Capítulo 76: No sois bienvenidos
Xenophilius Lovegood había entregado a Harry, Ron y Hermione. O, bueno, había entregado a Harry y Hermione y había dicho que Ron había desaparecido de la nada. Cuando habían llegado los mortifagos le estaban torturando porque les había llamado y Harry no estaba en ningún lado. Arthur intervino y, de alguna forma, consiguió parar la tortura, así que se llevaron a Lovegood a La Madriguera, donde le interrogaban sobre lo que acababa de pasar en su casa.
Atria no podía dejar de morderse las uñas y tampoco podía estar quieta en el salón, dando vueltas de un lado a otro mientras que Fred tenía a Ginny abrazada. George hacía compañía a Atria en cada uno de los paseos que se daba e iba preguntando todo lo que a Atria no se le ocurría, sin dejar tiempo a que Lovegood respondiera.
— ¿Qué es lo que quería Harry?
— ¿Pero estás seguro de que viste a Ron?
— ¿Hablaron de algún recuerdo?
— ¿Qué es lo que pasó en la explosión?
— ¿Estaba Ron al lado de Hermione cuando desapareció?
— ¿Fue Hermione la que hizo explotar la casa?
— Seguro que fue Hermione, George, ¿ves a alguno de los otros dos teniendo esa idea?
— Obviamente no, pero quería asegurarme —dice George y luego vuelve a mirar a Lovegood—. ¿De verdad que no has delatado a Ron?
— Si has delatado a Ron tendremos que hacerte daño, ¿lo entiendes?
Sonaba bien, como los muggles en las películas y a George le entra la risa mientras que Molly le grita algo como que no debe amenazar a la gente. Si los muggles lo hacen, ¿por qué ella no puede? Los interrogatorios funcionan así, ¿no?
— ¿Por qué no te sientas tú también en el sofá?
Remus no le da la opción, si no que la empuja para que vaya a sentarse entre Fred y Tonks, que se tocaba la tripa de forma distraída.
— Oye... ¿da ya patadas? Las películas muggles dicen que eso suele empezar ahora —le susurra a Tonks y ella se ríe.
— No me deja dormir la siesta, se mueve tanto que, cuando me estoy quedando dormida, me despierta.
El embarazo le está sentando bien a Tonks. Parecía contenta, a pesar de que no podía hacer muchas de las misiones por los peligros que tenían. Tampoco podía ir al Ministerio a trabajar y tampoco acercarse a San Mungo, pero era una suerte que Beth hubiera elegido la carrera de medimagia y pudiera ir a La Cueva porque de otra forma no sabrían que todo va bien.
Pero bueno, volviendo a lo de antes, Tonks coge la mano de Atria y la pone en su tripa para que sienta las patadas del bebé. Y es algo raro porque de repente no hay nada y luego algo le está dando en la mano con bastante fuerza.
— ¿No te duele? —Tonks niega y Atria se baja del sofá para hablarle a la tripa de Tonks—. ¿Estás bien ahí dentro?
El bebé contesta, lo cual a Atria le hace ilusión porque es la madrina de ese bebé —da igual lo que Remus diga, ella es la madrina, punto— y la entretiene mientras que escucha distraídamente a Lovegood. Primero balbucea excusas, una tras otra, con cada vez menos sentido hasta que, finalmente, se rompe, y dice la verdad.
— Han secuestrado a mi Luna, me dijeron que... que me la devolverían si...
Ginny se levanta rápidamente del sofá y empieza a gritar. Grita a Athur, grita a Molly, grita a Bill, grita a Charlie, grita a los gemelos y grita a Remus, pero ninguno de ellos la hacen caso, así que se gira hacia Fleur.
— Luna es mi mejor amiga, no podéis dejarla pudriéndose en cualquier lado..
— No sabemos dónde está —responde Fleur y Ginny cierra las manos en un puño.
— ¡Pues la buscáis, sois la Orden del Fénix!
— No es tan fácil, Ginny —dice Arthur, quitándose las gafas y frotándose los ojos—. Esté donde esté va a ser imposible sacarla de ahí.
— ¡No es imposible!
Ginny se mueve con rapidez hasta las escaleras y sube por ellas a toda velocidad, para terminar cerrando la puerta de su habitación con un portazo. ¿Qué es más imposible pensar? ¿Qué salvar a Luna es imposible o que ya está muerta? Porque todos hablan de esa forma, como si que la tuvieran encerrada solo fuera el paso de antes a matarla. Y eso no puede ser real.
— Tiene que haber algo que podamos hacer —murmura Atria, pero no parece que haya nada, porque nadie lo dice.
Al menos hasta que Molly se pone en pie y los mira a ella y a los gemelos.
— Vosotros tres os venís a vivir aquí. No quiero discusiones, no vais a seguir en el Callejón Diagon cuando se llevaron a Luna en el propio andén del tren.
Los tres se quedan callados, sabiendo perfectamente que es lo adecuado en estos momentos. Estar juntos, evitar que los mortifagos los encuentren solos como ha pasado con Luna. Pero hay muchas cosas por el camino, como la tienda o las misiones de la Orden. Porque para Molly siempre llegan bien, las heridas son fáciles de ocultar si no la ves todos los días a todas horas. Es mucho más sencillo escabullirse cuando tienes que ir a grabar un programa de radio y, aunque parezca una estupidez que está fuera de lugar en esos momentos, volver a casa de tus padres una vez ya te has independizado no es el sueño de cualquiera.
La guerra también se lleva las cosas sencillas, seguramente.
— Id a por vuestras cosas, si en una hora no habéis vuelto se acabó la radio —Molly amenaza y Arthur le pone la mano en el hombro, para que luego ella suspire—. Vamos, ¿a qué esperáis? Proteged la tienda y...
— Voy con ellos, pondré suficientes maldiciones como para que nadie se acerque —dice Bill, levantándose también para situarse al lado de sus hermanos y Atria—. Quizá tardamos dos horas o tres, mamá, hay muchas cosas que hacer.
Todos saben que no les van a quitar la radio, como tampoco les puede quitar Sortilegios Weasley, por eso salen de la casa, sin esperar más tiempo. Porque hay muchas cosas que recoger y verdaderamente poco tiempo, o al menos esa es la sensación que tienen.
No desmontan las habitaciones, solo cogen la ropa de invierno y la meten en lo que eran los baúles del colegio, como si fueran maletas muggles. Es fácil colocar toda la ropa cuando solo tienes que agitar la varita y todo se dobla perfectamente, incluso cuando estás metiendo la ropa de dos personas completamente distintas, con tallas completamente distintas en el mismo lugar.
Un baúl tiene la ropa de Fred y Atria, otro la de George y el tercero está lleno de los experimentos que los tres hacen por las noches o mientras que se graba Potterwatch. Luego faltan todas las cajas con productos de Sortilegios Weasley, porque el negocio no cierra, solo cierra la venta presencial, pero nadie olvida la venta por lechuza.
— Ya lo hicimos una vez, con Umbridge en el colegio, esta vez podemos hacerlo igual —Fred no pierde la esperanza en ningún momento mientras que recogen todo—. Ya hemos colado muchos productos, ahora nada va a ser diferente.
— Total, casi no teníamos clientes en persona —murmura George y lanza a una de las cajas un montón de surtidos salta-clases.
— Atria, vente, necesito tu ayuda para los hechizos.
— ¿La mía?
— ¿El hechizo de la boda? ¿No puedes convertir el suelo de la tienda en arenas movedizas?
Antes de que Bill termine la frase, Atria ya lo ha hecho y, como si Bill quisiera probarlo, entra dentro de ellas. Camina un poco antes de empezar a hundirse y, allí, es donde empieza a lanzar él mismo multitud de maldiciones que quedan bajo las arenas movedizas.
— Notarán las maldiciones primero, luego las arenas movedizas y, aun así, les queda una capa extra de maldiciones que está ya tapada por tus arenas movedizas —se lo aclara cuando le saca de tierra, suspendido por un tobillo—. ¿Ese hechizo lo puedes dejar puesto?
— Tendría que investigarlo, ni siquiera es mío, me lo enseñó Remus.
Bill asiente y sigue poniendo hechizos mientras que Atria vuelve a subir al piso. Fred y George siguen dando vueltas cogiendo cosas, así que ella va hasta su habitación. La ropa de verano la han dejado en el armario, al igual que bastantes de los libros que tienen por las estanterías y la rosa está sobre la cómoda.
Definitivamente no es buena idea llevarla a La Madriguera, no, es mejor que se quede ahí, ya irán a buscarla más adelante. No gracias a aguantar las burlas de Charlie y las de Ginny cuando lleguen, no.
— ¿Nos vamos?
Ya han recogido todo, solo queda el desorden que dejan en la casa para que no parezca que la abandonan. Porque no la abandonan, no, van a volver. Claro que van a volver, lo que no se imaginan es lo pronto que van a necesitar salir corriendo de La Madriguera para tener un rato de paz.
— Sí, claro.
Atria abraza a su novio antes de salir con todo lo que han empaquetado volando por los aires. Necesitan salir al menos a la calle antes de poder desaparecerse porque también han aumentado los hechizos de protección de la tienda y el apartamento y ahora ni ellos mismos pueden desaparecerse.
La Madriguera, al menos, es un lugar seguro. A Atria le vuelve un poco loca estar allí porque Molly no deja de insistir en que tiene que hacer algo con su vida y no puede dedicarse solo a la Orden, por lo que Atria pasa más tiempo en La Cueva o en El Refugio que en La Madriguera. Cuando está en El Refugio Atria aprovecha para dar largos paseos por la orilla de la playa y cuando está en La Cueva habla mucho con Tonks, habla con el bebé y este responde e intenta convencer a Remus que pintar la habitación del bebé de amarillo es muy mala idea, pero él no escucha absolutamente nada.
— Va a ser amarillo, es un color muy positivo. Ahora, ayúdame a sacar el escritorio de la habitación.
— Lo único que vas a conseguir es que vengan las avispas a la habitación —le contesta ella, pero le ayuda a sacar el escritorio.
Van, poco a poco, con el amueblado de la habitación, pero les vale porque al menos una vez a la semana tienen que dejar lo que están haciendo y salir corriendo porque hay un ataque en cualquier punto de Reino Unido. Siempre van, con miedo a que una de las veces estén allí Harry, Ron y Hermione y los capturen, pero nunca están, así que mantienen la esperanza y aumentan las ganas de luchar. También aumentan todo lo que se arriesgan, lo cual tiene consecuencias.
Por eso acaban volviendo al piso cuando Remus los manda a La Madriguera.
Mirad, Molly y Arthur ya tienen bastante con Ron dando vueltas por ahí con Harry y Percy en la boca del lobo, ¿sí? Así que si los gemelos y Atria les pueden quitar un dolor de cabeza está bien. Charlie se une muchas veces a ellos porque él sí que no conoce el significado de peligro —siempre dice que en la reserva hay cosas mucho más peligrosas que los dragones— y acaba bastante magullado.
Al final todo resulta en peleas cuando vuelven a casa porque no han ido cuando deberían.
— Tú y yo nos vamos a ir de aquí, que le den a la guerra, George ya no va a estar solo.
Fred se deja caer en el suelo, junto al árbol donde Atria se ha sentado a leer.
— No lo dices en serio, sabes que por mi vale —Atria pasa una de las páginas de su libro de forma distraída—. Anda, mira, si de aquí es de donde saqué lo de Caelum, no es un libro de astronomía, es un personaje. Oh, mierda, ya me acuerdo de que pasaba, creo que voy a echarme a llorar de nuevo.
— Si lloras por algo que sea por la cantidad de cajas que tenemos que preparar para mudarnos.
— Por eso también voy a llorar.
No le cuentan a nadie los planes. Solo, poco a poco, empiezan a preparar cajas. Y, cuando consiguen tener un par de ellas a finales de enero —¿quién pensaba que iban a aguantar tanto en La Madriguera?— van, por fin, a Wetvalley para dejarlas en su casa.
No todo está como pensaban que iba a estar.
— ¿Qué es lo que ha pasado aquí?
Donde una vez había estado el gran sauce llorón, protegiendo la plaza del pueblo con sus grandes ramas, ahora solo quedan unas pocas ramas y un tronco parcialmente quemado. De las tiendas y casas que rodeaban la plaza solo hay estructuras y la gente camina rápidamente de un lado a otro, sin pararse. Las farolas han desaparecido, el suelo ha sido arrancado y donde una vez hubo un pueblo lleno de vida ahora solo quedan los restos.
— Ah, la Orden del Fénix, ¿por fin os dignais a venir?
Mara camina hacia ellos, con el ceño fruncido y el pelo muchísimo más corto de lo que lo llevaba la última vez que la vieron, además de que tiene una cicatriz en el cuello que antes no tenía. Camina llevando con la varita un gran saco de ladrillos, que deja sin mucho cuidado en una de las casas de la plaza y va hacia Atria y Fred. Está claramente enfadada y no es para menos.
— ¿No pensáis decir nada? ¿Los grandes salvadores de la Orden del Fénix no pueden hacer nada? — se nota que Mara está enfadada, con cada palabra que dice lo pueden notar y ninguno de los dos son capaces de decir nada—. Estupendo, ¿por qué no os largais vosotros y vuestras cajas?
— Mara... —consigue decir Atria antes de que ella levante la varita y hechice a ambos para que salgan volando por los aires.
— ¡No sois bienvenidos, fuera de aquí!
Lo siguiente que llega volando son las cajas y, para la suerte de ambos, alguien es lo suficientemente rápido como para coger todas las cajas en el aire y dejarlas en el suelo suavemente, sin que nada se rompa ni nadie acabe herido.
— Gracias, Don, ¿puedes ocuparte de ayudar a mi nieta? Avisa a Marius para que venga a por ella.
— Por supuesto, Peia, yo me quedo con Jake hasta que volváis.
— Gracias de nuevo, Don —Cassiopeia vuelve a agradecer al hombre, que solo asiente y va hacia Mara, que parece que cada segundo su enfado aumenta—. Perdonad a Mara, no está llevando muy bien todo lo que ha pasado.
Cassiopeia les tiende la mano, pero ninguno de los dos se mueve, todavía intentando asimilar qué ha pasado en el pueblo.
— Los mortifagos nos encontraron.
Con esas palabras de Cassiopeia los dos se levantan rápidamente del suelo e intentan ir hacia donde está Mara. Ellos tenían que haber estado allí, la Orden del Fénix entera tenía que haber estado allí para proteger el pueblo.
— ¿Cuándo ha pasado eso? —Fred consigue preguntarlo—. ¿Por qué no mandó ningún patronus? Hubiéramos venido en cuestión de segundos, lo hubiéramos protegido todo y...
— Lo que pasó fue Bellatrix —le corta en seco y luego niega—. Vamos a mi casa, tenemos muchas cosas de las que hablar.
Caminan en silencio y observan todo lo que pueden. Nadie parece estar ya seguro en el pueblo, los magos caminan con las varitas en la mano, los muggles no se acercan a los magos. La convivencia se ha roto de la peor manera posible y no parece haber forma de que todo vuelva a arreglarse.
— A mi sobrina no le gustó saber que tenía un hijo y dos nietos —dice Cassiopeia cuando están a punto de entrar en el jardín de la casa—. Y mucho menos le gustó saber que Mara era bruja. Para ella no tendríamos que haber continuado la línea Black, ahora solo la hemos manchado.
Entran a la casa, todavía sin decir nada. Es peor cuando ven a una chica, sentada en la silla, hablando con otro chico. Jake. Tiene la mirada perdida y parece que le cuesta centrarse en lo que le cuenta la chica y se mueve lentamente, pero no dice nada, no responde ni siquiera cuando Cassiopeia le saluda.
— Tu nieto solo me da dolores de cabeza, si sigue jugando tan mal a las damas lo único que voy a hacer es no volver a venir —dice la chica pelirroja, levantándose de la silla—. Oh, traes invitados.
— Gracias por quedarte con él, Faith.
— Es lo mínimo que puedo hacer, si necesitas cualquier cosa avísame, he pensado que Don era más útil en las obras de la plaza que aquí vigilando que Jake no queme la casa.
La chica pelirroja no deja que Cassiopeia diga nada, solo coge su abrigo y sale casi corriendo de la casa y Cassiopeia suspira.
— Pobre Faith, su novio era mago, un sangre pura. Ya le advertí, es un Blishwick, está emparentado con los Black, era imposible que eso saliera bien —la anciana sigue hablando como si nada—, pero ha pasado lo que tenía que pasar. Parecía un buen chico, pero...
— ¿Alguien ha dicho dónde estaba Wetvalley a los mortifagos? —Atria lo pregunta, horrorizada, a pesar de saber ya la respuesta y Cassiopeia asiente.
— Vinieron después de Navidad y algo tuvo que pasar porque se fueron tan repentinamente... Eso fue lo que salvó a Jake.
No saben qué decir mientras que Cassiopeia sigue hablando y empiezan a escucharla para intentar unir todas las piezas. Los mortifagos llegaron por la tarde al pueblo y empezaron a divertirse. Lo primero que hicieron fue quemar el sauce para debilitar la barrera y que les fuera más sencillo entrar. Lo siguiente fue ir a por todos los muggles del pueblo y luego a por los magos. Hasta que Bellatrix encontró a Cassiopeia y fue lo que salvó tanto a los habitantes del pueblo como al sauce y a su protección.
— A mi sobrina no le gustó nada saber que Marius y yo estábamos aquí, bien protegidos y con descendencia —empieza a decir mientras que mira a Jake.
Él se mueve lentamente, hasta que llega a la mano de su abuela y se la aprieta suavemente.
— Marius y yo somos huesos duros de roer, nuestra edad engaña, pero ya sabíamos lo que era una buena maldición cruciatus.
Se ríe, a pesar de que no tiene gracia ninguna, pero sigue contándolo. Cada palabra parece que es una puñalada en su corazón, pero la anciana no para porque necesita contárselo a alguien, a quienes juraron proteger el pueblo si lo abrían para ellos.
— Vieron que no nos hacía nada y allí llegó mi Michael, con Deborah —Jake levanta la cabeza, lentamente y mira a su abuela, que sonríe tristemente—. Ellos no sabían que era una maldición cruciatus, así que no la aguantaron. Mara intentó protegerlos, pero en cuanto Bellatrix vio que ella sí que podía usar magia se volvió loca.
"Los mató. Sin más, y luego fue primero a por Mara. Habló de lo que hacían los muggles con las brujas tantos años atrás, como las quemaban en la hoguera y sacó a Mara al patio. Mi nieta es valiente, pero también tonta y demasiado leal a su familia y a vuestra Orden del Fénix, así que se negó a decir nada de donde estaba la sede. Bellatrix encendió un fuego bajo sus pies y tanto Jake como yo tuvimos que verlo".
— Pegué a uno —Jake habla y Cassiopeia le acaricia la cabeza, sonriendo.
— Se nota que tienes la sangre de los Black rebeldes —dice ella y Jake asiente antes de devolver la mirada al tablero de damas que sigue teniendo delante.
— Dejó a Mara en la pira y pude ver desde la ventana como Don la sacaba del fuego antes de que la quemara por completo, pero vino a por Jake.
No necesita decir nada más porque tanto Atria como Fred entienden qué es lo que ha pasado con Jake. Está algo mejor que los Longbottom, definitivamente mejor que Frank y algo mejor que Alice porque, al menos Jake puede hablar y parece que algo de cordura sigue conservando. Pero sigue estando dañado de una forma irreparable.
— Mara se ha recuperado rápido de sus heridas, Don es uno de los mejores sanadores del pueblo, tenemos mucha suerte de que no fuera a San Mungo como los demás.
— ¿Por qué no nos avisasteis después? Un patronus, una lechuza, algo, podríamos haber venido, podríamos haber hecho algo —dice Atria y Cassiopeia niega.
— Tienen las lechuzas controladas y la única que sabe hacer un patronus es Mara y...
— No puede —dice Jake, moviendo una dama—. Mara no puede.
— Tiene que haber algo que podamos hacer, este es también nuestro hogar —dice Fred, pero ninguno de los Perkins responde.
Cassiopeia mueve una de las damas, contestando a la jugada de Jake y él se pone a pensar. No vuelven a decir nada, solo observan como la partida entre abuela y nieto avanza hasta que, finalmente, Jake gana.
— Nunca habías tenido paciencia para jugar a esto y ahora ganas.
— Tiene tiempo para mejorar.
Mara entra en la cocina, con el ceño fruncido y la varita en la mano. Se la nota enfadada y también terriblemente cansada. La guerra ha acabado con la paz en su pueblo, con su familia y se nota que no quiere seguir con esto.
— ¿Qué hacéis aquí? No sois bienvenidos.
— ¡Mara!
—¡No, Mara, no! —contesta a su abuela a gritos y avanza hasta ellos, así que Atria se fija en ella. El abrigo que lleva le tapa los brazos, al igual que la camiseta que lleva debajo, pero Mara se lo quita rápidamente para dejar que se le vean los brazos—. ¡Si hubieran estado aquí no estaría así! ¡Jake no estaría así! ¡Mamá y papá estarían vivos!
— O no, Mara, no lo sabes —le contesta su abuela, levantándose de la silla para ir hacia su nieta, que la aparta de un manotazo.
— ¿Cuántos miembros de la Orden del Fénix has visto por Wetvalley desde que vinieron antes de transportar a Potter? No les importamos, abuela, lo único que les importa es estar seguros y ya no lo están, así que no van a volver nunca más.
— Eso no es verdad —contesta Atria, pero Mara parece que no escucha.
— Lo único que queréis es aprovecharos de la seguridad que ofrece el pueblo.
— ¡Tenemos seguridad más que de sobra!
— ¿Y entonces qué hacéis aquí?
— ¡Nos has lanzado las cajas encima, Mara!
— ¡Porque no os queremos en el pueblo!
— ¡Somos parte de la Orden del Fénix, déjanos ayudar!
— A no ser que podáis curar de nuevo al sauce que nos protege fuera de aquí.
— Dame un día.
Porque es lo mínimo que puede hacer. No han estado allí, tenían que haber estado, ¿cómo no había nadie allí? Porque habían contado con Mara, claro, Mara se había unido a ellos y habían pensado mal, ¿por qué iban a atacar Wetvalley si no podían llegar a él? Se habían equivocado y el pueblo lo había pagado, así que ahora tenían que solucionarlo. Y lo iban a hacer.
— Si mañana no tenéis algo para curar al sauce no os molestéis en venir, vienen todos los días a destrozar lo poco que queda del pueblo, así que tenéis ese tiempo antes de que vuelvan a jodernos a todos.
Con esas palabras Mara coge sus cosas y sale, casi corriendo escaleras arriba.
— Dramática —murmura Jake y él también empieza a moverse. Es lento, pero parece que puede hacerlo.
Hasta que casi se cae y, por suerte, tanto Fred como Atria están lo suficientemente cerca para cogerle a él y a Cassiopeia, que casi se cae con su nieto.
— No hagáis caso a Mara, está demasiado enfadada con el mundo, pero sí que nos vendría bien una mano con el sauce y con todo el pueblo.
— Ayudaremos —promete Fred y Cassiopeia asiente.
— Lo sé. Vamos, Jake, supongo que quieres subir a ver si tranquilizas a Mara.
Abuela y nieto siguen el mismo camino que la chica, dejando a solas a la pareja.
— ¿Qué hemos hecho? —susurra Atria, abrazando a Fred y él solo suspira.
— No hacer bien nuestro trabajo.
No es culpa de ellos que un mago haya expuesto el pueblo. No es culpa de la chica pelirroja que cuidaba a Jake, solo es culpa de Blishwick y de los mortifagos. Pero ambos sienten la culpa por no haber estado, por no haber ido antes, por no haber podido proteger a todos los inocentes que se han llevado los mortifagos.
— Tenemos que ir a por Bill y Fleur, ellos sabrán qué maldición le han puesto al árbol y también a por George porque entiende más de árboles que nosotros juntos y Charlie también nos vendrá bien porque sabe los mejores hechizos para que no puedan volver a quemar el sauce y... —Atria empieza a enumerar todo lo que necesitan y empieza a moverse por la cocina, abriendo armarios sin parar hasta que encuentra los vasos—. Y necesito tierra, vamos a ella y...
— Vamos a arreglar esto —Fred frena la espiral en la que se ha metido Atria y la vuelve a abrazar hasta que nota como la chica deja de querer andar por la cocina—. Vamos a arreglarlo y ningún mortifago va a poder pisar Wetvalley.
— Pienso acabar con ese estúpido de Blishwick —murmura Atria y Fred se ríe.
— No eres la única que tiene ganas de hacerlo.
Solo necesitan cinco minutos más de calma antes de ponerse en marcha. Tienen mucho que arreglar y poco tiempo.
____________________________________________________
Pues ya sabéis que ha pasado con Wetvaley :) A Bellatrix no le ha gustado nada saber que hay una parte de los Black que se ha relacionado con muggles, y mucho menos que haya una bruja en esa línea, ya sabéis, que esa línea está ahora contaminada y bla bla bla bla
Mil gracias por seguir aquí capítulo tras capítulo, solo quedan cuatro para el final y cinco para el epílogo, así que nos vemos el domingo ;)
También mil gracias por las casi 52k lecturas porque estoy casi llorando cada vez que abro wattpad y veo que han subido tanto si hace una semana que llegamos a las 50 y------ de verdad mil gracias por apoyar a Atria con los más de 5k votos ♥
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro