Capítulo 71: Perfecta para unirte a nosotros
El día empezó siendo caótico, porque no podía ser de otra forma cuando tenían la boda en cuestión de horas. Hubo que desayunar corriendo, y durante el desayuno Molly tuvo un momento en el que se echó a llorar al ver allí a todos sus hijos menos a Percy. Tardaron un rato en poder consolarla y cuando lo consiguieron empezó a decir que habían perdido mucho tiempo y que tenían que darse prisa.
Así que eso hacían, correr de un lado a otro como pollos sin cabeza.
A Atria y a Hermione les habían encargado ayudar a Ginny y Gabrielle a prepararse, aunque solo era una forma de mantener a Hermione lejos de los chicos y a Atria lejos de los gemelos para evitar posibles desastres con Muriel.
Aunque, claramente, no podía alejarla siempre de ella, no cuando se preparaban en la misma habitación que Fleur y tenía que llevar la tiara. Fue insoportable aguantarla cuando se puso a hablar de la tiara y como Fleur tenía que llevarla y como tenía que poner la cabeza para que brillara perfectamente.
— Ginevra tápate un poco, que esto es una boda —continuó, dejando por tres segundos a Hermione y mirando a Ginny, que todavía no se había puesto la túnica.
— Tiene que vestirse todavía —le dijo Fleur, que también empezaba a parecer harta de Muriel, que seguía mirando a todas las que estaban en la habitación.
— ¿Esta es la hija de muggles? —dijo, cuando se fijó en Hermione y la miró de arriba a abajo, sin disimular la cara de desagrado—. Tienes mala postura niña, y menudos codos más delgaduchos.
— Hola, Muriel, ¿qué tal te va? ¿Has visto ya a los gemelos?
— ¿Cómo es que no te han echado ya de esta casa? Y ese vestido... un vestido muggle, ¿el hombre lobo ese no te enseña las costumbres de los magos? Al final Rita Skeeter tenía razón y solo eres una salvaje... ¿Y tu hermano? ¿Dónde está el famoso Harry Potter?
— Tía Muriel, ¿por qué no vas yendo para coger el mejor sitio? —Molly decidió intervenir, viendo que Atria estaba a punto de lanzarse hacia Muriel y Ginny ya tenía la varita en la mano a pesar de no poder hacer magia.
— Sí, eso haré, espero que tus chicos me lleven, como mínimo, hasta mi asiento, ciento siete años no pasan en balde.
Hubo tanta calma en los diez minutos que pudieron estar allí tranquilamente que ninguna se lo creía. Tanto la señora Delacour como Gabrielle no habían dicho nada sobre Muriel, pero por como se miraban entre sí y por como Fleur las miraba en respuesta estaba claro que compartían la opinión de Atria.
— Vale, id bajando vosotras dos que ya estáis listas —ordenó Molly.
Tanto Atria como Hermione no se atrevieron a discutir con Molly, así que bajaron hasta la carpa, donde fueron a buscar tanto a Harry y a Ron como a los gemelos, que se encargaban de asignar los asientos.
— Guau, ¡estás genial! —dijo Ron, mirando a Hermione y parpadeando a tanta velocidad que Atria pensaba que se le iban a salir los ojos.
— Siempre ese tono de sorpresa —Hermione sonreía, aunque parecía que le estaba regañando. La verdad es que razón a Ron no le faltaba porque la túnica suelta lila que había elegido Hermione era sencillamente preciosa y el alisado le quedaba genial—. Aunque tu tia abuela Muriel no pensaba lo mismo.
— Ha dicho que su postura es mala y que tiene los codos delgaduchos, ¿quién critica los codos? Y a Ginny le ha dicho que no podía ir así a la boda y, ¡sorpresa! Todavía no estaba vestida.
— Ya sabes como es, Atria, ¿no se lo has contado a Hermione? —dijo Ron—. No te lo tomes como nada personal.
— No, si no lo hago, pero Atria sí que lo ha hecho.
— ¡Se ha metido con Remus! ¡Y con mi vestido!
— ¿Habláis de Muriel? —George había aparecido de la nada con Fred, que fue directo hacia Atria y le dio la mano para hacerla girar—. Me ha dicho que mis orejas estaban torcidas. Creo que están algo más que torcidas. Menudo viejo murciélago.
— Estás preciosa —le dijo al oído y, cómo había pasado las Navidades anteriores, cuando iba a besarla a Harry le empezó a entrar la tos.
— Yo no te interrumpía con Ginny, pesado.
— Deberías haberlo hecho, como venganza —dijo Fred—. ¿De qué hablábais? Estaba muy ocupado mirando a mi novia, ¿cómo has conseguido hacerte ese recogido? Y, definitivamente, no hagas caso a Muriel, ese vestido te queda perfecto, estás guapísima.
— Gracias, cielo, tú también estás muy guapo —le respondió Atria y le dio un beso en la mejilla. Le hubiera besado, pero no le apetecía volver a oír la estúpida tos de Harry.
— De tío Bilius —dice George y Fred asiente.
— El verdadero alma de la fiesta.
— Que pena que se creyera lo del grim —dice Atria y tanto los gemelos como Ron asienten.
— Todavía recuerdo cuando se bebía una botella entera de whisky de fuego, luego salía corriendo hacia la pista de baile, se levantaba la túnica y empezaba a sacar ramos de flores de su...
— Sí, parece realmente encantador —Hermione cortó rápidamente a Fred mientras que Harry se reía a carcajadas.
— Que pena que nunca se casara y que nunca vaya a venir a más bodas —dijo Ron y luego miró a Fred—. Por cierto, ¿le has contado ya tu plan a Atria?
— ¿Qué plan? —no terminaba de fiarse de ningún plan, y mucho menos cuando Fred le dio una colleja a Ron—. ¡Fred!
— Está pensando ya en vuestra boda, por lo visto mamá va a llevar un encantamiento inmovilizador y nada de ropa elegante, que todo el mundo vaya como quiera —dijo George y entonces se llevó la colleja él, pero Atria sonrió.
— Ah, me parece estupendo, sobre todo lo de Molly, creo que va a acabar volviéndonos locos a todos.
— E imagina si sois vosotros los que os casáis, ¡a ti te adora! No sé como vamos a hacerlo los demás para que mamá no se ponga como con Fleur... —dijo George y a Ron le empezó a entrar una risa nerviosa, mientras que Harry empezó a mirar al suelo.
— Bueno, tampoco creo que lo tengas muy complicado, busca a alguien y que primero se conozcan —dice Atria—. Eso o elige a Harry, creo que Molly estará encantada con ello.
Se empezaron a reír, al menos hasta que llegó Viktor Krum y Ron empezó a ponerse terriblemente celoso al ver como le decía a Hermione que estaba maravillosa. Harry se dio cuenta de que no era buena idea que Ron siguiera cerca de Krum y se lo llevó hasta su asiento, mientras que tanto los gemelos como Atria se dedicaban a molestar a Ron y a Hermione. Hasta que vieron salir al señor Delacour de La Madriguera y supieron que la novia iba a salir ya.
Atria estaba en primera fila con los gemelos, teniendo una vista espectacular a las lágrimas de Molly y de la señora Delacour, además de a Charlie, que no dejaba de poner caras y a Bill, que se le iluminó cuando Fleur empezó a caminar por el pasillo.
Todo el mundo estaba con los ojos llenos de lágrimas o bien llorando ya a moco tendido cuando el mago declaró a Bill y Fleur unidos de por vida, y cuando los gemelos iniciaron el sonoro aplauso a Atria no le dio tiempo a unirse a ellos porque intentaba limpiarse las lágrimas que no dejaban de caer. Y se había estado riendo del drama que habían montado Molly y la señora Delacour para acabar ella exactamente igual. Menuda era. Aunque se lo tenía que haber esperado porque en la boda de Remus lloró igual.
— ¡Damas y caballeros! —gritó el mago de pelo raro que había oficiado la ceremonia—. ¡Si hacen el favor de levantarse!
Los bancos desaparecieron —aunque todo el mundo oyó las quejas de Muriel— y del techo de la carpa bajaron las mesas y las sillas que se iban distribuyendo de la forma adecuada para dejar espacio para una pista de baile en el centro de la carpa mientras que había hueco suficiente para todos los invitados.
Bill y Fleur abrieron el baile y luego le siguieron Molly y el señor Delacour y Arthur y la señora Delacour. Poco a poco más gente se fue uniendo y tanto Atria como Fred volvieron a acabar en la pista de baile, riendo con cada giro. En cuanto pasaron cerca de Bill, no dudaron en hacer un cambio de parejas que se notaba que iba para picar un poco a los recien casasdos, pero no parecía funcionar porque los dos se reían. Cuando volvieron a encontrarse, Fred y Atria solo tuvieron que mirarse para saber que iban a volver a intercambiarse.
— ¿Me concede este baile, bella novia? —le dijo Atria a Fleur, que sonrío.
— Por supuesto, belle dame —encima le seguía el juego, Bill había elegido muy bien—. Fred tiene mucha energía, mira como lleva a Bill.
— ¿No te acuerdas de cómo bailaba en el Baile de Navidad? Había que quitarse de su camino o te atropellaba —ambas se rieron y siguieron bailando hasta que Bill fue de nuevo a cambiar parejas, pero George apareció y le robó de nuevo a Fleur.
— Te casas para que tus hermanos te roben a tu esposa, no me lo puedo creer —dramatizó muchísimo y Charlie, que ya se había tomado más de una copa de champán, le pasó el brazo por los hombros.
— Te dije que te la robaría, Bill.
— No, dijiste que si no me casaba con ella, pero me he casado con ella.
— Vaya, Bill, tus pupilas parecen corazones —se burló Atria.
— He oído algo antes de boda, no me hagas ir a contárselo a mamá —le dijo a Atria, pero también miró a Fred—. Si creéis que podéis ganarme a esto lo lleváis claro, ¿por qué creéis que pone cárcel en el reloj familiar?
— Lo sabemos, Bill, tus dieciocho fueron conflictivos —dijo Fred, poniendo los ojos en blanco y volvió a coger a Atria—. Ni una palabra a mamá, ¿entendido?
— Ya veremos.
Era la boda de Bill, pero ¿cuántas veces iban a estar todos tan ocupados y ellos tan libres? Porque tenían claro que querían aprovechar el rato y más cuando llevaban tanto tiempo sin estar a solas de verdad. Porque no, el polvo del baño de la noche anterior no contaba, no cuando antes de eso no habían podido estar solos ni un momento. Y que después había aparecido Charlie.
Por eso acabaron volviendo al apartamento entre besos. Lo único que tenían que hacer era volver en un rato porque se suponía que dormirían allí esa noche y ya está, nadie se enteraría de que se habían saltado la fiesta. Aunque, en realidad, se iban a enterar igualmente porque el peinado de Atria desapareció en cuestión de minutos y era imposible volver a colocar el pelo de Fred de la misma forma en la que lo tenía durante la boda. Pero bueno, eran jóvenes, estaban en una boda y habían tomado algo de whisky de fuego. Además, las hormonas no ayudaban.
— Me gusta estar aquí —dijo Atria, mirando las cajas en la habitación todavía a medio deshacer. Ya tenía prácticamente toda su ropa en el apartamento de los gemelos y se había llevado ya bastantes de sus libros.
— Y menos mal —responde Fred, riendo—. Vas a pasar aquí al menos ocho horas al día, si no te llega a gustar...
— No me refería al apartamento —Atria empieza a mover las cejas sin parar y se da la vuelta para quedar bocabajo, apoyada en los codos—. Que pena que vayamos a volver a la boda.
— Creo que mamá puede empezar a asumir que dormimos juntos.
Aprovechan cada uno de los minutos que les quedan en el apartamento porque definitivamente no se quedan, quieren volver a la fiesta, ¿cómo se la iban a perder? La próxima boda podría ser, como mucho, la de Oliver y Percy y estaba claro que no iba a invitarlos. Angelina les había contado que Percy iba a buscar a Oliver a los entrenamientos al menos una vez a la semana. Lo cual era sorprendente porque era Percy. El mismo que su trabajo en el Ministerio era lo más importante del mundo y no se tomaba un descanso nunca cuando había estado con ellos, pero sí que lo estaba haciendo ahora. Quizá se estaba dando cuenta de la verdad.
Así que aprovechan. No pierden ni un solo segundo bajo las sábanas. Se besan, se acarician, se ríen. Se centran en ellos y no en lo que vendrá, solo quieren ese momento y lo disfrutan como nunca. Se dejan intoxicar por el otro, dejan todas las preocupaciones junto a la ropa que descansa en el suelo, lista para luego seguir disfrutando de la boda.
— Me gusta la idea de que podamos llamarla nuestra cama o nuestra habitación —Fred lo dice de la nada, cuando están tranquilamente tumbados y está acariciando la espalda de Atria suavemente, lo cual es una mezcla entre relajante y excitante para la chica.
— Suena demasiado bien, ¿verdad?
— Suena perfecto.
Cuando vuelven a la boda todavía tardan en llegar hasta la carpa porque paran cada tres pasos para besarse. Se quedan un rato en uno de los árboles cercanos a la casa, aprovechando que los tapa para que nadie los moleste y, finalmente, llegan a la carpa entre risas.
Bill y Fleur siguen bailando en el medio de la pista de baile y parece que, esta vez, les dejan tranquilos. Charlie, por su parte, se ha bebido tanto whisky de fuego que puede hacer competencia a Hagrid sobre quién de los dos está más borracho y no dejan de hablar sobre a quien le gusta más las criaturas peligrosas, como si fuera una gran competición. Luego George no está por ninguna parte, pero se cruzan con Ron, que dice algo de una prima veela de Fleur y que George había ido detrás, así que suponen que está entretenido en algún lugar del jardín. O en la casa.
— ¡Barry, vamos a bailar! —su hermano estaba con Hermione, que se había quitado uno de los zapatos y se frotaba el talón.
No esperó respuesta y tiró de él para ir a la pista de baile. No había bailado con su hermano en ningún momento, ni siquiera en el Baile de Navidad, así que ahora iban a bailar.
— Venga, diviértete un poco, ¡es una boda!
— Es que... —se notaba que le preocupaba algo porque estaba serio y sí que parecía que bailaba. O algo así—. Tú has ido a verles... quería saber sí...
Poco importó lo que Harry quería saber porque, de repente, algo grande y plateado pasó al lado de ellos y fue directo a la mitad de la pista. El lince aterrizó suavemente y todo el mundo se le quedó mirando, dejando la boda completamente suspendida en el tiempo hasta que el lince abrió la boca y de él salió la voz de Kingsley.
— El Ministerio ha caído. Scrimgeour está muerto. Están viniendo.
Primero todo iba lento. Luego empezó a acelerarse y tanto ella como Harry sacaron las varitas rápidamente. Hermione había llegado casi corriendo, con Fred detrás y ambos con las varitas levantadas.
— ¡Idos de aquí! —les gritó Fred a Harry y a Hermione antes de tirar de Atria.
— ¡No, suéltame, no podemos dejarles solos, tenemos que protegerlos! —le chilló a su novio, pero él no le hizo caso para avanzar hasta donde estaban Remus y Tonks, ya con las varitas levantadas y lanzando hechizos protectores.
— ¡Ron, Ron! —seguían allí, esa era la voz de Hermione, Atria se giró, lista para ir hasta ellos e intentar poner el mayor número de hechizos protectores a su alrededor.
— ¡Atria, aquí, céntrate! —le gritó Remus, antes de lanzar el primer hechizo para atacar.
— ¡Pero Harry... !
No pudo seguir, porque al igual que Remus había tenido que atacar, los que habían llegado también atacaron y se libró de la maldición porque Tonks sí que estaba a lo que tenía que estar y volvió a lanzar un hechizo protector. Tenía que centrarse en lo que estaba pasando, luego buscaría a Harry y sabría que estaba bien. Le mandaría un patronus y quizá él podía mandarle uno. ¿Por qué no le había enseñado el mismo hechizo que usaban Fred y ella para hablar cuando estaba en Hogwarts? Menuda idiota, si se lo hubiera enseñado...
Fred le apretó la mano y Atria volvió a estar en la batalla. O, al menos, intentaba estar. Sus pensamientos saltaban rápidamente entre los hechizos a utilizar y la preocupación por Harry. No, tiene que apartar a Harry, ahora no es el momento, no lo es.
Les rodea a los cuatro de las mismas arenas movedizas que le habían atrapado cuando se enfrentó a Greyback, pero esta vez funciona mucho mejor ya que no está sola y puede centrarse en atacar. Y lo va ampliando, poco a poco, hasta que casi toda la carpa está cubierta de las arenas movedizas y tanto empleados del ministerio como mortifagos están atrapados.
— Bien hecho, Atria —dice Remus y parece más tranquilo, aunque sigue levantando protecciones sin parar—. ¿Veis a los demás?
— Ginny está con papá y mamá, a Charlie le veo con Hagrid y parece que se le ha pasado la borrachera y...
Fred levantó el brazo, señalando a un punto no muy lejano a ellos. Fleur se levantaba la túnica de novia y se acercaba rápidamente a uno de los mortifagos —¿no había tirado a Avery de la escoba? ¿Cómo seguía vivo?— para pegarle un gran puñetazo en la mandíbula.
— ¡Vamos, cuñada, así se hace! —le gritan tanto Fred como George desde puntos opuestos de la carpa y a Atria le entra la risa.
Aunque la risa ahí sí que les dura poco ya que, de repente, los escudos que tienen puestos alrededor se rompen de golpe y unas cuerdas les atrapan. Genial. Sencillamente genial.
— Como Ministro de Magia ordeno que esto desaparezca —Atria no tiene ni idea de quién es ese tío, pero teniendo en cuenta que Scrimgeur está muerto sí que debe de ser el nuevo Ministro de Magia. Y más si viene acompañado de Bellatrix Lestrange.
Solo se había cruzado con ella cuando mató a Sirius. Y quiere vengarse, claro que quiere vengarse por lo que hizo, así que avanza unos pasos y sonríe.
— Es complicado hacerlo con estas ataduras, señor Ministro.
— ¡Es la niña Potter!
Claro que la conocen. ¿Cómo no van a hacerlo? Seguro que Greyback ya les ha contado que es animaga porque a Bellatrix parece que le emociona verla. Y vuela hacia ellos, genial. ¿Por qué ha abierto la boca?
— No hagas nada que mate a tu noviecito. Ni a tu padrino.
Le clava la varita en la garganta y Atria asiente. Lo siguiente es que no tiene ataduras y no quiere arriesgarse, así que levanta la varita y hace desaparecer las arenas movedizas. Lo que se transforma en que se lleven a Fred, Remus y Tonks por la fuerza.
— ¿Pero qué hacéis? ¡Soltadles ahora mismo, no he hecho nada! —intenta ir con ellos, pero Bellatrix la agarra con fuerza por la muñeca, clavandole las uñas.
— Kreacher me dijo que tía Walburga pensaba que serías perfecta para unirte a nosotros —le susurró al oído. Maldito elfo traidor—. Imagina las posibilidades, todo el poder que quieras, sin límites, sin consecuencias con lo que haces. Hemos oído muchas cosas de ti, Severus nos ha hablado de ti.
Claro que Snape lo había hecho. ¿Cómo no iba a hacerlo si lo único que le importaba era él y salvar su culo? Claro que había hablado de ella. Y seguro que Greyback había dicho que era animaga y era una loba y luego Snape lo había confirmado del todo. Si llegaba a encontrarse a alguno de los dos...
— ¿No quieres el poder? ¿No quieres protegerles?
Se está metiendo en su cabeza. No con legeremancia, sino con palabras. Bellatrix señala a todos los Weasley, a Remus y a Tonks. Los tienen apartados, separados y no dejan de apuntarles con las varitas, interrogándoles.
— Únete a nosotros, os dejaremos tranquilos. Tú creas hechizos para nosotros, las más oscuras pociones, te conseguiremos todos los ingredientes que quieras. Solo tienes que unirte a nosotros.
No va a engañarse. Lo considera. Por unos breves segundos se plantea aceptar la oferta de Bellatrix. ¿Crear hechizos y pociones? Puede hacerlo, puede crearlas para que maldigan a quien las usa, pociones que aparentemente debilitan al enemigo, pero en realidad les da más fuerza. Puede unirse a los mortifagos y trabajar para la Orden. Protegerá a todos. Remus estará a salvo. Fred estará a salvo. Todos los Weasley lo estarán.
— ¿Qué dices, Atria? ¿Te unes al Señor Tenebroso? —se nota que Bellatrix está ansiosa por su respuesta y Atria se deja llevar por sus impulsos.
Le escupe en la cara.
— ¿Te crees que, después de que mataras a Sirius, voy a unirme a ti? Ni en tus mejores sueños.
La bofetada la tira al suelo y luego llega todo ese dolor. No tiene nada que ver con el dolor de la maldición cruciatus. El dolor que siente no tiene nada que ver con lo que ha experimentado anteriormente, no, es imposible compararlo con las heridas causadas durante la luna llena o las heridas de Greyback. La cabeza iba a explotarla y sentía el cuerpo como si tuviera mil cortes que no dejaban de abrirse cada vez más, más y más. Solo quiere morirse, solo quiere quedar inconsciente para dejar que todo se acabe y no sentir más ese dolor.
Pero el dolor para, Atria deja de gritar y uno de los que cree que es uno de los magos del ministerio se mete en su cabeza mientras no deja de hablar a gritos de Harry y que donde está. Pero lo único que consigue encontrar en la cabeza de Atria son distintos momentos con Harry a lo largo de los años, que se mezclan con todos su planes y el tipo del ministerio acaba saliendo de su cabeza incluso mareado.
— No sabe dónde está.
Y Bellatrix no se lo cree, así que es ella la que se mete en su cabeza y dura mucho menos que el tipo del ministerio. Así que Atria sonríe, aunque le duele sonreír.
— Ni aun sabiendo dónde está Harry conseguirías que saliera de mis labios.
— ¡Quemadlo todo!
Empieza a discutir con los magos del ministerio, pero por fin la deja tranquila y no solo a ellos, parece que los magos del ministerio han acabado de interrogar también a George y puede ir a cogerla en brazos.
— ¿Eres idiota? —le susurra—. ¿O te quieres morir?
— Me estaba diciendo que si me unía a ellos, George, ¿qué le decía? ¿No, gracias? —le contesta y levanta la cabeza para ver a los demás.
Fred sigue hablando con uno de los tipos del ministerio, al igual que Arthur. Remus está con un mortifago y Tonks con otro, pero al menos Ginny, Molly, Charlie, Bill y Fleur ya no están hablando con nadie y están apartados de nuevo, hablando entre ellos. Parece que todos sus esfuerzos son dedicados a calmar a Fleur, que no deja de hablar un francés rápido y Bill le contesta en el mismo idioma, pero bastante más lento.
— No sabía que hablabas francés, Bill, ¿las clases de lengua eran de esa lengua? —por una vez parece que a Molly le da igual lo que está insinuando Atria porque se lanza a abrazarla.
— No dejas pasar una, ¿no? —le contesta Bill, pero a Atria le cuesta oírle porque Molly no deja de hablar y le tiene cogida la cabeza tapándole los oídos y casi no oye.
— Molly ya, de verdad, está bien.
— ¡No está bien!
— Vamos a casa, mamá, necesitas algo para relajarte —dice Charlie e intenta separarla de Atria, pero a Molly nadie va a alejarla de ahí a no ser que sea con toda su familia.
Discuten entre ellos mientras los del ministerio parece que consiguen calmar a Bellatrix lo suficiente como para que no queme La Madriguera. Aunque sí que hacen un registro a conciencia y, cuando ven el ghoul en el ático, salen casi corriendo de allí.
— Como comprenderán no vamos a mandarle al colegio en esas condiciones —tanto a Arthur como a Fred los habían soltado los tipos del ministerio y les habían dejado volver a La Madriguera, pero Remus y Tonks seguían atrapados con los mortifagos—. Y ya hemos hablado con doctores en San Mungo, no hay forma de adelantar la enfermedad para que esté curado para septiembre.
— Sí, sí, lo que sea, pero que no se acerque a nosotros —dijo uno de los mortifagos y salió de la casa casi a la carrera.
No habían encontrado nada de Harry y tampoco iban a encontrarlo porque ellos se habían asegurado de no dejar rastro de su estancia en La Madriguera. Poco a poco, tanto los mortifagos como los empleados del ministerio fueron dejando La Madriguera. Y menos mal que a Kingsley le había dado tiempo a avisarles o hubiera sido mucho peor, como bien dijo Remus cuando cenaban todos casi en silencio. Los únicos que eran capaces de hablar eran tanto Arthur como Remus, que no paraban de comentar todos los detalles que podían de lo que había pasado.
— ¿Y bien? ¿Qué sabes de Harry? —la pregunta de Remus iba para ella, que no dejaba de pensar en la propuesta de Bellatrix. Aceptar hubiera significado que todos estarían tranquilos, a salvo. No aceptar implicaba los registros, estar en el punto de mira. Y se sentía culpable por haber querido aceptar.
Cuando había llegado había empezado a gritarla y sus gritos se habían unido a los de Molly porque los dos pensaban que había sido idiota. Y vale, lo había sido, pero no se esperaba una maldición cruciatus delante del Ministro de Magia. Fred, por su parte, se había quedado callado y, sinceramente, a Atria le preocupaba mucho más el silencio se su novio que los gritos de su padrino y Molly.
— No sé a dónde han ido, no sé qué es lo que buscan exactamente, se lo he dicho a los mortifagos y te lo digo a ti —repite ella y revuelve la comida en el plato, quiere vomitar, no tiene hambre y se siente jodidamente mal—. Sé que tiene algo que ver con las lecciones que Dumbledore le daba a Harry el curso pasado, pero nada más.
— ¿Y no sabes qué aprendían en esas lecciones?
— Cosas de Voldemort, su pasado y todo eso.
Otra vez silencio en la casa. Nadie quería hablar y seguían revolviendo la comida porque el hambre había desaparecido. Todo había estado tan bien y, de golpe, se había convertido en eso.
— Creo que tenemos que avisarles que estamos bien y todo eso —Arthur es quien se pone en pie y, cuando levanta la varita, llaman a la puerta.
Más mortifagos. A hacer otra revisión de la casa. Como si Harry fuera a volver después de la boda con el ministerio caído, ¿se pensaban que era tonto o qué? Pero les dejan, porque no tienen nada que ocultar y estos lo revuelven todo, a pesar de los gritos de Molly y Arthur cuando ven como revuelven el salón. Y luego suben las escaleras para revisar las habitaciones y siguen revolviendo todo hasta que llegan a la de Ron. En esa ni siquiera se atreven a entrar.
— El spattergroit es terriblemente contagioso, y todos estamos en contacto con Ron, así que... —Charlie se acercó amablemente a ambos mortifagos para enseñarles la salida de la casa y ellos retrocedieron.
— Cuidado —sonaba a un intento de amenaza, pero sinceramente, Charlie con todas sus heridas y el nuevo corte de pelo daba más miedo que esos dos mortifagos juntos.
Volvió la calma y la paz. Tanto Remus y Tonks se fueron a La Cueva en cuanto vieron que no había rastro de los mortifagos, Bill y Fleur hicieron lo mismo y fueron a El Refugio y los gemelos se levantaron de la mesa para decir que ellos también volvían al apartamento.
O, mejor dicho, lo dijo George ya que Fred seguía sin hablar.
Y no habló cuando llegó al apartamento, no habló mientras que se cambiaba de ropa y, cuando se tumbó en la cama y dio la espalda a Atria. Tan solo unas horas antes habían estado ahí, tumbados desnudos y riendo y hablando y ahora... ahora le daba la espalda.
— Bellatrix me ha propuesto unirme a ellos. Y he pensado que podría aceptar.
Ahí es cuando Fred sí que se gira. Y lo hace porque no se cree las palabras que están saliendo de la boca de Atria, pero cuando la ve sabe perfectamente que es cierto.
— Me ha dicho que si me unía estaríais a salvo. Tú, Remus y todos los demás. Lo único que pedían a cambio eran hechizos y pociones, de los más peligrosos —Atria se sienta en la cama, pero no se atreve a acercarse a Fred todavía—. Entiendo que estés enfadado conmigo, pero te lo dije, si me quedaba era para hacer algo, no para estar quieta.
— No quiero que estés quieta, quiero que no le escupas a Bellatrix a la cara y mucho menos quiero volverte a oír gritar así porque te están torturando —responde él y Atria por fin se mueve, lentamente hasta que está lo suficientemente cerca de su novio como para abrazarle. Pero él todavía no le abraza de vuelta.
— Quería aceptar —susurra ella y nota cómo se revuelve, incómodo—. Sería tan fácil darle hechizos que les van matando por dentro, pociones que da la impresión de que, al lanzarlas, haces más débil al enemigo, pero en realidad le haces más fuerte.
— ¿Y no crees que se darían cuenta? ¿De que los matas por dentro? ¿No crees que te harían probar a ti todo eso con nosotros para ver si funciona?
— Tendría de respuesto, unos que funcionan, los lanzaría de forma no verbal y luego les daría el otro.
— No funcionaría, Atria, te harían pagar cuando no funcionará y te... te... —no es capaz de terminar y está vez sí que la abraza—. No quiero perderte, Atria.
— Yo tampoco quiero y quiero que estéis a salvo y... tengo tanto miedo, Fred. Y ahora... ahora Harry no está y...
Se echa a llorar. Porque tiene miedo, porque si que es demasiado pequeña para todo ello y le viene grande. Así que se engancha en la camiseta de su novio y llora hasta que se queda sin lágrimas. Y cuando es capaz de moverse un poco, ve que no es la única que ha estado llorando.
— Por eso vamos a luchar, por estar todos a salvo —susurra Fred mientras que Atria le limpia las lágrimas suavemente—. Montaremos ruido, no podrán encontrarles y ganaremos.
— Sí, ganaremos.
Se acaban quedando dormidos, entre los susurros en los que, de vez en cuando, hablan. Hablan de ganar, del plan para distraer a los mortifagos para que no presenten atención a Harry, Ron y Hermione. Y también hay un susurro, uno en el que los dos están ya demasiado dormidos como para darse cuenta.
"Cásate conmigo". Dice ella.
"Por supuesto". Responde él.
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Los quiero mucho a pesar de que son bobisimos de verdad.
Fun fact pensaba que este capítulo tenía casi 10k palabras y casi me da un infarto JAJAJAJAJA Fun fact 2 me hace mucha gracia recordar los comentarios de Ogaira ni se te ocurra hacer que Atria se una a los mortifagos y que aquí se le pregunte, ¡sorpresa! Todo lo que se menciona tiene relevancia para la trama, incluso los pequeños detalles ups.
Ehhhhhh no sé que más decir, la verdad, solo que el capítulo de la semana que viene me gusta muchísimo y que ganas de que lo leáis en serio, lo estuve releyendo el... ¿puede ser que ayer? Sinceramente, no sé cuando jajajaja
Nos vemos la semana que viene y muchas gracias por leer y votar (sobre todo esta) y comentar.
Entramos ya en la recta final, quedan nueve capítulos para el final y diez para el epilogo, let's goooooooo me voy a llorar que me quedan solo cinco capítulos por escribir :)
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