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Capítulo Cinco: Rata de dos patas

Capítulo cinco: Rata de dos patas.

Dawson.


Tengo unos breves segundos de duda en donde me planteo si debí preguntarme si Mérida al conocer en persona a Martin sería agresiva o se desmayaría, pero su reacción consiste en tener los puños apretado a los lados y mantener una postura de guerrera que tal vez copió en algún comic.

Ahora ¿Sobre Martin? Martin está increíblemente pálido y sudor comienza a cubrirle la frente mientras mira a Mérida entre el miedo y el asombro e incluso noto que durante breves segundos sus ojos están a la altura de las tetas de la chica y eso me enoja porque está minimizando todo el asunto del acoso que ha estado llevando a cabo.

Él abre y cierra la boca y cuando parece que va a tocarla, ella retrocede lo que ocasiona que su espalda colisione con mi torso y no sé si le doy una red de seguridad o qué está pasando por su cabeza, pero ella no se mueve y se mantiene apoyada en mí, movimiento que Martin no se pierde.

Y aunque somos dos desconocidos en busca de una venganza, para mi examigo esto se ve cómo un apoyo de amantes.

—No vas a tocarme —le gruñe a Martin y no debería pensar que suena adorable cuando claramente quiere sonar feroz.

Escúchala rugir, Martin. Roarrrr.

—Eres hermosísima —dice Martin embelesado.

Creo que no ha caído en cuenta de que su situación es jodida y precaria y que está haciendo que todo se ponga más turbulento porque casi pareciese que no nos toma en serio y que somos una burla para él.

Suelo ser más paciente, mucho más de lo que lo es Drake, tengo una actitud amable bastante amplia muy parecida a la de mi hermano mayor Holden, pero en este momento la tentación de caerle a puñetazos hasta hacerlo sangrar y llorar, es bastante grande.

—En fotos eras bastante linda, pero súper sexy en persona —De nuevo intenta tocarla y esta vez le agarro la mano y aprovecho de torcerle los dedos por maldito traicionero.

Ese aguijonazo de dolor parece traerlo de vuelto a su horrible realidad en dónde la chica a la que engañó y acosó se encuentra junto al amigo al que le robó fotos para mandar su maldito pene.

Se sacude de mi agarre y lo dejo ir, pero siento esta ira contenida que me hace querer saltarle encima. Es muy definitivo que nuestra cuestionable amistad está terminada. Basta de tratar de convencerme de que valora la amistad que desinteresadamente le di y que puede cambiar. Lo desconozco, ya ni siquiera sé de lo que podría ser capaz con todo este asunto de ligar en aplicaciones.

—¿Qué haces con ella? —Tiene el descaro de gruñirme—. ¿Es en serio, Dawson? ¿Vas y lo haces de nuevo?

La incredulidad no me deja procesar que acaba de decirme eso y le doy un toquecito al hombro de Mérida, apartándola a un lado para que esté detrás de mí cuando avanzo hacia esta mierdecilla que llamaba amigo.

—¿Lo hago de nuevo? —Me rio—. No sé si es que tienes huevos muy grandes para decir eso o pocas neuronas.

—Huevos grandes no tiene —acota Mérida y aunque eso no es importante, su aporte hace que las mejillas de Martin se sonrojen.

—Te gustó, sabes que te gustó, MDV.

Un torbellino de cabello corto y negro pasa delante de mí, alza la mano y le da una bofetada tan fuerte que resuena por el lugar y unas pocas personas voltean a vernos. Es tan fuerte que de inmediato sus dedos se marcan en la mejilla de Martin y hay relieve de hinchazón junto a finas marcas rojizas que parecen rasguños.

Mierda, nunca vi una bofetada cómo esa y puedo verla temblar de rabia, indignación o tal vez tristeza. Sea lo que sea, no quiero que se vuelva loca y esto termine en demandas, por lo que le paso una mano por la cintura y de nuevo pego su espalda a mi torso para contenerla e intentar calmar los temblores de su cuerpo.

—¡No me gustó ni un poco! Tú, sucia rata de alcantarilla. Paquita tenía razón cuando te llamó rata inmunda, animal rastrero...

Me desconecto porque no sé nada de español, pero la entonación me hace saber que nos encontramos en medio de un despliegue impecable de palabras prohibidas que luego querré aprender.

—¿Cómo lo conoces? —pregunta Martin con la mano en la mejilla.

—Gracias a ti iniciamos nuestro romance —Le sonrío al ser quien le responde—. Resulta que coincidimos en una piscina y ella me habló pensando que era el famoso Martin002 ¿Te suena la historia? Me acusó de tener una horrible polla y...

De verdad estaba apostando por una historia súper romántica, pero ella me corta y lo convierte en una narración no apta para todo público.

—Y él me aseguró que la suya no lucía así, por lo que le exigí que me lo demostrará y en el baño de las instalaciones se bajó el pantalón, no traía bóxer...

Siempre traigo bóxer, pero escucho anonadado el relato falso.

—¿Y qué más iba a pasar cuando vi su gloriosa polla mil veces mejor que la polla acosadora que llegaba a mi teléfono? Se la chupé y disfruté de ello, me encantó cómo me rozaba la garganta y me atragantaba, cuando acabó me lo tragué todo.

Pero... ¿Qué? Estoy aturdido y seducido por el encuentro sexual falso y Martin está rojo por el cabreo, lo que quiere decir que el relato funcionó, pero wow, simplemente wow.

—Así inició nuestro romance, es bastante nuevo, pero tan increíble que tengo que darte las gracias. La polla equivocada me llevó a la correcta, la de mi precioso Dawson, mi periquito.

»Eres un cretino, todo lo que quería era hacer un amigo y te lo dije desde el principio, convertiste algo agradable en una cosa sucia y desagradable.

—¡Me dijiste que querías llevarlo a otro nivel!

—De vernos en persona, no de recibir fotos sexuales ¿Cuándo te pedí alguna foto? ¡Nunca!

—Me disculpé contigo.

—Sí y te creí, para luego seguir recibiendo fotos asquerosas no deseadas y cuando te bloqueaba invadías mi privacidad apareciendo de nuevo con lo que sea que hacías con mi teléfono —Su voz tiembla y presiono mi mano contra su abdomen—. No te haces una idea de lo asustada que estaba, me estabas acosando y luego creí que él —Me toca el brazo que la sostiene— me había encontrado para hacerme daño porque usaste su cara, sus fotos, eres un enfermo. Un maldito enfermo.

Siempre supe la gravedad de este asunto, pero escucharla escupir sus miedos, el terror que debió experimentar y que todo ello lo asociaba a mi imagen, me revuelve el estómago. En teoría tengo suerte de que Mérida tuviera una reacción asustadiza, pero no alarmista pese a que estaba en su derecho de hacerlo, porque Martin me pintó un perfil pervertido, acosador, peligroso. ¿Con cuántas más lo ha hecho?

Notando que su cuerpo ya no tiembla, la libero y de nuevo la hago hacia atrás mientras avanzo hacia Martin.

—Te consideraba un amigo, la primera vez te lo perdoné e incluso dejé que la estúpida promesa se metiera en mi cabeza. Me prometiste no hacerlo de nuevo y ahora resulta que lo hiciste peor ¿Te das cuenta en los muchos problemas en los que pudiste meterme?

Pude haber sido denunciado por acoso sexual o incluso haber protagonizado alguna campaña sobre no acercarse a mí o evitarme, pudo costarme mi trabajo y mucho más, también afectaba a Drake, porque compartimos rostro y esto simplemente pudo habernos metido en muchísimos aprietos terribles.

—¿Qué demonios está mal contigo? —Lucho fuertemente por no alzar la voz— ¿Desde cuándo te volviste un acosador? ¿Desde cuándo seguiste haciendo toda esta mierda?

No me responde, solo aprieta los labios.

—Será mejor que borres toda esa mierda de perfiles que tengas con mi imagen y me encargaré de que lo hagas porque contactaré con los abogados de mi hermano.

Palidece, porque Holden es una figura pública, exactamente un presentador famoso del programa internacional InfoNews y su equipo de abogados es el mejor, Martin sabe que las cosas se pondrán serias.

—Dawson eso no es necesario, puedo borrarlo sin necesidad...

—¡Ja! ¿Crees que voy a creerte? Tus palabras no valen nada, está claro que tienes un placer perverso por mentir y me cansé de esa mierda. Me encargaré de que cada perfil esté borrado y de que aprendas una lección sobre esto porque no está bien, no es un juego.

»Vamos, mi amor —Tomo la mano de Mérida—. No tenemos que perder más tiempo con este sujeto, me haré cargo de que no lo vuelva a hacer.

—Ni siquiera se ha disculpado —Se queja Mérida.

Y tiene razón, por lo cual hago una pausa, pero Martin solo ve nuestras manos entrelazadas con rabia lo que hace entender que claramente no ha entendido ni una mierda de esto y que no lo tomará en serio hasta que los abogados toquen su puerta y lo hagan cagarse en los pantalones.

—No esperes por algo que no vale la pena —Le digo a Mérida, dándole un apretón en la mano y haciéndola caminar para que nos alejemos, dejando a Martin de pie con una mejilla inflamada cómo si le hubiesen sacado una muela y sin darnos unas míseras disculpas.

—¿A dónde vamos?

—No tengo idea, pero lejos de él —respondo.

***

Terminamos en una cafetería del campus, frente a frente, en silencio con un par de cafés que no están muy buenos, por eso es la cafetería menos concurrida, pero era la más cercana y está bien que no nos encontremos con nadie porque creo que estamos asimilando todo lo que pasó.

Mi teléfono vibra y lo saco para dar un rápido vistazo y ver que se trata de una llamada de mi buena amiga Ophelia, y no estoy siendo irónico, de verdad es mi amiga, sin folladas, sin besos, somos amigos desde que empezamos la universidad. Sin embargo, no contesto porque ahora no me apetece hablar, ya le devolveré la llamada luego.

—¿Qué significa "periquito"? —No suena ni de cerca a su pronunciación perfecta, pero eso la tiene sonriendo pese a que sus ojos se ven tristes.

—Es un pájaro, perico en versión pequeña.

—Ah ¿Y por qué de todos los apodos falsos me diste ese?

—Fue el primero que se me ocurrió —Sus mejillas se sonrojan y sonrío—. No lo pensé demasiado, es que estaba muy nerviosa y tú no dejabas de decirme mi amor...

—¿Y eso te puso nerviosa?

—Por supuesto que no.

Lo que significa que claro que sí. Me llevo la taza de café a la boca para que no vea que estoy luchando con la risa.

—Martin es un imbécil, pero tal vez yo me expuse demasiado al entrar en la aplicación...

—Oye, detente —La interrumpo—. La aplicación a la que entraste no es para ligar y siempre dejaste en claro que buscabas una amistad, tal como lo acabas de decir él es un maldito imbécil y tiene la culpa de todo esto que nos pasó.

»Me lo hizo una vez en la que también me enteré y ahora me molesta imaginar cuántas veces debe de haberlo hecho, ir por aplicaciones usando mis fotos, engañando a chicas o acosándolas. Me enferma, eso puede perjudicar mi trabajo y la carrera profesional que quiero establecer.

—Lo siento y lamento...Todo lo que te grité y cómo te traté, solo estaba sorprendida y asustada.

—Lo que es comprensible, de hecho creo que fuiste más civilizada de lo que sería cualquier persona en tu situación.

Ya no me parece una loca, porque ahora lo entiendo todo.

—Tienes unos buenos golpes, ese puñetazo que me diste aquella vez y la manera en la que dejaste la mejilla de Martin es muy impresionante —Juego con la taza en mis manos.

—No suelo ser así, de hecho me cuesta...Ehm...Relacionarme, por eso estaba en la aplicación —Evade mi mirada mientras habla—, pero aquella vez estaba en crisis, asustada y hoy estaba muy enojada, demasiado molesta.

—¿Qué fue eso que le dijiste en español?

Frunce el ceño cómo si buscara en sus recuerdos y las mejillas se le sonrojan de nuevo mientras se encoge en el asiento.

—Es una canción muy famosa de habla hispana. La canta una mujer llamada Paquita La Del Barrio.

—Nombre interesante.

—Y básicamente desacredita a la población masculina, dice: rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho, infrahumano, espectro del infierno... Y así sigue en toda la canción, tiene insultos muy creativos.

»Puedes buscarla en YouTube y escucharla completa e incluso ponerle subtítulos, se llama rata de dos patas.

—¿Cómo se escribe eso?

—Espera, te lo enviaré por mensaje.

Sacando el teléfono sé que me envía el nombre e interprete porque mi teléfono vibra. Luego deja sus manos sobre la mesa y se atreve a darme un vistazo por debajo de sus pestañas.

Martin tenía razón en algo, ella es muy bonita, pero también tiene un aspecto infinitamente sexy con el delineado, labios carnosos y cabello corto oscuro, no sé si lo sepa porque estoy descifrando una personalidad bastante tímida y algo torpe, pero tal vez eso sea parte de su encanto, que no es que me interese saberlo porque en este momento paso de relaciones y estoy más enfrascado en desahogos de una noche.

—Voy a necesitar que me hagas llegar capturas de pantalla de tus conversaciones con Martin, al menos unas pocas, sobre todo en las que tendía al acoso sexual.

—¿De verdad contratarás abogados?

—Los tomaré prestado de mi hermano mayor.

—¿Y por qué tu hermano mayor tiene abogados?

Casi respondo en automático que es porque se trata de Holden Harris, pero me detengo a tiempo. Soy desconfiado sobre ir por la vida hablando de nuestro parentesco, no porque me avergüence porque más bien ese hombre es mi orgullo, pero sí porque las personas a veces son falsas, interesadas y también por mi privacidad.

Holden nunca nos ha expuesto a los medios más allá de que seamos fotografiados juntos cuando nos encontramos en público o una ocasional felicitación en redes sociales, él ha tratado de ser lo más privado en cuanto a sus hermanos menores y lo agradezco porque de esa manera llevamos una vida tan normal cómo se puede.

—Él tiene un trabajo bastante importante —Me limito a decir.

—Bueno, te haré llegar las capturas incluso si es vergonzoso que vean la forma en la que hablaba pensando que seríamos amigos —Baja la vista a su taza de café—. No puedo creer que haya pasado todo esto.

—Al menos fuimos capaces de enterarnos de esta mentira —Trato de ser positivo, pero por dentro aun quiero irme a los puños con Martin.

—Lamento que perdieras a un amigo, como alguien que buscaba a uno, le hago luto a tu perdida.

Esta vez resoplo por aguantar la risa y su mirada vuelve a enlazarse con la mía.

—Gracias por tu luto, pero supongo que debía pasar, ya me lo había hecho antes y quise darle otra oportunidad, pero ya vemos cómo terminó. Es mejor dejarlo afuera, no necesito personas así en mi vida y tengo otros amigos.

—Eso es bueno.

Se hace un incómodo silencio que ninguno de los dos sabe cómo romper. Aclarándome la garganta me gano su atención otra vez.

—Así que sobre el corte de Leona...

Eso la hace reír y me relajo porque la incomodidad disminuye un poco.

—Mamá lo odió, estaba tan enojada que gritaba en español y ella solo hace eso cuando el enfado la sobrepasa. También me castigó, pero ¡Vamos! Ya estoy grande y además está fuera de casa para ver que cumplo con el castigo.

—¿Cuántos años tienes? —pregunto con curiosidad.

—Dieciocho ¿Y tú?

—Veinte.

—Oh, te ves más joven, cómo de mi edad.

—No es que dieciocho hagan mucha diferencia sobre mis veinte —Me rio—. ¿Tienes mucho tiempo en Londres?

—Desde los trece años, pero siempre conservaré mi acento.

—No lo decía por eso, de hecho tu acento es lindo —Le sonrío—. Solo tenía curiosidad, pocas veces conozco a alguien con otra cultura y nunca conocí a alguien de tu país.

No menciono que mi familia ni siquiera sabía en dónde quedaba.

Otro silencio se instaura y muevo mi pierna debajo de la mesa, lo que hace que choque con la suya, pero ambos fingimos que no pasó.

—¿Por qué Martin usa tu foto siendo que podría conseguirme contigo en el campus?

—Supongo que contaba con el hecho de que ya terminé mis créditos y vengo muy pocas veces por asuntos administrativos —Me encojo de hombros—. Apuntaba a la suerte y de hecho fue muy mala suerte para él que justo coincidiéramos ese día y una vez más en el consultorio.

—Me trae alivio saber que no recibiré más fotos indeseadas.

Asiento y recuerdo algo que me hace sonreír y enarcar una ceja hacia ella, agradecido de que siga viéndome al rostro.

—¿Qué fue todo ese relato sucio de la mamada en el baño de la piscina? —pregunto.

Es impresionante y atrapante la manera en la que el rubor comienza en sus pómulos desplazándose con rapidez por su nariz y mejillas, de ahí desciende por su cuello.

Su relato me recordó a la historia sucia escrita por Alaska Hans, ella estaría orgullosa de haber escuchado la de Mérida.

—Solo...Pasó —balbucea y yo rio.

Veo rápidamente la hora en mi reloj y me doy cuenta de que debo ponerme en marcha al trabajo incluso si no haré nada, lo que es una pena porque esto no estaba resultando desagradable.

Le hago saber que debo irme y cómo ninguno planea terminar el café, pronto nos encontramos saliendo de la cafetería y de pie frente a frente.

—Gracias por haberme ayudado a enfrentar a Martin.

—Gracias a ti, Dawson.

Mi nombre con su acento tiene un sonido atractivo.

Sonrío cuando extiende la mano hacia mí y la tomo sacudiéndola ligeramente en tanto me devuelve la sonrisa.

—Fue todo un placer conocerte, Mérida del Valle. Si alguna vez me necesitas, tienes mi número para contactarme.

—Eh...Lo mismo digo.

Libero su mano y le doy un último vistazo antes de alejarme.

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