26 | su regreso
XXVI. HIS RETURN
Llegada la hora, los campeones abandonaron el Gran Comedor, y así lo hicieron también el resto cinco minutos más tarde. Eliza arrastró a Cameron para que se sentara con ellos en la tribuna, donde por fin pudo conocer a Maddy y a Remus.
Tuvieron tiempo de sobras para charlar durante la prueba, ya que todos estaban inquietos, pues ninguno sabía qué estaba ocurriendo dentro del laberinto.
—Supongo que así os sentisteis en la prueba del Lago Negro —les dijo Allison a Ron, Liz y Cameron.
—La verdad es que fue un poco aburrido no saber lo que estaba pasando —dijo Ron, con la mirada fija en el laberinto aunque no se viera nada.
Según el tiempo iba pasando, la inquietud de todos iba en aumento. ¿Estaba planeado que tardasen tanto? Fleur Delacour había sido sacada, aturdida, y Viktor Krum fue detrás de ella a los varios minutos, también desmayado. Pero Harry y Cedric seguían ahí dentro, y llevaban tanto tiempo que Allison se estaba asustando por su hermano.
—Seguramente saldrán pronto —intentó tranquilizar Hermione, aunque ella misma no dejaba de arañarse la cara por los nervios—. Tiene que haber muchos obstáculos dentro.
Pero entonces fue cuando empezó el caos.
Los gritos se escuchaban desde todas direcciones en las gradas cuando vieron que Harry y Cedric aparecían en el césped. Al principio, pensaron que lo habían logrado, que eran los ganadores, porque traían consigo la Copa. Pero después cayeron en la cuenta de lo que realmente había sucedido.
Cedric Diggory había muerto.
Eso era lo que la gente chillaba de un lado al otro: Cedric Diggory había muerto. El desconcierto llenaba la estancia, nadie sabía qué había pasado, pero todos intentaban hacerse paso para llegar donde Harry se encontraba, tendido en el suelo y negándose a soltar el cuerpo de Cedric.
Remus estaba con Allison y Eliza, sujetándolas para que no corrieran a por Harry, y no paraba de mirar por encima del tumulto de gente. Quería ver dónde se había metido Maddy.
Pero ella ya se había sumergido de lleno en la marabunda de personas que habían estado rodeando a Harry, encontrándose con que el chico ya no se encontraba ahí. Vio cómo Dumbledore llamaba con un gesto a McGonagall y a Snape y, al divisar a Maddy, también la llamó a ella.
Se dirigieron hacia el colegio con paso decidido, mientras Dumbledore les explicaba la situación de la forma más breve posible. Moody se había llevado a Harry de su vista a pesar de haberle dicho que no lo hiciera, algo que el ex-auror nunca habría hecho.
Harry había dicho que el Innombrable había regresado.
Llegaron a la puerta del despacho de Moody, y escucharon su voz gritando que el Señor Tenebroso había vuelto, y que él estaría a su lado.
Dumbledore derribó la puerta y le lanzó un Desmaius a Moody, que cayó de cara al suelo. Maddy se adentró en la sala, corriendo al lado de Harry y cogiendo la cara de su ahijado entre sus manos, evaluando los daños.
—Vamos a la enfermería, Harry. Yo misma te curaré —le susurró, con los ojos acuosos, viendo cómo el labio del chico temblaba.
No hacía falta ser medimago para darse cuenta de que el estado de Harry era pésimo. No solo le sangraba la pierna y el brazo y tenía la túnica destrozada, también podía verse en su cara. Sus ojos gritaban que acababa de presenciar algo horrible de lo que nunca podría olvidarse.
—No —dijo Dumbledore bruscamente.
Maddy se giró hacia él, con la respiración agitada, y le observó con la mirada más fría que Harry nunca había visto en ella.
—Voy a curar a mi ahijado.
No sabía cómo había sido posible que su voz sonara tan firme y segura en aquella situación, cuando claramente sentía de todo menos eso. ¿Quién se creía Dumbledore para decirle que no podía curar a Harry cuando el chico claramente lo necesitaba?
—Quiero que se quede, Maddison, porque tiene que comprender. La comprensión es el primer paso para la aceptación, y solo aceptando puede recuperarse. Tiene que saber quién lo ha lanzado a la terrible experiencia que ha padecido esta noche, y por qué lo ha hecho.
Una estupidez, eso era lo que le parecía a Maddy todo lo que acababa de soltar Dumbledore. Así que le dio la espalda y se puso a mirar el brazo y la pierna de Harry, tratando de averiguar lo que le pasaba.
Si Dumbledore no quería que Harry fuera a la enfermería, entonces le curaría ahí mismo.
—Moody... —dijo Harry, soltando un quejido un segundo más tarde, cuando Maddy puso una mano en su tobillo—. ¿Cómo puede haber sido Moody?
Tenía torcido el tobillo, pero Maddy podía arreglarlo en un periquete...
—Episkey —murmuró Maddy.
Harry soltó otro quejido y se llevó la mano al tobillo, pero ya podía moverlo.
—Este no es Alastor Moody —explicó Dumbledore en voz baja—. Tú no has visto nunca a Alastor Moody. El verdadero Moody no te habría apartado de mi vista después de lo ocurrido esta noche. En cuanto te cogió, lo comprendí... y os seguí.
Maddy miró el brazo derecho de Harry. Tenía la túnica rasgada en el pliegue del codo, y la sangre se había congregado justo ahí. Un corte profundo se cernía sobre su piel.
—Vulnera sanentur.
Dumbledore se inclinó sobre el cuerpo desmayado de Moody y metió una mano en la túnica. Sacó la petaca y un llavero.
—Severus, por favor, ve a buscar la poción de la verdad más fuerte que tengas. Minerva, sé tan amable de bajar a las cocinas y traer a una elfina doméstica que se llama Winky. Maddison, si vas a la cabaña de Hagrid, encontrarás un perro grande y negro sentado en la huerta de calabazas. Llévale a mi despacho, ya sabes de qué se trata.
—¿Te duele algo más, Harry? —le preguntó antes de marcharse. Él negó con la cabeza—. Volveré cuanto antes.
Después de tantos años, Maddy seguía sabiéndose el camino de memoria, así que no le costó tanto llegar hasta la cabaña de Hagrid.
Sirius estaba ahí, en su forma animal y con los ojos brillando en confusión. Le había visitado dos veces en total desde que se hospedaba en una cueva de las montañas cerca de Hogsmeade, pero cada vez que le veía se sentía como si, de nuevo, llevaran meses sin encontrarse.
Se acercó a ella y subió una pata, tratando de que le hiciera caso arañándole la túnica, y que le dijese qué estaba pasando. Maddy le acarició detrás de las orejas con la intención de tranquilizarse.
—Tenemos que subir al despacho de Dumbledore.
Ambos se adentraron de nuevo en el castillo, subiendo deprisa los escalones hacia la Torre donde se ubicaba el despacho del director. Al llegar, Maddy le dijo la contraseña a la gárgola —Dumbledore se la había confiado antes de ir a por Sirius— y ambos se pusieron a subir las escaleras, llegando Sirius antes debido a que era más veloz en su forma canina.
Cuando Maddy pasó por la puerta, Sirius ya estaba transformado, y ni siquiera se lo pensó dos veces en abrazarlo con toda la fuerza que fue capaz de reunir. Sirius apretó su espalda entre sus brazos.
—Ha regresado, Sirius —murmuró Maddy—. Quien Tú Sabes ha regresado.
Los brazos de Sirius sujetaron con más fuerza todavía a Maddy.
—¿Y los niños? ¿Están bien?
—Remus está con Eliza y Allison. Harry está en el despacho de... de Moody... con Dumbledore. Él dice que no es Alastor en realidad. Quien quiera que se estuviera haciendo pasar por él ha... ha sido el que ha estado ayudando a Quien Tú Sabes...
Sirius la observaba en silencio y con la boca entreabierta, mientras Maddy sentía su aliento agitado. Ninguno comprendía bien la situación.
—Debo volver, Sirius.
Él asintió, soltando su cuerpo, y vio desaparecer a su mujer por la puerta del despacho. Maddy siguió corriendo hasta el segundo piso, y vio a Snape y a McGonagall por el camino, que llevaban Veritaserum y a la elfina Winky, respectivamente.
—¡Crouch! —exclamó Snape, deteniéndose en seco en el hueco de la puerta—. ¡Barty Crouch!
—¡Cielo santo! —dijo la profesora McGonagall, parándose y observando al hombre que yacía en el suelo.
Maddy comprobó que así era, ante ella, un hombre de piel clara, algo pecoso y con una mata de pelo rubio estaba tendido en el suelo. Sin lugar a dudas, era él.
Winky soltó un grito ensordecedor.
—Amo Barty, amo Barty, ¿qué está haciendo aquí? —Se lanzó al pecho del joven—. ¡Usted lo ha matado! ¡Usted lo ha matado! ¡Ha matado al hijo del amo!
—Solo está desmayado, Winky —explicó Dumbledore—. Hazte a un lado, por favor. ¿Has traído la poción, Severus?
Snape le entregó la poción, de la cual Dumbledore vertió tres gotas en la boca de Crouch después de apoyarlo en la pared.
—¡Enervate!
Bajo los efectos del Verisaterum, Crouch respondía con sinceridad a todo lo que Dumbledore le preguntaba, llevando a todos los presentes a un momento de comprensión y confusión a partes iguales. Iban entendiendo, a medida que avanzaba su relato, qué había ocurrido, pero nuevas dudas iban surgiendo.
Él no fue quien murió en la cárcel, sino su madre. Habían usado la poción multijugos cuando sus padres fueron a visitarle en su supuesto lecho de muerte, y desde entonces Barty Crouch Jr abandonó Azkaban. Aunque eso solo fue para volver a ser apresado en su casa, bajo un Imperius de su padre, durante años. Confesó que Winky les ayudaba bajo las órdenes de su amo, que ella había estado cuidando de él.
Bertha Jorkins se enteró de esto, y el señor Crouch tuvo que borrarle la memoria. Después de eso, el Innombrable la interrogó —al torturarla, consiguió que recuperase sus memorias—, y al sacarle toda la información que necesitaba, la asesinó.
Crouch hijo había sido quien convocó la Marca Tenebrosa en los Mundiales, robándole la varita a Harry en la Tribuna Principal, pues el sitio que parecía que Winky guardaba en realidad estaba ocupado por él. Había ido consiguiendo resistirse al Imperius de su padre, y por esa razón había podido llevar todo a cabo.
Después, el Innombrable contactó con él. Llevaron a cabo todo el plan de suplantar a Moody con la poción multijugos, de echar el nombre de Harry en el Cáliz de Fuego y conseguir que cogiera la Copa, que era un traslador que le llevó a donde él se encontraba. Mientras, habían mantenido a su padre bajo otro Imperius, después fingiendo que estaba enfermo. Y acabaron por matarle cuando se resistió.
Pero más importante era que Quien No Debe Ser Nombrado había regresado. Volvía a tener un cuerpo. Era cierto, estaban a punto de empezar una nueva lucha contra él. Maddy solo podía darle vueltas y vueltas a toda la información, sintiéndose mareada.
La cabeza de Crouch cayó sobre su hombro mientras Winky sollozaba a su lado. Dumbledore, sin dejar de mirarlo con desagrado, ató al hombre con unas cuerdas que salieron de su varita.
—Minerva, ¿te podrías quedar vigilándolo mientras subo con Harry y Maddison?
—Desde luego —respondió ella. Maddy reconoció el miedo y el disgusto en sus ojos, pero sujetó con firmeza su varita en la dirección del mortífago.
—Severus, por favor, dile a la señora Pomfrey que venga —indicó Dumbledore—. Hay que llevar a Alastor Moody a la enfermería. Luego baja a los terrenos, busca a Cornelius Fudge y tráelo aquí. Supongo que querrá oír personalmente a Crouch. Si quiere algo de mí, dile que estaré en la enfermería dentro de media hora.
Snape asintió en silencio y salió del despacho.
—Harry... —llamó Dumbledore con suavidad.
Cuando Harry se levantó y se tambaleó, Maddy rápidamente le sujetó para que no cayera. Su tobillo estaba curado, pero Harry estaba mareado debido a todas las emociones. Si tan solo le dejasen a Maddy darle una poción para que se encontrase mejor, Harry no tendría por qué estar soportando todo aquello.
Maddy le sujetó por todo el camino, temiendo que se desplomara en el suelo, pero Harry parecía tener el equilibrio necesario. Aun así, no le soltó el brazo.
—Antes que nada, quiero que vengas a mi despacho, Harry —dijo Dumbledore en voz baja, mientras se encaminaban hacia el pasadizo—. Sirius nos está esperando allí.
Harry asintió y se quedó en silencio durante un rato. Maddy observó que estaba más que perdido en su cabeza.
—Profesor —murmuró el chico—, ¿dónde están los señores Diggory?
—Están con la profesora Sprout —informó Dumbledore. Su voz, que había permanecido impasible, tembló levemente por vez primera—. Es la jefa de la casa de Cedric, y es quien mejor lo conocía.
Cuando llegaron de nuevo al despacho, Maddy podía jurar que Sirius estaba incluso más pálido que cuando le había dejado. Seguramente se había pasado todo el tiempo comiéndose la cabeza, haciendo conjeturas e imaginándose lo peor.
—¿Estás bien, Harry? Lo sabía, sabía que pasaría algo así. ¿Qué ha ocurrido?
Las manos le temblaban al ayudar, junto a Maddy, a que Harry se sentara en una silla, delante del escritorio.
—¿Qué ha ocurrido? —repitió Sirius, con más urgencia.
Entonces Dumbledore comenzó a relatarle todo lo que había confesado Barty Crouch. Mientras, Maddy acariciaba el hombro a Harry. Era demasiado pequeño para todo lo que se venía encima, Maddy le había dicho a Dumbledore que no deberían dejarlo competir en el Torneo. Pero claro, él le había asegurado que si el Cáliz lo había elegido, no había vuelta atrás.
Por supuesto que la había, y Maddy se arrepentía tremendamente de no haber metido más presión a Dumbledore para que no obligase a Harry a participar. Toda la tontería les había salido cara.
Depositó un cálido beso en la frente de Harry, que tenía muy mala cara, y se puso de pie sin quitarle la mano del hombro. Dumbledore había dejado de hablar, y miraba finalmente a Harry.
—Necesito saber qué sucedió después de que tocaste el traslador en el Laberinto, Harry.
—Podemos dejarlo para mañana por la mañana, ¿no, Dumbledore? —se apresuró a observar Sirius. Le había puesto a Harry una mano en el otro hombro—. Dejémoslo dormir. Que descanse.
Maddy bajó los ojos de nuevo a su ahijado, que pareció disgustado cuando Dumbledore descartó esa opción. De nuevo, tenía ganas de recordarle a Dumbledore que la madrina de Harry era ella, porque parecía que en ocasiones se le olvidaba al director.
—Harry, si pensara que te haría algún bien induciéndote al sueño por medio de un encantamiento y permitiendo que pospusieras el momento de pensar en lo sucedido esta noche, lo haría —dijo Dumbledore con amabilidad—. Pero me temo que no es así. Adormecer el dolor por un rato te haría sentirlo luego con mayor intensidad. Has mostrado más valor del que hubiera creído posible: te ruego que lo muestres una vez más contándonos todo lo que sucedió.
Harry miró a Maddy en busca de su opinión, y ella, muy a su pesar, asintió con un intento de sonrisa reconfortante.
—Solo si tú te sientes con fuerzas, cielo —le dijo suavemente.
Así que Harry respiró hondo y pasó a explicarlo todo. Lo contó sin interrupciones: el traslador, Peter asesinando a Cedric, la poción, Quien No Debe Ser Nombrado recuperando su cuerpo, la llegada de los mortífagos.
Maddy sentía unas incontrolables ganas de llorar que le atoraban la garganta al escuchar todo aquello que su ahijado acababa de vivir. Quería abrazarle y asegurarle que todo estaría bien, que le protegería con su propia vida si era necesario. Pero ni Sirius ni ella le cortaron en su discurso, sabiendo que sería más fácil para él soltarlo todo del tirón.
Sin embargo, en cuanto Harry contó que Peter le había hecho un corte en el brazo, todos reaccionaron bruscamente. Dumbledore se levantó de golpe, rodeando el escritorio y pidiéndole que extendiera el brazo. Pero Harry ya no tenía la herida, solo la sangre seca y la túnica rasgada, porque Maddy se la había curado.
—Dijo que mi sangre lo haría más fuerte que la de cualquier otro —explicó Harry—. Dijo que la protección que me otorgó mi madre... iría también a él. Y tenía razón: pudo tocarme sin hacerse daño, me tocó en la cara.
Maddy suspiró con pesadez. Dumbledore no se lo había explicado en profundidad, pero ella conocía de la protección de Lily más allá del hechizo que les permitía estar a salvo en su casa.
—Muy bien —dijo Dumbledore, volviéndose a sentar y pareciendo más débil y viejo que nunca—. Voldemort ha superado esa barrera. Prosigue, Harry, por favor.
Había perdido la cuenta de las veces que habían mencionado el nombre, pero eso había pasado a un segundo plano para Maddy. Se sentía como si hubiera vuelto al tiempo de la Orden, de las misiones, del riesgo a morir cualquier día. Cuando ella podía decir en voz alta aquel nombre. Y tal vez eso significaba que debía volver a hacerlo, y no seguir negándolo.
Harry prosiguió con su explicación sobre cómo Quien No Debe Ser Nombrado había recuperado su cuerpo, sobre lo que les había dicho a los mortífagos, y finalmente llegó a la parte del duelo. La voz empezó a quebrársele cuando intentaba explicar que su varita se conectó con la del Innombrable.
Maddy apretó su agarre en el hombro del chico, para recordarle que estaba ahí, con él, y Sirius habló:
—¿Se conectaron las varitas? ¿Por qué?
Harry volvió a levantar la vista. Dumbledore parecía impresionado.
—Priori incantatem —mustió el director.
—El efecto de encantamiento invertido —murmuró Maddy.
—Exactamente —contestó Dumbledore—. La varita de Harry y la de Voldemort tienen el mismo núcleo. Cada una de ellas contiene una pluma de la cola del mismo fénix. De ese fénix, de hecho —añadió señalando a Fawkes.
—¿La pluma de mi varita proviene de Fawkes? —exclamó Harry sorprendido.
—Sí —respondió Dumbledore—. En cuanto saliste de su tienda hace cuatro años, el señor Ollivander me escribió para decir que tú habías comprado la segunda varita.
—Entonces, ¿qué sucede cuando una varita se encuentra con su hermana? —quiso saber Sirius.
—Que no funcionan correctamente la una contra la otra —explicó Dumbledore—. Sin embargo, si los dueños de las varitas las obligan a combatir... tendrá lugar un efecto muy extraño: una de las varitas obligará a la otra a vomitar los encantamientos que ha llevado a cabo... en sentido inverso, primero el más reciente, luego los que lo precedieron...
Miró interrogativamente a Harry, y él asintió con la cabeza. Como Dumbledore bien dijo después, una especie de eco de Cedric reapareció. Pero no fue solo él, también aparecieron un anciano y Bertha Jorkins... además de Lily y James.
Al oír esto último, Maddy notó cómo Sirius agarró su mano libre con fuerza. Oír sus nombres sólo reforzó la necesidad de proteger a Harry, y a Allison, de todo lo que estaba por venir.
Harry siguió explicándolo, cómo le habían ayudado. Habló de James diciéndole qué debía hacer y del último deseo de Cedric. Y no pudo seguir hablando, porque las palabras se atascaron en su garganta. Era demasiado para él.
—Estoy segura de que ellos estarían muy orgullosos de ti, Harry —le dijo Maddy, tratando de controlar su voz mientras limpiaba las lágrimas del rostro del chico—. Eres increíblemente valiente. Yo también estoy más que orgullosa —añadió, en voz más baja, con un intento de sonrisa que se asemejaba más a una mueca.
—Estoy de acuerdo con Maddison —habló Dumbledore—. Esta noche has mostrado una valentía superior a lo que podríamos haber esperado de ti, Harry. La misma valentía de los que murieron luchando contra Voldemort cuando se encontraba en la cima de su poder. Has llevado sobre tus hombros la carga de un mago adulto, has podido con ella y nos has dado todo lo que podíamos esperar. Ahora te llevaré a la enfermería. No quiero que vayas esta noche al dormitorio. Te vendrán bien una poción para dormir y un poco de paz... Sirius, Maddison, ¿os gustaría quedaros con él?
—No pensaba irme de aquí, Dumbledore —repuso Maddy con dureza.
mi bebé Ced :( creo que el momento que más me rompe de las películas es el de Amos gritando al ver su cuerpo. nO ESTOY NADA BIEN.
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