Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

06 | regresando a Hogwarts

VI. GOIN' BACK TO HOGWARTS

Iban con el tiempo justo, faltaban un par de minutos para que el tren saliera de la estación. Llegaban tarde, y Harry no hacía más que echarle la culpa a su hermana por ello.

Y tenía razón. Iban con el tiempo justo porque, un minuto antes de salir, Allison se había dado cuenta de que le había bajado. Así que se metió en el baño y no salió hasta que Maddy empezó a gritar para que saliera, porque sino iban a perder el tren. No quería salir porque se había mirado al espejo y se fijó en que tenía la frente llena de granos que no había visto por el flequillo, y también unas grandes ojeras. Pero tuvo que salir con la promesa de Maddy de que le mandaría maquillaje a la mañana siguiente.

Por lo que los tres entraron en el tren medio minuto antes de que partiera, después de despedirse de Maddy y Remus.

Harry y Allison entraron al compartimento en el que vieron a sus dos amigos, Ron y Hermione. Ally enseguida se sentó encogida en su asiento; Maddy le había dado una poción, pero la tripa seguía doliéndole. Ni siquiera se molestó en entender lo que Malfoy decía en el compartimento de al lado, algo sobre Durmstrang o que si era muy estúpido para ir a Hogwarts. Bueno, no había dicho estúpido, eso lo había pensado Allison mientras cerraba los ojos. Por ella podía irse a Pigfarts si quería.

Hacia el mediodía, Allison despertó. Estaba bastante mejor, supuso que la poción ya había hecho efecto. Incluso comió un par de pasteles de caldero sin que le entraran ganas de vomitar. Llegaron a su compartimento Dean Thomas, Seamus Finnigan y Neville Longbottom, y Allison se animó a unirse a la conversación sobre la final del Mundial de Quidditch. Ron se mostró muy contento cuando sacó la figurilla de Viktor Krum para enseñársela a sus amigos y relatarles cómo le vieron de cerca, desde la tribuna principal.

La cosa se puso tensa cuando Draco Malfoy y sus gorilas entraron al compartimento. Debieron haber escuchado la conversación a través de la puerta entreabierta.

—¿Por qué vienes todos los años a nuestro compartimento buscando a Harry? Incluso en segundo, que él no estaba, te pasaste a meter las narices.

—¿Qué estás insinuando, Potter? Ni que me importarais como para andar siempre buscándoos —se burló Malfoy.

—Seguro que estás enamorado de mi hermano. —Allison trató de apartarle con su pie, hacia la puerta.

—No me toques, Potter. Y deja de decir estupideces —dijo asqueado, moviendo su pierna para que no le rozara con su zapato—. ¿Qué es eso, Weasley?

Miraba la jaula de Pigwidgeon, que él había tapado con su estrafalaria túnica de gala. El pelirrojo intentó ocultar la túnica, pero Malfoy tiró de ella antes.

—¡Mirad esto! No pensarás ponerte esto, ¿eh, Weasley? Fueron el último grito hacia 1890...

—¡Vete a la mierda, Malfoy! —le dijo Ron, colorado.

Los tres Slytherin se rieron.

—¿Así que vas a participar, Weasley? ¿Vas a intentar dar un poco de gloria a tu apellido? También hay dinero, por supuesto. Si ganaras podrías comprarte una túnica decente...

—¿De qué hablas? —preguntó Ron bruscamente.

—¿Vas a participar? —repitió Malfoy, que parecía que no se daba cuenta que nadie entendía de lo que hablaba—. Supongo que vosotros sí, Potter. Nunca dejáis pasar una oportunidad de exhibiros, ¿a que no? 

—¿Por qué no te vas de una vez, Malfoy? —intervino Allison, cortante. No estaba de humor para sus rollos en esos momentos.

—¡No me digas que no lo sabéis! —dijo muy contento—. ¿Tú tienes en el Ministerio a un padre y un hermano, y no lo sabes? Por Salazar, mi padre me lo dijo hace un siglo... Cornelius Fudge se lo explicó. Pero, claro, mi padre siempre se ha relacionado con la gente más importante del Ministerio... Quizá el rango de tu padre es demasiado bajo para enterarse, Weasley. Sí... seguramente no tratan de cosas importantes con tu padre delante.

Si Malfoy no se hubiera marchado en ese momento, Allison le habría dado un puñetazo. No tenía ganas de aguantarle.

Ron estaba tan cabreado que cerró la puerta de un portazo y rompió el cristal de la ventanilla.

—¡Ron! —chistó Hermione.

—Eso se vio sexy —dijo Allison al mismo tiempo. Tal vez debería empezar a pensar antes de hablar.

Los tres le miraron con el ceño fruncido, intentando adivinar si hablaba en broma. Hermione reparó la ventanilla con su varita.

—¿Qué? —dijo Harry.

—Mi hermano es tu novio —recordó Ron.

—No seáis tan exagerados, solo era un comentario.

Ron bufó y volvió a centrar su enfado en Malfoy.

—Ha hecho como que lo sabe todo y nosotros no. «Mi padre siempre se ha relacionado con la gente más importante del Ministerio...» Mi padre podría haber ascendido cuando hubiera querido... pero prefiere quedarse donde está...

—Por supuesto que sí —asintió Hermione en voz baja—. No dejes que te moleste Malfoy, Ron.

—¿Él? ¿Molestarme a mí? ¡Como si pudiera! —replicó Ron cogiendo uno de los pasteles en forma de caldero que quedaban y aplastándolo.

—Lo que tú digas —soltó Allison, pues claramente Ron estaba cabreado.

Cuando por fin se paró el tren, todos fueron saliendo de él. Habían dejado el equipaje y sus mascotas dentro. Bueno, los mellizos dejaron vacía la jaula de Hedwig; la habían usado para mandarle la última carta del verano a Sirius, unos días antes del Mundial, y no había regresado todavía.

Después de bajarse de los carruajes que les llevaban al castillo, entraron a cubierto, agradeciendo que la lluvia ya no les chipiara enteros. Sin embargo, mientras trataba de secarse el pelo, un globo de agua se estampó contra la cara de Allison. Perdió el equilibrio y chocó contra Ron, a quien también le habían lanzado un globo. Un tercero impactó contra los zapatos de Harry, y salpicó a Hermione. Entonces, cabreada y farfullando maldiciones, Allison vio a Peeves flotando sobre sus cabezas.

—¡Maldito Peeves! —Sacó su varita y se acordó del hechizo que Remus había usado en él el curso pasado—. ¡Waddiwasi!

El plástico del globo que le había lanzado salió disparado hacia el poltergeist, metiéndose en su nariz. Peeves echó maldiciones mientras se retorcía dando vueltas en el aire.

—¡PEEVES! —gritó la profesora McGonagall, llegando al vestíbulo—. ¡Peeves, baja aquí ahora mismo!

Con el agua del suelo, McGonagall se resbaló y para no caer tuvo que agarrarse al cuello de
Hermione.

—¡Ay! Perdón, señorita Granger.

Allison se hubiera reído si no hubiera estado tan irritada. Su hechizo había funcionado, pero Peeves había logrado sacarse el globo y seguía flotando en el aire.

—¡No se preocupe, profesora! —dijo Hermione jadeando y frotándose la garganta.

—¡Peeves, baja aquí AHORA! —bramó la profesora McGonagall, enderezando su sombrero y mirando hacia arriba—. Ha sido un buen hechizo, señorita Potter —añadió en voz baja.

—¡No estoy haciendo nada! —contestó Peeves entre risas, arrojándoles otro globo a unas chicas, que corrieron al Gran Comedor—. ¿No estaban ya mojadas? ¡Esto son unos chorritos! ¡Ja, ja, ja! —Y dirigió otro globo hacia un grupo de segundo curso que acababa de llegar.

—¡Llamaré al director! —gritó la profesora McGonagall—. Te lo advierto, Peeves...

Peeves le sacó la lengua, tiró al aire los últimos globos y salió zumbando escaleras arriba, riéndose como loco.

—¡Bueno, vamos! —ordenó bruscamente la profesora McGonagall—. ¡Vamos, al Gran Comedor!

Allison iba andando y hablando entre dientes, igual que Ron. Peeves les había calado enteros. Cuando se sentó en la mesa, George hizo que unos estudiantes de segundo curso se movieran para dejarles espacio a él, Fred y Lee.

—He oído que Peeves ha lanzado globos de agua. Ha debido de ser una buena broma —se rio él, sin saber que Allison había sido una de sus víctimas.

—¿Crees que todo esto es lluvia? El primero me ha dado de lleno.

Se terminó de escurrir el pelo, importándole bien poco estar en el Gran Comedor y dejar un charco de agua.

—Oh.

Allison, frustrada, tenía la intención de quitarse la túnica negra, pero se dio cuenta de que sería una pésima idea. La camisa blanca estaba mojada, y eso era sinónimo de transparente.

—¿Cuándo empezará la ceremonia? Necesito cambiarme y meterme en la cama —murmuró Allison, apoyando su cabeza en sus manos.

Últimamente estaba agotada, y se notaba mucho menos feliz de lo usual. «Hormonas, adolescencia...» pensaba ella. Se le pasaría. Por ahora, solo quería dormir.

—Ally, ¿te encuentras bien? Te puedo prestar mi túnica, si tienes frío —ofreció George, a punto de quitársela.

—Si me quito la mía se me va a ver todo, no sé a quién se le ocurrió llevar camisas blancas cuando llueve tanto por aquí. Y, la verdad, no me apetece que todos vean mi sujetador.

—Tal vez luego...

Allison rodó los ojos, con una sonrisilla en los labios.

—No estoy de humor para tus comentarios sugerentes, Weasley —le chistó.

—Está bien, está bien.

—Si dejáis de comeros con los ojos por unos momentos, el sombrero va a cantar —interrumpió Fred, señalando al Sombrero Seleccionador.

Después de la canción vino la Ceremonia de Selección. No había nadie que Allison conociera, hasta que el hermano pequeño de Colin Creevey, Dennis, clasificó en Gryffindor. Cuando el chico se acercó a la mesa, se puso a conversar con su hermano. Al parecer se había caído al Lago Negro y el calamar gigante le había sacado.

—¡Dennis!, ¡Dennis!, ¿has visto a ese chico? ¡El del pelo negro y las gafas!, ¿lo ves? ¿A que no sabes quién es, Dennis?

Allison bufó y se puso a imitar a Colin por lo bajo. Le fastidiaba tanto que todos trataran a Harry como a un famoso y a ella la ignoraran olímpicamente. A George no le pasó desapercibida su actitud, pero decidió no darle importancia.

Cuando la selección acabó, la comida del banquete de bienvenida apareció en las mesas. La gente se servía grandes cantidades de comida, como si llevaran una semana sin probar bocado. Allison lo habría hecho, al igual que todos los años, pero se contentó con comer puré de patatas y algo de carne, porque no tenía mucho apetito.

—¿No vas a comer más? —preguntó George—. Siempre estás quejándote del hambre que tienes.

—Por extraño que te parezca, no tengo hambre. Me está volviendo a doler la tripa, y no quiero que esta noche sea insufrible. Odio la regla, George. La odio tanto.

—Entonces —dijo él, cogiendo una patata frita de alguno de los platos— deberías alimentarte para tener fuerza.

Y le metió la patata en la boca.

—No soy un pájaro, no tienes que darme de comer —protestó Allison.

—Si lo hicieras tú sola no tendría que hacerlo yo.

—No me digas lo que tengo que hacer.

—Come —ordenó George, con una sonrisa de superioridad en la cara y un trozo de salchicha pinchada en el tenedor.

Se lo acercó a la chica, pero ella lo esquivó y la salchicha acabó impactando contra el cuello de Harry. Allison se rio, sin tratar de ocultarlo, y él le dio un golpe en el hombro.

—Ey, no fui yo. George trata de ser mi madre pájaro. ¿También masticarás mi comida y me la darás en la boca?

—Si me veo obligado, sí.

* * *

Allison tenía muchas cosas en las que pensar aquella noche, pero no lo hizo. Se quedó dormida en el instante que se tumbó sobre el colchón, y no se despertó hasta que no pudo seguir ignorando los zarandeos de Hermione. Maddy y Remus le habían afirmado que a sus padres les encantaba madrugar, y Allison no sabía de dónde habían salido sus ganas de dormir siempre hasta las dos de la tarde.

Muy a su pesar, se levantó y se comenzó a vestir. Recordaba lo que Dumbledore había comentado en su discurso la noche anterior. Ese curso se celebraría de nuevo el Torneo de los Tres Magos, y los estudiantes de Durmstrang y de Beauxbatons irían a Hogwarts. Esta vez, solo los magos y brujas mayores de edad podrían presentarse. Allison estaba segura de que cualquier otro día habría mostrado indignación y habría querido presentarse, pero la noche anterior no estaba en sus mejores momentos como para ello.

Además, Alastor «Ojoloco» Moody sería su nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. No le había conocido en persona hasta entonces, pero sabía que era un ex Auror que había entrenado personalmente a Tonks, y que había llenado la mitad de las jaulas de Azkaban.

Algo que le dejó más triste y enfadada fue que no iba a haber quidditch durante ese curso. De verdad necesitaba subirse en su Saeta de Fuego.

Así que, ahora estaba desayunando. George le había dicho que se sentara con él, Fred y Lee; pero se habían puesto a discutir sobre cómo burlarían al juez imparcial para entrar al Torneo. Allison dejó de prestar atención a lo que decían cuando las lechuzas llegaron, trayendo el correo matutino. La pelirroja se levantó para ir junto a su hermano, donde acababa de posarse una lechuza parda y le había dejado una cajita con una nota.

—No puedo creerlo —se rio Allison, en voz baja. Había reconocido a esa lechuza, y sabía muy bien quién era. Tenía los ojos muy abiertos y eran del mismo color ámbar que los de Maddy.

Allison y Harry todavía no se hacían a la idea de que su madrina fuera una animaga y, literalmente, fuera la lechuza que les acababa de traer el paquete. Ally supuso que sería el maquillaje que le había prometido que le llevaría, y que explicaría por qué no había mandado una lechuza en la nota. Harry echó unas pocas gachas en otro plato para que Maddy comiera algo, y ella les dio unos cuantos picotazos antes de volar hacia la mesa de Ravenclaw con otra carta, para dársela y ver a su hija.

Ambos vieron la cara de asombro de Lizzy al darse cuenta de que era su madre, y no contuvieron una risa.

Abrieron la carta con disimulo, para que solo Ron y Hermione la pudieran leer aparte de ellos. Harry hizo una mueca al leer cómo empezaba.

Querida Allison (y Harry, ya que seguro también estás leyendo esto),

Sé que va a ser raro verme, pero Hedwig no ha venido por aquí y la lechuza de la familia está haciendo otro recado. Así que voy a tener que aparecerme en Hogsmeade y volar hasta el Gran Comedor.

No es la primera vez que hago algo así, pero no vais a aprovecharos de esta situación. Y si alguien que no sea Ron o Hermione lee esto os voy a castigar hasta que seáis viejos.

Os quiere,
Maddy

—A veces me da miedo —susurró Harry, comprobando que ya se hubiera marchado de ahí.

—¿Me dará tiempo a usarlo antes de ir a Herbología? —preguntó Allison, abriendo la cajita.

Hermione negó con la cabeza, dándole una mirada seria.

—No puedes llegar tarde.

A pesar de que protestó, les acompañó al invernadero. Pero deseó haber llegado tarde —o habérsela saltado, ya que estamos—, pues la profesora Sprout les había recibido con una nada encantadora y muy asquerosa planta. Según lo que Harry le había susurrado al entrar y verlas, parecían babosas saliendo de la tierra.

—Son bubotubérculos —les dijo con énfasis la profesora Sprout—. Hay que exprimirlas, para recoger el pus...

—¿El qué? —preguntó Seamus con asco.

—El pus, Finnigan, el pus —dijo la profesora Sprout—. Es extremadamente útil, así que espero que no se pierda nada. Como decía, recogeréis el pus en estas botellas. Tenéis que poneros los guantes de piel de dragón, porque el pus de un bubotubérculo puede tener efectos bastante molestos en la piel cuando no está diluido.

Después de toda la clase exprimiendo los bubotubérculos —había sido asqueroso y Allison quería lavarse las manos—, habían acabado por recoger varios litros de un líquido que olía a petróleo.

—La señora Pomfrey se pondrá muy contenta —comentó la profesora Sprout, tapando con un corcho la última botella—. El pus de bubotubérculo es un remedio excelente para las formas más persistentes de acné. Les evitaría a los estudiantes tener que recurrir a ciertas medidas desesperadas para librarse de los granos.

—Oh, Merlín. ¿Esta cosa quita los granos? ¿Por qué Maddy no me dijo nada? Si hubiera sabido que solo tenía que explotar unas burbujas asquerosas —añadió en voz baja.

—Como la pobre Eloise Migden —dijo Hannah Abbott—. Intentó quitárselos mediante una maldición.

—Una chica bastante tonta —afirmó la profesora Sprout, moviendo la cabeza—. Pero al final la señora Pomfrey consiguió ponerle la nariz donde la tenía.

Al acabar la clase, se separaron de los alumnos de Hufflepuff para ir a Cuidado de Criaturas Mágicas. Hagrid les esperaba fuera de la cabaña con Fang, quien parecía querer investigar lo que contenían unas cajas a los pies de Hagrid. Cuando se acercaron, Allison escuchó unos pequeños estallidos que venían de ellas, y quiso saber ella también lo que había.

—¡Buenas! —saludó Hagrid—. Será mejor que esperemos a los de Slytherin, que no querrán perderse esto: ¡escregutos de cola explosiva!

—¿Cómo? —preguntó Ron.

Hagrid señaló las cajas.

—¡Ay! —chilló Lavender, dando un salto hacia atrás.

Allison se había leído Animales Fantásticos y dónde encontrarlos un montón de veces, y podía afirmar que aquellas criaturas no aparecían en el libro. Y se acordaba muy bien de todo lo que decía aquel libro, se había dedicado a garabatear el de su hermano junto con Ron el curso pasado. Incluso recordaba haber escrito «Harry ama a Myrtle la Llorona» en la primera página.

Tal vez estaba desvariando un poco. Pero no quería pensar en las... extrañas criaturas que tenía enfrente. Eran como escorpiones viscosos sin cabeza, o una especie de langostas. De lo que estaba segura era de que olían fatal, como a pescado podrido. Eran muy pequeños, habría como cien en cada caja. De vez en cuando saltaban chispas de la cola de un escreguto y salía despedido a un palmo de distancia.

—Recién nacidos —dijo con orgullo Hagrid—, para que podáis criarlos vosotros mismos. ¡He pensado que puede ser un pequeño proyecto!

—¿Y por qué tenemos que criarlos? —preguntó una voz fría. Era Malfoy; acababan de llegar los de Slytherin.

—Tal vez porque esto es una clase sobre cuidar criaturas mágicas —respondió con sarcasmo Allison.

—¿Y qué hacen? —insistió Malfoy—. ¿Para qué sirven?

Hagrid tardó en contestar, pues parecía que le había costado pensar en la respuesta.

—Eso lo sabrás en la próxima clase, Malfoy. Hoy solo tienes que darles de comer. Pero tendréis que probar con diferentes cosas. Nunca he tenido escregutos, y no estoy seguro de qué les gusta. He traído huevos de hormiga, hígado de rana y trozos de culebra. Probad con un poco de cada.

—Primero el pus y ahora esto —murmuró Seamus.

Allison estaba de acuerdo, aunque no quería decir nada en voz alta. Intentó aguantar la respiración mientras cogía un puñado de hígado de rana, porque aunque la tripa ya no le dolía, temía vomitar al oler aquello. Resultó bastante inútil; los escregutos parecían no tener boca.

—¡Ay! —gritó Dean Thomas, unos diez minutos después—. ¡Me ha hecho daño!

Hagrid, nervioso, corrió hacia él.

—¡Le ha estallado la cola y me ha quemado! —explicó Dean enfadado, mostrándole a Hagrid la mano enrojecida.

—No seas quejica —gruñó Ally, para después soltar un grito—. Mierda, a mí también me ha quemado —añadió en voz baja.

—¡Ah, sí, eso puede pasar cuando explotan! —dijo Hagrid, asintiendo con la cabeza.

—¡Ay! —exclamó de nuevo Lavender—. Hagrid, ¿para qué hacemos esto?

—Bueno, algunos tienen aguijón —repuso con entusiasmo Hagrid—. Probablemente son los machos... Las hembras tienen en la barriga una especie de cosa succionadora... creo que es para chupar sangre.

—Ahora ya comprendo por qué estamos intentando criarlos —dijo Malfoy sarcásticamente—. ¿Quién no querría tener una mascota capaz de quemarlo, aguijonearlo y chuparle la sangre al mismo tiempo?

—Tú también eres molesto y no te tiramos a la basura.

Ron le chocó la mano por lo bajo, después de la cara de advertencia que Hagrid le dio.

—El que no sean muy agradables no quiere decir que no sean útiles —replicó Hermione con brusquedad—. La sangre de dragón es increíblemente útil por sus propiedades mágicas, aunque nadie querría tener un dragón como mascota, ¿no?

Ally soltó una risita, pues se acordaba muy bien de Norberto y lo emocionado que estaba Hagrid. Aunque, siendo honestos, a Allison también le encantaría tener un dragón.

—Bueno, al menos los escregutos son pequeños —comentó Ron una hora más tarde, mientras regresaban al castillo para comer.

—Lo son ahora —repuso Hermione, exasperada—. Cuando Hagrid haya averiguado lo que comen, me temo que pueden hacerse de dos metros.

—Bueno, no importará mucho si resulta que curan el mareo o algo, ¿no? —dijo Ron con una sonrisa pícara.

—Sabes bien que eso solo lo dije para que Malfoy se callara —contestó Hermione—. Pero la verdad es que sospecho que tiene razón. Lo mejor que se podría hacer con ellos es pisarlos antes de que nos empiecen a atacar.

—Bueno, tampoco hace tanto daño esta quemadura —murmuró Allison, tocándose la mano roja—. ¡Auch! Vale, sí. Debería ir a ver a la señora Pomfrey.







he dicho Pigfarts y no me arrepiento de ello. el capítulo se llama Goin' Back to Hogwarts? sí. cuando escribí esto acababa de ver AVPM y estaba obsessed nO mE eScOnDo

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro