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Parte única

El día comenzaba de manera inusual, tal vez más que de costumbre. Frank se vio envuelto en una extraña bruma en las primeras horas de la mañana, o quizás un poco más tarde, con los débiles rayos de sol luchando por asomarse entre las altas montañas distantes de Ormond.

Miró a su alrededor y luego al frente, intentando descifrar el sitio en el que se encuentra. Al principio todo era una oscuridad abrumadora. A medida que la niebla finalmente se disipaba, parpadeando cada poco rato para acostumbrar los ojos, aún luchaba por comprender lo que estaba sucediendo. El sitio era vasto, lúgubre y envuelto de una densa neblina. Los arbolillos y las estatuas captaron su atención por un momento, por lo que se acercó con cautela, explorando esta nueva zona desconocida.

Después de girar a la derecha, se encontró frente a un par de escaleras imponentes que conducían a lo que parecía ser un templo, al menos, eso pensó Frank en esos momentos. Arriba, en la cima, había un par de taquillas, un generador y estructuras de madera que resultaban ser diferentes a todo lo que había visto alguna vez en Canadá.

Mientras se preparaba para continuar explorando, escuchó un crujido seguido de murmullos bajos que provenían de dos voces diferentes. Eran supervivientes.

Frank aprieta el cuchillo en su mano, deseoso de empezar la cacería. Antes de poder lanzarse sobre sus próximas víctimas es detenido por su propio instinto, el que le hace girar hacia una roca pequeña y un palé que, si no fuera por la correa flotando tranquilamente en el aire, Frank pensaría que se está volviendo paranoico.

—¿Qué mierda haces aquí? —lo acusa en voz baja.

Hubo un silencio de dos segundos antes que una inquietante máscara larga asomara entre las estructuras. Frank resopló con impaciencia, y poco después, el hombre emergió por completo, sosteniendo una cámara entre las manos.

—Vaya, me atrapaste. Vale —aceptó Ghostface, guardando la cámara bajo su túnica. Se acercó a paso resuelto, como si viviera despreocupado por la vida —. Me dio para un par de buenas fotos, claro, para mi galería privada. ¿Notaste la cara que tenías cuando inspeccionabas las estatuas? Eres tan lindo cuando lo haces.

—¡¿Qué cara estás hablando, pedazo de enfermo?! —exclamó Frank exasperado —, ¡si llevo una máscara puesta!

Ghostface hizo un gesto como si le restara importancia y pasó junto a Legión para observar el lugar en el que estaban.

—Da igual —gruñó finalmente, volteando de vez en cuando hacia el lugar de donde provenían los murmullos iniciales —. ¿Qué carajos haces aquí? El Ente te castigará si interfieres en otra cacería. ¿Cómo llegaste?

Danny volteó el cuerpo e hizo una pose dramática de inmediato —. ¿Estoy escuchando preocupación en tu voz?

—Vete a la mierda, yo no estoy preocupado.

—Soy todo oídos, no me mientas.

—Ya responde la maldita pregunta: ¿Cómo llegaste a... —Frank señaló el entorno como si no supiera bien cómo debería describirlo —, a este sitio? —repitió.

—¿No sabes? —preguntó Ghostface. Frank lo miró con una expresión que claramente decía: «Si supiera no estaría preguntando, ¿no crees?» . Fue entonces cuando se dio cuenta de que realmente no tenía información y que su paciencia estaba empezando a agotarse. Ghostface continuó con un tono sarcástico —. Ah, mierda, parece que el frío de Ormond te congeló bien a fondo esas neuronas. ¿Necesitas que te lo explique con dibujos o debería organizarte una cita?

—Danny... —murmuró.

—De acuerdo, de acuerdo. Qué amargo —se rindió finalmente, tirándole otro vistazo a los alrededores —. Es que esto es muy confuso: de repente estoy leyendo el periódico de Florida, que es mi propio titular, por cierto, y...

—El puto sitio, por favor.

—Ah, sí, claro. Estamos en la residencia Yama... Yamanoka... o algo así, francamente estos nombres extraños no son lo mío —se encogió de hombros, observando en la dirección donde antes Frank había escuchado a los supervivientes —. No me lo vas a creer, pero te juro que creí haber visto a Meg y el otro llorón hace un rato, junto a Jonah, caminando en dirección de un generador.

Frank hizo una mueca bajo la máscara, inclinando ligeramente el cuello hacia atrás y sacudiendo la cabeza.

—¿Qué? Ponte lentes, es imposible que hayas visto a tres supervivientes.

—¿Igual no te parece extraño que este lugar sea tan inmenso? Quiero decir, más de lo que ya es por sí mismo.

—No lo sé. Eres tú el que se las pasa rompiendo las bolas en todos los reinos —respondió Frank amargamente, reajustando el puño bajo el cuchillo de caza. Danny esbozó una sonrisa tras su máscara y observó con ojos divertidos la reacción corporal del líder de la Legión.

—También vi varios generadores —insistió el asesino, llevándose una mano bajo el mentón. Las correas se retorcieron en el aire y bailaron junto a su dueño, como si trataran de alguna forma transmitirle la retorcida impaciencia del Ente.

—No, ¿de verdad? —replicó Morrison de manera sarcástica, golpeando su frente enmascarada con el mango del cuchillo como si hubiera escuchado algo increíblemente estúpido —. ¿Sabes qué? Déjame hacer mi maldito trabajo de una vez; no tengo tiempo para aguantarte.

Antes de que la Legión pudiera dar tres pasos para alejarse, varios estruendosos —y a la vez bastante familiares para ambos bandos— sonidos resonaron en la enorme residencia. Frank cerró los ojos lentamente en un intento de mantener la calma y se giró hacia Ghostface con frustración.

Tres malditos generadores habían sido reparados casi al mismo tiempo.

—Voy a matarte.

—Wow, tranquilo. No pasó mucho tiempo, ¿o si? —Danny alzó las manos y retrocedió un paso como medida preventiva, deteniendo cualquier intento de homicidio en su contra —. Te juro que habían tres supervivientes en un solo generador, es imposible que hayan reparado tantos. E incluso si vi mal y eran solo dos, tampoco sería posible.

Frank soltó un resoplido, cruzó los brazos y movió la pierna derecha con impaciencia. Inconscientemente se mordisqueó el labio inferior mientras reflexionaba.

¿Qué demonios estaba pasando?

Amanecer tan temprano, de vez en cuando, no resultaba ser novedoso en el reino del Ente. Pero le jode no tener una idea clara de los retorcidos y sádicos que terminaban siendo los planes de la entidad. Lo odiaba. Odiaba estar parado en un terreno desconocido sin tener ninguna visión general del entorno. Apenas comprendía las estructuras, la ubicación de algunos palé y el «santuario» que se encontraba poco más adelante. El tiempo avanzaba, y ni siquiera estaba seguro de si esta era su cacería o la de alguien más.

No, se dice, yo aparecí en este lugar. El Ente me trajo.

Con ese pensamiento en mente, Frank giró el rostro en dirección al otro asesino. Danny había optado por sentarse sobre una de las numerosas rocas de la residencia, apoyando el codo sobre la pierna mientras sostenía su rostro con aburrimiento. Las correas a sus costados continuaron retorciéndose.

Pero al parecer a Ghostface también lo había traído el Ente. Y eso, eso todavía era lo que no comprendía.

En algún momento, Danny saltó de la roca y se estiró perezosamente, sacando el cuchillo táctico que ocultaba bajo la túnica.

―Bueno, estoy aburrido. Mmh ―mencionó, tirando de sus hombros hacia atrás en busca de algún crujido, comenzando a sentirse entumecido por la falta de actividad física. Luego de estirarse, se limpió el polvo de la tela y empezó a caminar en una dirección indeterminada.

Frank lo siguió de cerca con la mirada.

―¿Qué demonios vas a hacer? ―preguntó.

Danny se encogió de hombros.

―¿Cazar? ―dijo ―. Sea quien sea el que tenga trabajo aquí, ya pasó demasiado tiempo y... ―otro estruendo sonó a la lejanía, apenas perceptible. Enderezó los hombros ―. ¿Ese fue el cuarto? Bueno, no voy a quedarme aquí sentado. Tengo una reputación que mantener, aunque no estoy seguro que lo entiendas.

La Legión apretó el cuchillo en su mano y se acercó rápidamente al reportero entre zancadas largas, de repente estando frente a frente. Tensó la mandíbula hasta que un crujido escapó entre sus dientes y miró a Ghostface a través de las grandes cuencas negras de su propia máscara. Danny levantó ligeramente el mentón y le devolvió la mirada; a su diferencia, más tranquila y autosuficiente. Era consciente de las habilidades de la persona que tenía delante y de que no dudaría en clavar los dientes como perro enrabiado si lo provocaban de alguna manera; después de todo, Frank solía tener esa naturaleza salvaje e impredecible.

Eran casi de la misma estatura, quizás solo media pulgada más alto que Morrison, pero eso nunca lo llevó a sentirse intimidado, incluso si se trataba de alguien mucho más grande y más fuerte que él. Ni con Evan, ni con Michael, ni con el jodido Némesis. Tal vez por eso se sentía tan atraído; el amor y el deseo desenfrenado que sentía revolverse en su estómago por aquel niño lo estaban superando en diferentes niveles.

Una sonrisa se abrió camino en su rostro, imperceptible gracias a la máscara, con ojos brillantes y un toque de diversión. Quizás no se daba cuenta, pero en ocasiones Frank resultaba ser tan... cautivador. Ansiaba perturbarlo de cualquier forma con el único propósito de presenciar las interesantes reacciones que tenía el chico.

―No me compares con un asesino de segunda, Johnson ―mordió Frank con molestia, apuntando con el filo de su cuchillo directamente hacia la garganta de Ghostface ―. Haré que te tragues tus palabras.

Danny dejó de lado su postura anterior y levantó una ceja detrás de la máscara.

―¿Es un reto, tal vez? ―sugirió con tono mordaz.

Frank se inclinó hacia atrás y dejó escapar una risa sardónica.

―Tómalo como quieras, de todas formas no podrás ni llegarme a los talones.

―Eres un niño muy arrogante, ¿lo sabías? ―comentó Danny mientras esbozaba una sonrisa socarrona, riendo internamente sobre la situación ―. De acuerdo, acepto. Pero espero una recompensa adecuada cuando termine colgando a más supervivientes que tú.

La rivalidad y la tensión se hicieron más palpables con los últimos comentarios filosos y desafiantes, dejando en claro que estaban dispuestos a competir ferozmente a partir de ahora. O, más exactamente, Frank era el que estaba dispuesto a competir. Danny solo aprovechó la ocasión para molestar a la Legión y pasar el rato de una forma menos aburrida a la usual. De todas formas, reflexionando un poco más al respecto, se dio cuenta que la idea de recibir una recompensa era especialmente atractiva para el reportero.

No podía desperdiciar tal oportunidad.

[...]

No fue nada fácil, ha decir verdad, que ambos pudieran hacer su trabajo al mismo tiempo. Era como si constantemente chocaran entre ellos, incluso con el basto territorio que les brindaba la Residencia Yamaoka.

Habían cosas que simplemente no encajaban aunque las golpearas una y otra vez. Y el dúo de Frank y Danny era una de ellas.

El reto había hecho que cada asesino tomara su lado. Los supervivientes habían logrado reparar cuatro generadores mientras ellos discutían, y Frank estaba empezando a sentir ansiedad si el quinto resultaba ser el definitivo. La racha era importante para ellos, pues les daba cierto prestigio al lado del Ente. En consecuencia, ninguno deseaba perderla.

Ghostface se había oculto tras una pared amplia. Estaba observando detenidamente a Feng Min y Dwight mientras los asechaba, esperando el momento adecuado para saltar cuando menos se lo esperen.

Apoyó una mano en la pared de madera y se inclinó hacia adelante, listo para lanzarse sobre sus víctimas, cuando Legión pasó corriendo y los apuñaló con Frenesí, causando que ambos supervivientes corrieran despavoridos.

Ghostface salió de su escondite con enojo y aprovechó que Dwight pasó cerca de él para tumbarlo. Tras limpiar el arma, su atención cayó completamente en Frank.

—¿Cuál es tu problema?

—¿Disculpa? —masculló Legión.

—Esas presas eran mías, pero claro, tienes que ser siempre tan impulsivo y arruinar todo —dijo Ghostface con mal humor.

—No es mi culpa que tardes un puto año en tirar a alguien.

Dwight soltó un quejido desde el suelo, tratando de arrastrarse lejos de ambos asesinos. Danny apoyó un pie sobre la espalda del chico para que ya no se moviera, disfrutando del dolor ajeno.

A lo lejos, se escuchó la explosión de uno de los generadores centrales. Frank suspiró con fuerza, frustrado.

—Esto no está funcionando.

—No me digas —murmuró Danny.

Frank gruñó con molestia, apretando el cuchillo en su mano para contener las ganas de apuñalar al otro hombre.

—Lo digo en serio. De seguir así harán todos los malditos generadores —insistió.

Ghostface levantó sobre su hombro a Dwight y lo llevó al gancho de carnicero más cercano. Tras colgarlo, se giró nuevamente hacia Legión y cruzó los brazos.

—¿Y qué propones?

[...]

La estrategia resultó ser bastante buena, aunque Danny Johnson no quisiera admitirlo en voz alta. Frank era impulsivo y disfrutaba de ir de frente, mientras que Ghostface prefería ser calculador y paciente a la hora de asaltar a sus víctimas. De ese modo, Frank había propuesto aprovechar el Frenesí para dañar a la mayor cantidad de supervivientes posible, y luego Danny se encargaba de tumbarlos con ayuda de su sigilo.

Era una jugada sencilla, pero increíblemente efectiva.

Morrison se lanzó sobre la espalda de Johansen, enterrando el cuchillo fuertemente en su espalda antes de que ambos hombres cayeran sobre la tierra húmeda.

Con tantos supervivientes mal organizados, era realmente fácil apuñalar al quinto con Frenesí Salvaje, lo que provocaba que Legión quisiera largarse a las carcajadas.

Jeff en particular siempre había sido un sujeto al que detestaba, especialmente porque lo recordaba de sus meses en el aburrido pueblo de Ormond.

Tras levantarse y arrastrar al hombre a un gancho —con el grito ensordecedor de Johansen de fondo—, Frank se asomó con curiosidad sobre las piedras y las plantas de bambú. Frente a él, Ghostface yacía sobre la espalda de Dwight, a quien había apuñalado repetidas veces antes de sacarse una foto junto al cadáver.

Frank hizo una mueca bajo la máscara.

—Eres un enfermo.

Danny guardó la cámara Polaroid bajo la túnica y observó con un gesto curioso a su compañero.

—Por Dios, solo míralo —Danny señaló el cuerpo, pateando sus costilla como si comprobara que no iba a moverse otra vez —. Le hice un favor al mundo.

Morrison exhaló una risa, pero no le dio el gusto de verlo sonreír antes de darse la vuelta y continuar con la cacería.

Para esos momentos quedaban tres generadores más. Y uno a uno iban cayendo los supervivientes.

Legión poseía una habilidad innata para detectar supervivientes en los generadores, y Ghostface para escucharlos. De ese modo, habían logrado organizarse de una forma en la que ambos podían hacer lo suyo sin meterse en el camino del otro. Incluso favorecer las persecuciones de su compañero compartiendo la información.

Antes de alejarse, Frank le había comentado que detectó a dos supervivientes trabajando en el generador que se hallaba cerca del edificación principal —o sea, el Santuario—. Danny se asomó por las escaleras laterales y asechó al grupo que trabajaba arduamente en el motor. Incluso mientras volteaban en todas direcciones, ninguno pareció notar su presencia a unos cuantos metros.

Y a Danny esto le encantaba.

Saltó sobre su presa más cercana —el que resultó ser Ace— y lo apuñaló por la espalda, escuchando el grito ahogado de su compañera. Si Claudette no se puso blanca del susto, entonces fue porque era negra. El pensamiento le sacó un sonrisa divertida.

Enderezó la espalda tras limpiar el cuchillo con su otra mano y giró el rostro para ver a la chica, quien había caído de espaldas sobre la piedra y se arrastraba hacia atrás con los labios temblando del miedo.

Danny achicó los ojos, sonriendo, y se preparó para matar a Claudette. Desgraciadamente, Feng Min siempre había sido un mosquito difícil de librar, por lo que desvió la atención del asesino, dándole tiempo a la morocha de correr.

[...]

Si había algo que Frank Morrison detestaba con el alma, entonces eso sería un alguien y tendría por nombre Meg Thomas.

De entre todos los supervivientes que habían caído en el reino del Ente, Meg era la única que podía competir propiamente dicho contra el Frenesí de Legión. La chica había entrenado para ser corredora desde que era una niña pequeña, se podría decir que había nacido con ese don en el corazón. La adrenalina parecía bombear en cada fibra de su cuerpo y, cuando menos quisieras acordar, ya te había sacado una increíble ventaja.

Por eso Frank la detestaba tanto. Y por eso fue que, cuando por fin pudo alcanzarla, no dudó en apuñalar su tobillo izquierdo.

Meg soltó un fuerte alarido y las lágrimas fluyeron por su rostro antes de que las extrañas patas de la Entidad reclamaran su cuerpo y alma tras ser colgada en un gancho.

Frank se sintió satisfecho.

El sexto generador sonó a la lejanía. De no haber perdido tanto tiempo como pasó con los primeros cuatro, tal vez, y con suerte, solo hubieran podido reparar dos o tres motores cuando mucho.

Tras acabar con la mayoría de los supervivientes, ambos asesinos se reunieron frente a las escaleras del Santuario de la Cólera, aquellas que daban vista a la cabaña.

Si Frank lo pensaba mejor, aquel lugar era exactamente el mismo en donde el Ente lo había dejado cuando llegó.

Danny lo saludó esbozando una sonrisa amplia bajo la máscara. Antes de que pudiera iniciar una conversación, escucharon el sonido de los arbustos removerse. Ambos se giraron al mismo tiempo, pero fue Johnson quien decidió acercarse primero a revisar.

—Ah, mierda —murmuró Ghostface.

Frank arrugó las cejas.

—¿Qué pasa?

Danny hizo una seña para que se acercara y señaló el cuerpo que temblaba atemorizado en el suelo.

—Es el favorito de Myers.

—Ah... —pronunció Frank y luego masculló un insulto.

Jake Park los miró a ambos con miedo. Ninguno lo había notado en toda la cacería, pero el hecho que estuviera ahí dificultaba de por sí un poco las cosas. No iban a arrojarlo sobre la trampilla, eso era seguro, pero tampoco sabían bien qué hacer con él.

Ghostface levantó rápidamente las manos y se alejó del chico.

—Todo tuyo, Frank. Yo valoro mi estadía.

Morrison gruñó en voz baja y flexionó ambas piernas para estar a la altura del otro.

—Haremos esto rápido, ¿te parece? —dijo, apuntando el cuchillo hacia su garganta —, y si me entero que decides llorar y contarle a Michael, me aseguraré de que jamás lo olvides.

Jake asintió varias veces.

Tras acabar de sacrificarlo, Frank volvió al lado de Ghostface con el cuchillo empapado en sangre.

—Me debes una por esto, maldito enfermo —gruñó.

—Ah, me haces acordar —Danny expandió una sonrisa en su rostro y se acercó al otro asesino mientras levantaba su máscara. Frank retrocedió un paso por instinto —. Tú me debes algo a mi, ¿no crees? Mi recompensa —añadió.

—Vete a la mierda, no te debo nada.

—Qué mal perdedor eres —murmuró Danny, atrapando la cintura de Legión para que no huyera.

Frank se tensó de pronto. Una corriente eléctrica bajando por su espalda cuando a Danny se le ocurrió enterrar sus dedos en la cadera de Morrison y levantar su máscara, revelando aquellos salvaje ojos verdes.

No hubo resistencia cuando Danny juntó sus labios, saboreando cada esquina de su boca, incluso si lo deseó con todas sus fuerzas. Tras separarse del contacto, Ghostface palmeó el trasero del chico con diversión, alejándose.

—Te veo luego para reclamar mi premio completo —prometió el reportero, comenzando a caminar en alguna dirección indeterminada mientras la niebla aparecía.

Frank se limpió los restos de saliva con un ataque de vergüenza en toda la cara.

—Imbécil.

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