Capítulo 67: Por eso eres mi hermano favorito
Las noticias volaron y, en cuanto los dos hermanos llegaron a la sala común de Gryffindor, todo el mundo sabía que habían perdido a dos miembros del equipo. No tardaron en averiguar que había sido Myrtle la que se lo iba contando a todo el mundo porque, por supuesto, se había puesto a escuchar la conversación que habían tenido con McGonagall.
Al día siguiente todo el colegio lo sabía, también gracias a la ayuda de Pansy Parkinson, que iba echando pestes de Harry y, sorprendentemente, no decía nada de Atria. Y supieron por qué cuando, en la hora de la comida, la profesora McGonagall se acercó a Atria y se disculpó con ella por dudar.
— Tu historial me lo ponía difícil para confiar en ti, pero puedes jugar el sábado. Y cincuenta puntos para Gryffindor.
Toda la casa pareció perdonar al instante a Atria, que se empezó a poner realmente nerviosa. Porque, si no jugaba y perdían, bueno, era porque no había jugado. Si jugaba y perdían era su culpa. Y pasar de tener la copa en las manos a últimos...
Se centró en los entrenamientos, como el resto del equipo. Harry los entrenaba desde el suelo y menos mal que Delmeza había seguido entrenando con ellos porque si no no hubieran podido salvar el partido.
Y cuando llegó el día Atria no estaba orgullosa de decir que no se acordaba de nada de lo que había pasado, excepto de que habían levantado la copa de quidditch en el campo y que estaba llorando mientras lo hacía. Porque habían ganado cuatrocientos cincuenta a ciento cuarenta. Treinta tantos fueron para Gryffindor y no tenía muy claro cuantos había marcado ella, pero sí que sabía que había hecho un partido espectacular junto a Katie y Delmeza.
La fiesta en la sala común fue espectacular desde el momento en el que llegaron con la copa en los brazos y, apenas media hora después, Harry apareció por fin.
Le arrastraron hasta el centro de la sala común y Ron le dijo a gritos que habían ganado y por cuanto, Atria seguía chillando hasta que Ginny salió corriendo y vio el beso.
Menudo beso, madre mía.
Poco parecía importar que les estuvieran mirando cincuenta personas —no iba a negar que les estaba teniendo envidia, porque cada vez que ella intentaba besar a su novio en público alguien llegaba a interrumpir— ya que los dos parecían estar en un mundo aparte. Y cuando se separaron, Atria se dio cuenta de cómo Harry buscaba la mirada de Ron en el silencio de la sala. Y cuando él se encogió de hombros, Harry y Ginny desaparecieron de la sala común.
— Y se atreve a decirme que Fred es muy mayor para mi, menudo idiota —le dijo Atria a Hermione, que solo empezó a reírse.
— Ya puedes meterte con él.
Y lo hizo, vaya que sí lo hizo. De hecho no paraba, cada vez que le veía le soltaba cualquier cosa para molestarle, pero a Harry no parecía importarle porque estaba en una nube. Y la verdad es que era realmente bonito ver así a su hermano.
Durante las noches solían ponerse junto a la chimenea. Ron y Hermione compartían sofá y si bien tenían mucho cuidado para evitar una posible pelea con Lavender Brown, si estabas lo suficientemente cerca de ellos podías ver cómo se daban la mano en el sofá. Harry solía sentarse en el suelo, con la espalda apoyada en el sofá de Ron y Hermione, mientras que Ginny se sentaba apoyada en sus piernas. Atria estaba realmente contenta de ver así a cuatro de las personas que más quería en el mundo, pero también echaba de menos a su novio. Porque hubiera sido demasiado bonito volver a estar todos allí, en la sala común, hablando tranquilamente de cualquier cosa.
Aunque, al menos, había visto a Fred después del partido.
Su novio de verdad había ido hasta Hogwarts, se había colado dentro del castillo y, de alguna manera, había acabado dentro de la sala común un domingo de mayo, como si no fuera absolutamente nada raro. De hecho, cuando Atria había bajado a desayunar, Fred estaba sentado en uno de los sofás de la sala común tranquilamente, hablando como si nada con Ginny con un gran ramo de flores al lado.
Las emociones de Atria estaban todavía a flor de piel y por eso se echó a llorar cuando Fred le dio el ramo que tenía a su lado.
— Sabía que ibais a ganar, quería haber estado ayer en la sala común, pero George quiso probar uno de los nuevos productos antes de abrir y... bueno no quieres saber como acabamos—le dijo al oído y ella empezó a reírse mientras que le abrazaba sin parar.
— Que estés aquí demuestra que cualquiera puede entrar al castillo —dijo Hermione, que bajaba en esos momentos de las habitaciones y no parecía gustarle mucho la idea.
— No seas aguafiestas, Hermione.
A nadie le pasó desapercibido como Ron le pasó el brazo por los hombros a Hermione y se fue con ella a desayunar. La chica había pasado de estar frunciendo el ceño a sonreír en cuestión de segundos, al igual que la cara de Harry se había iluminado al ver a Ginny y ya estaba prácticamente, yendo a besarla.
— ¡Eh, sí tú me interrumpes cuando voy a besar a tu hermana no te atrevas a besar a la mía! —Fred consiguió asustarlos con su grito, pero no solo a ellos, también a los curiosos que andaban por la sala común.
— Bueno, es mejor que Ron —dijo Ginny, poniendo los ojos en blanco.
— ¿Qué es lo que dice Ron?
— Se cree que le está dando permiso para salir con Harry —le dijo Atria y Fred asintió.
— Entiendo, tenemos que tomar cartas en el asunto.
— No esperaba menos de ti.
— Por eso eres mi hermano favorito, Fred, ¡gracias!
— Aunque hay una cosa —dijo Atria, sonriendo y Harry supo que iba a decir a continuación, no había parado de decirlo desde que había empezado a salir con Ginny—. Creo, Harry, hermano querido, que eres demasiado mayor para Ginny. Ya sabes que un año es mucho tiempo.
— Eres insoportable —gruñó Harry.
Y después de esa interacción, Ginny se llevó a Harry y, además, consiguió que la sala común se quedase vacía. Aunque, bueno, que la sala común estuviera o no vacía importaba poco porque acabaron en la habitación de Atria.
Fue realmente difícil conseguir subir las escaleras hasta el séptimo piso porque, al principio, no dejaban de besarse cada vez que llegaban a una nueva planta. La idea era buena, Fred tenía los pies dentro de la habitación en cuestión, así que no tendrían que caer. Hasta que se acercaba demasiado a Atria y el tobogán aparecía, así que volvían a llegar a la sala común. Finalmente, cuando lo consiguieron, hechizaron la habitación y de allí no salieron en todo el día.
Lo bueno de tener un elfo —aunque fuera Kreacher— es que podías llamarle cuando quisieras, así que Atria no dudó en aprovecharse de él y no solo les llevó el desayuno, si no también la comida y la cena. Si Harry podía utilizarle para espiar a Malfoy, ella podía utilizarle para que le llevase comida a la habitación.
Diseñaron todo un plan para avergonzar a Ron lo suficiente como para que dejase a Ginny tranquila con su vida amorosa y, antes de que Fred se fuera, lo pusieron en marcha. Aunque sin duda alguna se habían pasado con todas sus ideas porque, en cuanto llegaron a la sala común, Fred solo tuvo que decir que dejase a Ginny tranquila y Ron no volvió a sacar nada del tema.
Pasaron un rato sentados junto al fuego junto a los demás. Mientras que Ron y Hermione todavía no estaban juntos —podía ser que el plan de Atria y Fred tuviera algo que ver con que estuvieran juntos para que Ron se olvidase de Ginny— Harry y Ginny parecía que no eran capaces de mantenerse lejos. Ginny se había tumbado en el suelo y tenía la cabeza apoyada en las piernas de Harry, quién de vez en cuando se inclinaba a besarla y Atria siempre aprovechaba para darle en la pierna, sólo para molestarle. El resultado fue que, cada vez que ella intentaba besar a Fred, Harry también la daba.
Pero fue una noche divertida, al fin y al cabo, y cuando Fred se tuvo que ir, Atria no dudó en acompañarle hasta la estatua de la bruja tuerta.
— No se lo digas a Hermione, pero... quizá ella tiene razón y deberían saber de este pasadizo —dijo Fred cuando estaban dentro de él, aprovechando los últimos minutos antes de separarse hasta junio.
— Lo vigilaré, nadie podrá entrar por él, le pediré el mapa a Harry y siempre tendré un ojo puesto en él —le prometió Atria, pero Fred negó y ahí fue cuando Atria vio como su novio estaba empezando a ser más consciente de muchas cosas que antes ignoraba—. ¿Qué ha pasado?
— He ido a algunas misiones —acabó admitiendo después de un rato.
Se quedaron un tiempo extra abrazados en el suelo del pasadizo. Fred empezó a hablar de ellas, eran misiones sencillas en un inicio, vigilar a alguien o protegerle. En algunas había ido con George, en otras había estado solo. Y solo podía decir que las peores era en las que estaba solo porque no podía concentrarse del todo. Tenía heridas de maleficios, unas que nunca iban a desaparecer y todas le habían dado estando solo.
La última que tenía había sido cuando fue a buscar a Remus.
Porque acabó contando la verdad, organizaron un equipo de rescate al ver que no aparecía, por eso la profesora McGonagall no había dicho nada. No estaban completamente seguros de dónde estaba la colonia de hombres lobo, así que se habían dividido hasta encontrarla y Remus estaba en lo que sería el centro del lugar, ensangrentado y débil. Habían llegado justos, pero lo habían conseguido y se lo habían llevado de vuelta a La Madriguera.
— Eran hombres lobo, así que la varita no era lo suyo, quedaron bastante peor de cómo estábamos nosotros —intentó quitarle hierro al asunto, pero no ayudó que llegase el patronus de George, avisando que tenía que volver ya porque había reunión de la Orden, de urgencia, para hablar sobre Remus y tuvo que irse.
Quizá tardó quince minutos más en irse porque no eran capaces de alejarse.
Antes de salir de la estatua, Atria lanzó varios hechizos para ver si había alguien al otro lado. Cómo estaba vacío, salió y fue corriendo hasta la escalera más cercana, donde fingió que solo subía como si viniera de hacer una ronda por las mazmorras.
— ¡Tanto dolor, oh, querida, pobrecita!
Los gritos de la profesora Trelawney la sobresaltaron cuando iba por el quinto piso. Ella iba bajando las escaleras, con una botella de whisky de fuego en la mano y Atria se relajó. Estaba borracha, muy borracha.
— Vamos, profesora, la llevo a su torre.
Siguió diciendo cosas sin sentido que se suponían que eran su futuro. Cuando llegaron a la torre le cogió la mano porque "quería hacerle una lectura" y se echó a llorar.
— Lo siento tanto, de verdad, lo siento tanto, tan joven y...
— Debería darse una ducha, profesora.
— Sí, suena bien, gracias, Ara.
Y ahí tenía su prueba. Estaba borracha y ni siquiera sabía quién era. Así que las tonterías que había dicho no eran para ella. Si, en general, mentía, ¿por qué no lo iba a hacer estando borracha? Harry debería haber muerto ya tres veces y seguía vivo, no había mayor prueba que su hermano para demostrar que Sybill Trelawney era una farsante. Así que Atria volvió a la sala común, tranquilamente y siguió hablando con Harry, Ginny, Ron y Hermione.
Se convirtió en la tradición desde ese momento, por eso estaban ahora allí, hablando sobre el supuesto tatuaje de un colacuerno húngaro que Harry tenía en el pecho. Y Atria, que ya se estaba riendo a carcajadas, empezó a llorar de la risa cuando Ginny mencionó el de Ron.
— Una emanación de Pigmeo, no puedo —chillaba desde el suelo, mientras que Hermione la acompañaba desde el sofá.
— Cuidado, que os de mi permiso...
— No quieres continuar esa frase con Atria delante —le advirtió Harry, pero Ron no le escuchó.
— ... no significa que no os lo pueda retirar.
— Es hora de sacar todo lo que me ha dado Fred, lo siento, Hermione —dijo Atria desde la alfombra, poniéndose en pie.
— Por algo Fred es mi favorito y no tú —le soltó Ginny, y también se levantó del suelo, pero ella para tenderle la mano a Harry—. Vámonos a darnos el lote a otro lado.
— ¡No en público!
— ¡Serás hipócrita! ¿No te acuerdas de cómo estabais Lavender y tú por todas partes?
— Parecíais dos calamares, era bastante asqueroso, la verdad.
Esa fue una de las últimas noches de junio en la que estuvieron tranquilamente los cinco en la sala común, porque entonces llegaron los TIMOs y los ÉXTASIS. Ginny se iba a la biblioteca para poder concentrarse mejor, y aprovechaba y se llevaba a Atria para que también se centrase un poco y parecía funcionar. Lo malo es que no solo tenía que estudiar con Atria, si no también con todas sus amigas y descubrió por qué era mala idea juntar a Ciara y a Atria en un mismo lugar si tenían que estudiar.
A ninguna de las dos le apetecía mucho, así que tendían a distraerse y si bien Katie o Beth las regañaban, duraba apenas quince minutos. Al final quedó claro que era imposible estudiar en serio y solo podía repasar si estaba cerca de Atria.
Y, entonces, llegaron los exámenes.
Atria salió de ellos diciendo que todo había ido mucho mejor que en quinto, aunque sabía que la había cagado con varias de las traducciones de las runas, pero ¡no era su culpa! John había decidido babear una de las páginas de su diccionario y la tinta se corrió, por lo que Atria no entendía que ponía. Y, por supuesto, no iba a despertar a su pequeño micropuff solo para que no le emborronase unas cuantas páginas. Luego clavó los ÉXTASIS de pociones, transformaciones, encantamientos y defensa contra las artes oscuras, pero se peleó con una de las plantas en el de herbología. Así que suponía que, o bien lo había suspendido, o bien solo tenía un aceptable. No iba a dejar que la planta la comiese, no muchas gracias.
La calma que hubo después era demasiado extraña para Atria, era tan raro no tener nada que hacer y que ni siquiera los profesores dijeran nada que lo sentía completamente extraño. Y más extraño fue que Dumbledore la llamase a su despacho una de las últimas tardes de junio, cuando estaba apunto de ir a la sala común para estar un rato con Harry, Ginny, Ron y Hermione.
— ¿Quería verme, director? —le habló con demasiada educación para como le había hablado las últimas veces, pero la verdad es que le daba miedo que la hubiera llamado a su despacho—. Sea lo que sea, no he sido yo. A no ser que tenga algo que ver con el cuarto de baño del quinto piso, en cuyo caso puede que haya tenido algo que ver, pero ¡intenté arreglarlo!
Sí, la calma que hubo no había sido tan real, sobre todo para todo aquel que entró al baño del quinto piso después de la comida el lunes anterior. ¡No era su culpa que la poción hubiera explotado en el baño, solo estaba probando! Se suponía que Myrtle iba a subirle agua del lago negro por el vater para poder llenar el caldero lo suficiente y, en cuanto echó los ingredientes...
— Creo que podemos dejar las formalidades, Atria, y sé lo que pasó en el cuarto de baño.
— ¿Acaso quiere que le llame viejo loco?
— Supongo que no tardarás en llamarme así, tengo que ser claro contigo con algunas cosas. Pero toma asiento, sí.
Los cuadros de los directores que había por el despacho estaban todos en silencio, mirando con curiosidad a la chica. Porque habían oído hablar de ella, pero nunca la habían visto. Siempre era McGonagall la que la llamaba al despacho, pero nunca había sido Dumbledore, así que suponía que era algo serio. Así que se sentó en una de las sillas frente al escritorio, nerviosa.
— Lo primero que quería contarte era por qué te elegimos como Premio Anual —empezó a decir y Atria asintió.
— Sí, eso me parece curioso.
— Podría decirte que es porque tienes las cualidades necesarias, pero la verdad es que estaría mintiendo.
— ¿Disculpa? —¿la estaba llamando qué?
— No, no, no me malinterpretes, lo has hecho estupendamente, pero al igual que tu padre ninguno de los dos deberíais sido Premio Anual, es algo que se le da a alumnos con un comportamiento ejemplar y vosotros...
— Sí, nosotros no lo tenemos, pero lo hemos hecho perfectamente, muchas gracias —ya estaba empezando a molestarse y la conversación acababa de empezar.
— Confiaba en que ambos lo haríais bien, por eso os nombre. Pero en el caso de tu padre también había una apuesta que me temo que no gane, y en el tuyo solo quería compensarte por todas las molestias de estos años.
— Quizá la compensación era sacar a Harry de casa de mis tíos, ¿sabe?
— Eso era lo segundo de lo que quería hablarte —hizo una pausa y Atria cerró las manos en un puño. Se estaba conteniendo muchísimo para no saltar encima del director—. No era necesario que Harry hubiera ido con vuestros tíos.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
— ¿HA METIDO A HARRY EN UN LUGAR ABUSIVO PORQUE LE HA SALIDO DE LOS HUEVOS?
Muchos de los antiguos directores empezaron a regañarla por las formas en las que estaba hablando, pero a ella le importaba poco y vio su objetivo claro. Tiró todas las cosas que tenía Dumbledore en el escritorio al suelo y se apoyó con un golpe fuerte en la mesa.
— Dígamelo a la cara, que no tenía que meter a mi hermano pequeño con ellos.
— Harry siempre ha podido estar con Remus y contigo sin estar en ningún tipo de peligro, podía haberle ido a buscar en cualquier momento.
Lo acababa de admitir delante de ella. Acababa de decirlo, que no había motivo ninguno para que Harry estuviera con los tontos de sus tíos. Y lo decía tan tranquilo.
Atria gritó y entonces empezó a romper todo lo que podía. Destrozó las sillas, la jaula de Fawkes —que no estaba allí en esos momentos, si no le hubiera secuestrado al fénix—, los cuadros de las paredes. Intentó arrasar con todo, destrozarlo tanto como Dumbledore había destrozado su relación con su hermano.
— ¿Por qué? —gritó con todas sus fuerzas—. ¿Por qué cojones harías eso loco del demonio?
— Porque no necesitaba que Harry creciera dando por hecho la magia —seguía calmado y eso solo enfurecía más a Atria.
— ¡Nosotros podíamos haber metido! ¡Lo hubiéramos ocultado perfectamente, Harry hubiera podido crecer en un sitio donde le querían!
— No, no podíais ocultarlo, por eso lo más seguro era mandar a Harry con vuestros tíos —se repite, pero esta vez agita la varita y todo empieza a volver a su sitio, por lo que Atria vuelve a intentar destrozarlo. Pero no puede porque el director la inmoviliza y la devuelve a la silla.
— ¡Suéltame ahora mismo!
— Necesito que me escuches, Atria, y, sobre todo , que no te resistas.
Pero claro que se resistió. Todavía podía hablar y cerrar los ojos, así que se puso a gritar y cerró los ojos con fuerza al ver que el director no dejaba de mirarla fijamente como Snape en el baño. Y no le había gustado porque todo se había vuelto a desdibujar como aquel día, así que cerró los ojos.
— Sé que esto no va a ser agradable, Atria, pero tengo que comprobar una cosa.
Atria primero dejó de poder chillar. Y luego sus ojos se abrieron en contra de su voluntad y era una de las peores cosas que había experimentado, como cuando la transformó en contra de su voluntad a humana en casa de sus tíos.
Todo volvía a estar desdibujado, perdía el enfoque y resultaba realmente mareante y todo estaba a la vez en la cabeza de Atria y a la vez no había absolutamente nada.
— ¡Oh, el profesor Snape tenía razón, es maravilloso!
Y todo dejó de dar vueltas y pudo moverse de nuevo.
— ¿Qué cojones estaba haciendo?
— Tu mente, Atria, es como un libro abierto, todo está ahí, flotando y hay tanto ruido que es imposible encontrar nada, tu mente es horrible y eso ¡es maravilloso! —el director parecía fascinado por lo que había descubierto y Atria solo podía pensar en que se había vuelto loco—. ¡La legeremancia no funciona contigo!
— ¿Ha entrado en mi cabeza sin permiso? —preguntó Atria y cuando el director asintió, emocionado, ella se puso de pie—. ¿PERO QUÉ COJONES TE PASA EN LA CABEZA? ¡Primero me sueltas que Harry está con mis tíos porque te sale de los cojones, luego que no valgo para Premio Anual y ahora te metes en mi cabeza! ¡Estoy harta de ti, loco de los cojones!
No quería escuchar nada de lo que dijera Dumbledore, ni una sola palabra más, pero estaba claro que el director no estaba de acuerdo, ya que decidió que la puerta no se iba a abrir.
— ¿También me encierras aquí en contra de mi voluntad? ¿Pero cómo te dejan ser director? En cuanto salga de aquí se lo pienso ir a contar a la profesora McGonagall.
— Minerva está enterada, Atria, ahora, por favor, si me dejas explicar por qué es tan maravilloso que no puedan leer tu mente, podríamos ganar la guerra.
Y eso sí que le interesaba. Así que, a regañadientes, fue a sentarse en una de las sillas de nuevo. Y escuchó. Por lo visto, Voldemort tenía algo llamado horrocrux —¿cómo que Harry le había estado ocultando eso? ¡Había dicho que eran recuerdos!— y es lo que están buscando en estos instantes para acabar con la vida de Voldemort.
— Creo que tu hermano no te ha hablado de la profecía, ¿verdad? —ajá, así que ahí quería llegar. Niega y Dumbledore parece que sonríe—. Solo tu hermano puede acabar con Voldemort, eso es lo que dice la profecía.
— O sea que lo que planeas es mandar a un chico de dieciséis años, diecisiete en el mejor de los casos, a luchar contra uno de los magos más oscuros que ha existido, ¿no? —cuando Dumbledore asiente, Atria coge aire—. ¿De verdad, qué tienes mal en la cabeza? Bathilda me dijo que te llevabas bien con Gellert Grindewald, ¿es eso? ¿Te afectó algo de vuestra discusión y por eso te quedaste gilipollas?
— ¡Esa boca, jovencita! —Phineas Black empieza a gritar desde su retrato, pero Atria le apunta con la varita y le silencia.
— Te vi en la habitación de Harry en Grimmauld Place, sé quien eres, director más pringado de la historia, también tengo para ti —le suelta y Dumbledore empieza a reírse.
— No me pasó nada, Atria, sé lo que hago y, si está en mi poder, Harry no tendrá que enfrentarse solo a Voldemort, pero hay un paso que sí que tiene que dar.
No fue buena idea contarle a Atria que Harry era un horrocrux. No fue buena idea decirle que ella tenía que preparar todo lo necesario para que Harry fuera a sacrificarse delante de Voldemort, que tenía que ir dándole pistas de que el chico era el séptimo horrocrux, el que Voldemort había creado por accidente.
Y por eso tuvo que borrar ese pequeño fragmento de conversación de su memoria.
Fue complicado seleccionar solo ese ya que la mente de la chica no tenía filtro ninguno y todos sus recuerdos flotaban libremente por la superficie. Y cuando pensabas que habías encontrado el correcto, aparecía otro. A veces importantes, a veces ideas que tenía sueltas y que eran realmente estúpidas, como meter un tenedor en el microondas si se quedaba sin una fuente de calor.
Así que borró la última parte de la conversación, desde la parte de la profecía. Y cuando Atria abrió los ojos, entendió perfectamente que algo había mal, conocía la sensación de desconcierto.
— Eres un monstruo —le dijo, antes de salir del despacho del director.
Corrió hasta la enfermería, se lo contó a madame Pomfrey, que al principio no la creía, pero cuando Atria empezó a llorar, la sentó en una camilla y empezó a mirar.
Para Poppy Pomfrey la mente de Atria no era ninguna sorpresa, llevaba así desde su primer curso, ella había sido quien la dejó así porque era la única forma de arreglar el desastre que se había hecho la chica. Así que sabía cómo moverse por su mente, sabía dónde buscar. Y vio toda la conversación con el director, donde admitía abiertamente que había mandado a Harry con los muggles a pesar de saber, más tarde, que eran abusivos. Y Poppy Pomfrey se enfada, llama a McGonagall y, cuando ella viene, no lo hace sola.
— Remus —susurra Atria, y empieza a llorar en los brazos de su padrino, que la abraza suavemente—. Me ha borrado algo, Remus, estoy segura, me lo ha borrado. Me ha contado algo que no tenía que saber y me ha tocado la cabeza.
— En cuanto Dumbledore vuelva vamos a hablar con él.
El tono de su padrino es serio. Y, por primera vez desde la muerte de Lily y James, Remus está convencido de que, esta vez, no le va a importar lo que diga Dumbledore, porque nadie le hace nada a su hija.
— Te quiero mucho, Remus, lo siento tanto, no quería decirte nada de eso —susurra Atria, una y otra vez y Remus la abraza. Todavía tienen tiempo, Dumbledore no se ha ido todavía, la guardia puede esperar.
— Lo sé, yo tampoco quería decir nada de eso —la besa suavemente en la coronilla mientras sigue abrazándola y ella sigue llorando.
— ¿Me perdonas?
— Claro que te perdono, mocosa.
— Te quiero, Remus, muchísimo, gracias por todo.
En la enfermería se mantienen los susurros enfurecidos entre madame Pomfrey y la profesora McGonagall, hasta que la puerta se abre y Tonks entra, seria.
— Dumbledore ya se ha ido, vamos, Remus.
— Te acompañamos a la sala común, Atria.
Definitivamente algo está pasando. Algo importante, porque que Remus y Tonks estén en el colegio no es buena señal. Y se confirma cuando, al entrar en la sala común, Ron tiene el mapa en una mano y la botella de Felis Felicis en la otra.
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Que bonito Fred ha ido a verla ♥ Y ahora ya sabéis por qué odio tanto a Dumbledore yasssss que ganas de que se muera en el siguiente capítulo!!!!!!!
Nos vemos la semana que viene!
Pd: en el capítulo anterior Snape descubría que la mente de Atria no se puede leer como tal, ¿alguien descubrió su cara de desconcierto cuando usó la legremancia en el baño?
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