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Capítulo 72: Había que justificar lo de los anillos

Habían pasado tres días desde la boda y todo había cambiado de golpe, empezando porque ahora Harry era una de las personas más buscadas de la comunidad mágica y los nacidos de muggles estaban siendo llamados a declarar de dónde habían sacado sus poderes mágicos.

Atria había dedicado el primero a ordenar todas las cajas que había ido dejado por el piso y, cuando los gemelos subieron a comer, lo único que había conseguido es que la cama estuviera llena de cosas porque se había distraído con uno de sus libros. Al menos por la tarde consiguió meter toda su ropa dentro del armario -y joder, que bien quedaba su ropa al lado de la de Fred-y la mayoría de libros los puso en la estantería. El resto se quedaron por el suelo.

- ¿Por qué? -le preguntó George, que seguía quejándose de sentir raíces en el agujero a pesar de que ya le habían revisado y no había nada.

- Tus raíces me preocupan y quizá está la solución en alguno de ellos -respondió Atria, señalando a los más de treinta ejemplares que tenía por el suelo de la habitación.

El segundo día lo dedicó a leerse los treinta libros para ver si encontraba algo que quitase, al menos, las raíces de margaritas de la cabeza de George. Encontró una poción en uno de los libros de jardinería para arrancar malas hierbas y definitivamente eso tenía que funcionar, así que se puso a prepararla y, cuando llegaron por la noche, las raíces de la cabeza de George desaparecieron del todo. A cambio la habitación estaba llena de post-its que había ido colocando con todo lo que había aprendido en los libros.

El tercer lo dedicó a preprarar distintas pociones para seguir intentando hacer crecer la oreja de George. Si volvían a salir plantas no sería un problema ya que tenía la otra poción y podría hacerlas desaparecer. Y si salía otra cosa... ojalá le saliera una tercera mano en la oreja, eso tenía pinta de ser realmente divertido.

- Mamá ha mandado un patronus, quiere que vayamos a cenar -Fred había subido a media tarde, solo para decir eso y luego volvió a bajar a la tienda.

La convivencia iba bien. En serio, aunque no lo pareciera. Por las noches estaban en el sofá abrazados un rato mientras hablaban con Geroge y dormían abrazados y hablaban en susurros. Solo eran los mortifagos que no dejaban de recorrer el Callejón Diagón sin parar, que entraban a la tienda al menos tres veces al día para ver que no estaban haciendo nada ilegal y que, por lo visto, también vigilaban La Madriguera.

Era agobiante.

- ¿De verdad tienen que estar ahí como si fuera lo más normal del mundo? -Ginny era quien más los sufría ya que ella tenía que estar allí dentro-. Cada vez que salgo a entrenar se quedan mirando y sacan las varitas.

- Piensa que no se te meten hasta el almacén para ver si tienes ahí a Harry -dice Fred y se nota que está cabreado con ello-. Revuelven todas las cajas, lo sacan todo de su sitio y...

- Yo te las ordeno, contra de salir de aquí y perderles de vista -dice Ginny, pero Molly deja la gran fuente llena de comida con fuerza en la mesa y los asusta a todos.

- No vas a irte a la tienda.

- ¡Pero están Fred y George!

- ¿No les has oído? Los mortifagos van a la tienda constantemente, ¡no voy a dejar que se te acerquen los mortifagos!

- Puedo bajar al almacén con ella -dice Atria, pero Molly niega.

- Tú donde tendrías que estar es aquí, así que no hables mucho antes de que vaya a por todas tus cosas -la amenaza con el gran cucharón de madera y Atria pone los ojos en blanco-. Sigo sin entender por qué no podéis esperar un poco para vivir juntos.

- Vivimos también con George.

- ¡Eso no importa, sois muy jóvenes!

Y vuelve la misma discusión de siempre mientras que no deja de mirar el reloj de la familia. Un reloj que ya ni siquiera cambia, siempre está parado en "peligro de muerte". Que si Bill es muy joven para haberse casado y que mucho menos deberían estar en El Refugio, si no en La Madriguera con los demás; que Charlie debería volver a Inglaterra y dejar la reserva de animales porque ya es todo lo suficientemente peligroso como para que, encima, se exponga así. También empieza a hablar sin parar de Ron, Harry y Hermione y que no deberían estar en ningún lado que no sea en casa, a salvo y, por fin llega a ellos.

- Porque Tonks se haya mudado a La Cueva no significa que te tengas que ir -lo repite, varias veces, porque Atria la ignora de forma descarada-. Sois demasiado jóvenes para vivir juntos.

- Por Merlín, mamá, que tú tuviste a Bill con veinte y son los próximos que cumplo -dice Fred y parece que se queda blanca ante la idea.

- ¡Nada de hijos!

- Oh, no, acabas de frustar nuestros planes, ¿y ahora qué? -tanto a Ginny como a George les hace gracia el tono con el que habla Atria. Lo hace sin emoción, como si le cansase el tema-. Pero sí, Fred tiene razón, solo vivimos juntos, no sé donde está el problema.

- Es obvio, que no estáis casados -dice Ginny y parece que a Molly le va a dar algo ante la idea.

- No -les dice a ambos, que solo se miran entre sí unos segundos. Con una sonrisa saben que van a ponerla de los nervios en cuestión de segundos.

- Ya... es tarde para eso -Fred finge perfectamente que está avergonzado y Atria se tapa la cara con las manos para que no se le noten las ganas de reírse-. El mago de la boda de Bill y Fleur...

- Bueno, parecía un buen momento, así que... -añade Atria y, por debajo de la mesa, coge rápidamente la varita de Fred y le deja la suya sobre las piernas-. Los anillos no nos van mucho, así que intercambiamos las varitas.

Ahí es cuando Molly se sienta al ver que de verdad tienen la varita del otro y Arthur vuelve, por fin, del trabajo.

- ¡Menudas horas de llegar! Tendríais que ver la cantidad de papeles estúpidos que tengo qeu rellenar a todas horas solo porque... ¿Qué es lo que pasa, Molly? -dice, dándose cuenta de que todos están en completo silencio. Bueno, todos no porque tanto George como Ginny parecen estar al borde de explotar de la risa-. ¿Qué habéis hecho ahora? ¿No podéis estar tranquilos?

- ¡Se han casado! ¡En secreto! -grita y de repente todo es furia y gritos por parte de Molly y un "Cómo os atrevéis a hacerlo a escondidas" y entonces Arthur ve como tanto Fred como Atria intentan aguantar la risa.

- Te están tomando el pelo, cielo, mírales -les señala y entonces empiezan a reírse de verdad.

- ¡No tiene gracia!

- ¡Claro que la tiene, tendrías que haber visto cómo te ha cambiado la cara! -dice George, que choca rápidamente los cinco con Fred.

- Quizá deberías dejar de decir que no tenemos edad para vivir juntos o lo haremos de verdad -suena como a broma, pero Atria sabe perfectamente que lo está diciendo en serio y, sin duda alguna, tienen que hablar de ello. La idea de casarse con Fred suena bien, pero no todavía, ahora solo es una locura. Aunque, a la vez, algo grita que por qué no porque no saben cuando va a pasar algo.

La cena termina con más risas, algo que sin duda alguna todos necesitaban y, cuando acaban, no vuelven todavía al apartamento, si no que se quedan un rato más en La Madriguera. Volverán con una aparición, riendo tranquilamente y enseñándoles a los mortifagos que no les importa que estén ahí, mirando.

Pero sí que les importa, por eso, cuando vuelven, los tres se asoman por la ventana y ven a los que tienen designados por esa noche.

- ¿No se cansan? -Fred casi gruñe al hablar y George suspira.

- Voy a ponerles de los nervios, bajaré al taller, creo que es buena idea ampliar la línea de defensa.

- ¿Has pensado en utilizar el conjuro del sombrero a unos guantes? -dice Atria antes de que se vaya y George se queda mirando.

- ¿Por qué iba a pensar eso?

- Porque si no pueden ver la varita no pueden ver los movimientos -dice, como si fuera obvio y George parece que asiente.

- Tendría que ver la forma de ampliar el hechizo para que volviese la varita invisible también y...

- Lo ideal sería que se vieran las manos, para que pensasen que tenemos mucho más poder.

- Sí, tapar las manos, invisibilidad solo en la varita, es buena idea...

El murmullo de George mientras que discute consigo mismo sobre es lo que les acompaña hasta que se va del apartamento, cerrando la puerta suavemente. En la calle, los mortifagos se mueven cuando una de las luces de la tienda se encienden y ven cómo se mueven a otro punto donde deben tener vistas a la absoluta nada. Porque el taller de los gemelos está escondido al fondo de la tienda, junto a su despacho -que buena idea tuvieron al crear un falso techo donde tienen ambas cosas escondidas a ojos de los demás- así que George solo ha dado la luz por llamar la atención de los mortifagos y tocarles un poco las narices.

- Así que... un intercambio de varitas, ¿eh?

Estaba claro que Fred no iba a dejar pasar ese pequeño detalle y Atria se encoge de hombros.

- Había que justificar lo de los anillos, ¿no? Ha sido divertido, la verdad, no había visto a tu madre así desde que Bill anunció que se casaba, casi le da algo. Y vosotros diciendo que iba a estar encantada de que fuera yo.

- No, si mamá estará encantada, pero ya sabes, somos muy jóvenes -Fred se queda callado, todavía están junto a la ventana y la verdad es que no parece el mejor lugar para hablar de algo así-. ¿Vienes?

- Claro -no duda en darle la mano y, si bien Atria pensaba que iban al sofá, Fred no tenía la misma idea y van directamente a la habitación, donde se tumban y solo están tranquilos, abrazados.

- No soy de anillos, pero tampoco voy a negar que me haría ilusión tener uno a juego contigo.

Lo dice después de un rato y Atria nota perfectamente como el corazón de su novio se acelera según lo dice. Y también nota como el suyo responde a la frase.

- A mí tampoco, aunque... bueno, yo no había pensado nunca en... eso -¿sinceramente? No se atreve a decir casarme.

- A mí sí que me gustaría, ya lo dije en la boda, lo de coger a mamá y dejarla con un encantamiento paralizante es algo que de verdad quiero hacer -lo vuelve a decir como si nada y hay un segundo, en la cabeza de Atria, de miedo.

Miedo porque son demasiado jóvenes, ella ni siquiera ha cumplido los dieciocho y él apenas tiene diecinueve y están hablando de casarse. Y sabe que la gente -y por la gente se refiere a sus padres, a Arthur y a Molly y a Bill y Fleur- en guerra hace cosas como casarse porque no saben que va a venir luego. Y también tienen hijos y adelantan todo porque piensan que no van a vivir y si se fija en sus padres quizá tenían razón porque ellos no vivieron lo suficiente y...

- Pero ahora no me casaría -Fred la saca de la espiral en la que se estaba metiendo, una que acabaría con muchos pensamientos raros y, probablemente, con ella soltando alguna locura. Como la que había soñado en el que le decía que se casara con él y Fred había dicho que sí-. Tenemos todavía mucho que vivir, creo que los veinticinco serían una buena edad.

- ¿Tus veinticinco o los míos? -dice de golpe y Fred se ríe.

- Los que quieras en realidad, para entonces ya llevaremos juntos nueve años si son los míos, diez si son los tuyos -y suena a tanto. Suena tan bien-. Pero primero quizá tienes que ganar unos cuantos partidos con las Arpías. No sabes las ganas que tengo de estar en el campo gritando tu nombre.

Es un tema del que no han vuelto a hablar. No cuando Fred vio como rechazaba la oferta y se pasó toda la tarde en la cama, llorando porque lo había rechazado.

- No sabes si van a querer que juegue luego -murmura y Fred deja de estar tumbado para ponerse delante de su novia.

- ¿Dónde está Atria y qué has hecho con ella?

- Supongo que se quedó perdida.

Lo dice por todo. Quizá se perdió a sí misma cuando se desmemorizó la última vez. O quizá cuando murió Sirius. Probablemente fuera con la muerte de Sirius cuando más cambió y, si decía la verdad, llevaba sin reconocerse meses. ¿De dónde salía tanto enfado? ¿Esa sensación constante de derrota?

- Pues tendré que ir a buscarla. ¿Puedo?

Sabe que se refiere a besarla y asiente. Y cuando sus labios chocan sí que desaparece tanto enfado desaparece y desaparece la derrota. Aunque también desaparece todo, así que tampoco es algo que sea reseñable porque lo único que queda es algo parecido al hambre.

Vuelve a llevar las cicatrices con orgullo, porque son la prueba de que está cuidando de Remus y de que Greyback no pudo con ella ni iba a poder nunca. Así que cuando se quita la camiseta y Fred empieza a besarle todas las cicatrices solo puede suspirar de placer.

Pero él para, solo por hacerla de rabiar y entonces es ella quien lo hace. Solo se acerca, roza sus labios con los de él y, cuando va a besarla, se aleja un poco, lo justo para que el beso sea solo un roce de sus labios. Y lo hace una y otra vez, hasta que Fred suplica por un beso y, esa vez, sí que le besa.

Y joder, menudo beso.

Eso sí que es un beso. Un beso que no tarda en convertirse en algo más y que suerte que estén a solas porque se les olvida silenciar la habitación. Y qué maravilla estar solos, que maravilla poder volver a disfrutar del otro como tan solo tres días atrás. Cuando solo se estaban escapando de una boda para pasar un rato juntos.

- Al final no te lo conté -Atria se había acabado tumbando sobre el pecho de Fred y levanta un poco la cabeza para mirarle.

- ¿El qué?

- ¿No te acuerdas que te dije que te había mentido en una cosa? Cuando te dije que siempre habías sido tú porque habías entrado en ese modo pánico total en el que llegaste a pensar que no estábamos juntos.

- Ah, ya, ese momento -lo recuerda vagamente porque sabe que, de eso, ha pasado ya más de un año. Sabe que pensó en contarle en las Navidades quiénes eran los Merodeadores, pero que, al final, con todo lo de Arthur, no lo hizo.

- Cuando te dije que no mentía, la primera vez que me di cuenta de que a lo mejor eras algo más que una amiga tú tenías doce, yo tenía trece y había un espejo involucrado de por medio.

Tarda un poco en entenderlo. ¿Qué tienen que ver sus edades con un espejo? Pero pronto se acuerda.

- ¿El espejo de Oesed? Pero dijiste que habías visto la tienda -la verdad es que no entiende nada.

- Sí, y la vi, pero también te vi a ti, a mi lado. Juntos.

- Eso me lo habías contado, dijiste algo de que tenía el pelo más corto o algo así, ¿no? -Fred asiente y Atria sonríe-. ¿Ves? Me acuerdo de cosas.

- Y me alegro de que te acuerdes de esa por ejemplo, pero creo que no estás entendiendo lo que te estoy diciendo -no, definitivamente no se está enterando y por eso cuando le mira fijamente, no puede evitar sonreír. Está jodidamente enamorado de ella-. Estamos juntos, como ahora.

- ¿Desde hace tanto tiempo? -Atria nota como sus ojos empiezan a humedecerse y, cuando su novio asiente, le besa-. Lo siento tanto, por no... por no haber sido mejor, por haberla jodido tanto.

- Yo no te dije nada y tendría haber hablado contigo después de volver de las Navidades en las que... -no quiere decirlo porque ya han hablado de ello y no quiere que sienta que está volviendo a regañarla.

- En las que lo perdimos todo -termina de decir ella y Fred acaba asintiendo.

- Si contamos desde el baño de prefectos... un año y nueve meses más -Fred lo susurra y Atria suspira. Porque eso es su culpa.

- ¿Y si George no nos hubiera interrumpido en verano? Hubieran sido dos años más, ¿no?

- Tenlo claro, no sé cómo aguanté desde marzo sin volver a besarte -y, como si tuviera que demostrarlo, la besa.

- ¿Eran imaginaciones mías o cuando estábamos grabando los vociferadores para Scott casi...?

- No lo era, pero siempre que aparecía George y nos interrumpía. Lo agradecía porque pensaba que no... -viéndolo en retrospectiva, había sido imbécil-. Bueno, que te seguía gustando Leah y que yo solo era tu amigo.

- ¿Sabes qué si hubieras aclarado lo de Angie sí que te habría besado? -dice ella y Fred asiente-. Te hubiera besado todas esas veces y te hubiera besado después de mi reunión para vengarme de Scott.

- ¿De verdad? -ahora quién no se lo cree es él.

- Sí, y en el torneo... antes de que desapareciera el director de Durmstrang iba a decirte que te había visto con mi poción.

- Hemos sido idiotas todo este tiempo, ¿verdad?

- Sí que lo hemos sido.

Y no van a perder más tiempo. Por eso los besos vuelven, primero suaves y lentos. Se empiezan a profundizar y se aceleran. Es como estar en el cielo.

- ¡Creo que lo he conseguido! -y George abre la puerta de golpe-. ¡Mis ojos!

- ¡Gilipollas! -gritan ambos a la vez. Genial. Bueno, tenían la sábana encima, así que lo único que había visto George era la espalda de Atria.

- ¿No podéis poner un calcetín en la puerta o algo?

- ¡Vete ya! -le grita Fred, George cierra por fin la puerta y Atria aprovecha para subir la sábana aún más.

- Le voy a matar, le voy a cortar en trocitos y le voy a meter en la nevera como aperitivo, como se... ¿cómo se atreve a interrumpir así? -Fred no puede evitar reírse y la acerca más a él, con lo que ella gime.

- ¿Voy a tener un sobrino en nueve meses? -su cabeza vuelve a asomarse dentro de la habitación y los dos gritan.

- ¡George!

- ¡Largo!

Esta vez sí que se va, pero no confían en él, así que los dos se mueven para coger las varitas. Tendrán que crear uno que ni siquiera George pueda romper para entrar. Y, en cuanto se han asegurado de que, ni puede oírles, ni puede volver a entrar, vuelven a lo suyo. Las varitas quedan olvidadas sobre la cama, al igual que vuelve a quedar todo en un segundo plano.

- Ya lo he dicho muchas veces, pero me gusta esto, me gusta que sea nuestra cama y nuestra habitación y... -empieza a decir Atria cuando se tumba al lado de su novio-. Y me encanta despertarme y que estés ahí y que eso vaya a pasar todos los días de forma segura.

- Y en cuanto acabe la guerra podremos irnos de aquí. A mamá no le va a gustar, pero habremos sobrevivido a una guerra, así que podemos hacer lo que queramos -dice él y le da un beso suave en la cabeza a Atria.

-¿Lo dices en serio?

-Tan en serio como que Cassiopeia me habló de un apartamento que su hermano alquilaba. En Wetvalley -responde él y ve como ella empieza a emocionarse-. Marius todavía no se lo ha alquilado a nadie porque, por lo visto, es muy difícil alquilar por allí y está pensando en venderlo.

- ¿En venderlo? -Atria solo puede pensar en que se está emocionando demasiado. Y no quiere emocionarse tanto.

- ¿Cómo ves que vayamos a verlo? Juntos, claro, yo ya lo he visto, pero no quería hacer nada sin que tú lo vieras.

- ¿Es en serio? ¿De verdad? ¿En Wetvalley? -lo pregunta todo con rapidez y su novio asiente con cada pregunta, sonriendo al ver como ella se emociona-. ¿Y nuestro?

- Nuestro. Nos puede valer para los primeros años, mientras que tú estás con las Arpías. Tiene solo dos habitaciones, podríamos apañarnos con el primero, pero si luego... Olvida lo que he dicho.

- Oh, no, no lo olvido, ¿con el primero? -puede emocionarse. Joder, claro que puede emocionarse y puede dejarse llevar porque Fred quiere lo mismo que ella, un futuro juntos.

- Bueno, ya lo sabes, a mi me gustaría casarme -empieza a decir-. Paralizar a mamá hasta la boda y luego, dos años o así después, quizá ver si ampliamos la familia.

- O sea que, en unos años boda y luego hijos, ¿no? -pregunta Atria y Fred asiente-. Me gusta el plan. Pero no quiero una boda tradicional. Y ya veremos si el segundo nombre puede ser George o Georgina, se lo va a tener que ganar.

- Desde que lo has dicho en la cena no he podido quitármelo de la cabeza -dice Fred y coge la varita de Atria-. No sé hasta qué punto podemos hacerlo realmente, pero creo que sería algo que nos pegaría a ambos.

- ¿Lo dices en serio?

- Atria, todo lo que tiene que ver con nosotros va en serio.

En la cena lo había dicho como si fuera algo sin más y porque en el momento convenía, pero suena bien. Y, total, ya lo hacen constantemente.

- Entonces digo sí a esa ceremonia de intercambio de varitas. Y también propongo que la preparemos tú y yo, sin que nadie lo sepa y que avisemos con dos días de antelación -le dice y Fred sonríe.

- Eso está hecho.

Mira a su alrededor, buscando algo con lo que puedan sellar la promesa, pero lo único que hay en la habitación son post-its. Así que coge uno de ellos y la varita de Atria para darle forma. Es fácil que tenga la apariencia de un anillo y es fácil hacerle unos cuantos hechizos para que sea irrompible.

- Te prometo que, en cuanto acabe esto, nos iremos a vivir juntos. Sea a Wetvalley, a Hogmeade, al valle de Godric o a un punto intermedio entre La Madriguera y La Cueva -dice Fred, deslizando el anillo que acaba de crear en el dedo anular de la mano izquierda de Atria-. Y también siento que sea un post-it.

- No, creo que es perfecto -dice, antes de besarle de nuevo. Y hubiera sido jodidamente perfecto si George no se hubiera puesto a llamar a la puerta.

Así que se levantan de la cama a regañadientes y Atria aprovecha para robar una de las camisetas de su novio, que se pone junto a la ropa interior y a los pantalones cortos de pijama.

- ¿Qué es lo que quieres ahora? -le pregunta, de mal humor cuando abre la puerta, pero George solo se le queda mirando la mano.

- ¿Eso es un anillo? -dice, señalándolo-. Oh, joder, es un anillo, mamá os va a matar.

- Solo es una promesa, no te adelantes a los acontecimientos -le dice Fred, poniéndose en la espalda de Atria y abrazándola suavemente-. Y si le fuera a pedir que se casara conmigo serías el primero en saberlo.

- Eso espero -responde él-. No quería nada, en realidad, es solo que Lee me ha dicho que si vamos a su casa.

- ¿Ahora? Es de madrugada -pregunta Fred, extrañado y George asiente.

- Dice que ha tenido una idea genial y que quiere comentarla con nosotros cuanto antes, así que... -va bajando el tono y luego vuelve a mirarles, a lo que suspira-. Que me voy solo, ¿verdad?

- Bueno, si hubiera avisado hace unas horas... es que estoy en pijama -responde Atria-. Y creo que tengo sueño.

- No mientas, sé que vais a hacer en cuanto me vaya -dice George, arrugando la nariz-. De verdad, poned una señal o algo, que suerte que tengáis la cama casi enfrente de la puerta, porque no quiero ver nada más.

- ¿Qué pasa? ¿Qué mi espalda no te ha parecido bonita?

- Lo que no me ha parecido bonito es ver como te tirabas a mi hermano gemelo -contesta él, mientras empieza a retroceder por el pasillo-. En fin, usad protección, no creo que queráis tener un bebé en mayo. Y si lo tenéis quiero que tenga mi nombre.

- Ganatelo, así no vas a tener nada -le dice Fred y George finge que se ofende.

- Traicionado por mi gemelo, esa sí que no me la esperaba.

Bromean un poco más y, finalmente, George se marcha y tanto Fred como Atria vuelven a la cama. Esta vez, de verdad a dormir, pero la conversación con George sigue en las cabezas de ambos y no les deja dormir.

- ¿Te gusta algún nombre? No digo que tengamos que decir nada ahora, es por saber -añade la última parte rápidamente, como si no quisiera darle más importancia.

- Leí en un libro el nombre de Lyra -responde Atria después de un rato dudando si decir algo o no-. Yo tengo nombre de estrella, eso es algo más propio de los Black, pero Sirius eligió mi nombre y... no sé, me gustaría mantener así su memoria, siguiendo con los nombres de estrellas. No quiero utilizar los nombres de mis padres porque... bueno, no sería justo.

- ¿Por qué no? James y Lily suenan bien y si te gustan...

- Sí, pero Arthur y Molly también y ellos también me han criado. Y Remus también lo ha hecho -pero su nombre no, gracias. Quizá podría utilizar John o Jane. Esos no están tan mal.

- Me gusta como suena Lyra -dice Fred, viendo como Atria se queda totalmente callada-. Lyra Weasley-Potter. Tiene gancho, podríamos apuntarlo a la lista de posibles.

- ¿Ya tenemos lista de posibles?

- Y si me dejas te hago la lista de invitados a la boda en un minuto -bromea él y Atria se ríe.

- También me gusta Caelum. Creo que lo leí en otro libro de astronomía.

- Caelum Weasley-Potter -prueba Fred-. También me gusta.

- ¿Y a ti? ¿Te gusta alguno?

- Bueno, creo que es un poco obvio que me gustaría que tuviera como segundo nombre el de George -dice y Atria asiente porque a ella también le gustaría-. Pero por lo demás, creo que me daría un poco igual. Bueno, me gusta Liam. Y Ava.

- Liam Weasley-Potter y Ava Weasley-Potter... creo que vamos a tener que echarlo a suertes -dice Atria y Fred sonríe.

- O no, me gusta la idea de los nombres de estrellas para honrar a Sirius.Y siempre podemos combinar los nombres para no elegir.

Atria no puede evitar ponerse un poco triste. Todo había sido para nada. Y se lo dice a Fred. Le cuenta cómo lo vivió, todo lo que ha pensado, lo que se ha callado.

- Fue todo tan rápido, de repente estábamos en Grimmauld Place y luego en el Ministerio y Sirius me estaba gritando bien hecho y... se enfrentó a Bellatrix -Atria se ríe, pero lo hace amargamente porque había sido tan jodidamente injusto.

- George y yo deberíamos habernos quedado, hubiéramos ido con vosotros y...

- Y nada -Atria corta a su novio y busca su mano para entrelazar sus dedos-. No hubiera servido de nada ser dos más, porque La Orden hubiera ido igualmente y Bellatrix también.

Se queda callada unos segundos, pensando en todo lo que ha pasado. En todo lo que salió mal y en todo lo que pudo haber salido aún peor.

- Lo di todo y ni siquiera pude limpiar su nombre. Di mis memorias contigo por lo que ahora es un cadáver que ni siquiera hemos podido enterrar porque ha desaparecido -ha pasado un año y el dolor es mucho mejor, pero sigue doliendo-. No puedo dejar de pensar que todo estaba escrito. Que yo perdiera la memoria, que Sirius muriera. Y que daba igual lo que hiciéramos porque... quizá alguien tenía que morir en el Ministerio.

- O quizá no, si nos hubiéramos quedado... -Fred vuelve a insistir y Atria le aprieta la mano suavemente.

- Si os hubierais quedado quizá no hubiera sido Sirius, quizá hubiera sido uno de vosotros dos. O quizá mi teoría es cierta y la muerte de Sirius estaba escrita y era imposible de cambiar. Quizá fue la misma Muerte quien orquestó aquello, que Sirius cayera por ese arco y...

- Nunca lo sabremos -termina diciendo Fred al ver como Atria se calla y se queda completamente perdida en sus pensamientos-. Creo que va siendo hora de que nos vayamos a dormir.

- Sí, yo también lo creo -acepta Atria, sin más.

No tardan en quedarse dormidos en cuanto se abrazan y encuentran la postura perfecta. Lo malo es que no duran mucho tiempo dormidos ya que, a las pocas horas, el timbre del apartamento empieza a sonar sin parar y los despierta a ambos demasiado pronto para un domingo. Así que se levantan, de mal humor y con mucho sueño, hasta la puerta, con las varitas en la mano.

Porque están dormidos, pero no están tan dormidos. George tiene llaves y si alguien llama a la puerta no deben fiarse.

- Se donde están -es lo primero que dice Remus cuando abren la puerta y Atria siente que se espabila de golpe.

- ¿Qué fue lo que te dije cuando entraste a la enfermería la noche en la que murió Dumbledore? -le pregunta lo primero que se le pasa por la cabeza y Remus sonríe porque la ha enseñado bien.

- Que Dumbledore te había borrado la memoria -responde Remus y Atria baja la varita, por lo que Fred la baja también.

- Dame cinco minutos que me cambie y voy contigo -dice Atria, dejando pasar a Remus antes de cerrar la puerta.

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Este es de mis capítulos favoritos y lloro mucho por no haberlo podido subirlo ayer. ¡Lo bueno es que ya soy persona y no un zombie! Lo importante, en cuanto podáis a por la vacuna, sí o sí eh, que hay que salir de esta una vez.

Ahora Atria tiene un anillo de papel and she likes shinny things but she'll marry him with paper rings ups.

Para variar se me ha olvidado qué iba a decir, así que me quedo con que gracias por leer y que si votáis os querré mucho más de lo que ya lo hago <3


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