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Capítulo cuarenta y uno: Que aquí llegó la caballota, la perra...




Capítulo cuarenta y uno: Que aquí llegó la caballota, la perra, la diva, la potra.

Mérida.


Debí cortar la etiqueta del vestido, sabía que debía hacerlo y ahora me está ocasionando molestias en la raja del culo.

También me arrepiento del vestido, es hermoso, sexy y elegante, pero mis humildes tetas limones medianos pasmados a camino a ser naranja me odian porque nos duelen los pezones ante el frío y aunque soy partidaria de que los pezones son simplemente eso y que se pueden marcar a su antojo e incluso ver, me incómoda cuando algunas miradas caen en ellos de manera lasciva.

Pero este hermoso vestido plateado de tirantes finos, con escote bajo hasta el final de mi espalada y que termina por encima de mis rodillas, no lo escogí, lo hizo mamá y me enamoré de el en cuanto lo vi, pese a que me puso algo ansiosa el hecho de que se me viera algo que no debía, pero lo que no intuí es que su belleza no valía mi comodidad.

Bebo de mi copa con un licor francés que no recuerdo y asiento hacia lo que el muchacho veinteañero me está diciendo. Es el hijo de un neurocirujano si mal no recuerdo la presentación, es educado, simpático y muy inteligente, me atrevería a decir que un poco dulce y me habla al rostro, no a mis pezones. Nuestros padres nos presentaron y aunque inicialmente me dio curiosidad porque no era cómo los imbéciles que conocí en otro evento y que hoy se encuentran aquí, no hay chispas y tampoco quiero que las haya.

Desplazo la mirada por nuestro enorme jardín cubierto por carpas y una decoración elegante, deteniéndome en la cumpleañera: Miranda Sousa. Estamos celebrando una ostentosa fiesta del cumpleaños de mi mamá. Ella se ve hermosa con un vestido negro ajustado que resalta cada una de sus curvas incluso parece una treintañera, tengo que admitir que deseo envejecer así.

Si bien es cierto que me siento mejor conmigo misma aun me queda por sanar y mejorar, estoy ordenando mi vida y ya no siento que el mundo se me viene encima o la necesidad de solo encerrarme en mi habitación a llorar, hay días en los que siento un nudo en el pecho, pero he aprendido a trabajar en ello y poco a poco conocer a mi cuerpo cuando batallo con lo que mi terapeuta ha llamado ansiedad. Me gusta el lugar en el que me encuentro actualmente conmigo misma: he vuelto a dibujar, hice otro tutorial en YouTube maquillando a Sarah, he logrado trotar cuatro kilómetros sin morirme aunque luego sienta que las piernas me tiemblan, salgo con mis tres amigos y voy al día con mis clases tratando de olvidar que perdí una materia por inasistencia.

En tres meses siento que he dado pasos importantes y que me ha servido para conocerme mejor y reconciliarme con heridas internas que ignoraba. El tema de mi relación con mamá...Es difícil.

Siento que lo que más me ha dolido de nuestra relación ha sido la decepción y el abandono.

Me acostumbré a que mi mamá, quizá sin conocer el daño que hacía, me hiciera sentir insegura sobre cosas que a mí me gustaban, sobre mi forma de ser, sobre mis virtudes y mis defectos hasta el punto de retraerme y tener miedo a mostrarle al mundo quién era por no querer ser juzgada o burlada. No creo que ella lo hiciera adrede, sé que ser mamá no estaba en sus planes, pero con padres religiosos y las complicaciones de algún aborto clandestino hace veinte años, me tuvo y a su manera ha sido una madre, el problema es que siento que no lo intentó.

Me ha dado comodidades económicas, pero también mucha soledad. Me he llegado hace sentir en un punto en el que somos compañeras de piso o soy su empleada para cuidar de sus mascotas. Me ha dicho que me ama un sinfín de veces, también me ha abrazado y limpiado algunas lágrimas, pero todo esto lo ha hecho cuando ha estado... Y la verdad es que ha estado muy poco, tan poco que generalmente le lloré a la almohada, celebré con los animales y me abracé a mí misma.

Hay ausencias que duelen, que marcan y no se olvidan. He caído en cuenta que siempre estuve sola.

Y siento que ese hilo corto que nos mantenía unidas se terminó de romper cuando al morir Leona, prefirió no confiar en mis palabras y tratar de lastimar a alguien a quien amo, cuando en lugar de escucharme y entenderme me alejó del amor, de mi mejor amigo, mi compañía.

Yo no hubiese tomado la decisión de terminar con Dawson sino hubiera sabido que su amenaza era genuina. Ella era capaz y eso es lo que más me dolió.

La mirada de mamá se alza y conecta con la mía, ella levanta su copa y sonríe, pero no le devuelvo el gesto y la suya se tambalea.

Pienso en que me gustaría que Dawson estuviese aquí, que lo extraño y que ahora que todo se ha calmado y todos saben que es inocente, tal vez...

—No busques excusas —susurro—. Solo hazlo.

Extraño a mi mejor amigo, tanto, pero tanto.

—¿Alguna vez te has enamorado? —Le pregunto a Steve, el veinteañero, y parpadea continuamente.

—Eh...Sí.

—Entonces, si un pariente te amenaza de hacerle algo muy malo a tu amada sino te alejas ¿Qué harías?

—Si está siendo muy convincente, alejo a mi amada, no dudaría, simplemente la protegería.

—Pero y si el tiempo pasa, y la aprobación pública del internet respalda que no ha hecho la cosa con la que lo amenazaban ¿No deberías ir, conversar y contarle todo?

Parpadea hacia mí y yo asiento dándome la razón.

—Aparte, tu pariente es muy respetado ¡Pero tu amada es hermana de un presentador de televisión amado! ¡Nojoda! ¡Qué achantada soy! —Despotrico lo último de una manera muy venezolana—. ¿Cómo olvidé que tenía a Holden?

Tal vez fue mi dolor, la angustia, mi ansiedad y la tristeza a la que me aferraba la que no me permitió ver otras salidas. Tal vez fue la intimidación de mi mamá, la manera en la que me orilló en uno de mis momentos más vulnerables y de debilidad mental. Fui manipulada y envuelta a hacer algo que podría haber tenido otra salida, es cierto que yo acepté, pero también es cierto que en ese momento estaba muy afectada, fuera de rumbo y pérdida. Además de ello, Holden pudo ayudarlo, pero todo pudo haber sido más mediático y afectar más a la imagen de Dawson.

Me dejé envolver. Mamá hizo conmigo lo que tantas veces criticó y odié que me hiciera Francisco.

Pero ya no más.

Tengo que hablar con Dawson, explicarle e incluso si el tiempo ha pasado y me pudo haber olvidado o no querer nada romántico conmigo, es mi mejor amigo y se merece honestidad.

Bebo lo que resta de mi copa y le doy un beso sonoro en la mejilla a Steve.

—Gracias, gracias.

—Pero no he hecho nada.

—Hiciste mucho, tenme esto por favor —Le entrego la copa vacía y camino dentro de la casa escuchando que hay risas masculinas y burlas.

—Oh, mira, ahí está ella —dice alguien—, la sucia Mérida.

Me detengo y giro, viendo por encima de las escaleras a los tontos imbéciles que en otra fiesta intentaron intimidarme agarrándome el culo e invitándome a una fiesta en dónde yo fuese follada por todos. No digo que todos los hijos o muchachos de la sociedad sean así, pero ¡Vaya! Estos imbéciles destacan.

—Te ves bien desnuda, Mérida y parece que follando también —dice uno de los cuatro antes de alzar una hoja.

No, no una hoja.

Un papel bristol.

Es un dibujo, mi dibujo, el que tanto Dawson me pidió que hiciéramos de nosotros. No alcanzo a verlo a esta distancia, pero sé que estoy sobre él a horcajadas, con la cabeza inclinada hacia atrás mientras su boca me envuelve un pezón y el otro pecho está libre, en el dibujo sus manos me aprietan la carne del trasero y apenas se alcanza a ver la base de su miembro porque lo demás está dentro de mí.

Era un dibujo hermoso y apasionado y ahora...

Salgo de mi estupefacción con sus risitas y avanzo hacia las escaleras, viendo cuando otro de ellos alza un dibujo de mí, el único que me he atrevido a hacer de mi cuerpo, en donde solo llevo unas braguitas pequeñas y mis tetas están libres, en donde sonrío y era un regalo para Dawson.

El corazón se me acelera, me siento expuesta, vulnerable y aterrada.

—Eres muy sexi, Mérida, tetas pequeñas muy bonitas con unos pezones impresionantes. Y eres muy, muy sucia —dice el primero soltando la hoja que gira en el aire antes de aterrizar en el suelo—. ¿Talento o perversión?

»Mira lo que tenemos aquí —El tercero de ellos empuja con el pie mis dos cajas de dibujos.

—¿Qué hacían en mi habitación? —pregunto con voz temblorosa.

—Ya que no quieres jugar con nosotros, buscamos algo tuyo para divertirnos y nos hemos sorprendido.

—¿Nos preguntarás que queremos a cambio de guardar tu sucio secreto? —pregunta el cuarto.

—Queremos follarte cómo en todos tus dibujos, será divertido.

Chantaje. Otro puto y maldito chantaje.

El corazón se me acelera y siento nauseas, pero algo en mí se libera y me saco los zapatos de tacón, gritando cuando se los arrojo y Dios bendiga mi puntería porque a uno le da en la frente y a otro en el hombro.

—¡Estoy harta! Harta de todos, hijos de puta ¡Es mi vida! ¡Es mi arte! —grito.

—Tú te lo pierdes —dice el primero asintiendo hacia los demás y entonces toman las cajas y las vacían, haciendo que los dibujos vuelen.

Yo grito y ellos ríen en tanto cientos de dibujos especiales y significativos para mí se despliegan en el suelo. Escucho pasos en tanto me agacho intentando agarrarlos, lágrimas de furia me descienden por el rostro.

Hay jadeos, susurros y luego la voz de mamá diciendo mi nombre mientras gateo intentando recopilar mis dibujos.

—Mérida del Valle ¿Qué es esto? ¡Levántate!

Cierro los ojos con fuerza y pienso en todos estos años, en mis dibujos, en mi cansancio, en mi rabia, en todo.

—¡Es mi arte! Son mis dibujos, es todo. Soy esto ¡Esto es mío! —grito, limpiándome con furia las lágrimas y levantándome.

»Eso es mío, todo esto es mío —Veo a las personas que se han acercado—. ¡Sí! Yo los hice porque se me da increíble dibujarlo y me encanta ¡Lo disfruto! Y estoy orgullosa de ellos...

—Esto es perversión, Mérida.

—¡Jesús! Qué talento —dice una mujer que alcanza a tomar uno del suelo—. Los trazos, la sensualidad sin llegar a mostrar nada comprometedor.

—Otros sí muestran, pero gracias —No puedo evitar decir.

—No te pago la universidad para esto...

—Ni siquiera sabes para qué pagas la universidad, mamá, no sabes nada de mí y yo no sé nada de ti.

Respiro hondo y veo a todos incluido a los imbéciles que se divierten viendo todo en la cima de las escaleras.

—Soy Mérida del Valle Sousa, estudio animación digital y amo hacer dibujos +21, pero no todos son explícitos, intento evocar y mostrar la sensualidad, pasión, romance y ternura. Dibujo romance heterosexual, homosexual, bisexual y en otras formas. ¡Hago unos pezones increíbles! Y qué bien dibujo las pollas, pero soy más que eso, con mis dibujos cuento historias, momentos, son novelas solo que aún no sé hacer diálogos.

»Algunos de mis dibujos son muy, pero muy explícitos y otros solo insinuaciones, algunos ni siquiera se enfocan en ello y lo hago tan bien ¡Virgencita! Lo hago increíble —Rio limpiándome las lágrimas—. Lo he estado haciendo por al menos dos años y en un principio no era tan buena, pero he mejorado y he aprendido y no quería mostrarlo al mundo así ¡Ni siquiera sé si lo quería mostrar!

»Pero esos tipos cobardes que ven en las escaleras me han estado acosando para participar en sexo colectivo luego de que me intentaran tocar el culo e hicieran comentarios sexuales sobre mí. Cómo me he negado a ser follada en todos mis orificios por unos asqueroso machos, han optado por entrar en mi habitación, tomar algo que es mío, chantajearme y exponerme cuando me he negado a que me den por el coño, el culo y la boca, cuando me he negado a ser un vertedero de semen.

—Mérida... —Jadea mamá.

—¿Se supone que debo sentirme culpable de mi arte mientras unos degenerados se burlan y nadie los señala? Soy esto, mamá y me hace feliz. No soy una pervertida o desviada por esto, soy una artista.

Se hace un extenso silencio y luego hay un siseo típico de Boo antes de que uno de los tipos en las escaleras grite y volteo para encontrar a Boo encajando las garras en el primer tipo, el más degenerado, mientras le sisea poseída. El tipo grita y uno de sus amigos intenta quitársela, mamá le grita a Boo que pare, pero Boo está en otra onda, en otro viaje espiritual y entonces sucede: ese vil bastardo la patea escaleras abajo y Boo chilla.

—¡Boo! —gritamos mamá y yo.

Llego primero a ella, acunándola mientras chilla y se queja.

—Qué valiente al defenderme de los matones, pero que estúpida, Boo —Sonrío entre lágrimas—. Te llevaré con el mejor veterinario.

—Mérida... ¿A dónde crees que vas? —pregunta  mamá cuando camino hacia la salida.

Me detengo, veo mis dibujos en el suelo y luego a ella, simplemente me encojo de hombros.

—Iré a que el mejor veterinario del mundo atienda a la única familia que ha estado conmigo durante los últimos tres meses.


Mérida es una reina y una artista, mi bebita hermosa.

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