Introducción
Dieciocho horas de viaje entre vuelo y escalas eran demasiado. Lo eran para Gerard y lo serían para cualquiera. Quedaban todavía tres horas de vuelo para llegar a Sudáfrica y el central no podía aburrirse más. Había intentado gastar el tiempo con sus pasatiempos habituales; había dormido, jugado al parchís, visto un par de películas y molestado a Cesc mientras dormía, y aun así, todavía veía solo el África profunda si miraba por la ventanilla.
Miró a su alrededor, a sus compañeros, que parecían estar llevando aquella tortura, de alguna forma mejor que él. Fue al ver a Xabi cuando una idea fugaz se pasó por su mente, haciéndolo sonreír de lado. Era un tipo atractivo, eso lo sabía cualquiera. Sonrió. Gerard tuvo que contener un suspiro cuando notó el hormigueo del deseo bajarle por la columna, pensando en lo irónico de la erótica que podía tener, en ese momento de creciente rivalidad, que él como icono culé tuviera en sus manos a un madridista como Xabi, con la ética blanca tan asumida, tan dentro y con la cabeza tan comida. Gerard sonrió, se veía perfectamente capaz de quitarle al vasco todas esas ideas de la cabeza.
¿Qué pasaría si lo hiciera?
Entonces la idea creció en su mente, tenía un mes para jugar, un mes para pasarlo bien. Y un mes era mucho tiempo solo para Xabi.
Gerard se estiró hasta la mochila de Cesc, sacando un bolígrafo y una libreta de la que arrancó una hoja.
El primer nombre que escribió en la lista fue, cómo no, el del centrocampista que había comenzado con aquella idea. El segundo fue el de Cesc, porque, aunque no fuera a admitírselo a nadie, lo adoraba.
Para el resto de nombres, Gerard volvió a levantar la vista, mirando a su alrededor como quien elige a su próxima víctima.
Encontró no muy lejos de él a un Iker Casillas completamente dormido, probablemente soñando con el que proclamaba el amor de su vida. El defensa pensó justo en eso, en cómo de fuerte, cómo de real, era ese amor del que se llenaban la boca. Él no pretendía romper la relación entre Iker y Xavi, ni muchísimo menos, pero consideraba que, si una relación de tantos años podía romperse con su simple presión, no tenía sentido ensalzarla como una historia idílica de película.
Asintió convencido mientras escribía el nombre del Capitán en su lista.
Llevaba un madridista cegado de blanco, su Cesc, y un portero enamorado como un niño.
No iba mal.
Y para seguir así, Gerard pensó que no estaba de más añadir a su juego algo de diversión, de gusto propio. De eso, sin ningún tipo de duda, iban a encargarse "Los Fernandos", como a él le gustaba llamarlos. A cuál mejor persona, a cuál más agradable, y principalmente y lo que más le importaba a Geri; a cuál más guapo.
Escribió primero a Fernando Llorente, y dejando algo de hueco debajo, escribió después el nombre de Fernando Torres.
Añadió también, entre los nombres de ambos Fernandos, el nombre de David Villa, porque sus padres le habían enseñado a ser un niño educado, y por eso mismo consideraba que el Guaje merecía una bienvenida al Barça como era debido.
Seis nombres para un mes.
No le parecía, todavía, un reto lo suficientemente difícil.
Fue por esa necesidad de dificultad por lo que se le ocurrió el siguiente de los nombres; no es que fuera a ser complicado conseguir algo de él, es que era prácticamente imposible.
"Prácticamente" porque había sucedido; una única persona había conseguido que dejara de pensar en estrategias y distribuciones. Gerard pretendía sumarse a esa lista; pretendía forzar el paso en falso, el pase al hueco, hasta que Xavi cediera.
Siete nombres en un mes estaban bien, pero Geri tenía un capricho más. Un capricho con un descarado acento andaluz que lo sacaba de los nervios, un capricho al que pretendía hacer tragarse todos y cada uno de sus chistes.
La lista se cerró con el nombre de Sergio Ramos.
Un once de ocho jugadores; no necesitaba más. Aquel mes, aquel mundial, prometía mucho más que fútbol.
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