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Capítulo 7

—Hey Xavi— saludó Gerard, cuando se sentó a su lado en el comedor. El chico tomaba notas y dibujaba círculos y líneas discontinuas, aspas y trazadas de balón. Se había quedado allí después de cenar, trabajando en las estrategias que quería plantearle al seleccionador de cara al próximo enfrentamiento.

—No tengo tiempo, Geri.

—¿Tiempo? ¿Para qué?

—Tú sabrás, tú eres el que le ha quitado la lista de la convocatoria a Vicente, y va tachando nombres.

—¿Te lo ha dicho Puyi?

Xavi rio un poco sin levantar la vista de sus apuntes —no necesito que Puyi me diga en qué chorradas andas metido, Gerard, nunca has sido nada discreto—.

El número tres guardó silencio durante un momento.

—¿No tendrás la cara de venir a decirme que tienes mi nombre marcado, después de haberte tirado a mi novio?

—Xavi...

—Si nos lo hubieras dicho antes, podríamos haber hecho un trío y así terminabas antes, ¿no?— dijo todavía sin mirarlo.

—Lo siento.

—No eres tú el que tenía ningún tipo de compromiso.

Era complicado dejar a Gerard sin saber qué decir, y aun así Xavi lo conseguía.

—Va Geri, ya sabía que eras un imbécil antes de que pasara esto— dijo el centrocampista tratando de restarle importancia —¿qué necesitas para dejarme con mis cosas?— lo miró por primera vez —¿Que te bese?—.

—Bueno... no exactamente.

—Convenciste a Iker para que se acostara contigo, porque no lo he tocado desde que llegamos— dijo —¿qué te hace pensar que no tengo tiempo para él, pero voy a tenerlo para ti?—.

—¿Me estás retando, Xavi?

—Te has retado tú solo poniendo mi nombre ahí, y lo sabes, Geri, puedes pasar al siguiente porque no vas a sacar nada.

Gerard se levantó despacio, mirándolo —vas a acordarte de esta conversación— lo señaló.

—¿Cuando te metas en mis pantalones?— sonrió volviendo a bajar la mirada a sus apuntes —no creo que vayas a ser capaz de llegar tan lejos, Geri—.

—Ya veremos, Xavi, ya veremos.

×

—¿Has visto al Míster?— preguntó Xavi un par de días después, a nadie en particular, según entraba al vestuario con su cuaderno lleno de papeles bajo el brazo.

—Está reunido con los utilleros— dijo Gerard al verlo —¿tienes algo?—.

—Sí— contestó el centrocampista emocionado —un par de jugadas a balón parado que podrían darnos algo de ventaja en el próximo partido— abrió la libreta y sacó un par de papeles —creo que si nos ponemos ya con ellas podemos sacarlas— dijo, y el brillo ilusionado de sus ojos se convirtió en una expresión de repentino entendimiento —no vayas por ahí, Geri— sonrió mirándolo —no te va a servir de nada hacerme la pelota—.

—No te estoy haciendo la pelota, Xavi— dijo acercándose a él —va, enséñamelo—.

El centrocampista lo miró asintiendo, desdoblando los folios que traía —está bien, voy a enseñártelo, esta tontería va a servirte para aprender de fútbol, Geri, porque es lo único que voy a hacer contigo, enseñarte jugadas—.

A Xavi no le dio tiempo a darle los papeles al central; mientras los ordenaba, Gerard se colocó tras él, apretándose contra su espalda.

—Gerard...— lo reprendió.

—¿Qué?

El centrocampista suspiró y dejó correr el tema, volviendo al fútbol —está bien, mira— señaló el esquema —aquí estaría su defensa— dijo, pasando el dedo sobre una barrera de jugadores representados con círculos —y estos somos nosotros— señala las aspas —entrando en carrera y con Jesús o alguien pequeño recortando su defensa—.

El central sujetó la cintura de Xavi con sus manos, presionándolo contra él.

—¿Crees que deberíamos elegir un grupo concreto para que tenga en cuenta la jugada?— preguntó el centrocampista —¿o se comenta en general y que se salve quien pueda?—.

—¿Cómo eres capaz de concentrarte?— preguntó Gerard frustrado.

Xavi sonrió —¿Tanto te sorprende que haya alguien en el mundo que sea inmune a... tus encantos?— preguntó esforzándose en que el defensa viera las comillas que estaba haciendo con los dedos.

—Muy gracioso— se apartó de él —acabarás cayendo, Pelopo—.

—¿Te has enterado de la jugada?

—Por Dios, Xavi, Iker lleva razón— se quejó —¿no eres capaz de pensar en otra cosa?—.

—Puedo— lo miró divertido —pero no quiero—.

—Ya veremos— contestó el defensa saliendo del vestuario, pensando ya en la que sí sería su próxima jugada.

Xavi esperó a que se fuera para dejarse caer en uno de los bancos, con la espalda apoyada en la taquilla. Se desabrochó la chaqueta para quitársela y se pasó la mano por el pelo, quitándose el sudor.

Parecía que, en realidad, el centrocampista del Barça y la Selección no era tan inmune a Gerard como quería hacerle creer.

×

Xavi terminó de entrenar un rato más tarde que sus compañeros, especialmente enfocado en practicar la precisión de sus centros.

—¿Tienes la misma puntería para todo?— preguntó Gerard sentado en la grada, levantándose cuando el centrocampista pasó frente a él.

—No lo sé, ¿probamos?

El defensa lo miró sorprendido —¿Xavi?—.

El número ocho se rio, lanzándole el balón a la cabeza al central —se ve que sí, que tengo la puntería buenísima para todo—.

Gerard bufó mientras lo sujetaba por la cintura —sabes que no me refería a eso— murmuró en su oído.

—Claro que lo sé, pero si quieres saber eso, tendrás que preguntarle a Iker.

—Iker ya ni se acuerda de la última vez contigo.

—Eso es lo que te dijo para que no te sintieras mal, Geri— sonrió girándose para mirarlo, consiguiendo que sus labios quedaran peligrosamente cerca de los de Gerard —si lo hubieras vivido, sabrías que no soy así de fácil de olvidar— se rio volviendo a girarse para seguir caminando —pero como no es el caso, entiendo que estés un poco... confundido—.

El defensa se sentía tan desconcertado con él que estaba casi enfadado de tanta frustración.

—Por cierto— Xavi volvió a llamar su atención —visto que últimamente te interesa tanto mi... mi fútbol— esbozó una sonrisa divertida —tengo en mente un once titular— se giró completamente hacia el central —¿quieres oírlo?— preguntó, y contestó sin dejarlo responder —Iker en la portería, claro, Ramos, Puyi, tú y Joan en la defensa, en el centro del campo están en la línea más baja, Busi y Xabi, y en la más alta, Andrés, Pedrito y yo, y de punta, Villa— le cogió la cara con las manos y lo acercó a él —¿No es brillante?— sonrió sobre sus labios, sin llegar a tocarlo —te explicaría el porqué de cada una de esas posiciones, pero no tienes tanta paciencia, ¿verdad?— se rio apartándose de él —va Geri, sigue intentándolo—.

El central bufó frustrado, caminando hacia el vestuario y dejando a Xavi en el campo. El centrocampista se tumbó en el césped y sonrió, divertido con su propia jugada. Necesitó unos minutos para que la humedad del césped le templara la piel y le enfriara la mente, un poco más para que la sensación de deseo que le hormigueaba bajo la piel desapareciera por completo.

×

Xavi llamó a la puerta de Cesc con tantas cosas en las manos que tenía miedo de que se le cayeran antes de que el chico pudiera abrirle.

—Necesito que me digas si te ves participando en esta acción— dijo Xavi entrando sin mirar, dejando todas las cosas sobre la cama.

—Se me ocurren muchas acciones en las que me veo participando contigo.

El centrocampista se giró para mirar al defensa —joder, Gerard, estás en todas partes— se quejó.

—Esta es mi habitación.

—Lo sé, pero venía buscando a Cesc, no a ti— bufó —¿sabes dónde está?—.

—Ni la más mínima idea.

—Aquí nadie está donde tiene que estar— se quejó.

—Suelo pensar eso de ti, pero por una vez estás donde tienes que estar— murmuró, rodando las palabras —quién iba a decirme que con lo difícil que eres, ibas a venir a mi habitación por iniciativa propia— sonrió, y Xavi notó la barba del chico rozarle el cuello.

Tuvo que fingir que no se le entrecortaba la respiración, ayudándose de la Tablet que no había dejado sobre la cama y aún llevaba en la mano. La encendió, concentrado en entrar en sus archivos y no en la respiración de Gerard, que le acariciaba la piel con cuidado.

—Mira— dijo el centrocampista con la voz más entera que consiguió —esto es lo que venía a enseñarle a Cesc— pulsó un botón y la animación comenzó en la pantalla, con los dorsales moviéndose sobre una imagen del campo —¿crees que podremos sacarlo?—.

—No sé— se encogió de hombros apartándose de él —no es muy difícil, pero habrá que trabajarlo— dijo, quitándose la camiseta.

Xavi tragó saliva en silencio, tratando de no levantar la vista de la Tablet, pero Gerard se acercó a él de nuevo.

—¿Puedo verlo otra vez?— preguntó el defensa.

El chico asintió sin decir nada, girando la pantalla hacia él y volviendo a darle al play. No sabía dónde mirar; los abdominales de Gerard entraban en el mismo campo de visión que su animación. Animación que a Xavi le parecía de pronto muchísimo menos interesante, comparada con el cuerpo del defensa, musculado y cálido a su lado.

—A Cesc le gustará— asintió, volviendo a apartarse para quitarse los pantalones.

—¿Qué haces, Geri?

—Voy a ducharme— contestó —puedes esperar a Cesc, seguro que no tarda nada—.

El central hablaba como si no supiera lo que estaba haciendo, aunque realmente confiaba en que aquella última opción, a la desesperada, funcionara para poder tachar el nombre de Xavi de la lista.

El centrocampista respiró hondo, miró el cuerpo prácticamente desnudo de Gerard y después sus ojos.

—Tengo cosas que hacer— dijo sin darle importancia —dile que se pase luego a verme— cogió sus cosas con tranquilidad, dándose tiempo para apilarlas y que no se le cayeran en el trayecto a su habitación —disfruta de la ducha, Geri—.

No dio tiempo al central a contestar; todavía no había reaccionado cuando Xavi llegó a su habitación, soltó todas sus cosas en el escritorio y agradeció que Iker no estuviera allí antes de dejarse caer en la cama. Tuvo que volver a colocarse los pantalones, que ahora le ajustaban tanto que dolía, para darse cuenta de que en realidad era él, y no Gerard, quien necesitaba una buena ducha fría.

×

Gerard había desistido. Estaba completamente convencido de que su plan había fracasado; Xavi era imposible. Sabía que iba a ser difícil, lo sabía, justo por eso escribió su nombre. Pero no se hacía a la idea de que no fuera a ser capaz de convencerlo, de... seducirlo.

Tachado o no el nombre de Xavi de la lista, ese día parecía importar algo menos. Habían ganado el partido que les daba el pase a la final, y el vestuario, a reventar de emoción en ese momento, distraía a Gerard de la de tiempo que había perdido detrás de Xavi para no conseguir nada.

La música retumbaba en el altavoz, con Pepe y Sergio bailando al lado, saltando y cantando las canciones de una playlist bien planteada por el andaluz, mientras el madrileño preparaba ya mentalmente el show que iba a presenciar la capital española en cuanto llegaran, con la copa del mundo en alto.

Y es que aún no habían ganado.

Pero ganarían.

Xavi llegó el último al vestuario, con el pecho subiendo y bajando en fuertes embestidas con cada respiración, sudando y lleno hasta arriba del entusiasmo del público, entregado más que nunca.

Su presencia era demoledora, el catalán irradiaba tal cantidad de adrenalina, que fue imposible para la mayoría el no girarse hacia él, mirarlo, mientras él, parado en la entrada del vestuario, escaneaba cada metro de espacio, buscando, con la boca entreabierta.

Fueron un par de compañeros quienes se desplazaron, abriendo el espacio hasta Iker, que tragaba saliva viendo el hambre en los ojos de Xavi.

Para sorpresa de todos, Iker y Gerard incluidos, probablemente también el propio Xavi, el culé del número ocho caminó rápido, con firmeza, con los tacos sonando en el suelo del vestuario. Sujetó con una mano la nuca de Gerard y estrelló los labios contra los suyos, con tanta rabia y tanta adrenalina que le dieron igual los pares de ojos que se posaron sobre ellos. El central lo cogió por la cintura, levantándolo y dejando que le abrazara la cintura con las piernas sin dejar de besarlo.

Tras el shock inicial, el vestuario volvió a la normalidad de la victoria, a la música, los vítores y la celebración.

Todos menos el portero del número uno.

Iker, no sabía si estaba más dolido o avergonzado, aun así sin poder decir nada porque él mismo se había visto en esa situación; con todo el equipo sabiendo qué había pasado con Gerard, qué había pasado con Xavi. Se acercó a Sergio, a su Sergio, que siempre estaba pendiente de lo que necesitaba, y una vez más, supo qué hacer; tiró de él hasta al pasillo y lo besó con cuidado.

—Xavi— llamó Gerard mientras el chico le mordía el labio —Iker— dijo, y no necesitó nada más para que el centrocampista lo entendiera.

—¿A él también le preguntaste por mí?

El central sonrió con esa respuesta, acercándolo más a él mientras se sentaba en uno de los bancos de madera, colocando a Xavi sobre él

—Sabía que no ibas a aguantar.

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