
04 | veelas
IV. VEELAS
Ya por la noche, se dirigieron hacia el estadio. Pasaban por los puestos de la gente que vendía recuerdos y todo tipo de objetos. Allison y Harry, tras algunas réplicas, consiguieron que Ron aceptara que le regalaran unos omniculares, al igual que a Hermione. Acabaron comprándoles a los gemelos, ya que Allison insistía en que no podía no comprarle a su novio y su hermano gemelo. Ellos aceptaron de buena gana y le aseguraron que cuando empezasen a ganar dinero con sus inventos se lo devolverían.
Era probable que Maddy les asesinara por gastar tantos galeones, pero a Allison en esos momentos no le impotaba. Tampoco era como si se fuera a notar mucho, la bóveda de los Potter estaba llena de oro.
Allison se había comprado además una bufanda de Irlanda y una diadema muy graciosa. Tenía unos muelles con unos tréboles que botaban solos sin descanso.
—¡Asientos de primera! —dijo la bruja del Ministerio que estaba parada en la puerta del estadio—. ¡Tribuna principal! Todo recto escaleras arriba, Arthur, arriba del todo.
Cuando llegaron a sus asientos, Ally observó con asombro lo gigantesco que se veía y lo magnífico que era estar en la tribuna principal. Nunca había visto un estadio tan gigante, y estaba ansiosa por que el partido empezara cuando antes.
—Antes de que empiece el partido habrá una exhibición de las mascotas de los equipos —leyó en voz alta Hermione, mientras Allison y ella examinaban el programa.
—Eso siempre es digno de ver —dijo el señor Weasley—. Las selecciones nacionales traen criaturas de su tierra para que hagan una pequeña exhibición.
El tiempo pasaba, igual que los magos y brujas entusiasmados. El señor Weasley saludaba a todo el que se cruzaba, siendo estos magos y brujas importantes. Allison se partió de risa cuando Percy hizo una reverencia al ministro de Magia, Cornelius Fudge, y se le cayeron las gafas al suelo.
Fudge se había parado para saludar a Harry y presentarle a los magos con los que iba. Allison se levantó de su asiento para ir al lado de su hermano, echando oído.
—Ya sabe, Harry Potter —le dijo muy alto al ministro de Bulgaria—. ¡Harry Potter...! Seguro que lo conoce: el niño que sobrevivió a Quien Usted Sabe... Tiene que saber quién es...
El hombre entonces señaló la cicatriz de Harry, y se puso a hablar muy alegremente cosas en su idioma, por lo que nadie entendió una palabra.
—Sabía que al final lo conseguiríamos —le dijo Fudge a Harry cansinamente—. No soy muy bueno en idiomas; para estas cosas tengo que echar mano de Barty Crouch. Ah, ya veo que su elfina doméstica le está guardando el asiento. Ha hecho bien, porque estos búlgaros quieren quedarse los mejores sitios para ellos solos... ¡Ah, ahí está Lucius!
Los que faltaban, pensó Allison, cuando comprobó que los Malfoy se encaminaban a la segunda fila de asientos. Lucius y Draco tenían su habitual postura de superioridad, al igual que Narcissa. Aunque ese día, la madre de Draco parecía estar oliendo un pedo de su marido, porque tenía una mueca de asco en la cara.
—¡Ah, Fudge! —dijo el señor Malfoy, tendiéndole la mano—. ¿Cómo estás? Me parece que no conoces a mi mujer, Narcissa, ni a nuestro hijo, Draco.
—¿Cómo está usted?, ¿cómo estás? —saludó Fudge, sonriendo e inclinándose ante la señora Malfoy—. Permítanme presentarles al señor Oblansk... Obalonsk... al señor... Bueno, es el ministro búlgaro de Magia, y, como no entiende ni jota de lo que digo, da lo mismo. Veamos quién más... Supongo que conoces a Arthur Weasley.
Por supuesto que se conocían, y no se llevaban precisamente bien. Allison recuerda la pelea que tuvieron en Flourish y Blotts.
Los fríos ojos del señor Malfoy recorrieron al señor Weasley y luego la fila en la que estaba sentado.
—Por Merlín, Arthur —dijo con suavidad—, ¿qué has tenido que vender para comprar entradas en la tribuna principal? Me imagino que no te ha llegado solo con la casa.
Fudge, que no escuchaba, dijo:
—Lucius acaba de aportar una generosa contribución para el Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas, Arthur. Ha venido aquí como invitado mío.
—Así que fue por eso —murmuró Allison, a lo que Harry asintió. Los adultos no la escucharon.
Maddy tenía razón, Lucius Malfoy no lo había donado por los enfermos, sino por conseguir aquellos asientos.
—¡Ah... qué bien! —dijo el señor Weasley, con una sonrisa muy tensa.
Unos segundos después de que se marcharan, Ludo Bagman preguntó:
—¿Todos listos? Señor ministro, ¿qué le parece si empezamos?
—Cuando tú quieras, Ludo —respondió Fudge complacido.
Ludo sacó la varita, se apuntó con ella a la garganta y dijo:
—¡Sonorus! —Ahora su voz se escuchaba por encima de la multitud—. Damas y caballeros... ¡bienvenidos! ¡Bienvenidos a la cuadringentésima vigésima segunda edición de la Copa del Mundo de quidditch!
Se escucharon aplausos y gritos, además de himnos y banderas ondeando. Allison volvió a sentarse en su asiento.
—Y ahora, sin más dilación, permítanme que les presente a... ¡las mascotas del equipo de Bulgaria!
—Me pregunto qué habrán traído —dijo el señor Weasley, inclinándose en el asiento hacia delante—. ¡Aaah! —De pronto se quitó las gafas y se las limpió a toda prisa en la tela de la túnica—. ¡Son veelas!
—¿Qué son vee...?
La pregunta de Harry quedó en el aire, porque las veelas acababan de salir al campo. Allison se quedó boquiabierta viéndolas.
Aquellas mujeres eran impresionantes, las más preciosas que nunca había visto. Su pelo era dorado, sin embargo ellas emitían un brillo plateado. La pelirroja se quedó medio embobada viéndolas, y después la música comenzó a sonar.
Apoyó su barbilla sobre su mano cuando empezaron a bailar, contemplándolas sin poder apartar la vista.
Cuando la música había acabado, todos se veían muy desconcertados. Incluso Allison parecía haber salido de un sueño. Pero los chicos lo llevaban mucho peor. Harry y Ron estaban de pie, como si hubieran estado dispuestos a saltar al estadio.
Si Allison tenía alguna duda, después de aquello no le quedaba ninguna.
—Lamentarás haberlos roto en cuanto veas a las mascotas de Irlanda —le dijo su padre a Ron cuando hizo trizas los tréboles de su sombrero.
—¿Eh? —musitó Ron.
Hermione chasqueó fuerte la lengua y tiró de Harry para que se volviera a sentar.
—¡Lo que hay que ver! —exclamó.
Miró a Allison en busca de apoyo, pero la encontró con los ojos fijos en las veelas.
—¿Allison?
—Ya es innegable —murmuró Allison.
Observó a George, que se encontraba a su derecha mirando fijamente a las veelas, y después volvió su mirada a ellas.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Hermione.
Allison se inclinó hacia su mejor amiga y para que nadie más escuchara, susurró en su oreja:
—Soy bisexual.
Hermione le miró desconcertada unos segundos.
—¿Se supone que era un secreto? No has sido precisamente discreta.
—Bueno... —empezó a decir Allison, pero la voz de Bagman la interrumpió.
—Y ahora —bramó— tengan la bondad de alzar sus varitas para recibir a... ¡las mascotas del equipo nacional de Irlanda!
* * *
El partido fue asombroso. Allison se lo pasó en grande repasando todas las jugadas que podía con los omniculares, anotando mentalmente que debía intentar algunas de ellas con Angelina y Alicia, como la Finta de Porskov o la formación de ataque «cabeza de halcón».
Krum había demostrado de nuevo sus grandes dotes como buscador, habiendo atrapado la snitch y dando fin al partido. Sin embargo, los ganadores fueron el equipo de Irlanda, pues el resultado fue de 170 a 160 a favor de los irlandeses.
Tras muchos gritos de júbilo, abandonaron entre la multitud el estadio. George y Fred acababan de conseguir un montón de galeones gracias a una apuesta que habían hecho con Ludo Bagman, y planeaban en voz baja lo que harían con todo el oro. Seguramente, y conociéndoles, lo usarían para algo de Sortilegios Weasley. A su madre no le haría mucha gracia, pero el señor Weasley les había hecho prometer que no le contarían nada sobre la apuesta, y ellos no podían estar más de acuerdo.
Cuando llegaron a la tienda, nadie estaba cansado, así que decidieron tener una charla sobre el partido mientras tomaban chocolate. Allison tenía la cabeza recostada sobre George, y no paraba de darle vueltas al asunto. Necesitaba decírselo ya.
—Georgie, ¿podemos hablar fuera?
Él asintió y le dio un beso en la frente antes de ponerse en pie. El señor Weasley no le dio importancia a que ambos salieran de la tienda, pues estaba demasiado metido en su discusión con Charlie sobre el comportamiento violento del partido.
—¿Todo va bien? —preguntó George, cuando ambos estuvieron fuera.
—Sí, claro. Sí. Solo quería, uhm... comentarte algo.
—Lo que sea. —Aunque no pudiera verlo con claridad, debido a que todo estaba oscuro, supo que George le estaba sonriendo.
—Durante el partido... Bueno, antes del partido. Cuando han salido las veelas... Eran hermosas, ¿verdad?
George frunció el ceño, sin entender a qué venía esa pregunta.
—Sí... —contestó, dubitativo.
—Quiero decir, que a mí también me han parecido preciosas. ¿Entiendes? Igual que a ti, que a Harry y Ron.
La chica no sabía por qué le estaba costando tanto confesarlo. ¿Cómo es que antes se lo había dicho tan natural a Hermione? Debió de ser por las veelas, que no le habían dejado pensar con claridad, y la emoción del momento.
—¿Estás celosa de las veelas? —preguntó torpemente George—. Porque te puedo asegurar que tú también eres muy guapa sin ser una.
—Eso ha sido muy bonito, pero no es a lo que quería llegar —murmuró Allison.
Se llevó una mano a la frente y cerró los ojos. Tras respirar dos segundos, volvió a abrirlos.
—Tú me pareces guapo, George.
—Obviamente —dijo, intentando bromear.
—Pero ellas también. ¿No lo entiendes? Estoy intentando salir.
George observó su alrededor con el rostro confuso.
—Ya estamos fuera de la... Oh.
Allison se mordió el labio con fuerza. Parecía que ya lo había entendido.
—Me parece fantástico —dijo tras unos segundos en silencio—. Es algo totalmente normal, es decir, las chicas sois geniales, los chicos también lo somos. Todo está perfecto, sí.
Ella soltó el aire, aliviada al escuchar su reacción y sintiendo que se había quitado un peso de encima.
—Gracias, Georgie —susurró mientras le abrazaba, pasando sus brazos por debajo de los de su novio.
—Espero que no me sustituyas por una veela —soltó el chico, riéndose en voz baja.
—Tendré que pensármelo —bromeó Allison, divertida.
—Oh, no te atreverás, Allison Gwendolyn Potter.
Ella rio mientras se separaba de él y le tomaba de la mano, dispuesta a regresar a la tienda. Hermione y Ginny salieron justo cuando iban a pasar adentro, y la primera le sonrió cómplice. Ginny, por su parte, estaba demasiado adormecida para siquiera abrir los ojos, y se chocó con la espalda de Hermione al poner un pie fuera de la tienda.
—Tu padre ha dicho que entres ya, George. Y, Ally, vamos a dormir ya a nuestra tienda.
Ambos asintieron y se despidieron con un corto beso en los labios, entrando cada uno en su respectiva tienda.
Cuando Allison ya estaba a punto de subir a lo alto de su litera, Hermione le tocó el hombro, llamándole la atención.
—¿Se lo has contado? —Allison asintió—. ¿Y ha ido bien?
—George es genial —admitió la pelirroja con una sonrisilla boba en los labios.
—Me alegro mucho por ti —dijo sinceramente Hermione, sonriendo también.
—Mañana se lo diré a Harry y a los demás. Esto de salir del armario me está dejando agotada, debo recargar las pilas —dijo con un bostezo al final, subiendo por fin a la cama.
Hermione soltó una risita y le deseó buenas noches.
* * *
Allison estaba tan a gusto durmiendo, que casi no se despierta con los gritos. Bill había entrado en la tienda, y les chillaba para que se dieran prisa y salieran, con urgencia.
Las tres no se lo plantearon antes de levantarse y coger sus chaquetas para ponérselas tras escuchar los gritos preocupados del mayor de los hermanos Weasley. Fuera se escuchaban chillidos, gente corriendo, y no era difícil imaginar que algo terrible estaba sucediendo.
Con pánico, las tres salieron de la tienda, y corrieron hacia donde Ron, Harry, George y Fred se encontraban.
La escena que les esperaba hizo que a Allison le entraran unas tremendas ganas de llorar. Entre todo el caos, e incluso tiendas incendiadas, había una procesión de enmascarados. Todos llevaban la varita en alto, levitando a cuatro personas. Eran los Roberts, la familia muggle que alquilaba los terrenos.
Los enmascarados habían puesto del revés a la señora Roberts, haciendo que enseñara las bragas, por mucho que intentara taparse con el camisón. Allison se llevó las manos instintivamente hacia sus pantalones cortos, y se sintió como si se lo estuvieran haciendo a ella. Una sensación de impotencia le llenó el pecho y se le escapó una lágrima.
Ella podía imaginarse quiénes eran aquellas personas que ridiculizaban a una familia de muggles por el simple hecho de ser muggles. Pero no quería creerlo, porque era demasiado doloroso pensar en ello.
El señor Weasley y sus tres hijos mayores se encaminaron a ayudar al Ministerio, y los demás tuvieron que huir con el resto de la gente hacia el bosque.
Cuando se internaron en el bosque, vieron cómo la multitud aumentaba. Los magos del Ministerio trataban de frenar a los enmascarados, pero era una situación difícil. Temían que algún hechizo hiciera caer a la familia Roberts.
En un momento dado, Allison escuchó el grito de dolor de Ron.
—Ron, ¿estás bien? ¿Qué ha pasado? —preguntó con preocupación. Se notaba la ansiedad en su voz—. Lumos.
Con la iluminación, pudo ver a Ron tirado en el suelo.
—He tropezado con la raíz de un árbol —dijo de malhumor, volviendo a ponerse en pie.
Allison dejó escapar un suspiro, pero volvió a ponerse tensa al oír hablar una nueva voz. Estaba realmente muy estresada en esos momentos, y quería llorar y pegarle un puñetazo a alguien.
Malfoy, por ahora, se estaba llevando las papeletas para ser quien lo recibiera.
—Bueno, con pies de ese tamaño, lo difícil sería no tropezar.
El rubio estaba tranquilamente apoyado en un árbol, contemplándolo todo con los brazos cruzados.
—Vete a tomar por culo, Malfoy —siseó Ron.
—Cuida esa lengua, Weasley —le respondió Malfoy, con un brillo en los ojos—. ¿No sería mejor que echarais a correr? No os gustaría que la vieran, supongo...
Señaló a Hermione con un gesto de la cabeza.
Escucharon el sonido de algo explotando y una luz verde iluminó los árboles unos segundos. A Allison se le revolvió el estómago. Se acercó un paso más a Malfoy, aunque nadie pareció notarlo. Respiraba pesadamente, tratando de calmarse.
—¿Qué quieres decir? —le preguntó Hermione desafiante.
—Que van detrás de los muggles, Granger —explicó Malfoy—. ¿Quieres ir por el aire enseñando las bragas? No tienes más que darte una vuelta... Vienen hacia aquí, y les divertiría muchísimo.
—Eres un psicópata si piensas que algo de esto es gracioso, imbécil —gruñó Allison, que tenía unas ganas inmensas de callarle la boca—. Y, además, Hermione es una bruja.
—Sigue tu camino, Potter —dijo Malfoy sonriendo maliciosamente—. Pero si crees que no pueden distinguir a un sangre sucia, quédate aquí.
Ahora sí que había vuelto a sobrepasar la raya. Allison se lanzó a darle una patada a Malfoy, pero él se apartó a tiempo.
—¡Te voy a lavar la boca! —gritó Ron, que también intentó abalanzarse sobre él.
—No importa, chicos —dijo Hermione rápidamente, agarrando a Ron del brazo.
Por el contrario, a Allison nadie le había agarrado. Aunque, antes de que pudiera hacer nada, se escuchó una explosión más fuerte que las anteriores. La pelirroja trató de respirar con calma, pero le era difícil.
Malfoy soltó una risita.
—Qué fácil es asustarlos, ¿verdad? —dijo con calma—. Supongo que papá os dijo que os escondierais. ¿Qué pretende? ¿Rescatar a los muggles?
—Métete tus ideales por donde te quepan, Malfoy —gruñó Allison—. Te pegaría un puñetazo en la nariz, pero no serviría de nada: está claro que no puedes sentir nada.
Malfoy dio un paso al frente, desafiante, pero Allison no se dejó intimidar. Le apuntó con su varita.
—¿Dónde están tus padres? —preguntó Harry, probablemente tratando de distraerle—. Tendrán una máscara puesta, ¿no?
Malfoy se volvió esta vez hacia Harry, sin dejar de sonreír.
—Bueno, si así fuera, me temo que no te lo diría, Potter.
—Venga, vámonos —los apremió Hermione, dándole a Malfoy una mirada de asco—. Tenemos que buscar a los otros.
—Mantén agachada tu cabezota, Granger —dijo Malfoy con desprecio.
—Vámonos —repitió Hermione, y les arrastró de nuevo al camino.
—¡Os apuesto lo que queráis a que su padre es uno de los enmascarados! —exclamó Ron, furioso.
Allison apretó con fuerza su varita entre su puño, totalmente cabreada. Estaba asustada con la situación, se sentía incapaz de hacer algo útil. Y eso le frustraba, pero también le ponía nerviosa. No dejaba de pensar en los enmascarados y de quiénes se podían tratar.
—¡Bueno, con un poco de suerte, el Ministerio lo atrapará! —repuso Hermione enfáticamente—. ¿Dónde están los otros?
Hacía un rato que habían perdido a los gemelos y a Ginny, y eso no hacía más que aumentar la preocupación de Allison.
Entre la gente que huía, una chica de pelo espeso y rizado se volvió y les preguntó rápidamente:
— Où est Madame Maxime ? Nous l’avons perdue...
—Eh... ¿qué? —preguntó Ron, sin haber entendido nada.
— Oh... !
La chica volvió con su grupo, y le escucharon decir «Ogwarts» antes de marcharse.
—Beauxbatons —murmuró Hermione.
Ron encendió su varita al igual que habían hecho las dos chicas antes.
—No, no lo puedo creer... ¡He perdido la varita! —se lamentó Harry.
—¿Bromeas?
Intentaron buscarla, iluminando el suelo, pero fue en vano. No estaba por ninguna parte.
De repente, la elfina doméstica del señor Crouch salió de detrás de unos matorrales.
—¡Hay magos malos por ahí! —chilló como loca, mientras se inclinaba hacia delante y trataba de seguir corriendo—. ¡Gente en lo alto! ¡En lo alto del aire! ¡Winky prefiere desaparecer de la vista!
Y se metió entre los árboles.
Después de unos comentarios de Harry y Ron, Hermione estuvo debatiendo sobre la moralidad de tener elfos domésticos. No lo veía precisamente bien. Pero Allison tenía la cabeza en otras cosas; no sabía cómo Harry había podido perder su varita, pero desde luego ella estaría histérica en su lugar.
Siguieron corriendo hacia el interior del bosque, y tras toparse con todo tipo de gente, dieron con Ludo Bagman, totalmente desorientado. Le explicaron qué estaba pasando y se desapareció, sin decirles nada.
Los minutos pasaban, y por muchas conversaciones banales que trataran de mantener, el nerviosismo de Allison no hacía más que crecer.
De repente, escucharon unas pisadas que parecían dirigirse hacia ellos. Luego, silencio.
—¿Quién está ahí? —preguntó Harry.
—¡MORSMORDRE! —gritó una voz.
Ninguno se esperaba eso, y tampoco entendieron lo que ocurría hasta que miraron hacia el cielo. Era verde y brillante, aterradora. Una calavera con una lengua de serpiente saliéndole por la boca.
Era la Marca Tenebrosa; Maddy y Remus les habían informado sobre ella. El pánico inundó a Allison todavía más, porque si ya había pensado antes que todo era obra de los mortífagos, ahora estaba más que claro que así había sido.
Allison pensaba que iba a morir esa noche. Mientras escuchaban a la gente chillar del terror, su mente se imaginaba a un mortífago saliendo de los arbustos y lanzándoles la maldición asesina.
Le faltaba la respiración, pero ninguno de sus amigos se dio cuenta porque todos estaban atentos a su alrededor. Hasta que Allison sintió cómo no podía tenerse de pie y se agarró a la espalda de Harry, quien la cogió con preocupación.
—Allison —susurró, llamando su atención—. Allison, ¿qué te pasa? —preguntó, alterado.
Se sentía mareada y no podía contestarle, porque no dejaba de pensar que iban a asesinarles. Vio cómo unas figuras borrosas de al menos veinte magos les apuntaban con la varita, y Harry tiró hacia abajo de su hermana justo a tiempo.
—¡Desmaius! —gritaron las voces de los magos.
Las luces de los hechizos brillaron por encima de sus cabezas. Allison gritó, tapándose la cabeza con los brazos y se quedó en el suelo. Escuchó más gritos, gente hablando, pero no podía prestarles atención. Estaba demasiado asustada y escuchaba su corazón latiendo a toda velocidad y su aliento agitado, intentando respirar porque sentía que era casi incapaz.
Notó como alguien la zarandeaba, y se topó con la cara del señor Weasley. Allison le miró con los ojos muy abiertos, sin saber cómo había llegado ahí.
—Allison, tienes que tranquilizarte —le dijo el señor Weasley con voz calmada, viendo cómo la chica no dejaba de temblar.
No dejaba de escuchar a más gente gritando a su alrededor, pero no estaba lo suficientemente concentrada como para entenderlo. Solo oía palabras sueltas, como Marca Tenebrosa, lo que solo consiguió alterarla más.
—Allison —llamó la voz de Hermione, y se dio cuenta de que ahora era ella a quien tenía enfrente—. Sé que estás nerviosa, pero ya se ha pasado. No estamos en peligro —le aseguró—. Son magos del Ministerio, mira, Allison.
La chica miró a su alrededor, viendo cómo los adultos apenas les prestaban atención —salvo el señor Weasley, quien estaba pendiente— y discutían entre ellos. La elfina doméstica, Winky, también estaba ahí, llorando.
Allison intentó relajarse. Estaba bien, Hermione le había dicho que estaban a salvo. Notó cómo empezaba a respirar mejor y ya no escuchaba tan alto su corazón, además de que había dejado de temblar.
—¿Ves? Todo está bien.
El señor Crouch, el señor Diggory y Ludo Bagman hablaban muy deprisa entre ellos, y Arthur Weasley se dirigió hacia Allison y Hermione.
—Chicas, vamos de vuelta a la tienda. ¿Te encuentras mejor, Allison?
—Sí —respondió ella, asintiendo con la cabeza. Todavía se sentía desorientada, pero habían desaparecido las horribles sensaciones—. Estoy bien.
No entendía qué acababa de pasar, pero la presión en el pecho tardó varios minutos en desaparecer.
vale primero, si ya en el libro este capítulo es de los que más odio porque todo es un caos y me pone muy nerviosa lo que los mortífagos le hacen a la familia Roberts, ha sido peor escribirlo. sobre todo la última parte con Allison, de verdad lo he pasado mal jdidwowjdhdi
¡pero ya es oficial que es bi! centrémonos en eso, anda, porfa
os adoro, cuidaros y nos vemos con el próximo capítulo el jueves<3
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