de ojos de diferentes colores. Creo que nota que estoy enmudecida viéndolo porque relaja los hombros y me da una pequeña sonrisa.
—¿Estás lista para irnos? —Me pregunta extendiendo una mano y la tomo.
No soy una chica de manos, pero me gustan sus dedos delgados que se encuentran fríos por el clima. Estoy segura de que esto no era parte del plan de cita falsa, pero queriendo salir de esta situación con Francisco, tomo mi salvavidas.
—Mérida...
—Por favor vete, Francisco.
No se mueve.
—Vete, Pancho.
—¡Maldita sea! No me llames así.
Me encojo de hombros y decido avanzar hacia el bonito auto de Dawson porque sé que Francisco no se arriesgará a confirmar que mi mamá está en casa y porque con honestidad, creo que lo que tiene es el ego herido, sino hubiese visto mi foto en Instagram, no me habría venido a ver.
Cuando Dawson y yo estamos en el auto, ya con el cinturón de seguridad puesto, me quedo viendo cómo Pancho parece cabreado, pero tengo razón cuando digo que no se quedará a confirmar si mamá le lanzará agua caliente porque comienza a alejarse, supongo que su auto está en algún otro lugar.
Qué pesado, tal vez Sarah tiene razón y habrá que cortarle hasta la raíz a mi antigua relación.
—Así qué... ¿Pancho es un nombre? Suena gracioso —dice Dawson y cuando volteo a verlo tiene una pequeña sonrisa.
—Suena más gracioso cómo lo dices —Me acomodo en el asiento—. Pancho es la manera en la que le dicen a algunas personas que se llaman Francisco y lamento todo eso, para que conste no creo que seas flacucho.
»Quiero decir, me gusta tu complexión y desde mi punto de vista estás bueno, además, ¿Viste tu cara? ¡Ufs! Hermoso —Ojalá pudiese callarme— y eres altísimo y no es que yo sea fan de los músculos, no es que Kellan me guste porque sea musculoso, soy a todo terreno... Por favor, cállame.
—Así que no estoy flacucho —dice con diversión.
—No, estás perfecto —cierro los ojos apenas lo digo y lo escucho reír por lo bajo.
—Gracias, siempre he sabido que soy el Harris atractivo, tanto así que mi hermano me copió la cara.
—¿Ah?
—Es un chiste que suelo hacer con mi hermano —Me aclara o eso intenta—. Así qué ¿Qué es en tu vida Pancho?
Me causa gracia cómo dice el mote que tanto odia mi ex, así que no lo corrijo mientras le digo un poco renuente que es mi exnovio desde hace mucho tiempo y cómo apareció en modo ego herido porque sospechaba que tendría una cita.
—Habló en español también.
—Es colombiano, nos deberían advertir desde niñas a no salir con venezolanos ni colombianos, demasiada labia peligrosa y muy bastardos. Bueno, no todos, pero significan peligro.
Todo lo que hace es mantener la sonrisa y verme cuando se detiene en el semáforo que está en luz roja.
—¿Sabes? No hicimos un inicio correcto de cita falsa. Tendría que haberte dicho que te ves hermosa, que contaba las horas para verte y que me encanta que estés aquí —Me sonríe.
Wow... Él es muy bueno en esto y me mira con diversión esperando algún tipo de respuesta. No tengo ninguna idea de cómo coquetear, mis aventuras siempre han llegado solas, pero me comprometo con la causa porque él está siendo amable al darme algo de experiencia.
—Gracias, tú te ves bastante bien y me gusta que esto finalmente esté sucediendo...
Espero haber sonado convincente, pero no demasiado porque no quiero que piense que es verdad aunque en parte es verdad, pero no somos un romance ni nada así, esto es un experimento de aprendizaje.
—Bienvenida a nuestra primera cita...Falsa —agrega con un guiño antes de que la luz del semáforo cambie.
***
La comida está buenísima y casi me siento mal pensando en que espero que Kellan me lleve a comer algo que supere esto. También estoy un poquito nerviosa porque Dawson es un experto en esto del juego de las citas. Sabe cómo hacerte sentir especial con su atención, hace los cambios de sonrisas perfectos para que te quedes esperando cuál será la siguiente, sus ojos son dos colores atrapantes que te dejan prendada sin darse cuenta y la manera en la que a veces mueve los dedos te hace sudar, luchando contra los malos pensamientos.
Me digo que no es una cita real, que no tengo que estar nerviosa o afectada por su juego, pero es difícil cuando toda su atención está en mí y es tan convincente en todo lo que dice: desde que confiesa que su mirada está atraída al trío de lunares en el lado izquierdo de mi cuello hasta la manera en la que sus labios se cierran alrededor del tenedor cuando engulle un bocado de comida, siento que es un juego de seducción muy por encima de mi nivel de rueditas.
Antes, por alguna razón, cuando nos conocimos y cuando ha atendido a mi familia animal, he conseguido hablar hasta por los codos – cosa que no hago con chicos guapos – y aunque me llegué a sentir nerviosa, no creo que manejáramos tanta tensión, no sé si se trata del hecho de que lo llamamos cita en voz alta o quizá estoy ovulando y mi calendario no me avisó.
Para mi fortuna soy capaz de responder sus preguntas casuales e incluso de seguir la dinámica coqueta de alguna manera cuando me lanza alguna frase matadora y la sonrisita junto al brillo en sus ojos me dice que no lo hago mal. Así que sobrevivo al plato principal, pero no sé si lo haga con el postre cuando lame de esa manera la pequeña cucharilla.
Ni siquiera me doy cuenta de que aprieto las piernas hasta que siento un cosquilleo entre ellas y me arrepiento.
—¿Está bueno? —pregunto, viendo cómo se lame los labios.
—¿Quieres probar?
Quiero, pero tengo miedo de hacer tal movimiento, sin embargo, mi mirada tiene que delatarme porque se inclina hacia adelante con una pequeña porción en la cucharilla y voy por ella, cerrando mis labios alrededor mientras lo veo a los ojos.
¿Normalmente las citas falsas se sienten tan peligrosas?
Vuelvo a mi asiento y me aclaro la garganta tomando de mi propio postre, agradezco que no me pida porque estoy fuera de mí.
Mientras comemos e intercambiamos una conversación "tranquila" intento descifrar a Dawson Harris. No me parece un bastardo mentiroso, pero sí muy seductor, tiene juego y sabe cómo desplegarlo. Quizá es uno de esos hombres que tiene conquistas y eso tendría sentido, sin embargo, también me envía vibras de alguien romántico por la manera en la que es atento y los gestos de dulzura que me ha dejado ver, parece estar en ambos extremos.
Sea cuál sea el caso, puede que me sienta nerviosa y desconcertada porque nada me preparó para conocer a Dawson en modo cita, pero me siento cómoda. No tengo ganas de correr, no me cohíbo hablando y de hecho la paso bien, casi me arrepiento de haberme perdido la oportunidad de tener citas en el pasado.
Para cuando la cita termina y con una mano en mi espalda baja me guía hacia su auto, luego de que pagara la cena, me siento feliz de haber tenido la cita falsa con él, siento que me prepara bien para mi cita verdadera con Kellan y la pasé tan bien, me hizo sentir con ganas de repetir la cena una y otra vez.
Al llegar a mi casa, veo que el auto de mamá aún no se encuentra, y él baja conmigo. En silencio caminamos hasta la puerta y luego nos vemos, me da otra de sus sonrisas, esta vez la pequeña que se inclina más hacia un lado con los ojos entrecerrados, entonces, avanza hacia mí hasta que puedo sentir la calidez de su cuerpo.
—Este es el momento en el que al final de la cita decides si quieres o no quieres ser besada, Mérida. Se tratará de las señales que envíes. Quizá sea el meterte un mechón de cabello detrás de la oreja —Lo hace por mí y los vellos se me erizan—. Una sutil mirada a los ojos cómo lo haces ahora...Morderte el labio inferior o lamerlo y esa tensión en los hombros que pregunta ¿Me besará o no?
—No sé si beso en la primera cita —susurro—. Recuerda que esta es mi primera.
—Correcto —Me acaricia un pómulo con el pulgar y luego retrocede con una amplia sonrisa—. Y fin de nuestra cita falsa.
—¡Ufs! —Dejo ir una profunda respiración—. Eso fue...Me gustó.
—A mí también, creo que fue increíble y que te irá muy bien con el tal Kellan, eres una cita genial.
—Tú fuiste el increíble, si me cobrarás te pagaría un montón.
Su respuesta es reír. En un gesto bastante casual y no planeado, me dejo caer sentada en uno de los escalones que preceden a la puerta y me gusta que él también lo hace con tranquilidad, estirando sus largas piernas frente a él en tanto yo me saco los zapatos.
—Así que ahora que no estamos en la cita, puedo hacerte preguntas que quería hacer sin parecer muy invasivo en nuestro juego —dice y cuando volteo lo encuentro con la barbilla apoyada en una mano y el codo sobre su rodilla—. Dijiste que estudias animación digital, pero que en tu tiempo libre te gusta dibujar cosas que te apasionan.
—Ajá —digo eso de manera distraída mientras lo veo lamerse los labios y ahora estoy distraída por cómo se frota de manera distraída las yemas de los dedos, de la mano libre, en círculos debajo del labio inferior.
—¿Qué te apasiona dibujar, Mérida?
—Sexo —respondo en automático.
—¿Sexo? —Deja de hacer los círculos.
—Ajá muy +21.
—¿Sexo +21? —pregunta en un murmuro y viéndome con las cejas enarcadas.
Y entonces reacciono.
¡Mierda! ¿Qué? ¿Dije eso en voz alta?
La expresión desconcertada de su rostro me hace saber que sí, lo he dicho en voz alta y de inmediato la sangre se acumula en mi rostro.
Pero ¿Qué he hecho?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro