Capítulo 4
Gerard vio a Carles Puyol salir al campo de entrenamiento, y no necesitó mucho tiempo para darse cuenta de que se dirigía hacia él.
—Buenos días, Puyi.
—Xabi, Cesc e Iker— dijo Carles nada más llegar, sin molestarse si quiera en saludar —¿me dejo a alguno?—.
—Joder— se quejó Geri —¿qué quieres?—.
—¿Qué estás haciendo, Gerard? ¿Te aburres? ¿O necesitas acostarte con todo el equipo para consolidar el juego en el campo?
—Muy gracioso, Puyi.
—¿Vas a seguir? ¿O con tres ya tienes suficiente?
Gerard lo miró algo molesto; hablar con Carles podía ser realmente bueno, o el peor de los dolores, y en aquel caso, nadie en su sano juicio hubiera contemplado la primera opción.
—Son nueve— dijo el del número tres aparentemente sin darle importancia.
—¿Cómo?
—Que llevo tres, pero son nueve.
Puyol se rio con sorprendida ironía —¿Y qué haces? ¿los anotas?—.
—Bueno... algo así.
—¿Qué?— lo miró —mira Geri, cada día te comportas más raro—.
—Tengo una lista— dijo, sacando el papel doblado de su bolsillo y tendiéndoselo al otro defensa, que lo cogió con desconfianza.
Carles desdobló el papel mirando a Gerard, antes de posar su vista sobre las letras desordenadas de la lista, que tenía ya los primeros tres nombres tachados.
—Me estarás vacilando— dijo Puyol sin levantar el tono —¿Te has vuelto loco?— lo miró —Eres peor que los críos, Gerard— bufó —¿no crees que ya vas teniendo una edad como para andarte con estas tonterías?—.
—A ver, Puyi...
—No, no intentes convencerme— lo miró a los ojos —has hecho una lista, una puta lista, Gerard, para tener una puta excusa para acostarte con tus compañeros, solo porque te aburres—.
—No he visto a nadie quejarse de momento.
—¿Ah no?— contestó —pues fíjate que yo sí— dijo —a Xabi desesperado; creo que en cuanto te fuiste y se le pasó el calentón se pasó horas en la ducha, Geri, para quitarse de la piel tus colores—.
—Te recuerdo que también son los tuyos.
—Pero no los suyos, coño.
—Y ese es su problema.
—¿También es problema de Cesc lo confundido que lo has dejado? ¡No sabe ni cómo mirarte a la cara, Gerard!
El defensa del número tres bajó la vista.
—Ese es tu problema, ¿no? Que estás tan enamorado de Cesc que no sabes cómo gestionarlo.
—¿Qué?— Geri no esperaba ese argumento.
Puyol se rio irónico —creo que eres el único que no se ha dado cuenta de eso— suspira —no entiendes, que tú también puedes querer, que tienes derecho a que te quieran Gerard, que no vas a estar toda tu vida haciendo estas gilipolleces—.
—¿Y qué quieres que haga?
—Pierde el miedo, joder.
Piqué bufó —no me comas la cabeza, Puyi—.
—¿Igual que has hecho tú con Iker?
—Puyi...
—Está destrozado, se siente culpable, por Dios, Gerard, ¡ha engañado a Xavi contigo!
—No lo querría tanto.
—¿Cómo? Venga ya, Geri, lo manipulaste, no tengo ningún tipo de duda.
—Claro, yo soy el malo— bufó —no es la primera vez que le pasa lo mismo a Iker, ¿no? ¿o Sergio también lo manipuló y le puso una pistola en la cabeza?— miró al otro hombre —no tenemos la culpa, Puyi, de que vaya buscando por ahí lo que no le da el amor de su vida—.
—Eres un cerdo, Geri, ¿no te lo han dicho nunca?
—Estoy acostumbrado— dijo con una fina sonrisa en sus labios, doblando de nuevo el papel que contenía su lista de conquistas y guardándolo en su bolsillo.
—No tienes remedio— dijo Carles, negando con la cabeza y alejándose de él, que por un momento pudo respirar tranquilo.
Lo que Gerard no sabía, era que su tranquilidad no iba a durar realmente mucho.
—Hey Geri— Fernando Llorente saludó al acercarse a él.
—Hola Floris— suspiró mirándolo, mientras se preguntaba, con cierta frustración, cómo alguien podía ser tan insultantemente guapo.
—¿Va todo bien?— preguntó el chico —Carles... no parecía muy contento—.
—Carles no suele estar muy contento— dijo sonriendo, arrancando también una sonrisa de los labios del chico.
Ambos se mantuvieron un momento en silencio, mirándose a los ojos con una sonrisilla.
—¿Querías algo, Fernando?— preguntó sin retirar la vista de él, empezando a pensar cómo iba a seguir el juego.
—Bueno...— suspiró —podemos decir que sí— dijo dando un paso hacia él —he oído tu conversación con Puyol—.
Gerard se tensó un poco mientras barajaba las opciones posibles, y solo fue capaz de llegar a la conclusión de que el chico no se estaba apartando de él.
—¿Sí?— preguntó tanteando el terreno, rodando la voz.
—Sí— respondió—y...—.
—Va, Floris, suéltate— murmuró, poniendo la mano en su bíceps y apretando un poco.
—Quería preguntarte una cosa.
—Dispara.
Fernando lo miró a los ojos y sonrió un poco —¿Estoy en tu lista?—.
Gerard dejó escapar una risa profunda que le salió del pecho.
—¿Por qué?— preguntó —¿te gustaría?— murmuró en su oído.
El de Pamplona colocó las manos en la cintura del defensa, acercándolo a él —puede ser—.
El culé sonrió, Puyol no iba a poder decirle nada de aquello, no cuando ya le habían dado el trabajo hecho.
Dejó un beso en la comisura de sus labios y susurró en su oído —Te espero en el vestuario, ¿vale?—.
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